La explotación y
exacerbación de los miedos primarios del ser humano ha sido siempre una
herramienta de control de la población, de la que cuesta darse cuenta. Son
principalmente cuatro grandes temores, imbuidos en la parte instintiva de
nuestro cerebro y de nuestra psique, y están todos interconectados unos con
otros, por lo que es necesario verlos en su conjunto, ya que no son piezas
separadas que puedan ser completamente aisladas individualmente. Estos temores
son antiguos, arcanos, llevan con nosotros desde el momento en el que el ser
humano apareció como ser consciente, quizás mucho antes de la manipulación
genética sufrida, ya que nuestros ancestros los desarrollaron en su psique, y
parte de ella, si no toda, pasó luego a la psique del homo sapiens cuando este fue creado por la cruza de las especies
que se usaron para dar lugar a nuestra raza.
Miedo a la oscuridad
El temor a la
oscuridad es el más antiguo, y el más enraizado en nuestra psique. Su origen se
centra en la época en que nuestros ancestros dependían enormemente del sol para
su supervivencia. El Sol les daba calor, luz, la posibilidad de encontrar
comida, protección de diferentes animales que tenían mucha mejor visión
nocturna que ellos, etc. Cuando el sol no estaba presente, en el pasado, su
ausencia equivalía a peligro, peligro de muerte, peligro de ser atacado,
peligro de no tener comida, exposición al medio natural, especialmente durante
los inviernos si no se vivía en lugares cálidos, etc. El sol, así, se convirtió
en un símbolo de poder, de vida, de esperanza, ya que se esperaba que saliera
con mucha expectación cada mañana, como un salvador que volvía a proteger a la
tribu y de ahí que el miedo a la oscuridad esté mucho más arraigado en nuestra
psique de lo que podemos imaginar, especialmente algo que vemos en muchos niños
que no desean dormir a oscuras antes de que, su razonamiento “lógico”, les diga
que “no pasa nada”, que están en casa y protegidos. El ser humano “adulto”, da
por hecho que la noche no es especialmente más peligrosa que el día si estás en
casa con las luces encendidas, y, sin embargo, hay muchas cosas que, cuando
suceden de noche, a oscuras, nos produce una reacción muy distinta que, si la
misma cosa, nos sucediera a plena luz del día.
El sistema bajo el que
vivimos conoce muy bien este miedo primario y comprenden como funciona. Es una
de las razones por las que vemos el símbolo del Sol imbuido, y usado, en
tantísimos logos de empresas y multinacionales, ya que intentan asociar sus
productos, en la mente de los consumidores, con todo aquello que el sol,
subconscientemente, a través de milenios, nuestra mente asocia al astro rey:
vida, poder, energía, crecimiento, seguridad, etc. Es la antítesis de aquello a
lo que más tememos, y es una forma de posicionarse en la mente de las personas.
El miedo a predadores
El segundo temor más
enraizado en la psique, en el subconsciente del ser humano, es el temor a los
depredadores, como hemos dicho, tremendamente interrelacionado con el primero.
La humanidad del “mundo moderno” no teme al mismo tipo de predadores que
originó este miedo: predadores animales, pero nuestros ancestros eran muy
vulnerables, especialmente por la noche, pues aun ni las cuevas, o las
construcciones rudimentarias que usaban para resguardarse eran refugio
completamente seguro contra el ataque de diferentes animales que salían, solos
o en manada, a buscar sus presas y alimento. Por milenios, esta necesidad de
protegerse de posibles predadores, fue incrustándose en la mente, y pasando de
generación en generación como medio de supervivencia, hasta que se convirtió en
otro de los temores inconscientes más profundos del ser humano. Y todo,
especialmente por la noche, por lo que el miedo a la oscuridad se ve reforzado
por el miedo a ser atacado o asaltado, enlazando ambos temores y reforzándose
mutuamente.
Evidentemente, hoy en
día, y en general, el miedo a predadores animales ya no existe físicamente,
pero ha sido sustituido por el miedo a que otros humanos nos ataquen, asalten,
amenacen, hieran, etc. Incluso a pesar de que todas nuestras ciudades suelen
tener las calles iluminadas por la noche, subsiste el temor a salir solo a
altas horas, a pasear de noche, a realizar ciertas actividades. La falta de sol
no tiene por qué impedirlo, tenemos iluminación artificial por doquier, la
ausencia de predadores animales es un hecho, aun así, la noche es “peligrosa”,
y el miedo a la oscuridad enlazado con el miedo a predadores, prevalece
inconscientemente en nuestras decisiones.
