LLAVES DE LA ALQUIMIA ASCENSIONAL
(LA ALQUIMIA DEL FUEGO)
Junio de 2018
Nosotros somos el Círculo y les transmitimos nuestras bendiciones y
saludos. Soy Iksu, representante del equipo Arcturiano que porta la misma
llave. ¡Bendiciones y paz!
En esta oportunidad debemos concluir la rueda sagrada de los
elementos, yendo el aspecto del Fuego y trayendo al plano consciente el
dinamismo de la alquimia de este elemento, en el contexto de las Llaves
Alquímicas Ascensionales.
A lo largo de estas enseñanzas, ustedes fueron conducidos tanto por
una vía mítica, simbólica, que provee la base filosófica y metafísica de esta
práctica, así como de las dinámicas psicológicas, sirviéndonos de los símbolos
que representan a los elementos. Además de cómo aplicar de forma práctica, en
su cuerpo a través de un método simple, en intimidad con los elementos. En el
transcurso de estos encuentros, un cuerpo de enseñanza y de práctica fue
transmitido en un plano consciente al mismo tiempo que en sus auras o en sus cuerpos
multidimensionales, en sus diversas facetas y espectros, se instalaron o
despertaron los códigos que les permitirán aprovechar de una manera más amplia,
más profunda el conjunto de esta enseñanza y práctica, si a ellos se aplican
con la debida apertura, compromiso y, especialmente, una motivación adecuada.
Cada uno de los elementos nos enseña acerca de un aspecto de
nuestra constitución interna y acerca de una etapa de nuestra historia de
declinación y ascensión. Este declive y ascenso ocurren en la rueda del mundo.
Este declive y ascenso ocurren en la peregrinación del alma a través de los
ciclos de expresión en el sueño de la materialidad. De la misma manera, la
dinámica de los elementos oculta para los ojos incautos, revela a la intuición
penetrante, el camino, la vía de reintegración de los mismos y la expresión de
estos elementos, que es la esencia luminosa, la sabiduría del Espíritu.
En esta oportunidad y a través de estas palabras, busco despertar
en ustedes una memoria más profunda y más antigua, guardada en el centro del
mandala que es el cuerpo. No sólo el cuerpo físico, sino la estructura completa
que de hecho merece este nombre: el vehículo del alma, vehículo de
la conciencia en la rueda del mundo que es su aura multidimensional. En este
cuerpo, en este vehículo sagrado, se hallan reflejados los códigos que son
letras de Fuego que cuentan y les recuerdan su origen divino, su meta mientras
peregrinan en un sueño material, su último y glorioso destino, que es la
reintegración y retorno a las moradas puras de su naturaleza ilimitada.
En la dinámica del Fuego comprendemos las limitaciones de los
potenciales del alma, cuando ésta se suelta involuntaria o voluntariamente de
la conciencia en su estado original. El alma al entrar en la dinámica dual
donde ella se identifica con un sujeto y pasa a comportarse como tal, como un
protagonista en relación a los elementos de esta historia, que entonces se
transforman en objetos de este sujeto, a través de la identificación en la
relación dual, el alma suelta o bloquea la expresión y la experiencia de sus
potenciales divinos.
Este proceso de bloqueo, de olvido del potencial divino del alma,
está relacionado con la alquimia del Fuego. La perturbación de la armonía de
esta alquimia, lo que primero que crea en la tesitura temporal y espacial de la
experiencia anímica; es lo que llaman sufrimiento. El bloqueo o la propia
ignorancia respecto de los efluvios divinos que permean y fecundan el alma es
la forma más sutil de sufrimiento. Ignorar su origen, su esencia divina es la
forma más sutil de sufrimiento. Por la dinámica propia del Fuego reflejándose
en los demás elementos, este sufrimiento se expresará de forma cada vez más
pesada y densa, formas de sufrimiento que tal vez comprendieron durante las
enseñanzas.
