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domingo, 19 de abril de 2015

Terapia llamada Compasión por Osho 19-4-2015



Te escuché decir alguna vez: “Sólo la compasión es terapéutica”. Por favor, habla sobre la compasión.
Sí, sólo la compasión es terapéutica, porque todo lo que está enfermo en el hombre se debe a la falta de amor. Todo lo que está equivocado en el ser humano está de alguna manera relacionado con el amor. Él no ha podido amar, o no ha podido recibir amor. No ha podido compartir su ser. Ésa es la miseria. Eso genera toda clase de complejos interiormente.
Esas heridas internas pueden salir a la superficie de muchas maneras: pueden convertirse en enfermedad física, pueden convertirse en enfermedad mental — pero en lo profundo el hombre sufre debido a la falta de amor. Así como el alimento es necesario para el cuerpo, el amor es necesario para el alma. El cuerpo no puede sobrevivir sin alimento, y el alma no puede sobrevivir sin amor. De hecho, sin amor el alma nunca nace; no es cuestión de supervivencia.
Tú piensas simplemente que tienes un alma; crees que tienes un alma por tu miedo a la muerte. Pero no lo sabes a menos que hayas amado. Únicamente cuando se ama se llega a sentir que uno es más que el cuerpo, más que la mente.
Es por eso que digo que la compasión es terapéutica. ¿Qué es la compasión? La compasión es la forma más pura del amor. El sexo es la forma más baja del amor, la compasión es la forma más elevada del amor. En el sexo el contacto es básicamente físico; en la compasión el contacto es básicamente espiritual. En el amor, la compasión y el sexo se mezclan, lo físico y lo espiritual se mezclan. El amor está situado a mitad del camino entre el sexo y la compasión.
Puedes también llamar oración a la compasión. Puedes también llamar meditación a la compasión. La forma de energía más elevada es compasión. La palabra compasión es hermosa: la mitad de ella es pasión — de alguna manera la pasión se ha vuelto tan refinada que ha dejado de ser pasión. Se ha convertido en compasión.
En el sexo, tú utilizas al otro, reduces al otro a un medio, reduces al otro a una cosa. Es por eso que en una relación sexual te sientes culpable. Esa culpa no tiene nada que ver con enseñanzas religiosas; esa culpa es más profunda que las enseñanzas religiosas. En una relación sexual como tal te sientes culpable. Te sientes culpable porque estás reduciendo un ser humano a una cosa, a una mercancía para ser usada y deshechada.
Es por eso que en el sexo también sientes una especie de esclavitud; también te están reduciendo a una cosa. Y cuando eres una cosa tu libertad desaparece, porque tu libertad existe solamente cuando eres una persona. Cuanto más persona eres, más libre; cuanto más eres una cosa, menos libre. Los muebles en tu habitación no son libres. Si cierras la habitación con llave y regresas después de muchos años, los muebles estarán en el mismo lugar, de la misma forma; no se acomodarán de una nueva manera. No tienen libertad. Pero si dejas a un hombre en la habitación, no lo hallarás igual — ni siquiera al día siguiente, ni siquiera al momento siguiente. Tú no puedes encontrar al mismo hombre de nuevo.
El viejo Heráclito dice: Tú no puedes pararte en el mismo río dos veces. No puedes toparte con el mismo hombre otra vez. Es imposible encontrarte con el mismo hombre dos veces, porque el hombre es un río, fluyendo continuamente. Nunca sabes qué va a suceder. El futuro permanece abierto. Para las cosas, el futuro está cerrado. Una roca seguirá siendo una roca, seguirá siendo una roca. No tiene potencial para el crecimiento. No puede cambiar, no puede evolucionar. Un hombre nunca permanece igual. Puede caer, puede seguir adelante; puede entrar al infierno o al cielo pero nunca permanece igual. Continúa moviéndose, de ésta o aquella manera.
Cuando tienes una relación sexual con alguien, has reducido a ese alguien a una cosa. Y al reducirlo te has reducido tú también a una cosa, porque el que “yo te permito que me reduzcas a una cosa, tú me permites que te reduzca a una cosa es un compromiso recíproco. ‘Yo te permito que me utilices, tú me permites que te utilice. Nos usamos mutuamente. Ambos nos hemos convertido en cosas’.
Observa por eso a dos amantes cuando aún no han entrado en la normalidad. El romance todavía está vivo, la luna de miel no ha terminado y tú verás a dos personas palpitando con la vida, listas para estallar, listas para hacer estallar lo desconocido. Y luego mira a una pareja casada, al marido y a la esposa, y verás dos cosas muertas, dos cementerios, lado a lado, ayudándose el uno al otro a permanecer muertos, forzándose mutuamente a seguir estando muertos. Ése es el conflicto constante del matrimonio. ¡Nadie desea ser reducido a una cosa!
El sexo es la forma más baja de esa energía “X.” Si eres religioso, llámala “Dios”; si eres científico, llámala “X.” Esta energía, X, se puede convertir en amor. Cuando se convierte en amor, entonces comienzas a respetar a la otra persona. Sí, algunas veces tú utilizas a la otra persona, pero te sientes agradecido por ello. Tú nunca le dices gracias a una cosa. Cuando estás enamorado de una mujer y le haces el amor, dices gracias.
