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jueves, 12 de junio de 2014

"Escudriñad las Escrituras" ¡ARCÁNGEL MICAEL ESTÁ ANTE DIOS! "ENCUENTRO CON LOS CONSTRUCTORES DE UNA NUEVA HUMANIDAD"...





PRIMERA PARTE  - 
 "UN PRIMER MAESTRO"...

Durante algunos años estuve ahorrando para comprar departamento: Logré concretar esa aspiración en un lugar un poco apartado de la Provincia de Buenos Aires. El sitio era hermoso y me ofrecía la oportunidad de estrenar por primera vez en mi vida, “algo mío” con mucho sacrificio y que me brindaría la satisfacción de hacer las cosas a mi gusto. Por esos tiempos mis negocios iban bien y yo me vanagloriaba de ello. Ambicionaba “vestirlo”con los mejores muebles y detalles; y por eso lo primero que pensé fue en como proveerlo de un buen sistema de seguridad, debido a que por cuestiones de trabajo me ausentaba bastante de mi casa. Busqué y rebusqué la forma de encontrar una buena cerradura, hasta que alguien me recomendó que fuera al Hospital Guemes a ver a un señor que se ocupaba de templar los filos de los bisturíes que utilizaba el Dr. Favalóro en sus famosas operaciones del corazón. Me dio mucho trabajo encontrar al sujeto en cuestión. Apenas le conocí mi sorpresa fue mayúscula.

Esperaba encontrarme con alguien joven o de mediana edad; no fue así. Aquél hombre frisaría los 80 años. Con cierta desilusión pensé que me habrían dado mal los datos, y que tendría que buscar en otro lado quien se ocupara del motivo de mi inquietud. No obstante estas reflexiones, entablé un diálogo con él.

¿Quién le mencionó mi nombre? Me dijo... 
El doctor Ginastéra, le manifesté.
Él sabe lo que hace.
Esta respuesta me comenzó a sorprender y entonces seguí preguntando.
¿Usted aún se ocupa de colocar cerraduras de seguridad?
En ciertos casos muy especiales sí lo hago.
No sé si el mío será tan especial; argumenté, pero si es así le aviso desde ya que no es en la Capital. Si combinamos, yo lo llevaría en mi coche el día que usted disponga.

Convinimos para un determinado día y fuimos sin inconvenientes. El problema se presentó cuando llegamos. Por ser un edificio nuevo, los ascensores todavía no funcionaban adecuadamente, y justo ése día estaban modificando el mecanismo... por lo tanto estarían fuera de servicio hasta muy tarde. Pensando en la avanzada edad de mi acompañante,  descarté toda posibilidad de hacer el trabajo y volví al coche con la desilusión de haber perdido la oportunidad de solucionar ese tema que exigía ser concretado, pues mi departamento estaba en un décimo piso, y no podía pretender que un octogenario subiera por la escalera tantos escalones.
Así se lo manifesté, cuando con una sonrisa en los labios me replicó:
Voy a subir... 
De ninguna manera, le dije. Creo que no es conveniente a su edad.
Yo puedo hacerlo y se lo voy a demostrar insistió...
Y sin más bajó del auto y comenzó a subir las escaleras, aumentando aún más mi sorpresa. Yo le seguía, piso a piso, con cierto temor y observaba su ritmo lento pero firme. Cuando llegamos yo estaba desfalleciente, mientras que cuando miré su rostro advertí que Él apenas denotaba un leve cansancio, que en nada alteraba su natural optimismo y hasta vislumbraba cierta satisfacción en su sonrisa, por haber hecho el esfuerzo con éxito.

Cuando abrí el departamento, acalorado como estaba, lo primero que hice fue intentar abrir las ventanas; no me dijo nada pero noté una cierta molestia. Le pregunté, y me contestó que al trabajar en la puerta de entrada iba a producirse corriente de aire y eso no era conveniente. Sentí que era atinado y entonces me dirigí a la heladera ofreciéndole agua helada. El la rechazó y me preguntó de donde provenía el agua de la canilla. Yo le expliqué que de una perforación hecha a ciento treinta metros por que las napas superiores estaban contaminadas y acto seguido, abrió el grifo dejó circular un rato el líquido, humedeció sus labios, bebió algunos tragos. Luego se sentó en el piso, en una extraña posición que yo en ese entonces no conocía y acto seguido realizó un ejercicio respiratorio sorprendente, parecía que su tórax se inflaba y luego se desinflaba como un globo. Al cabo de unos minutos su rostro adquirió una increíble lozanía. Se puso ropa de trabajo, tomó las medidas de la puerta y con una agilidad sorprendente, la sacó de su marco sin mi ayuda. Luego eligió el sitio para poner la cerradura y allí volví a sorprenderme.

