EL DIARIO SECRETO DEL ALMIRANTE RICHART EVELYN BYRD..17-11-2016
El Almirante
Richard Evelyn Byrd Gran Canciller de la Orden de Lafayette y de La Cruz del
Mérito, Secretario perpetuo de La Academia Federal de La Marina Americana y de
las Ciencias, según las afirmaciones de un articulo de Jean Brun de la revista
Nostra n° 425 de la semana del 29 de Junio al 4 de Julio de 1980, el Almirante
Byrd habría vivido una aventura “extraordinaria” en los Glaciales del Polo
Norte: “Byrd, acompañado de 3 personas iban caminando horas sobre el hielo,
escalando los picos de hielo.
De pronto de una cumbre, descubrieron un espectáculo
inolvidable: Un valle estrecho y profundo cubierto de una vegetación abundante
y aparentemente iluminada por un Sol caliente permanente.
Un verdadero Oasis de vida en medio de un gran
Desierto de Hielo.
Consultando su termómetro la temperatura era -50°C.
Su colega el Capitán Fitin escribe en el periódico de la mision: “El 14 de
Junio de 1926 a 74 metros de Altitud a 12h 08.
Los 4 hombres se pusieron a utilizar sus cuerdas
para llegar a la maravillosa vegetación que se extendía sobre una centena de
metros.”
Era su primer viaje de los muchos que realizó.
DIARIO
Prefacio del almirante Byrd
Debo escribir este diario a escondidas y en absoluto
secreto. Se refiere a mi vuelo Ártico del 19 de febrero del año 1947.
Vendrá un tiempo en el que la racionalidad de los
hombres deberá disolverse en la nada y entonces se deberá aceptar la
inevitabilidad de la Verdad.
Yo no tengo la libertad de divulgar la documentación
que sigue, quizás nunca verá la luz, pero debo, de cualquier forma, hacer mi
deber y relatarla aquí con la esperanza de que un día todos puedan leerla, en
un mundo en el que el egoísmo y la avidez de ciertos hombres ya no podrán suprimir
la Verdad..
Del libro de Abordo
–Tenemos considerables turbulencias. Ascendemos a
una altitud de 2.900 pies (aprox. 885 metros).
–Las condiciones de vuelo son de nuevo buenas. Se
pueden ver enormes masas de nieve y hielo bajo nosotros.
–Notamos en la nieve bajo nosotros un tono
amarillento. Ese cambio de color sigue un patrón preciso.
–Descendemos para poder observar mejor este
fenómeno.
–Ahora podemos reconocer distintos colores. Vemos
también patrones rojos y lila.
–Sobrevolamos la región otras dos veces, y después
volvemos al curso en que estábamos.
–Volvemos a chequear la posición con nuestra
base.Transmitimos todas las informaciones referentes a los patrones y a los
cambios de color del hielo y la nieve.-Nuestras brújulas se han vuelto
locas.-Ambas, la brújula giroscópica y la brújula magnética, giran y vibran.
–Ya no podemos comprobar nuestra posición y
dirección con nuestros instrumentos.-Sólo nos queda la brújula solar. Con ella
podemos mantener la dirección.
–Todos los instrumentos funcionan titubeantemente y
extremadamente lentos.
–Sin embargo no podemos determinar una congelación.
Podemos distinguir montañas ante nosotros.
–Nos situamos a 2.950 pies (aprox. 900 metros). De
nuevo tenemos fuertes turbulencias.
–Hace 29 minutos que hemos visto las montañas por
primera vez.-No nos hemos equivocado. Es toda una cadena montañosa.
–No es especialmente grande. Nunca ante la había
visto.
–Entretanto estamos directamente sobre la cadena
montañosa.
–Seguimos volando en línea recta, siempre en
dirección norte.
–Tras la cadena montañosa hay verdaderamente un
pequeño valle.
-A través del valle serpentea un río.
–Estamos asombrados: aquí no puede haber un valle
verde.-Aquí hay cosas que no concuerdan.
–Bajo nosotros debería haber masas de hielo y nieve.
–A babor las pendientes de las montañas arboladas
con altos árboles.
–Toda nuestra navegación ha dejado de funcionar.