En cuanto a buscar el reequilibrio y el restablecimiento de la
armonía de la alquimia del Fuego, el sufrimiento no es el objetivo, que es el
punto de acción de esta dinámica; sino el sufrimiento sutil de la ignorancia o
bloqueo de las potencialidades del alma. Potencialidades que son divinas porque
más allá de la identificación, el alma es halito divino.
Una de las formas en que esta desarmonía, desequilibrio o bloqueo
se manifiestan en el campo energético, aspecto un poco más formal de la
expresión anímica, se traduce en lo que podríamos denominar como el
desequilibrio de las polaridades. Estas polaridades, en su plano más amplio y
más interno, son las fuerzas centrífugas y centrípetas, el movimiento incesante
de inspiración y expiración del soplo divino. El alma misma es la dinámica,
ella es de hecho este movimiento incesante de inspiración y expiración del
Espíritu universal y cósmico. El alma es esta aparente dualidad y
contradicción. Ella es, en verdad, la armonía inalterable de este movimiento
incesante. De ahí que la naturaleza del alma es un gran misterio cósmico,
porque en ella, en la conciencia o en la mente, como ustedes quieran denominar,
se encierra - el gran misterio del encuentro de lo infinitamente grande con lo
infinitamente pequeño, donde el Espíritu divino fecunda la materia cósmica y la
materia cósmica genera el fruto del Espíritu divino. El alma es ese campo
incomprensible para el intelecto donde todos los opuestos se resuelven en
armonía complementaria. Por eso mismo el alma posee la potencialidad de la
limitación y del olvido, sin hacer la limitación y el olvido un hecho cósmico.
Es por eso mismo que la contemplación del alma - del percibidor o
de la mente - la investigación del misterio que somos es la gran puerta a la
emancipación, además, es la puerta a la reintegración final y definitiva del
alma en su morada divina. No como una exaltación de la personalidad, sino como
la restitución de la inteligencia y de la compasión en su movimiento natural,
que se traduce como servicio ilimitado, incondicionado o restablecimiento de la
ley del amor.
Curar la distorsión del elemento Fuego es, e incluso asume sus
etapas más profundas, más maduras, cuando la entidad humana se permite
reconocer en sí el espacio donde los aparentes opuestos se reintegran, se
complementan. Donde el yin y el yang, masculino y femenino, activo y receptivo,
interno y externo, sujeto y objeto, fuerza centrífuga y fuerza centrípeta no
son vistos como elementos de un duelo, sino como elementos de co-creación. En
la dinámica del Fuego, el gran dilema de la polaridad electromagnética se
resuelve y cuando esta contradicción es resuelta por el alma misma,
ella comprende y se comprende cómo, el misterio de la electricidad universal.
Alma quiere decir lo que anima. Alma es el efluvio espiritual vivificando la
materia.
En la dinámica del Fuego es imprescindible estar dispuesto a ir más
allá de los límites conocidos de todas las formulaciones conceptuales acerca de
sí. Es posible alcanzar cierta armonización de los demás elementos sin
cuestionar tan directa y profundamente la identidad personal. Es posible
también, alcanzar una cierta armonización de la Tierra por la reconexión con el
cuerpo; es posible alcanzar cierta armonización del Agua a través de la
purificación y armonización emocional y energética; es posible alcanzar cierta
armonización del Aire por la relajación de la fijación de los conceptos y las
expectativas futuras, flexibilizando su estructura intelectual. Pero para
armonizar el Fuego, que es el poder, es preciso cuestionar la identidad. No
como una forma de ataque, sino como una forma de profunda auto-percepción.
Todas las injusticias que se perpetran afuera son reflejo del desequilibrio de
las polaridades dentro de cada uno de nosotros. Y antes que allá fuera el mundo
manifieste una apariencia más ecuánime, más justa y más igualitaria de esos
aparentes opuestos, es necesario que nosotros (entidades humanas), alcanzamos
esa auto-percepción en que los elementos abusados, subyugados y mantenidos
fuera de su orden natural sean sanados, amados, aceptados y reconducidos a su
paz esencial.
