Las vivencias que acompañan a la meditación tienen relación con el karma y
el carácter individual de cada estudiante. Las visiones clarividentes, trances
místicos o fenómenos ocultistas que les ocurren a algunos estudiantes, no
significa que sean necesariamente más evolucionados o superiores éticamente a
otros que no tienen iguales experiencias. Debe cada uno seguir su curso
interior sin preocuparse de las experiencias de los otros.
San Juan de la Cruz
dijo: "Muchas almas que jamás han visto visiones son incomparablemente más
evolucionadas en el camino de la perfección que otras que han tenido muchas
visiones". Estas experiencias, visiones, sueños, éxtasis, se consideran
como incidentes que apuntan a un fin único y superior.
Hay siete factores
personales que tienden a elaborar o por lo menos influir en dichos fenómenos
místicos. Ellos son:
1.- Las nociones
religiosas o místicas previas del hombre entregado a la meditación,
2.- el carácter del
foco original de su concentración, es decir, la línea de pensamiento, el objeto
físico o el personaje particular sobre el que esté meditando,
3.- las tendencias
generales y energías de hábitos procedentes de sus pasados nacimientos,
4.- los complejos
innatos,
5.- los prejuicios
adquiridos,
6.- el temperamento
emocional, las circunstancias físicas y el medio ambiente geográfico,
7.-la capacidad
mental. El místico ve lo que inconscientemente ha proyectado.
El Yo Superior aparece
frente al meditador en la forma en que éste pueda comprenderlo mejor. Él deja
que ellos inconscientemente plasmen la forma del fenómeno, mientras el Yo
Superior vierte su propia esencia amorfa en el molde elegido.
El mentalismo ha
demostrado incuestionablemente que es la profundidad e integridad de nuestros
pensamientos sobre las cosas lo que les otorga realidad. Por vívidas y reales
que las visiones puedan parecer a la persona que las "ve," estos
fenómenos de clarividencia, sin embargo, "emanan de la mente y se hunden
en la mente", como lo afirma cualquier adepto tibetano. Es una inspirada
realización mística que esa visión expresa de esa forma, no una ilusión.
La clave es que la
forma de la respuesta proviene del hombre mismo; el poder que anima a esa
forma, proviene del Yo Superior. Este verdadero elemento divino de una visión,
que se siente más que se ve, la convierte en una auténtica revelación.
A esta manifestación
del Yo Superior, se añaden otros poderes de la mente, como la telepatía. En
toda transferencia de pensamiento, la primera impresión es subliminal y sólo
puede hacerse consciente si el receptor no interrumpe el proceso por un rechazo
inicial brusco o por un inmediato escepticismo.
Se hace posible la
transferencia del pensamiento, cuando las ideas de un hombre pueden despertar
vibraciones empáticas en la consciencia de otro hombre. El elemento captador
debe ajustarse al mismo periodo de vibración del transmisor. El medio universal
que conecta dos cerebros es la Mente. La comprensión del mentalismo ofrece la
clave para comprender los fenómenos telepáticos y otros fenómenos a los cuales
se les llama sobrenaturales.
Estos hechos siempre
deben ser considerados incidentales a la búsqueda espiritual, nunca como
acontecimientos esenciales. El Yo Superior es el único rector de los
estudiantes que luchan, es el principio rector de todos los ejercicios de
meditación. El resultado depende de los esfuerzos y de la reacción, la
consciencia superior trabaja independientemente en determinada etapa.
Cuando se manifiesta
esta supra-consciencia es en los períodos en que el estudiante deja de luchar.
Durante la ausencia de concentración, se articula en los intervalos del no
pensar. Todo lo que se haga será para ella.
El renacimiento
interior sobrevendrá después de un largo esfuerzo, porque sólo puede producirlo
la Gracia divina.
De la visión mística a
la visión interior.
Las visiones que se
ven en la meditación, si están en las dimensiones espacio- temporales,
necesariamente pertenecen al mundo de la relatividad finita. San Juan de la Cruz
dijo. "Son sólo gracias que nos preparan para una Gracia mayor".
La Gracia mayor es
despertar a lo que está fuera de la dimensión espacio-temporal, la iluminación
de la consciencia gracias a un conocimiento que no tiene forma, tamaño, color o
voz alguna.
Los místicos que ven a
Dios como un objeto o persona, sólo ven la "idea" que ellos tienen de
él. La quietud de la mente es el primer requisito para captar al Puro
Pensamiento. Nadie puede esperar ver u oír a Dios con los ojos u oídos de la
mente, aunque esos sean sutiles. Nada que tenga cualidades materiales se puede
presumir como realidad final.
El éxtasis que
experimentan algunos místicos es consecuencia del impacto de un poder superior
que, por no estar acostumbrados a él, quiebra transitoriamente su equilibrio,
debido a la exaltación de la emoción personal. Cuando el éxtasis sobreviene al
principio de la meditación, éste desciende en el transcurso de ella y produce
una beatífica serenidad de un nivel superior. Cuando sobreviene al final de la
meditación, destruye la paz alcanzada durante la meditación, que se encontraba
en este mismo plano superior.
Tanto las visiones
arrebatadoras como los éxtasis emocionales, se producen en etapas iniciales de
la meditación, para desaparecer cuando se alcanzan etapas de mayor evolución.
Es preferible un estado de constante equilibrio a un éxtasis exaltador y la
presión nostálgica que se ha desencadenado llega a su término.
Al descenso
melancólico desde una etapa avanzada se le llama " noche oscura del
alma", cuando los éxtasis son reemplazados por estados de ánimo grises y
por una sequedad espiritual. Se trata del esfuerzo de la naturaleza para
reajustar las fuerzas a un equilibrio de nivel superior. Después de este
período puede sobrevenirle al místico la realización evolutiva y la comprensión
con una seguridad inconmensurable.
La devoción basada en
el conocimiento tiene logros superiores al simple conocimiento. El místico no
debería dejarse arrastrar por sus sentimientos personales sino gozar
serenamente de ellos, pero llegado a un punto, volver la atención hacia la
Mente-en-sí-misma, con presencia de ánimo y sin dejar de vislumbrar la meta
superior. Sentimiento y razón deben estar equilibrados, porque de esta
interacción puede surgir una actitud verdaderamente profunda hacia Dios.
La auto absorción o
trance se caracteriza por su transitoriedad. No es posible mantener a la
consciencia sumida en la contemplación todo el tiempo. En estado de vigilia
total, solamente, la persona puede ser proyectada por el Yo Superior y alcanzar
la más amplia consciencia de la realidad
Publicado por “Isis Alada”
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