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sábado, 22 de agosto de 2015

Los miedos primarios imbuidos en la psique del ser humano (I) y (II)




Por David Topí 





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La explotación y exacerbación de los miedos primarios del ser humano ha sido siempre una herramienta de control de la población, de la que cuesta darse cuenta. Son principalmente cuatro grandes temores, imbuidos en la parte instintiva de nuestro cerebro y de nuestra psique, y están todos interconectados unos con otros, por lo que es necesario verlos en su conjunto, ya que no son piezas separadas que puedan ser completamente aisladas individualmente. Estos temores son antiguos, arcanos, llevan con nosotros desde el momento en el que el ser humano apareció como ser consciente, quizás mucho antes de la manipulación genética sufrida, ya que nuestros ancestros los desarrollaron en su psique, y parte de ella, si no toda, pasó luego a la psique del homo sapiens cuando este fue creado por la cruza de las especies que se usaron para dar lugar a nuestra raza.
Miedo a la oscuridad
El temor a la oscuridad es el más antiguo, y el más enraizado en nuestra psique. Su origen se centra en la época en que nuestros ancestros dependían enormemente del sol para su supervivencia. El Sol les daba calor, luz, la posibilidad de encontrar comida, protección de diferentes animales que tenían mucha mejor visión nocturna que ellos, etc. Cuando el sol no estaba presente, en el pasado, su ausencia equivalía a peligro, peligro de muerte, peligro de ser atacado, peligro de no tener comida, exposición al medio natural, especialmente durante los inviernos si no se vivía en lugares cálidos, etc. El sol, así, se convirtió en un símbolo de poder, de vida, de esperanza, ya que se esperaba que saliera con mucha expectación cada mañana, como un salvador que volvía a proteger a la tribu y de ahí que el miedo a la oscuridad esté mucho más arraigado en nuestra psique de lo que podemos imaginar, especialmente algo que vemos en muchos niños que no desean dormir a oscuras antes de que, su razonamiento “lógico”, les diga que “no pasa nada”, que están en casa y protegidos. El ser humano “adulto”, da por hecho que la noche no es especialmente más peligrosa que el día si estás en casa con las luces encendidas, y, sin embargo, hay muchas cosas que, cuando suceden de noche, a oscuras, nos produce una reacción muy distinta que, si la misma cosa, nos sucediera a plena luz del día.
El sistema bajo el que vivimos conoce muy bien este miedo primario y comprenden como funciona. Es una de las razones por las que vemos el símbolo del Sol imbuido, y usado, en tantísimos logos de empresas y multinacionales, ya que intentan asociar sus productos, en la mente de los consumidores, con todo aquello que el sol, subconscientemente, a través de milenios, nuestra mente asocia al astro rey: vida, poder, energía, crecimiento, seguridad, etc. Es la antítesis de aquello a lo que más tememos, y es una forma de posicionarse en la mente de las personas.
El miedo a predadores
El segundo temor más enraizado en la psique, en el subconsciente del ser humano, es el temor a los depredadores, como hemos dicho, tremendamente interrelacionado con el primero. La humanidad del “mundo moderno” no teme al mismo tipo de predadores que originó este miedo: predadores animales, pero nuestros ancestros eran muy vulnerables, especialmente por la noche, pues aun ni las cuevas, o las construcciones rudimentarias que usaban para resguardarse eran refugio completamente seguro contra el ataque de diferentes animales que salían, solos o en manada, a buscar sus presas y alimento. Por milenios, esta necesidad de protegerse de posibles predadores, fue incrustándose en la mente, y pasando de generación en generación como medio de supervivencia, hasta que se convirtió en otro de los temores inconscientes más profundos del ser humano. Y todo, especialmente por la noche, por lo que el miedo a la oscuridad se ve reforzado por el miedo a ser atacado o asaltado, enlazando ambos temores y reforzándose mutuamente.
Evidentemente, hoy en día, y en general, el miedo a predadores animales ya no existe físicamente, pero ha sido sustituido por el miedo a que otros humanos nos ataquen, asalten, amenacen, hieran, etc. Incluso a pesar de que todas nuestras ciudades suelen tener las calles iluminadas por la noche, subsiste el temor a salir solo a altas horas, a pasear de noche, a realizar ciertas actividades. La falta de sol no tiene por qué impedirlo, tenemos iluminación artificial por doquier, la ausencia de predadores animales es un hecho, aun así, la noche es “peligrosa”, y el miedo a la oscuridad enlazado con el miedo a predadores, prevalece inconscientemente en nuestras decisiones.
Obvia decir que, por parte del mismo sistema, se generan y promueven formas de que sigan existiendo personas que ataquen, asalten, amenacen, etc. Si algo forma parte de la naturaleza humana, aunque sea en pequeña proporción, y se puede potenciar para algún tipo de propósito concreto, no hay duda de que se hace. Es el mismo caso que empresas que comercializan programas antivirus informáticos, tienen una sección dedicada a crear, o contratan a otros para que lo hagan, virus informáticos. Y es que, si no hay virus, ¿cómo iban a vender los antivirus? Si no hay predadores humanos, ¿cómo van a vendernos sistemas de protección y leyes, restricciones y formas de sentirnos seguros? Desafortunadamente, estamos “hechos” de forma que, a nivel de comportamiento social, estamos dispuestos, la mayoría, a ceder parte de nuestros derechos y libertades, a cambio de sentirnos seguros y protegidos. Es algo que favorece la imposición de todo tipo de controles sobre la población, pues ese miedo inconsciente, sustituyendo predadores por terroristas, asaltantes, radicales de tal o cual credo, etc., es muy prevalente en el mundo actual.
El sistema bajo el que vivimos explota mucho este miedo con películas tipo “Alíen”, “Depredador”, “Pesadilla en Elm Street” con el famoso Freddy Krueger, y miles de películas de terror del mismo estilo. A algunos esto les da miedo consciente, a otros les hace reír y pasar un buen rato en el cine, a todos, subconscientemente, nos mantiene avivado y activo el miedo a los depredadores.
En el próximo artículo, para dejar que esto se asiente y suba a la superficie de la mente consciente, como paso para poder reducir su poder sobre nosotros, veremos los otros dos miedos más prevalentes y terminaremos de comprender parte de la psique instintiva que todos poseemos desde que el hombre es hombre, y mucho antes también.

