QUIÉN DECIDES SER EN ESTA NUEVA ERA?
El siempre genial motivador Wayne Dyer, cuya alma ya
dejó este mundo honrándonos con una amplia contribución a nuestras conciencias
nos preguntaba en uno de sus libros qué papel queríamos asumir en la revolución
espiritual que se quiera creer o no está sucediendo en nuestros días. ¿ Quién
decides ser en esta nueva era? Así nos lo planteaba Dyer…
Tus relaciones con las personas de tu vida se hallan
esencialmente en tu pensamiento. Si ves amor en quienes te rodean, esto es lo
que se desprenderá de tu experiencia de los demás.
Lo mismo ocurre con tu visión del mundo. El universo
físico que ves está sólo en tu mente. Cuando desconectas tu mente o caes en la
inconsciencia, el Universo físico desaparece para ti. Y luego, cuando
despiertas, tu Conciencia, ese Universo vuelve a aparecer de manera mágica.
Muy simple en realidad: si no hay pensamientos no hay
mundo físico. Como escuetamente decía Walt Whitman: «La teoría entera del
universo está dirigida distintamente hacia un solo individuo, y este individuo
eres Tú». Sin una mente con la que procesarlo, el universo desaparece en la
nada.
La pregunta más importante que debes hacerte cuando
busques hallar tu lugar en esta revolución espiritual es: «¿Cómo veo el mundo
en que vivo?». Sin perder de vista que los pensamientos los creas tú y que tu
mente es el depósito de toda tu experiencia, observa atentamente cómo utilizas
esa mente.
Si lo deseas, puedes negar la revolución espiritual
que estamos viviendo y, en su lugar, ver un mundo que se deteriora de manera
lenta pero constante hasta convertirse en un marasmo sin espiritualidad.
Podrás citar índices de criminalidad, poblaciones que
mueren por inanición, desastres naturales, políticos ambiciosos, jóvenes
desconsiderados, aumento de la drogodependencia, etcétera, y podrás lamentarte,
amargamente de la degradación del medio ambiente.
Si eliges utilizar así tu mente, ésta será tu
experiencia del mundo en que vives. Eso es lo que verás en todos y cada uno de
tus días. En otras palabras, verás lo que crees.
Explicarás como si nada, los cambios de carácter
positivo insistiendo en que son sólo excepciones a la regla. Y para ti, esta
regla será aquello que -dirás convencido- es la verdadera naturaleza del
destino al que está abocada la humanidad.
No sólo tú te conviertes en aquello que piensas sino
que también el mundo se convierte en aquello que tú piensas. Aquellos que
opinan que el mundo es un lugar de tinieblas son ciegos a la luz que podría
iluminar sus vidas. Aquellos que ven la luz del mundo ven los puntos negros
simplemente como luz potencial.
¿Cuál es tu lugar en la revolución espiritual? Se
están produciendo cambios fundamentales en el seno colectivo de la humanidad.
Si crees que esos cambios son negativos y destructivos, éste será tu lugar.
Lo pensarás, te convencerás de ello y crearás las intenciones
destinadas a cerciorarte una y otra vez. Puedes, por otro lado, elegir saber
que por cada acto de perversidad hay un millón de actos de bondad, que hay por
ahí todo un enjambre de “buenos chicos” que de verdad hacen cosas importantes y
que los cambios espirituales, aunque lentos, están todavía presentes y son
fáciles de ver. Éste será entonces tu lugar en la revolución espiritual.
Los cambios se están produciendo primero en las mentes
colectivas de los hombres y, luego, también en el mundo exterior. Estás aquí y
tienes un propósito, el de ayudar a hacer que estos cambios se manifiesten con
mayor profundidad y permanencia en la Conciencia de toda la humanidad.
Al confiar en ti mismo confías en la sabiduría que
sabes te diseñó y creó a ti, y sabes que tienes un propósito y que también el
Universo tiene un propósito. Estás confiando en la Inteligencia Divina que
fluye a través de ti.
Personalmente, yo procuro mantenerme al margen de las
malas noticias con que se me bombardea de mil maneras distintas. Quiero
participar en la solución y no en el problema. Evidentemente, sé que todavía
hay guerras, que todavía se cometen crímenes y que la pobreza y el sufrimiento
abundan en el mundo.
Mi pensamiento no se dedica a juzgar estos problemas
ni a enfurecerse por su existencia, ni tampoco a desear que desaparezcan. Mi
pensamiento, que se convertirá en acción, está consagrado a hacer algo respecto
a esos problemas, convenciendo a quienes ocupan los puestos de poder para que
apliquen sus recursos a mejorar las cosas; enseñando y escribiendo acerca de
estos principios para aquellos que más los necesitan; enviando libros y cintas
a instituciones necesitadas, etcétera.
Cuando me concentro en aquello que defiendo y no en
aquello de lo que estoy en contra, gano en poder. Esto es cierto en cuanto a mi
vida personal y también en cuanto a mi otro papel más amplio aquí en la Tierra.
Tu lugar en esta revolución adquirirá solidez si te
llenas de amor. No puedes alimentarte de tensión, ansiedad, miedo y duda. Éstas
son emociones que inhiben más que dar poder. Para participar en la revolución
espiritual, has de ser capaz de irradiar al exterior todo cuanto te enriquezca
en tu conciencia espiritual. Tienes el poder necesario para ello si así lo
eliges.
¿Qué tienes que puedas dar? Sin dejar de tener en
cuenta que tu propósito es siempre dar, amar y servir en alguna capacidad, sea
cual fuere la vocación que has elegido, es primordial saber qué vas a poder dar
en tu misión y en tu propósito.
No hace falta una inteligencia especial para saber
esta simple verdad: no puedes dar lo que no tienes. Si no tienes dinero, es
evidente que no podrás dar dinero. Este principio puede también aplicarse a tu
contribución a la revolución espiritual.
Si no tienes dentro de ti amor, armonía o paz, será
imposible que contribuyas con estas cualidades. En consecuencia, te hallarás
entre aquellos que observan cómo tiene lugar esta revolución y o bien se
preguntan por qué no participan en ella o forman parte de la resistencia.
Si dentro de ti hay ansiedad, estrés, miedo, ira y
tensión, esto será todo lo que podrás dar. Será lo que irradiarás al exterior
y, evidentemente, será lo que veas en todo cuanto te rodea. Como siempre, te
corresponde a ti elegir basándote en cómo decidas procesar el mundo.
Cada pensamiento puesto en práctica y convertido en un
acto de ayuda, propósito o amor será tu contribución.
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