–La brújula giroscópica se balancea continuamente en
un ir y venir.
–Desciendo ahora a 1.550 pies (aprox. 470 metros).
–Hago girar acusadamente al avión hacia la
izquierda.
–Ahora puedo ver mejor el valle bajo nosotros.-Sí,
es verde.-Está cubierto de árboles y zonas de musgo.
–Aquí dominan otras condiciones de iluminación.
–En ningún lado puedo ver el sol.-Hacemos de nuevo
una curva a la izquierda.
–Ahora divisamos bajo nosotros un animal adulto.
–Podría ser un elefante. ¡No! Es increíble, parece
un mamut.
–Pero de verdad es así. Tenemos bajo nosotros un
mamut adulto.
-Ahora bajo aún más.-Ahora estamos a una altura de
1.000 pies (aprox. 305 metros).-Observamos al animal con los prismáticos.
–Ahora es seguro, es un mamut o un animal que se le
parece mucho al mamut.
–Radiamos las observaciones a la base.
–Sobrevolamos entretanto otras montañas más
pequeñas.
–Yo estoy mientras tanto totalmente asombrado.-Aquí
hay cosas que no concuerdan.-Todos los instrumentos vuelven a funcionar.
-Empieza a hacer calor.
–El indicador nos dice que estamos a 74 grados
Fahrenheit
(aprox. 23º C)
–Mantenemos nuestro curso.
–Ya no podemos localizar a nuestra base, puesto que
la radio ha dejado de funcionar.-El terreno bajo nosotros se vuelve cada vez
más plano.
–No sé si me expreso correctamente, pero todo da una
impresión de completa normalidad, ¡¡¡y ante nosotros se levanta con absoluta
claridad una ciudad!!!
–Esto sí que es imposible.
–Todos los instrumentos dejan de funcionar.
–¡¡¡Todo el avión empieza ligeramente a
tambalearse!!! ¡¡DIOS mío!!!
–A babor y estribor aparecen a ambos lados extraños
objetos voladores. Son muy rápidos y se nos acercan. Están tan cerca que
puedo ver claramente su distintivo. Es un interesante símbolo sobre el que no
quiero hablar. Es fantástico. No tengo ni idea de dónde estamos.
–¿Qué nos ha pasado? No lo sé.
–Manejo mis instrumentos – pero siguen sin funcionar
en absoluto.
–Entretanto hemos sido rodeados por los discos
voladores en forma de plato.
–Parece que estamos prisioneros. Los objetos
voladores irradian un brillo propio.
–Nuestra radio emite unos chasquidos. Una voz nos
habla en lengua inglesa.
–La voz tiene acento alemán:“¡¡¡BIENVENIDO A NUESTRO
TERRITORIO, ALMIRANTE!!!
–”En exactamente siete minutos les haremos
aterrizar. Por favor relájese, almirante, está Vd. en buenas manos.”
De aquí en adelante nuestros motores dejan por
completo de funcionar. El control de todo el avión está en manos ajenas.
–El avión gira en torno a sí mismo.
–Ningún instrumento reacciona ya.
–Recibimos precisamente otra comunicación por radio,
que nos prepara para el aterrizaje.-A continuación empezamos sin demora con el
aterrizaje.
–A través de todo el avión pasa un suave temblor
apenas perceptible.
–El avión baja hasta el suelo como en un inmenso e
invisible ascensor.
–Levitamos de manera totalmente suave hasta ahí.
–El contacto con el suelo apenas se nota. Sólo hay
un ligero y corto choque.
–Hago mis últimas anotaciones de abordo a toda
prisa.
–Viene un pequeño grupo de hombres hacia nuestro
avión. Todos ellos son muy altos y tienen cabellos rubios. Más atrás veo una
ciudad iluminada. Parece resplandecer en los colores del arcoiris. Los hombres
están aparentemente desarmados. No sé lo que ahora nos espera. Claramente, una
voz me llama por mi nombre y me ordena abrir. Obedezco y abro la portilla de
carga.
Aquí terminan las anotaciones en el libro de abordo.
Todo lo que sigue lo escribo de memoria.