Los miedos primarios imbuidos en la psique del ser humano (II)
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Nos habíamos quedado en el último artículo repasando dos de los temores inconscientes más profundos grabados en la psique del ser humano. Vamos a completar la lista con otros dos que son también muy prevalentes, y que conforman el conjunto de aquellos “talones de Aquiles” que todos tenemos, y que permiten, de muchas formas, el sustento y refuerzo del sistema bajo el que vivimos.
Necesidad de protección y miedo al abandono
El tercer temor imbuido en nuestra psique está relacionado con la protección de los depredadores que ya hemos visto. Una de las primeras reacciones que tenemos, subconscientemente, cuando nos encontramos en una situación donde nos sentimos o vemos atacados, o asaltados, es la búsqueda de protección, simbolizada por el personaje del “padre protector”, del miembro más “fuerte” del clan, o de aquel que “cuida” de otros. Así, en los tiempos en los que la llegada de la noche hacía aparecer el peligro de los depredadores, todos buscaban el resguardo y protección de aquellos miembros que, por las razones que fueran, se erigían en cuidadores y protectores de la tribu, del grupo. Al hacer esto, estaban dando cierto poder y control, sobre el resto, al personaje o miembro que tomaba este rol. De esta forma, estos, se convertían de algún modo en los dirigentes y “jefes” de nuestros ancestros, por el simple hecho de tener las capacidades físicas e intelectuales para proteger a los demás: dictaban donde era seguro ir a cazar, a pescar o a recolectar comida, o donde no ir, decidían cuando se podía salir de la seguridad del grupo y cuando no, etc. Esta necesidad de protección, de nuevo, inconsciente, es la misma que se sigue propagando actualmente en el “mundo moderno”, habiendo sustituido al jefe fuerte del clan, por gobiernos, policías, militares, y demás organizaciones e instituciones por el estilo, que no podrían ser implantadas y tener tanto poder sobre la población, sino fuera por la explotación de la necesidad de protección que llevamos imbuido todos como parte de uno de los instintos primarios del ser humano.
Si hay miedo, se busca instintivamente protección
La cuestión es que la reacción instintiva al miedo es la de buscar “protectores”, y lo hacemos sin ser conscientes de ello, en la mayoría de los casos. Sabiendo esto, no hay más que mantenernos en un estado potencialmente latente siempre de temor a que pase esto, a que pase lo otro, para que, instintivamente, mantengamos siempre la necesidad de este tipo de sistemas de protección (percibidos como tales). Atentados de bandera falsa (creados por los propios países para imponer en sus ciudadanos ciertas normas y leyes como resultado del mismo), conflictos creados artificialmente, enfrentamientos continuos de ideologías, culturas, razas, credos. Nada que no podáis comprender ya por vosotros mismos. La contrapartida a este tipo de miedo, es el desarrollo del coraje y la valentía personal, para actuar por uno mismo sin buscar protección externa a pesar del miedo que se pueda sentir o percibir, por esta o cualquier otra situación vivida.
Así, esta necesidad de protección viene asociada con el tercer miedo más prevalente en la psique humana: el miedo al abandono por aquella figura protectora que nos protegía. Antiguamente, ser abandonado por tu tribu, tu clan, tu grupo, significaba directamente la muerte a manos de depredadores, del clima, de otras tribus, etc., por lo que el miedo a ello significaba aceptar las normas, reglas y decisiones de aquellos que protegían al clan para sobrevivir en conjunto.
Además, el ser abandonado, obliga a tener que enfrentar los posibles problemas, depredadores, obstáculos, situaciones peligrosas, etc., por uno mismo, algo que no suele ser lo más deseado por la mayoría de las personas en nuestra sociedad, ni ahora ni hace miles de años. Si no existe tal o cual institución, cuerpo de protección, organismo, etc., ¿quién me va a solucionar mis problemas? Eso es básicamente la versión moderna del mismo problema que tenían nuestros antepasados en su contexto particular.