Los elementos que utilizó no eran los comunes. Cada herramienta tenía características especiales, los tornillos eran de cierta aleación con platino y su formato difería de los comunes; tenían forma ovoidal. Los destornilladores movibles y cada herramienta que utilizaba tampoco era como las convencionales. Llegado a éste punto, creí conveniente hacer un alto y preguntarle cuánto me iba a cobrar por poner esa clase tan especial de cerradura, dado que según me parecía “me iba a matar con el precio”. Su respuesta también logró impactarme.

Esta es la cerradura que merece usted.
¿Cómo?
Sí, es así, ya verá!...
Pero no sé cuánto vale éste sistema y tampoco si lo voy a poder pagar, argüí.
“Usted buscó un trabajo especial y yo le brindo eso, respondió. Soy lo que se dice un especialista”; pero no se asuste, le voy a cobrar lo necesario, y si usted no pudiera pagarme, créame, se lo regalaría.
¿Por qué? Pregunté azorado. Si usted no me conoce bien, ¿Cómo haría algo así?...
¿Cuánto hace que nos conocemos? Me dijo. 
Muy poco, le respondí...
¿Cuánto hace que conoce a la persona que le recomendó verme?...
Algunos años; es mi médico de cabecera; no me diga que él y usted hablaron de mí, dije confuso, sin ver la relación que ello podría tener de algún modo.
Todos aquellos que trabajamos en la “Construcción de un Nuevo Mundo” somos advertidos y ayudados, pero no por nuestra bonita cara, sino porque es necesario para la Esencia Superior que rige la vida, en todos los lugares donde se desarrolla. 
Si alguien hubiese podido ver mis ojos, seguramente hubiese dicho que se salían de mis órbitas. Aquella sensación de incredulidad, mezclada con una pizca de esperanza comenzó a invadirme. ¿Pero quién es usted?
Le dije que soy un especialista en ciertas cosas, y ésta es sólo una de ellas. Como yo, hay muchos en éste momento por todo el Planeta, tratando de “dar” aquello que servirá para construir un mundo nuevo. Tiempo al tiempo, irán apareciendo en los lugares que sean necesarios, para recomponer y reconstruir aquello rescatable y esencial. 
Terminó su trabajo y me pidió que le llevara nuevamente a su casa en el centro y así lo hice. En el viaje yo me preguntaba si había caído en la trampa de alguna secta; si algún chistoso me había hecho una broma, y de reojo miraba al “viejo”, que iba a mi lado al parecer sin entender lo que por mi interior pasaba.
De pronto me manifestó:
Va a tener que leer mucho, mi amigo; eso le ayudará a re-comprender muchas cosas. Pero no cualquier lectura. Lo primero que debe usted lograr, es saber que hay seres que se ocupan de hacer una Nueva Humanidad, y sus bases son actualmente muy firmes, en propósitos que llamaremos Universales.

