Te escuché decir alguna vez: “Sólo la compasión es
terapéutica”. Por favor, habla sobre la compasión.
Sí, sólo la compasión es terapéutica, porque todo lo que está
enfermo en el hombre se debe a la falta de amor. Todo lo que está equivocado en
el ser humano está de alguna manera relacionado con el amor. Él no ha podido amar,
o no ha podido recibir amor. No ha podido compartir su ser. Ésa es la miseria.
Eso genera toda clase de complejos interiormente.
Esas heridas internas pueden salir a la superficie de muchas
maneras: pueden convertirse en enfermedad física, pueden convertirse en
enfermedad mental pero en lo profundo el hombre sufre debido a la falta de
amor. Así como el alimento es necesario para el cuerpo, el amor es necesario
para el alma. El cuerpo no puede sobrevivir sin alimento, y el alma no puede
sobrevivir sin amor. De hecho, sin amor el alma nunca nace; no es cuestión de
supervivencia.
Tú piensas simplemente que tienes un alma; crees que tienes un
alma por tu miedo a la muerte. Pero no lo sabes a menos que hayas amado.
Únicamente cuando se ama se llega a sentir que uno es más que el cuerpo, más
que la mente.
Es por eso que digo que la compasión es terapéutica. ¿Qué es la
compasión? La compasión es la forma más pura del amor. El sexo es la forma más
baja del amor, la compasión es la forma más elevada del amor. En el sexo el
contacto es básicamente físico; en la compasión el contacto es básicamente
espiritual. En el amor, la compasión y el sexo se mezclan, lo físico y lo
espiritual se mezclan. El amor está situado a mitad del camino entre el sexo y
la compasión.
Puedes también llamar oración a la compasión. Puedes también
llamar meditación a la compasión. La forma de energía más elevada es compasión.
La palabra compasión es hermosa: la mitad de ella es pasión de alguna manera
la pasión se ha vuelto tan refinada que ha dejado de ser pasión. Se ha
convertido en compasión.
En el sexo, tú utilizas al otro, reduces al otro a un medio,
reduces al otro a una cosa. Es por eso que en una relación sexual te sientes
culpable. Esa culpa no tiene nada que ver con enseñanzas religiosas; esa culpa
es más profunda que las enseñanzas religiosas. En una relación sexual como tal
te sientes culpable. Te sientes culpable porque estás reduciendo un ser humano
a una cosa, a una mercancía para ser usada y deshechada.
Es por eso que en el sexo también sientes una especie de
esclavitud; también te están reduciendo a una cosa. Y cuando eres una cosa tu
libertad desaparece, porque tu libertad existe solamente cuando eres una
persona. Cuanto más persona eres, más libre; cuanto más eres una cosa, menos
libre. Los muebles en tu habitación no son libres. Si cierras la habitación con
llave y regresas después de muchos años, los muebles estarán en el mismo lugar,
de la misma forma; no se acomodarán de una nueva manera. No tienen libertad.
Pero si dejas a un hombre en la habitación, no lo hallarás igual ni siquiera
al día siguiente, ni siquiera al momento siguiente. Tú no puedes encontrar al
mismo hombre de nuevo.
El viejo Heráclito dice: Tú no puedes pararte en el mismo
río dos veces. No puedes toparte con el mismo hombre otra vez. Es imposible
encontrarte con el mismo hombre dos veces, porque el hombre es un río, fluyendo
continuamente. Nunca sabes qué va a suceder. El futuro permanece abierto. Para
las cosas, el futuro está cerrado. Una roca seguirá siendo una roca, seguirá
siendo una roca. No tiene potencial para el crecimiento. No puede cambiar, no
puede evolucionar. Un hombre nunca permanece igual. Puede caer, puede seguir
adelante; puede entrar al infierno o al cielo pero nunca permanece igual.
Continúa moviéndose, de ésta o aquella manera.
Cuando tienes una relación sexual con alguien, has reducido a
ese alguien a una cosa. Y al reducirlo te has reducido tú también a una cosa,
porque el que yo te permito que me reduzcas a una cosa, tú me permites que te
reduzca a una cosa es un compromiso recíproco. ‘Yo te permito que me
utilices, tú me permites que te utilice. Nos usamos mutuamente. Ambos nos hemos
convertido en cosas’.
Observa por eso a dos amantes cuando aún no han entrado en la
normalidad. El romance todavía está vivo, la luna de miel no ha terminado y tú
verás a dos personas palpitando con la vida, listas para estallar, listas para
hacer estallar lo desconocido. Y luego mira a una pareja casada, al marido y a
la esposa, y verás dos cosas muertas, dos cementerios, lado a lado, ayudándose
el uno al otro a permanecer muertos, forzándose mutuamente a seguir estando
muertos. Ése es el conflicto constante del matrimonio. ¡Nadie desea ser
reducido a una cosa!
El sexo es la forma más baja de esa energía X. Si eres
religioso, llámala Dios; si eres científico, llámala X. Esta energía, X, se
puede convertir en amor. Cuando se convierte en amor, entonces comienzas a
respetar a la otra persona. Sí, algunas veces tú utilizas a la otra persona,
pero te sientes agradecido por ello. Tú nunca le dices gracias a una cosa.
Cuando estás enamorado de una mujer y le haces el amor, dices gracias.