Obvia decir que, por
parte del mismo sistema, se generan y promueven formas de que sigan existiendo
personas que ataquen, asalten, amenacen, etc. Si algo forma parte de la
naturaleza humana, aunque sea en pequeña proporción, y se puede potenciar para
algún tipo de propósito concreto, no hay duda de que se hace. Es el mismo caso
que empresas que comercializan programas antivirus informáticos, tienen una
sección dedicada a crear, o contratan a otros para que lo hagan, virus
informáticos. Y es que, si no hay virus, ¿cómo iban a vender los antivirus? Si
no hay predadores humanos, ¿cómo van a vendernos sistemas de protección y leyes,
restricciones y formas de sentirnos seguros? Desafortunadamente, estamos
“hechos” de forma que, a nivel de comportamiento social, estamos dispuestos, la
mayoría, a ceder parte de nuestros derechos y libertades, a cambio de sentirnos
seguros y protegidos. Es algo que favorece la imposición de todo tipo de
controles sobre la población, pues ese miedo inconsciente, sustituyendo
predadores por terroristas, asaltantes, radicales de tal o cual credo, etc., es
muy prevalente en el mundo actual.
El sistema bajo el que
vivimos explota mucho este miedo con películas tipo “Alíen”, “Depredador”,
“Pesadilla en Elm Street” con
el famoso Freddy Krueger, y miles de películas de terror del mismo estilo. A
algunos esto les da miedo consciente, a otros les hace reír y pasar un buen
rato en el cine, a todos, subconscientemente, nos mantiene avivado y activo el
miedo a los depredadores.
En el próximo
artículo, para dejar que esto se asiente y suba a la superficie de la mente
consciente, como paso para poder reducir su poder sobre nosotros, veremos los
otros dos miedos más prevalentes y terminaremos de comprender parte de la
psique instintiva que todos poseemos desde que el hombre es hombre, y mucho
antes también.
Los miedos primarios imbuidos en la psique del ser humano
(II)
Nos habíamos quedado
en el último artículo repasando dos de los temores inconscientes más profundos
grabados en la psique del ser humano. Vamos a completar la lista con otros dos
que son también muy prevalentes, y que conforman el conjunto de aquellos “talones de Aquiles” que todos
tenemos, y que permiten, de muchas formas, el sustento y refuerzo del sistema
bajo el que vivimos.
Necesidad de
protección y miedo al abandono
El tercer temor
imbuido en nuestra psique está relacionado con la protección de los depredadores
que ya hemos visto. Una de las primeras reacciones que tenemos,
subconscientemente, cuando nos encontramos en una situación donde nos sentimos
o vemos atacados, o asaltados, es la búsqueda de protección, simbolizada por el
personaje del “padre protector”, del miembro más “fuerte” del clan, o de aquel
que “cuida” de otros. Así, en los tiempos en los que la llegada de la noche
hacía aparecer el peligro de los depredadores, todos buscaban el resguardo y
protección de aquellos miembros que, por las razones que fueran, se erigían en
cuidadores y protectores de la tribu, del grupo. Al hacer esto, estaban dando
cierto poder y control, sobre el resto, al personaje o miembro que tomaba este
rol. De esta forma, estos, se convertían de algún modo en los dirigentes y
“jefes” de nuestros ancestros, por el simple hecho de tener las capacidades
físicas e intelectuales para proteger a los demás: dictaban donde era seguro ir
a cazar, a pescar o a recolectar comida, o donde no ir, decidían cuando se
podía salir de la seguridad del grupo y cuando no, etc. Esta necesidad de
protección, de nuevo, inconsciente, es la misma que se sigue propagando
actualmente en el “mundo moderno”, habiendo sustituido al jefe fuerte del clan,
por gobiernos, policías, militares, y demás organizaciones e instituciones por
el estilo, que no podrían ser implantadas y tener tanto poder sobre la
población, sino fuera por la explotación de la necesidad de protección que
llevamos imbuido todos como parte de uno de los instintos primarios del ser humano.
Si hay miedo, se busca
instintivamente protección
La cuestión es que la
reacción instintiva al miedo es la de buscar “protectores”, y lo hacemos sin
ser conscientes de ello, en la mayoría de los casos. Sabiendo esto, no hay más
que mantenernos en un estado potencialmente latente siempre de temor a que pase
esto, a que pase lo otro, para que, instintivamente, mantengamos siempre la
necesidad de este tipo de sistemas de protección (percibidos como tales).
Atentados de bandera falsa (creados por los propios países para imponer en sus
ciudadanos ciertas normas y leyes como resultado del mismo), conflictos creados
artificialmente, enfrentamientos continuos de ideologías, culturas, razas,
credos. Nada que no podáis comprender ya por vosotros mismos. La contrapartida
a este tipo de miedo, es el desarrollo del coraje y la valentía personal, para
actuar por uno mismo sin buscar protección externa a pesar del miedo que se
pueda sentir o percibir, por esta o cualquier otra situación vivida.
Así, esta necesidad de
protección viene asociada con el tercer miedo más prevalente en la psique
humana: el miedo al abandono por aquella figura protectora que nos protegía.