Es que sin comprenderlo mucho quizás aquél viejo estaba “despertando” algo que yacía en mí y no me acomodaba a esa situación; temía por advertir que quienes quieren manipularnos usan esos sistemas para captar nuestro interés,   y luego sutilmente someternos. No me dejaría “atrapar” decidí. Como adivinando mis pensamientos me sugirió:
¡No tema. El que viene, esta vez no se irá crucificado!... 
Extrañas palabras pensé, y arriesgué a preguntar ¿Quién es el que viene?...
¡Aquél que todos sin excepción estamos esperando!...
¿Los ateos también?...
No hay ateos verdaderos; a los últimos los destruyó el fracaso en la aplicación de las teorías de Freud,... Pero hoy en día el Psicoanálisis sí es necesario, pero hecho con la debida profundidad y con el equilibrio emocional que otorga la comparación de la clase de Fe, que son capaces de atesorar los individuos de todas las creencias religiosas, y aún aquellos que no creen en ninguna religión en especial, pero esperan encontrar algún motivo para cambiar su escepticismo del pasado por algo auténticamente conmovedor en el presente y hacia el futuro. Y además superando la carencia de auténtica voluntad, provocada por la ausencia de elaboración individual de conceptos prácticos aplicables a la vida cotidiana....
No comprendo muy bien, confesé.
Es que todavía debe aprender a Ser, para poder comprender a ser a través del sentir... Usted me está manifestando entonces que la sociedad a la que pertenezco no sabe sentir?
Sí, es así...
No entiendo.
Observe a los educadores. Se han preocupado y se preocupan por enseñar a pensar, pero aún los más rescatables, no advierten que los seres humanos primero debemos sentir, aunque ello cueste renunciar a los valores más caros, heredados de nuestros mayores. El sentimiento es algo vivo, y es propio de cada etapa de la vida y tan cambiante como cada ser que nace, vive y luego se transforma en otra cosa, útil para otra etapa... 
¿Entonces, el valor de las ideas que actualmente rigen los parámetros existenciales, irán cambiando hasta su total desaparición?
No, no es así... Lo que ocurrirá, es que lo que ahora está despierto, paulatinamente se irá “durmiendo”... y lo que aún duerme, despertará como ocurrió otras veces. Recuerde: “Nada es nuevo bajo el sol”. La vida es un continuo reciclaje, donde se muere para ciertas cosas y se renace para otras.
Sus palabras comenzaban a preocuparme, de tal forma, que mis puntos de apoyo parecían tambalear sin llegar a desequilibrarme, pero provocando un “impacto” emotivo muy superior a todos los conocimientos que anteriormente creí haber fijado en mi ser.

¿Esto me conduce a pensar que he sido observado y que de alguna manera hay un grupo de seres que se dedican a elegir en la humanidad como rescatar los valores que puedan aportar al mejoramiento de la especie?.
Ni tanto ni tan poco, me dijo. Hoy nos encontramos y mi trabajo es intentar enriquecer su “despertar” por un determinado lapso, luego usted tendrá que aprender de otros. 
¿Significa que por cierto tiempo usted será como un maestro para mí?
Así es, pero recuerde nuevamente: “Todo encuentro está destinado a una posterior separación”; eso es una ley superior incontestable o incontrastable.
¿Entonces de qué valen los afectos si en algún momento todo tiene que separarse?...
Déjeme terminar: Así como todo encuentro está destinado a una separación, después de haber cumplido cierta misión por la que ha venido aquí, si su vibración es depurada como es necesario, se unirá nuevamente a sus coordenadas y así se depositará en un nuevo principio de la Creación en un nivel más armonioso y superior, y allí vivirá en perfecta conjunción con otras almas de su misma “transmisión, para formar un “Mundo Nuevo que “brille como un nuevo sol” hacia los mundos inferiores, que a su vez se reciclarán con un similar proceso de decantación. 
Es hermoso pero suena como una ilusión muy difícil de realizar.
Diría que para usted en éstos momentos no es creíble. 
Ciertamente, mi corazón en éstos momentos latía más apresuradamente, todavía no podía comprender la magnitud de la importancia que éste encuentro provocaría en mi vida. Me era imposible discernir cómo alguien tan sencillo, con tan pocas palabras, y en tan poco tiempo, había “cambiado” mi forma de comprender las cosas.

Dejé a mi nuevo maestro en las puertas de su domicilio; se despidió de mí con una profunda sonrisa llena de respetuoso afecto. Luego, en el viaje de regreso, reflexioné sobre todo lo ocurrido, y cuando llegué a mi casa, se me ocurrió mirar el horizonte, que desde allí, ofrece una vista muy especial. Había en mi interior como una “cascada de luz” que comenzaba a invadir mis pensamientos, y todo lo que me rodeaba adquiría mayor importancia.

En realidad, lo que había pasado me mostraba un aspecto desconocido y generaba la esperanza de saber que aunque no nos demos cuenta, hay quiénes nos observan y aparecen en nuestras vidas, si hacemos lo necesario para que así ocurra.