No importa cuáles sean las figuras alegóricas que ustedes usen para
encontrar esta aparente contradicción y oposición dentro de sí. Luz o sombra,
el juego de luz y sombra dentro de sí es una representación simbólica del juego
de las fuerzas que parecen ser opuestas. Lo femenino y lo masculino también es
otra representación simbólica de esa dinámica de las energías eléctricas. El
activo y el receptivo, lo divino y lo terrestre, lo celeste y lo infernal, no
importa cuáles son sus símbolos, es necesario que usted sea capaz de relajar la
verdad personal de quien cree ser para dar atención al espacio donde estas
fuerzas pueden resolverse como complementarias.
Esto es un trabajo diario, es un ejercicio de cada día. Y una vez
más, no es por la conquista, es por auto-perdón, es perdonando en sí los abusos
cometidos, es perdonando en sí los desequilibrios perpetrados. Siempre que su
masculino subyugue su femenino, que su femenino engañe a su masculino, o que su
acción sobrepuje su receptividad, siempre que su receptividad se transforme en
inercia y en pasividad, que su sombra esconda su luz, o que su luz rechace su
sombra, que su Cielo vuelva su espalda a la Tierra o que su Tierra acuse al
Cielo de injusticia. En cada uno ese desequilibrio, esa historia, esta historia
distorsionada sigue siendo contada. Y cada uno, en si, como mediador necesita
resolver y traer reconciliación. Este es el gran misterio de la sacralización,
es la forma más eficaz y la única segura de sacralizar la materia del mundo,
que es la nuestra, nuestra tarea aquí.
La doncella se permite ser acometida por el deseo de saber, no
simplemente por la lujuria del conocimiento, sino porque ella oye el clamor
incesante de sus elementos clamando por redención. Ella, la Gran Madre, la gran
salvadora se sacrifica. Nosotros somos ese sacrificio. Si eso no ha quedado
claro hasta ahora, nosotros somos esa doncella descendiendo a las regiones
infernales del universo para redimir nuestra materia, los elementos que nos
constituyen en un plano cósmico. Nosotros, la doncella, aceptamos el peso del
olvido para unirnos, confundirnos con ellos de forma profunda y verdadera para
ascender, al elevar estos elementos. Y esta es una obra, una gran obra que
jamás comenzó y que jamás tendrá fin.
Como ejercicio de reintegración de la alquimia del Fuego, les
aconsejo dos herramientas. La primera - una concientización de los juegos de
opuestos que suceden en ustedes diariamente y la aplicación del auto perdón. En
ese momento perdonen. Perdonar significa acoger, honrar y liberar, liberar
realmente. Perdonarse a sí mismo! Perdonen sus elementos porque actúan sobre la
base de la ignorancia. Comiencen por el perdón a sí mismos y serán capaces de
perdonar los peores crímenes que ustedes creen han sido cometidos en el plano
externo del gran mundo. En ese momento de perdón, lleven su atención hacia el punto
del Fuego en el mandala de su cuerpo, en el pentagrama sagrado del cuerpo. Este
punto que está en la base del vientre, del lado izquierdo, el punto análogo al
de la Tierra. Lleven su atención hacia ese punto del pentagrama y luego liberen
allí el flujo, el efluvio, el efluvio de ese potencial anímico de
bienaventuranza, de éxtasis. Evoquen en este punto las frecuencias cristalinas,
porque la apariencia de los elementos es turbia, pero su esencia es la doncella
siempre virgen, inmaculada, es la pureza de su naturaleza siempre ahí. Invoquen
esa pureza y pueden entonar la llave mántrica: UNG, UNG, como forma de aumentar
el nivel de receptividad energética del cuerpo y del propio campo etérico.
Buena práctica, entonces! Gratitud por su receptividad, por su
acogida. ¡Queden en paz!
Participante: Gratitud.
Mensaje canalizado por Shylton Dias Transcripción hecha por
colaboradores del Portal Aranduh - portalaranduh.blogspot.com
Traducción: H.N.
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