Antiguamente, ser abandonado por tu tribu, tu clan, tu grupo, significaba
directamente la muerte a manos de depredadores, del clima, de otras tribus,
etc., por lo que el miedo a ello significaba aceptar las normas, reglas y
decisiones de aquellos que protegían al clan para sobrevivir en conjunto.
Además, el ser
abandonado, obliga a tener que enfrentar los posibles problemas, depredadores,
obstáculos, situaciones peligrosas, etc., por uno mismo, algo que no suele ser
lo más deseado por la mayoría de las personas en nuestra sociedad, ni ahora ni
hace miles de años. Si no existe tal o cual institución, cuerpo de protección,
organismo, etc., ¿quién me va a solucionar mis problemas? Eso es básicamente la
versión moderna del mismo problema que tenían nuestros antepasados en su
contexto particular.
El miedo al abandono
está presente en muchos grados en nuestra vida. Un niño que no se separa de sus
padres, porque evidentemente sin ellos no sabría desenvolverse en el mundo, un
persona que se aferra a una pareja para poder navegar por la vida, un empleado
que se rige por las decisiones de su jefe para no perder el trabajo y el
sueldo, el equivalente a ser desterrado de la tribu y, posiblemente, no ser
capaz de sobrevivir por sí mismo. Son contextos diferentes para actuaciones y
sistemas relacionados con el mismo tipo de precepto: el miedo al abandono de la
figura “protectora” y “cuidadora”, sea una persona, o todo un ejército militar.
Miedo al caos
El cuarto y último
miedo primario también tiene mucho peso en nuestro modo de vida. Antiguamente,
si caía la noche, si corríamos el riesgo de ser atacados por depredadores, si
el protector del clan no nos cuidaba, el pánico podía apoderarse de los
miembros de la tribu, nadie sabía qué hacer ni cómo reaccionar, no había
control, no había orden, no había seguridad. La percepción de que no existía
algo que mantuviera el control de la situación, en estas horas de potencial
peligro, llevó a desarrollar otro miedo instintivo: el miedo al caos.
Si hacemos un pequeño
juego de palabras, al preguntarle a alguien que es lo primero que le viene a la
mente cuando piensa en una sociedad donde no hubiera ningún tipo de control, de
dirigentes, de “gestionadores” del sistema, etc., algunas personas posiblemente
dirán “libertad”, pero muchas otras, como leía en algún experimento social
hecho hace algunos años, directamente lo asocian con el concepto de “anarquía”
y por supuesto, “caos”.
Básicamente, si no hay
ningún tipo de control sobre nosotros, todos pensamos en situaciones de caos y
descontrol. Y aunque estoy casi seguro que lo habría, es simplemente porqué
ninguno sabemos tomar las riendas de nuestras vidas y de la convivencia en
común en armonía, sin dictados de alguien que rija como deberíamos vivir, ya
que no nos han dejado hacerlo, como raza, especie y humanidad, y de ahí que,
literalmente, sentimos que no sabríamos sobrevivir en “caos”, sin controladores
o “algo o alguien” que lo evitara.
Al final, y aunque
parece irónico, a mayor control o intentos de control, más caos alrededor del
mundo, pues todas las imposiciones, restricciones y limitaciones impuestas
sobre nosotros mismos, y por nosotros mismos, van en contra de todas las leyes
cósmicas, universales, naturales, y al no vivir en armonía con ellas, realmente
el resultado es catastrófico, sea más manejable o no, pero en general, bastante
catastrófico.
En resumen
Estos son
principalmente los cuatro temores más importantes imbuidos en la psique del ser
humano por herencia genética, ancestral, desde hace miles de generaciones
atrás. Estos miedos, más los que hemos añadido a lo largo del tiempo, aunque ya
no tan profundos posiblemente, son aquellos que son explotados y exacerbados
una y otra vez por el sistema bajo el que vivimos, y son los que nos mantienen
en el estado de “controlados”, en parte desde fuera, pero principalmente por
nuestra propia mente. La élite de este planeta lo conoce perfectamente, tanto
como nosotros sabemos que 2+2 son 4.
Su complicación radica
en que se ocultan en las capas más profundas de nuestro subconsciente en el
cuerpo mental, y en las esferas pre-consciente y subconsciente de la mente, así
que el único modo de no dejarse llevar por ellos es, como hemos hecho con estos
dos artículos, sacarlas a la luz, a la esfera consciente, para ser capaces de
auto observarnos cuando sean detonados o avivados, y no dejarnos llevar por
ellos, y por las medidas asociadas que se nos quieran imponer para paliarlos,
por nuestro “bien común”, por supuesto.
Por David Topí
Re-Publicado por “Isis Alada”
Favor
Respetar e incluir todos los enlaces, canal y
traductor si lo hubiere
No hay comentarios:
Publicar un comentario