Facetas del alma, centros psíquicos y música para los
nervios
En cierta simbología iniciática, el alma humana está representada por el
símbolo de una rosa, con múltiples pétalos, que se abre a medida que el ser
humano abre y desarrolla su ser interior. En diferentes tipos de terapias
energéticas, a aquello que los pétalos de la rosa equivalen se le llama “facetas del alma”, para intentar
expresar que, el cuerpo consciente que sirve de enlace entre el Yo Superior de
una persona y su personalidad, que denominamos “alma”, y que nos proporciona la
continuidad de consciencia entre encarnaciones, está compuesto, a nivel
energético, de múltiples fragmentos de consciencia unidos entre sí por el nexo
común de la vibración base que nos representa.
En algunos casos,
dependiendo de diferentes situaciones por las que pasamos, algunas de estas
facetas pueden “perderse”, o separarse, enganchándose, estirándose o anclándose
a otras personas, energías o planos. Quizás a los que estéis más versados en
temas chamánicos os sonará el concepto de “ir a recuperar” partes o fragmentos
del alma de una persona que han sido extraídas, perdidas, incluso robadas por
otros entes, que forman parte del entramado del planeta en el que vivimos, y
que, puesto que existimos de forma multidimensional, existen facetas de nuestra
alma que pudieran estar conectadas o perdidas por múltiples planos de los
cuales la mente racional no tiene constancia.
Un caso de estudio acaecido recientemente en una terapia con la sanación
akáshica presentaba un problema de asimilación de aquello que se leía.
Simplemente, la persona era incapaz de procesar nada, dejando por cansancio
aquello que estaba estudiando a los pocos minutos de ponerse con ello. El
primer diagnóstico reveló una saturación de información en el cuerpo mental, “ya no cabía nada más”, y, al
buscar el porqué de la saturación, se reveló una perdida de diferentes facetas
del alma de la persona que contenían o incorporaban las capacidades analíticas
de la misma. Al faltar tres de esas facetas (en este caso debido a una
interacción no consciente con otros planos y un “robo” de estas), se anulaban
parte de las funciones psíquicas de las esferas mentales de la persona, y el
material del cuerpo mental asimilado por los sentidos (la lectura) se acumulaba
sin ningún tipo de procesamiento (no se desechaba nada ni se almacenaba
correctamente), hasta dar lugar a la saturación percibida por la personalidad,
y las sensaciones del intoxicación mental en el cuerpo físico.
En general, no siempre este tipo de pérdidas sucede por interacción con
otros niveles de nuestra realidad. A veces se produce en situaciones extremas,
un accidente, la muerte de un familiar, un evento trágico, etc., que generan
diferentes bloqueos como traumas, pero que pueden afectarnos aún más
profundamente, resultando en la fragmentación y “deshoje” de los componentes
energéticos que nos da lo que llamamos la perdida de facetas del alma. En casos
menos graves, y menos severos, esta pérdida de facetas se puede producir
también cuando existe una interacción intensa entre dos personas. Ya hace
varios años, en este artículo del 2011,
hablamos sobre ello, por si queréis profundizar un poco más en el tema.
Siempre
la causa está más allá del mundo físico
Ejemplos como estos
nos dan la experiencia práctica de ver, en una situación del día a día, cómo
una disfunción energética en uno de los cuerpos o partes de aquello que somos
tiene tantas repercusiones a nivel físico. A pesar de todo lo que niegue la
ciencia y medicina “oficial” para buscar las causas de todo problema físico en
el mismo cuerpo sólido, raramente hay un síntoma físico que tenga su raíz en el
cuerpo que usamos. Para aquellos que son un poco menos cerrados de mente, es
bastante aceptado ya que las emociones humanas tienen una relación muy definida
con nuestra salud. El lado psíquico o psicológico del hombre está tan
estrechamente relacionado con las funciones normales de los órganos del cuerpo,
y con la actividad del sistema nervioso, que cualquier cosa que perturbe la
armonía o el equilibrio de la energía nerviosa, perturba la armonía, la salud y
produce enfermedad o malestar. Aquí hemos empezado hablando de una disfunción
en el alma, a la cual raramente llegamos a diagnosticar, pero no es necesario
llegar “tan arriba”, en la mayoría de casos, pues, en general, trabajando con
el cuerpo etérico, emocional y mental, y, en raras ocasiones, el cuerpo causal,
podemos encontrar el origen de la mayoría de problemas y enfermedades que
tenemos.
