Una de las frases
favoritas de los escépticos sobre la existencia de una vida después de la
muerte es aquella de "nadie ha venido nunca del otro lado para decir lo que
encontró". Algún día sabrá que al mirarse al espejo que está ante uno que
ha vuelto y tal vez muchas veces. ¿Es esto posible? ¿Cómo?¿Por qué?
¿Hasta cuándo?
¿Puede la vida dejar
de ser vida?...Supongamos que uno muere.
Cuando acontece lo que
llamamos muerte ¿qué es lo que sucede? Que la envoltura del ánima o vida, o
sea, el cuerpo, deja de respirar en este mundo físico. Pero ¿y la vida del
ahora difunto? Ella marcha respirando ahora en otro cuerpo
-su cuerpo astral- a otro lugar, por ser energía inmortal y deja un
cadáver físico, esa otra envoltura de agua y tierra que se integrará poco a
poco en sus elementos físicos correspondientes siguiendo las leyes del mundo
material.
La pregunta ahora
sería: ¿a dónde va esa energía que abandono el cuerpo físico y que siente
y percibe, con la conciencia de seguir siendo y sintiendo?
Algunos dirán: “Irá al
Cielo”. Otros dirán: “A ninguna parte. El que muere, va a una tumba y
listo".”. Y otros todavía: “Al descanso eterno”, o tal vez pensarán que al
cacareado Infierno si el difunto fue un mal tipo y creyó los cuentos de los
curas.
Pero no existe
infierno alguno (pese a la Iglesia que explota la idea para mantener su
rebaño encerrado bajo el candado del miedo), ni tampoco descanso
eterno. (¿Qué es eso del descanso eterno? ¿Tiene algún sentido en términos
de energía? porque la energía es actividad ) Y si es que se
refiere al cuerpo, a su carne y a su armazón ¿cuánto tarda en descomponerse? Y
hasta este proceso es actividad....
Y si es
imposible que alguien ingrese directamente al Cielo (de donde todos
procedemos originalmente como energía-vida) sin haber purificado su alma,
resulta igualmente imposible de encajar la idea de que la vida deje de
ser vida por no tener cuerpo orgánico en qué apoyarse. Entonces ni Dios podría
existir, cuanto menos cualquiera de sus ángeles o cualquiera de nosotros. Dios,
el mundo celestial con todas sus criaturas, los mundos donde el
alma llega tras la muerte y todos los seres del universo no material,
todas sus construcciones espirituales, sus sensaciones, sus actos, no necesitan
un soporte orgánico de carbono para existir y manifestarse. La vida está
más allá del carbono, aunque a veces lo utilice como soporte orgánico.
Respira Dios, y todas sus
criaturas respiran en su respiración, nutridas de Su energía
fluente…Inhala energía, exhala universo, soles galaxias. Todo según ritmos
precisos. También nuestra propia respiración.
Una vez perdimos un
tesoro
La existencia eterna
manifiesta incesantemente las cualidades de la energía divina
a través de todas sus criaturas puras: orden, voluntad, sabiduría, seriedad,
bondad, amor y misericordia, presentes en todo el Cosmos espiritual. Tuvimos
esas cualidades en alto grado y las perdimos con la famosa Caída que nos fue
conduciendo desde la plenitud sin cuerpo que nos permitía libertad
absoluta de movimientos por todo el Cosmos. a tener que depender de la
materia para sostenernos en este Planeta que además estamos envenenando el
inteligente y agradecido colectivo humano .Todo ello supuso un proceso de miles
de millones de años, que fue el tiempo que nos costó tener cuerpo denso desde
el momento de la rebelión de los ángeles de la que formamos parte, y
originó que el hijo de Dios que somos , nuestro espíritu, se envolviese con un
cuerpo sutil -el alma- por causa de actos contrarios a las leyes de la energía
Dios, como conocemos por las enseñanzas de Cristo. Y la Tierra nos
siguió en ese proceso, de lo contrario no tendríamos este cuerpo que le
pertenece. Y es que entre la Tierra y nosotros existen profundas conexiones
electromagnéticas.
El Mono, Darwin
y la Nada
Algunos no creen
en nada de lo que se viene diciendo ni ,por supuesto, en nuestro origen
divino, y prefieren al mono como su origen genético y a Darwin como
su profeta. Al mismo tiempo creen que es posible la Nada, que la Nada aguarda
al fin del camino de la vida física, que uno se muere y se acabó. Están en su
derecho de creer cuanto quieran: somos libres de creer o no. Pero a poco que se
detengan a pensar sobre la Nada tendrán que convenir que eso no es más que una
construcción intelectual, un concepto. Pues ¿acaso existe algo así?