El miedo al abandono está presente en muchos grados en nuestra vida. Un niño que no se separa de sus padres, porque evidentemente sin ellos no sabría desenvolverse en el mundo, un persona que se aferra a una pareja para poder navegar por la vida, un empleado que se rige por las decisiones de su jefe para no perder el trabajo y el sueldo, el equivalente a ser desterrado de la tribu y, posiblemente, no ser capaz de sobrevivir por sí mismo. Son contextos diferentes para actuaciones y sistemas relacionados con el mismo tipo de precepto: el miedo al abandono de la figura “protectora” y “cuidadora”, sea una persona, o todo un ejército militar.
Miedo al caos
El cuarto y último miedo primario también tiene mucho peso en nuestro modo de vida. Antiguamente, si caía la noche, si corríamos el riesgo de ser atacados por depredadores, si el protector del clan no nos cuidaba, el pánico podía apoderarse de los miembros de la tribu, nadie sabía qué hacer ni cómo reaccionar, no había control, no había orden, no había seguridad. La percepción de que no existía algo que mantuviera el control de la situación, en estas horas de potencial peligro, llevó a desarrollar otro miedo instintivo: el miedo al caos.
Si hacemos un pequeño juego de palabras, al preguntarle a alguien que es lo primero que le viene a la mente cuando piensa en una sociedad donde no hubiera ningún tipo de control, de dirigentes, de “gestionadores” del sistema, etc., algunas personas posiblemente dirán “libertad”, pero muchas otras, como leía en algún experimento social hecho hace algunos años, directamente lo asocian con el concepto de “anarquía” y por supuesto, “caos”.
Básicamente, si no hay ningún tipo de control sobre nosotros, todos pensamos en situaciones de caos y descontrol. Y aunque estoy casi seguro que lo habría, es simplemente porqué ninguno sabemos tomar las riendas de nuestras vidas y de la convivencia en común en armonía, sin dictados de alguien que rija como deberíamos vivir, ya que no nos han dejado hacerlo, como raza, especie y humanidad, y de ahí que, literalmente, sentimos que no sabríamos sobrevivir en “caos”, sin controladores o “algo o alguien” que lo evitara.
Al final, y aunque parece irónico, a mayor control o intentos de control, más caos alrededor del mundo, pues todas las imposiciones, restricciones y limitaciones impuestas sobre nosotros mismos, y por nosotros mismos, van en contra de todas las leyes cósmicas, universales, naturales, y al no vivir en armonía con ellas, realmente el resultado es catastrófico, sea más manejable o no, pero en general, bastante catastrófico.
En resumen
Estos son principalmente los cuatro temores más importantes imbuidos en la psique del ser humano por herencia genética, ancestral, desde hace miles de generaciones atrás. Estos miedos, más los que hemos añadido a lo largo del tiempo, aunque ya no tan profundos posiblemente, son aquellos que son explotados y exacerbados una y otra vez por el sistema bajo el que vivimos, y son los que nos mantienen en el estado de “controlados”, en parte desde fuera, pero principalmente por nuestra propia mente. La élite de este planeta lo conoce perfectamente, tanto como nosotros sabemos que 2+2 son 4.
Su complicación radica en que se ocultan en las capas más profundas de nuestro subconsciente en el cuerpo mental, y en las esferas pre-consciente y subconsciente de la mente, así que el único modo de no dejarse llevar por ellos es, como hemos hecho con estos dos artículos, sacarlas a la luz, a la esfera consciente, para ser capaces de auto observarnos cuando sean detonados o avivados, y no dejarnos llevar por ellos, y por las medidas asociadas que se nos quieran imponer para paliarlos, por nuestro “bien común”, por supuesto.
Por David Topí

Re-Publicado   por  “Isis   Alada”

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