Cuando le haces el amor a tu esposa, ¿le has dado alguna vez las
gracias? No, lo das por sentado. ¿Alguna vez tu esposa te ha dado las gracias?
Quizá, muchos años antes, pueden recordar alguna ocasión cuando aún no se
habían decidido, aún estaban tratando, cortejando, seduciéndose el uno al otro,
quizá. Pero una vez que entraron en la normalidad, ¿te ha dado ella las gracias
por algo? Tú has estado haciendo tantas cosas por ella, ella ha estado haciendo
tantas cosas por ti, ambos están viviendo el uno para el otro pero la gratitud
ha desaparecido.
En el amor, hay gratitud, hay un profundo agradecimiento. Tú
sabes que el otro no es una cosa. Sabes que el otro tiene una grandeza, una
personalidad, un alma, una individualidad. En el amor tú das libertad total al
otro. Por supuesto, tú das y tomas; es una relación de dar-y-tomar
pero con
respeto.
En el sexo hay una relación de dar-y-tomar sin respeto. En la
compasión, tú simplemente das. No hay idea en ningún lugar de tu mente de
conseguir algo a cambio; simplemente compartes. ¡No es que nada llegue! regresa
por millares, pero eso se da sólo por añadidura, sólo como una consecuencia
natural. No es algo que se anhele.
En el amor, si tú das algo, en lo profundo sigues esperando que
sea devuelto. Si no vuelve, te quejas. Puede que no lo digas, pero de una y mil
maneras puede deducirse que te estás quejando, que estás sintiendo que has sido
engañado. El amor parece ser un regateo sutil.
En la compasión tú simplemente das. En el amor, estás agradecido
porque el otro te ha dado algo. En la compasión, estás agradecido porque el
otro ha tomado algo de ti; estás agradecido porque el otro no te ha rechazado.
Tú habías llegado con energía para dar, habías llegado con muchas flores para
compartir, y el otro te lo permitió, el otro fue receptivo. Estás agradecido
porque el otro fue receptivo.
La compasión es la forma más elevada del amor. Mucho regresa
por millares, digo yo pero ése no es el punto, tú no lo anhelas. Si no está
viniendo no hay queja sobre ello. ¡Si está viniendo estás sorprendido
simplemente! Si está viniendo, es increíble. Si no está viniendo no hay problema;
nunca habías dado tu corazón a alguien como regateo. Tú simplemente lo rocías
porque tienes. Tienes tanto que si no lo rocías te sentirás agobiado. Justo
como una nube que al estar llena de agua de lluvia tiene que regarla. Y la
próxima vez cuando una nube esté regando observa silenciosamente, y siempre
escucharás, cuando la nube ha regado y la tierra ha absorbido, siempre
escucharás a la nube decir a la tierra: ‘Gracias’. La tierra ayudó a la nube a
descargarse.
Cuando una flor ha florecido, tiene que repartir su fragancia a
los vientos. ¡Es natural! No es un regateo, no es un negocio; ¡es simplemente
natural! La flor está llena de fragancia; ¿qué va a hacer? Si la flor guarda la
fragancia para sí misma entonces la flor se sentirá muy, muy tensa, en una
angustia profunda. La mayor angustia en la vida se da cuando no puedes
expresar, cuando no puedes comunicar, cuando no puedes compartir. El hombre más
pobre es aquél que no tiene nada que compartir, o que tiene algo que compartir
pero ha perdido la capacidad, el arte, de compartirlo; entonces es un hombre
pobre.
El hombre sexual es muy pobre. El hombre amoroso es más rico
comparativamente. El hombre de compasión es el más rico; está en la cima del
mundo. No tiene ningún confinamiento, ninguna limitación. Él da y se maneja
simplemente a su manera. No espera siquiera que le des las gracias. Con enorme
amor comparte su energía. A esto yo lo llamo terapéutico.
Buda solía decir a sus discípulos: ‘Después de cada
meditación, sean compasivos inmediatamente porque cuando meditas, el amor
crece, el corazón se llena. Después de cada meditación, siente compasión hacia
el mundo entero de modo que compartas tu amor y liberes la energía en la atmósfera
y esa energía pueda ser utilizada por otros’.
También yo quisiera decirte eso: Después de cada meditación,
cuando estés celebrando, ten compasión. Sólo siente que tu energía debería ir a
ayudar a la gente de cualquier manera que la necesite. ¡Sólo libérala! Te
descargarás, te sentirás muy relajado, te sentirás muy tranquilo y callado, y
las vibraciones que has liberado ayudarán a muchos. Termina tus meditaciones
siempre con compasión.
Y la compasión es incondicional. No puedes tener compasión
solamente para los que son amables contigo, sólo para los que se relacionan
contigo. La compasión lo incluye todo,
intrínsecamente incluye todo. Así que
si no puedes sentir compasión hacia tu vecino, entonces olvida todo acerca de
la meditación, porque no tiene nada que ver con alguien en particular. Tiene
algo que ver con tu estado interior. ¡Sé compasión! incondicionalmente, sin que
esté dirigida, sin dirección. Entonces te conviertes en una fuerza curativa
dentro de este mundo de miseria.
Osho, A Sudden Clash of Thunder, charla#8
Luz con Sol
Re-Publicado por “Isis Alada”
Para Compartir…Respetar e incluir todos los enlaces, canal y traductor si lo hubiere
No hay comentarios:
Publicar un comentario