(¿Dónde?)... Si existe ya no es la nada, sino algo. Y
verdaderamente la ciencia sabe de ese
algo: el espacio vacío no existe en el universo: sólo éter, energía
activa, vida fluente…O sea: nada de la Nada. Y si no existe, como algunos
pretenden ¿por qué preocuparse o angustiarse como lo hacen quienes dicen que la
vida acaba en muerte? ¿Por qué tanto miedo a morir? ¿No se tiene la
conciencia tranquila? De lo contrario, se hace uno a la idea y ya está.
Cerrar los ojos a la
realidad, aunque uno sea libre de hacerlo, tiene efectos secundarios: lo
convierte en espiritualmente muerto, en moralmente muerto, y eso retrasa su
evolución porque le impide conectar con la energía divina, comprenderla y
así poder actuar para evolucionar. Se puede poner el ejemplo de las
ondas de radio. Uno puede no verlas, pero ahí están y puede sintonizar con
ellas si posee un aparato adecuado. Lo mismo nosotros con la energía divina,
pero esto, como en el caso de la radio, exige que nuestro
"aparato", nuestra alma, esté a punto.
En cualquier caso
existe la vida...
Y esta no tiene
fronteras físicas; y lo que pensamos, sentimos y hacemos en esta
existencia terrenal define nuestra conciencia y el estado de nuestra alma
aquí y en el Más Allá. Al dejar de pertenecer al cuerpo físico que
le sirvió de soporte, el alma sigue su camino tal como estaba en el momento
de morir, pues cuando cerramos los ojos del cuerpo, los del alma se abren
a otra dimensión. Y eso nos ocurre cada día cuando dormimos…hasta que
despertamos en otra dimensión de materia más sutil que la que nos envolvía y ya
no podemos regresar a nuestro cuerpo ordinario.
¿Y qué hay en esa otra
dimensión? Exactamente lo que hayamos ido enviando al cosmos a través de
nuestros pensamientos, sentimientos, sensaciones, palabras y actos, pues
ninguna energía se pierde por la ley de conservación de la energía. Y tendremos
lo que nos corresponde por la ley de causa y efecto o de siembra y cosecha…
El mundo que nos acoja
nos será familiar, y tan real como lo es el de los sueños mientras
soñamos. Este mundo es el que nos pertenece por haber enviado ahí nuestro
corazón. En él podemos sentirnos bien o mal, pero nos sentiremos como en casa.
Nuestra vida continúa ahí mientras nuestra alma va desenvolviendo sus
cualidades, sus aprendizajes, y expiando errores de su vida en la Tierra (y
sufriendo por ellos)…Hasta la próxima encarnación. Una y otra vez, ¿por cuantas
veces? Eso lo determina cada uno. El hecho es que un día despertamos en
un nuevo cuerpo, en un cuerpo de bebé recién venido al mundo. Una nueva
encarnación, una nueva oportunidad de la misericordia de Dios para
volvernos mejores y subir la escala de valores espirituales.
¿Cuántas veces y por
qué nacemos y morimos? ¿Liberarnos de la rueda?
Este es un
planeta-escuela, un lugar de aprendizaje y de expiación. Aplicarse o “repetir
curso” con los mismos errores que cometemos vida tras vida y sufrir
por esa causa es algo que nadie nos impone. Dios nos dio el libre albedrío,
¿qué hacemos con él? ...Nuestra vida es nuestro verdadero tesoro y
nuestra primera responsabilidad.¿ Qué hacemos con ella? Hacer lo
correcto es cumplir con las leyes divinas que muestran en extracto los 10
Mandamientos y el Sermón de la Montaña. Dios no nos obliga, solo nos indica el
camino de nuestra liberación para que dejemos de reencarnar. Y de seguir ese
camino dejaremos de estar girando en la rueda de
nacimiento-muerte-renacimiento en la estamos atrapados por la ley de
causa y efecto (siembra y cosecha) ni se sabe desde cuándo, porque la memoria
de nuestras vidas anteriores se nos borra antes de nacer. Sabía medida. Por eso
tal vez se confundieron algunos filósofos como Aristóteles al afirmar que el
alma del recién nacido es un libro blanco, o Rousseau cuando afirmaba que el
niño nace bueno pero la sociedad lo corrompe. No era cierto: el alma, el libro
de la vida, tiene escritos bastantes capítulos en el bebé al que miramos con
ternura. Y a lo largo de su vida irá descubriendo aquello a lo que tenga que
enfrentarse: su hoja de ruta para esta nueva y bendita ocasión para librarse de
la rueda de nacimientos y muertes que Dios no nos desea a Sus hijos. Pero ya se
sabe: poseemos el libre albedrío.
Inspirado en las
enseñanzas del cristianismo originario
Publicado por “Isis Alada”
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