Es indescriptible, más fantástico que toda la
fantasía, y si yo mismo no lo hubiera vivido, lo calificaría de completa
locura. Nosotros dos, mi operador de radio y yo, somos conducidos fuera del
avión y saludados con suma amabilidad. Entonces nos conducen a un disco
deslizante, que aquí utilizan como medio de locomoción.
No tiene ruedas. Con enorme rapidez nos acercamos a
la brillante ciudad.-El esplendor de colores de la ciudad parece provenir del
material parecido al cristal en que está construida.
Pronto nos paremos ante un imponente edificio.
Semejante arquitectura no la había visto hasta ahora en ninguna parte.
No es comparable con nada. La arquitectura es como
si proviniera directamente de la mesa de dibujo de un Frank Lloyd Wright, o
bien podría estar sacado de una película de Buck Roger. Nos dan una bebida
caliente.
Esta bebida sabe diferente a todo lo que yo haya
disfrutado.
Ninguna bebida, ninguna comida tiene un sabor
comparable.
Sabe sencillamente distinto, pero sabe de maravilla.
Han pasado unos diez minutos, cuando dos de estos
extraños hombres que tenemos por anfitriones se acercan a nosotros.
Se dirigen a mi y me comunican sin lugar a dudas que
debo acompañarles.-No veo otra alternativa que cumplir su orden.
Por tanto nos separamos. Dejo a mi operador de radio
y sigo a los dos.
Poco después llegamos a un ascensor, en el que
entramos.
Nos movemos hacia abajo. Cuando nos detenemos, la
puerta se desliza silenciosamente hacia arriba.
Caminamos por un pasillo largo en forma de túnel e
iluminado por una luz color rojo claro.
La luz parece emanar de las paredes mismas. Llegamos
ante una puerta grande.
Ante esta gran puerta nos paramos y permanecemos
así.
Sobre la gran puerta se encuentra un letrero acerca
de cual nada puedo decir. Sin ningún ruido se desliza la puerta a un lado.
Una voz me exhorta a entrar. “No se preocupe,
almirante”, me tranquiliza la voz de uno de mis dos acompañantes, “¡el Maestro
va a recibirle!” De manera que entro.
Estoy deslumbrado. La multitud de colores, la luz
que llena la habitación, mis ojos no saben a dónde mirar y tienen primero que
acostumbrarse a las condiciones.
Pasa un rato hasta que puedo reconocer algo de lo
que me rodea.
Lo que ahora veo es lo más bonito que he visto
nunca.
Es más espléndido, más bonito y más suntuoso de lo
que yo podría describir.
Creo que ningún idioma puede resumir con palabras lo
que puede ver.
Creo que a la Humanidad le faltan palabras para
ello.
Mis observaciones y reflexiones fueron interrumpidas
por una voz melodiosa y cordial:
“Le doy la bienvenida. Sea Vd. de la forma más
cordial bienvenido en nuestro país, almirante”.
Ante mi está un hombre de gran estatura y una fina
cara marcada por la edad.
Está sentado a una imponente mesa y me da a entender
con un movimiento de la mano que debo sentarme a una de las sillas.
Le obedezco y me siento, después junta sus manos de
forma que se tocan las puntas de los dedos. Me sonríe.
-“Nosotros le hemos hecho venir, porque tiene Vd. un
carácter consolidado y arriba en el mundo goza de una gran fama.
-”¿Arriba en el mundo?”, me falta el aliento.
“Sí”, contesta el Maestro a mis pensamientos, “Vd.
Está ahora en el imperio de los Arianni, en el
interior del mundo.
No creo que nosotros tengamos que interrumpir su
misión mucho tiempo.
Vd. pronto será conducido a la superficie de la
Tierra.
Pero antes le voy a comunicar por qué yo le hice
venir, almirante.
Nosotros seguimos los acontecimientos que se
producen arriba sobre la Tierra. Nuestro interés fue despertado cuando Vds.
lanzaron las primeras bombas atómicas en Hiroshima y
Nagasaki.
En aquella mala hora fuimos a vuestro mundo con
nuestros platillos volantes cuando expedimos sobre vuestro mundo de superficie
nuestros medios voladores: los Flugelrads.
