La meditación es un
sendero que la persona abre para sí misma mientras trata de llegar más allá
de las limitaciones de la mente.
b) Práctica de la
meditación
Elige una postura. Efectúa unas respiraciones algo más profundas y completas de lo habitual y toma consciencia clara de ti mismo/a en los niveles físico, emocional. Constata que te encuentras en un estado tranquilidad, cordialidad y amor suave.
Pasa luego al nivel
de la mente y date cuenta de que estás mirando la mente, que está aquí
presente tranquila, serena, despierta, pero sin estar pendiente de ningún
objeto.
Dedica un tiempo a sentir cómo se produce en ti mismo/a el automatismo natural de la respiración. Toma clara consciencia de ti misma, que estás presente y sintiendo tu propia respiración. Esto intentarlo hasta que notes una verdadera paz, cómo tu consciencia se va ahondando.
Entonces debes
mantener esa consciencia de ti mismo/a, sin mirar nada, sintiendo el
silencio. Las zonas principales donde se debe sentir este silencio son
alrededor de la cabeza, dentro de la cabeza y dentro del pecho.
No se busca nada. Se
trata simplemente de que estés presente, sin confundirte con nada, sin
apoyarte en nada. En todo caso, "buscar" esa Realidad que intuyes como
única. No pierdas la consciencia, manténte muy despierta.
Para salir de la
práctica hazlo de manera gradual, suavemente y sin brusquedades.
Cuando consigues un
grado de meditación y de silencio la recuerdas como la experiencia más
satisfactoria que has tenido jamás. Y el eco de esa experiencia se mantiene,
aunque luego se disuelve hasta casi perderse, por la dispersión habitual con
que vivimos lo exterior. Pero, a base de hacer este trabajo con regularidad,
todos los días, se va consiguiendo mantener ese punto de conciencia profunda
y de paz a lo largo de todo el día, mientras hay actividad.
b) Práctica de la
meditación en la vida diaria.
Otra forma de meditar, de entrar en el silencio, es a través de la actividad. Por su puesto, es conveniente que la persona haya practicado el silencio como lo he explicado anteriormente.
La meditación en la
acción es el silencio profundo de la consciencia. Es lo que en el Taoísmo se
llama wu wei (no acción): hacer sin hacer. Hacemos sin hacer cuando no es
nuestro "yo" el que hace. Por ejemplo: vamos por la calle y de pronto
vemos a alguien que está a punto de caerse, nos lanzamos y le ayudamos para
que no se caiga. Se trata de un acto impensado, espontáneo. En este caso
hemos hecho, pero no ha sido nuestro "yo" personal el que ha
decidido hacer eso. Ha sido la situación que nos lo ha exigido. Igual que en
otro momento saltaremos para evitar un peligro, o nos apartaremos frente a un
vehículo. En nosotros existe una inteligencia que nos hace vivir.
Es esta realidad
profunda que se expresa a través de cada cosa que existe, por lo tanto a
través de nuestro cuerpo, de nuestra inteligencia, a través de todo.
Pero, dentro de ese
funcionamiento inteligentemente automático, aparece la idea de sentirnos los
autores, los poseedores, los dueños de muchas de las cosas que nos ocurren en
el vivir. Nos viene una idea luminosa, y de inmediato nos posesionamos de
ella y decimos ¡qué inteligente que soy! ¡Qué importante que soy, que he
conseguido esto! Pues bien, esta función del "yo" personal, que
está actuando siempre en muestra vida diaria, es la que debemos aprender a
silenciar. Es decir, que debemos vivir muy despiertos/as muy presentes, en
toda situación pero con un silencio completo de nuestra mente.
Entonces
descubriremos que la vida sigue exactamente igual, que podemos seguir haciendo
las mismas cosas que nos son pedidas a cada momento, por estímulos externos o
internos, pero sin necesidad de atribuírnoslo a nosotros mismo, sin necesidad
de juicios o comparación. Es un aprender a vivir en el silencio, en el
silencio de nuestra mente, de nuestro "yo". Esta es la forma de
aplicar la meditación y el silencio a nuestra vida activa. Cuando lo hacemos
así descubrimos que estamos en movimiento en la medida en que hay movimiento;
cuando éste deja de existir, porque se ha completado la acción, permanece en
nosotros una quietud total, lúcida. Y, tanto en el movimiento con en su cese,
en nosotros persiste una conciencia profunda de paz, de fuerza, de silencio,
de presencia de Dios.
Es cuando nuestra
mente está constantemente pensando al servicio de nuestro ego cuando no nos
enteramos de nada de estas cosas. Pero cuando aprendemos a vivir presentes,
con la mente en silencio, descubrimos permanentemente esta presencia detrás
de todo. Y la acción no es obstáculo para vivir esta presencia, porque vivimos
esta misma acción como expresión de la presencia, es un modo activo de la
presencia. Esto es realmente vivir en meditación y en silencio, vivir en
plenitud. El silencio y la plenitud son sinónimos, porque tanto uno como otra
implican no apoyarse en aspectos, modos o formas de la realidad: La plenitud
es un concepto que implica todas.
La característica de
este vivir en silencio es que la acción es siempre nueva, espontánea. Porque
no se apoya mecánicamente en el precedente, en la memoria. Es cuando mejor surgen
las cosas, tanto las de nivel físico como las intelectuales. Los que
practican judo, en sus niveles superiores, explican a veces cómo, en el
momento en que viven la lucha en este estado interior, (que es el verdadero
objetivo del Judo) ocurre algo totalmente inexplicable desde el punto de
vista técnico: que se producen entonces las llaves y contra llaves más
extraordinarias, algo totalmente irreproducible a voluntad. Es la genialidad,
porque la acción está en ese momento dirigida por la inteligencia más grande
y más creativa. Y esto ocurre en todos los aspectos de la vida.
Pero al mismo tiempo
que hay esa extraordinaria eficacia, cuando la acción se termina, lo hace en
todos los aspectos. Queda entonces en nosotros el silencio interior y el
estado de meditación. La acción no deja residuo. En cada instante, cada
acción es algo completo en sí misma. No nos quedamos pensando en lo que hemos
hecho o lo que hemos dejado de hacer. No hay aquí ese eco de cosa inacabada,
que es lo normal que ocurra en nuestro modo de vivir. Cada instante es una
situación plena, completa, y lo es tanto en el momento de hacer como en el
silencio o vacío que sigue a continuación.
Las palabras son muy
pobres para describir este modo de vida, y cada uno/a debe descubrirlo por sí
mismo/a. Pero, de hecho, este es el paso más elevado que existe dentro de
nuestra experiencia actual sobre los niveles de creatividad o capacidad
transformante que existe en nosotros.
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