Pasados algunos días, volví a encontrarme con mi circunstancial maestro, por así llamarlo. Esta vez me invitó a entrar en su casa: Al saludarlo alcancé a ver una profunda cicatriz que antes no había advertido en su brazo: No lo miré adrede, pero él se dio cuenta y anticipándose a la pregunta, me contó que siendo joven se encontraba en Egipto y lo asaltaron para robarle. Casi lo matan; estaba desangrándose y vio de cerca la muerte; perdió el conocimiento y cuando despertó se encontró en la casa de un árabe que durante seis meses lo atendió y curó sus heridas.

Este hombre le “transmitió” ciertos conocimientos que se pierden en la noche de los tiempos. Entre ellos, también había implícita una misión, que era la de trasladar hacia Occidente algunos fragmentos de enseñanzas aprendidas y transmitidas en forma oral, de generación en generación, y que debían ser únicamente utilizadas para “despertar” a quienes sintieran en sus corazones la vocación de contribuir al desarrollo de una "Nueva Humanidad", sin falsas expectativas o especulaciones gananciosas en el plan material.

Yo lo observaba e intentaba descubrir qué se movía detrás de sus palabras. Su casa estaba puesta con un perfecto sentido de orden y equilibrio... según mi parecer había algo que flotaba en ese ambiente: perfumes e inciensos orientales, música muy suave, cuadros extraños pero simples; las paredes estaban cubiertas con tela de cortinado y los pisos eran de mármol, con dibujos árabes. Era un sitio paradisíaco, tan agradable que me preguntaba qué necesidad tendría ese hombre de salir de su casa, teniendo en ella cosas tan maravillosas dentro. Como adivinando mis pensamientos me señaló:...

Todo lo que usted ve, es producto de un esfuerzo por hacer, pero no se descuide. Hay muchas personas que pueden lograr cosas más llamativas y costosas, que las que está viendo. Pero pregúntese siempre: ¿A costa de qué? ¿Por cuánto tiempo? ¿Para mostrar a quién?... Acuérdese del refrán que dice “no es oro todo lo que reluce”. Sepa aprender a llevar a su casa, a quién pueda construir algo capaz de compartir equilibradamente con sus semejantes. La casa es algo vivo, es parte de su vida, y por ser el sitio donde usted fijará sus principales “puntos de apoyo”, deberá intentar mientras pueda, mantenerla en el mayor de los órdenes. Pueblela de buenos libros, obras de arte, cuadros que tengan sentimiento, flores,... y sobre todo trate de que permanezca “limpia” de las contaminaciones del espacio exterior. Esto se irá reflejando en las actitudes de su posterior vida.

Yo me preguntaba:
¿Seré capaz de lograr algo así?...
Oí su voz, que parecía resonar dentro de mí, al responder a mis pensamientos:
Usted lo logrará, pero créame, no será igual. Su espacio cósmico no es igual que el mío. Usted a su vez lo irá vertiendo en otros y pronto comenzará a “girar” en forma distinta, y eso atraerá el interés de aquellos que buscarán “despertar”.

Me retiré a mi hogar con una profunda paz interior; mis esperanzas se habían renovado; todo mi cuerpo parecía haber recibido un mensaje, y mi corazón latía otra vez más agitadamente, pero sin temor... Ahora me parecía que la vida no era tan fría y vacía como hasta momentos antes había creído; pensaba si era un sueño y en algún momento me despertaría. Mas no fue así.

A la semana de haber encontrado a mi “maestro” me entero por boca de mi médico, que él tuvo que ir de urgencia a Francia, para atender “algo” vinculado con sus hijos. Traté de tener noticias, más fue imposible volver a verlo. Pasaron los días y abrigué la esperanza de que me escribiera o quizá se dirigiera a nuestro médico, con el cual mantenía una amistad mas fluida, mas no fue así.

Sin embargo “su misión” ya había dejado en mi una Primera huella o pista de despegue. Él lo había dicho (en varias oportunidades), "todo encuentro está destinado a una separación"... Y ahora me daba cuenta que eso había servido para emprender la búsqueda de los “Constructores de Una Nueva Humanidad”, como creí intuir a través de sus sabias palabras.

Comencé luego de un tiempo a interesarme por las religiones y sus métodos para conseguir adeptos. Me di cuenta de los peligros que encierran; trate por todos los medios de no caer en trampas que dificultaran mi aprendizaje, y establecí una lucha interior contra la “ansiedad” de saber, sin medir las consecuencias que mis inquietudes me acarrearían.

Continúa...


Por Jorge Alberto Pani



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