Teníamos que ver personalmente lo que hizo vuestra
raza.
Entretanto ya hace mucho de eso, y vosotros diríais
que es historia.
Pero es para nosotros significativo, por favor
déjeme continuar.
Nosotros no nos hemos inmiscuido en vuestras
escaramuzas y guerras.
Vuestras barbaridades las hemos consentido.
Pero mientras tanto habéis empezado a experimentar
con fuerzas que en realidad no estaban pensadas para los hombres.
Esto es la fuerza atómica. Ya hemos intentado
algunas cosas.
Hemos hecho llegar mensajes a los estadistas del
mundo pero ellos no creen en la necesidad de escucharnos.
Por este motivo fue Vd. elegido. Vd. debe ser
nuestro testigo, testigo de que nosotros y este mundo en el interior de la
Tierra existimos, que nosotros aquí realmente existimos.
Mire a su alrededor, y Vd. pronto comprobará que
nuestra ciencia y nuestra cultura están varios miles de años por delante de las
vuestras. Mire Vd., almirante.”
-”Pero”, interrumpí al Maestro, “¿qué tiene esto que
ver conmigo, señor?
El Maestro parecía sumergirse en mi, y después de
que durante un largo rato me había examinado, me contestó:
-”Vuestra raza ha alcanzado un punto de no retorno”.
“Tenéis a personas entre vosotros que estarían
dispuestos antes a destruir la Tierra entera antes que perder su poder , el
poder que ellos creen conocer.”
Yo de nuevo le di a entender con un movimiento de
cabeza que seguía sus explicaciones.
El Maestro continuó hablándome: “Ya desde hace dos
años intentamos una y otra vez contactar con vosotros.
Pero todos nuestros intentos son contestados con
agresividad.
Nuestros platillos voladores son perseguidos por
vuestros aviones de combate, atacados y disparados.
Ahora debo decirle, hijo mío, que una enorme y
nefasta furia se levanta, que una poderosa tormenta barrerá su país, y durante
mucho tiempo arrasará.
Desconcertados ante ello estarán vuestros
científicos y ejércitos y no podrán ofrecer ninguna solución.
Esta tormenta tiene poder de aniquilar toda la vida,
toda la civilización de Vds., de forma que toda cultura podría ser destruida y
todo podría hundirse en el caos.
La gran guerra que acaba de terminar es sólo un
preludio de lo que puede venir sobre vosotros.
Para nosotros aquí esto se hace patente hora tras
hora de manera más clara. Parta de la base de que me equivoco”.
-”No, ya vino una vez la época oscura sobre
nosotros, y duró 500 años”, le repliqué yo al Maestro.
-”Así es, hijo mío”, me contestó, “los tiempos
sombríos cubrirán vuestro país de cadáveres.
Y sin embargo parto de la base de que algunos de
vuestra raza sobrevivirán a esta conflagración. Lo que después ocurrirá no
puedo revelarlo.
Nosotros vemos en un futuro lejano surgir una nueva
Tierra, que será construida con los escombros de vuestro viejo mundo, y os
acordaréis de sus tesoros legendarios y los buscaréis.
Y mira, los tesoros legendarios estarán aquí con
nosotros.
Nosotros somos aquellos que los mantenemos a salvo.
Cuando haya comenzado ese futuro, nos presentaremos
a vosotros, ayudaremos a los hombres a revivificar su cultura y su raza.
Quizá hayáis aprendido entonces que guerra y violencia
no conducen al futuro.
Para el tiempo que entonces seguirá, se os hará
accesible antiguos conocimientos.
Conocimientos que ya tuvisteis una vez. De Vd., hijo
mío, espero que vuelva a la superficie con estas informaciones”.
Con esta exigencia terminó el Maestro su exposición
y me dejó muy desconcertado, pero para mi estaba claro que el Maestro tendrá
razón.
Por consideración o por humildad, no lo sé, me
despedí de todas formas con una ligera inclinación.
Antes de que pudiera perderme aparecieron mis dos acompañantes,
los que me habían conducido hasta aquí.