Cuando le haces el amor a tu esposa, ¿le has dado alguna vez las gracias? No, lo das por sentado. ¿Alguna vez tu esposa te ha dado las gracias? Quizá, muchos años antes, pueden recordar alguna ocasión cuando aún no se habían decidido, aún estaban tratando, cortejando, seduciéndose el uno al otro, quizá. Pero una vez que entraron en la normalidad, ¿te ha dado ella las gracias por algo? Tú has estado haciendo tantas cosas por ella, ella ha estado haciendo tantas cosas por ti, ambos están viviendo el uno para el otro pero la gratitud ha desaparecido.
En el amor, hay gratitud, hay un profundo agradecimiento. Tú sabes que el otro no es una cosa. Sabes que el otro tiene una grandeza, una personalidad, un alma, una individualidad. En el amor tú das libertad total al otro. Por supuesto, tú das y tomas; es una relación de dar-y-tomar… pero con respeto.
En el sexo hay una relación de dar-y-tomar sin respeto. En la compasión, tú simplemente das. No hay idea en ningún lugar de tu mente de conseguir algo a cambio; simplemente compartes. ¡No es que nada llegue! regresa por millares, pero eso se da sólo por añadidura, sólo como una consecuencia natural. No es algo que se anhele.
En el amor, si tú das algo, en lo profundo sigues esperando que sea devuelto. Si no vuelve, te quejas. Puede que no lo digas, pero de una y mil maneras puede deducirse que te estás quejando, que estás sintiendo que has sido engañado. El amor parece ser un regateo sutil.
En la compasión tú simplemente das. En el amor, estás agradecido porque el otro te ha dado algo. En la compasión, estás agradecido porque el otro ha tomado algo de ti; estás agradecido porque el otro no te ha rechazado. Tú habías llegado con energía para dar, habías llegado con muchas flores para compartir, y el otro te lo permitió, el otro fue receptivo. Estás agradecido porque el otro fue receptivo.
La compasión es la forma más elevada del amor. Mucho regresa — por millares, digo yo — pero ése no es el punto, tú no lo anhelas. Si no está viniendo no hay queja sobre ello. ¡Si está viniendo estás sorprendido simplemente! Si está viniendo, es increíble. Si no está viniendo no hay problema; nunca habías dado tu corazón a alguien como regateo. Tú simplemente lo rocías porque tienes. Tienes tanto que si no lo rocías te sentirás agobiado. Justo como una nube que al estar llena de agua de lluvia tiene que regarla. Y la próxima vez cuando una nube esté regando observa silenciosamente, y siempre escucharás, cuando la nube ha regado y la tierra ha absorbido, siempre escucharás a la nube decir a la tierra: ‘“Gracias’. La tierra ayudó a la nube a descargarse.
Cuando una flor ha florecido, tiene que repartir su fragancia a los vientos. ¡Es natural! No es un regateo, no es un negocio; ¡es simplemente natural! La flor está llena de fragancia; ¿qué va a hacer? Si la flor guarda la fragancia para sí misma entonces la flor se sentirá muy, muy tensa, en una angustia profunda. La mayor angustia en la vida se da cuando no puedes expresar, cuando no puedes comunicar, cuando no puedes compartir. El hombre más pobre es aquél que no tiene nada que compartir, o que tiene algo que compartir pero ha perdido la capacidad, el arte, de compartirlo; entonces es un hombre pobre.
El hombre sexual es muy pobre. El hombre amoroso es más rico comparativamente. El hombre de compasión es el más rico; está en la cima del mundo. No tiene ningún confinamiento, ninguna limitación. Él da y se maneja simplemente a su manera. No espera siquiera que le des las gracias. Con enorme amor comparte su energía. A esto yo lo llamo terapéutico.
Buda solía decir a sus discípulos: ‘“Después de cada meditación, sean compasivos — inmediatamente — porque cuando meditas, el amor crece, el corazón se llena. Después de cada meditación, siente compasión hacia el mundo entero de modo que compartas tu amor y liberes la energía en la atmósfera y esa energía pueda ser utilizada por otros’.
También yo quisiera decirte eso: Después de cada meditación, cuando estés celebrando, ten compasión. Sólo siente que tu energía debería ir a ayudar a la gente de cualquier manera que la necesite. ¡Sólo libérala! Te descargarás, te sentirás muy relajado, te sentirás muy tranquilo y callado, y las vibraciones que has liberado ayudarán a muchos. Termina tus meditaciones siempre con compasión.
Y la compasión es incondicional. No puedes tener compasión solamente para los que son amables contigo, sólo para los que se relacionan contigo. La compasión lo incluye todo,… intrínsecamente incluye todo. Así que si no puedes sentir compasión hacia tu vecino, entonces olvida todo acerca de la meditación, porque no tiene nada que ver con alguien en particular. Tiene algo que ver con tu estado interior. ¡Sé compasión! incondicionalmente, sin que esté dirigida, sin dirección. Entonces te conviertes en una fuerza curativa dentro de este mundo de miseria.
Osho, A Sudden Clash of Thunder, charla#8
Luz con Sol

Re-Publicado por “Isis Alada”


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