Me indicaron el camino. Yo me volví hacia el
Maestro. Había una cálida y amistosa sonrisa en su vieja y noble cara:
– ”Le deseo a Vd. un buen viaje, hijo mío”, hizo por
último el signo de la paz y entonces nuestro encuentro había llegado
ineludiblemente a su fin.
Volvimos rápidamente hacia nuestro ascensor. Nos
movimos hacia arriba.
Entre tanto me explicó uno de mis dos firmes
acompañantes que tras finalizar la conversación con el Maestro teníamos prisa de
verdad.
El Maestro en ningún modo quería retrasarnos más, y
además era importante que yo llevase inmediatamente el mensaje recibido a mi
raza, me aclaró. A todo esto yo no dije nada.
Cuando fui conducido hasta mi operador de radio,
comprobé que él probablemente tenía miedo, esto al menos se reflejaba en su
cara.
-“Todo está en orden, no hay de qué preocuparse,
Howie, todo es O.K.”, intenté quitarle el miedo.
Junto con nuestros acompañantes, fuimos de nuevo al
disco deslizante, que muy velozmente nos devolvió a nuestro avión.
Los motores ya estaban en marcha, y nos encontramos
inmediatamente a bordo.
Había una atmósfera de tremenda prisa, la necesidad
de actuar rápido era evidente.
Inmediatamente después de que cerramos la portilla,
nuestro avión fue elevado en las alturas por una fuerza inexplicable para mi,
hasta que volvimos a encontrarnos a 2.700 pies (aprox. 825 metros).
Fuimos acompañados por dos de sus platillos. Se
mantuvieron no obstante a una cierta distancia de nosotros.-El velocímetro no
indicaba en todo el tiempo velocidad alguna, a pesar de que ésta había
aumentado enormemente.
Nuestra radio no obstante funcionaba, y de esta
forma recibimos un último mensaje de los objetos voladores que nos acompañaban.
-”A partir de ahora puede Vd. volver a utilizar
todos sus equipos, almirante, sus instrumentos vuelven a ser funcionales.
Nosotros le dejaremos ahora. Hasta la vista”.
Seguimos con nuestros ojos a los objetos voladores
hasta que se perdieron en el cielo azul pálido.
De inmediato tuvimos a nuestro avión de nuevo bajo
control. No hablamos entre nosotros, cada cual estaba demasiado ocupado con sus
pensamientos. Última anotación en el libro de abordo:
-Nos encontramos de nuevo sobre vastas regiones
cubiertas de nieve y hielo.
-Estamos todavía aproximadamente a 27 minutos de
vuelo de la base.
Podemos enviar mensajes por radio, y nos responden.
Radiamos que todo es normal. La base está
contenta de que vuelva a haber comunicación.
-Tenemos un aterrizaje suave.
-Yo tengo un encargo.
Fin de las anotaciones en el libro de abordo.
El 4 de Marzo de 1947: Yo estaba en una reunión en
el Pentágono.
He informado detalladamente sobre mis
descubrimientos y sobre el mensaje del Maestro. Todo fue grabado y escrito. El
presidente también fue informado.
Fui retenido aquí durante varias horas (exactamente
fueron seis horas y treinta y nueve minutos).
Fui interrogado minuciosamente por un quipo de
seguridad y por un equipo médico. ¡Fue un infierno!.
Fui puesto bajo la estricta supervisión de la
Previsión Nacional de Seguridad de los Estados Unidos de América.
Yo había recibido la orden de guardar silencio sobre
todo lo que había vivido por el bien de la Humanidad. ¡Increíble!
Se me recordó que soy un oficial y que por tanto
debo obedecer sus órdenes. 30 de Diciembre de 1956: Última anotación: Los años
posteriores a 1947 no fueron muy agradables para mí… Hago ahora la última
anotación en este especial diario.
Quisiera mencionar que me he callado los
descubrimientos que hice, tal y como se me ordenó.
¡Pero eso no es lo que tengo en mente! Noto que
pronto llegará mi hora.
Pero no morirá este secreto conmigo, sino que será
difundido – como toda verdad. Y así será.
Sólo así puede existir la única esperanza para la
Humanidad.
Yo he visto la verdad. Ella me ha hecho despertar y
me ha liberado.
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