Interacción
de los cuerpos sutiles con el vehículo orgánico
Para que una
disfunción en los cuerpos sutiles del ser humano termine por causar un problema
en el cuerpo físico es necesario que esta disfunción llegue al mismo, y, en
general, esto sucede por los canales de interconexión que existen entre los
componentes de nuestra estructura.
Por ejemplo, el
sistema nervioso simpático y el sistema nervioso parasimpático (que posee la
conexión con nuestra parte psíquica y etérica) son dos canales separados para
la expresión de la energía vital en el cuerpo, y para la distribución de esa
energía en todas las partes del mismo. Cualquier cosa que altere el fluir
natural y la actividad de la energía nerviosa proveniente de un bloqueo
etérico, emocional, mental, etc., produce no sólo un efecto en su
correspondiente cuerpo sutil, sino también un efecto físico y químico en el
cuerpo humano, ya que, a lo largo de este, están distribuidos los principales
ganglios y centros nerviosos (que recorren la espina dorsal), y varios centros
psíquicos o chakras que son responsables de alimentar y nutrir todos los
órganos del cuerpo.
Así, tanto los
diferentes ganglios como los diferentes chakras están conectados al sistema
nervioso, y hay una relación armoniosa entre ellos tal como la que existe entre
las notas de la escala musical. El primer ganglio cervical, por ejemplo,
contiene numerosas conexiones con todos los órganos de la cabeza y también con
los tejidos y los músculos del cuello, y tiene interacción por ejemplo con la
glándula pineal, la glándula pituitaria, el hipotálamo, etc. Un dolor de
cabeza, por ejemplo, puede disminuirse actuando sobre ese punto.
Música
para los nervios
Los doce grandes
centros psíquicos que tenemos (chakras principales y algunos secundarios) son
especialmente afines, para cada persona, a doce sonidos definidos de la octava
musical (sumando las notas, sus sostenidos y los puntos de choque de la octava
– MI-FA, SI-DO – hay 12 “grados” energéticos o vibracionales en una octava).
Estas notas musicales
son diferentes en cada ser humano, es decir, el plexo solar puede vibrar o
activarse con la nota Do en una persona y con la nota Mi en otra, aunque en
general las diferencias no llegan a variar tanto. Otro de los centros psíquicos
en el lado izquierdo de la cabeza puede reverberar con la nota Fa en una
persona y con Fa# en otra. Según vamos creciendo o nos vamos desarrollando
intelectual y psíquicamente, la frecuencia de resonancia que estimula un chakra
puede elevarse; o, por el contrario, en personas cuya fuerza física se ha
deteriorado por enfermedad o por ley natural, el tono de reverberación
necesario para estimularlo puede llegar a ser considerablemente bajo.
Vibrando
con el entorno
Somos sensibles a las
vibraciones energéticas del entorno, e imagino que todos habéis vivido
situaciones en las que, por ejemplo, cuando una nota determinada se toca en un
piano, violín o cualquier otro instrumento, diferentes partes de vuestro cuerpo
responden vibrando a aquella nota. Por ejemplo, si el plexo solar de una
persona reverbera con el Mi natural en la primera octava sobre el Do central,
cuando esa nota se toca o canta en su presencia, habrá un estímulo en las
vibraciones de la energía nerviosa que actúan sobre el plexo solar, que hará
que el centro y nervios, que tiene conectados, funcionen más activamente, y con
un efecto tónico sobre todas aquellas partes del cuerpo que están conectadas
con ese chakra, o con el ganglio más cercano (en este caso, el primer ganglio
lumbar del sistema nervioso).
Por otro lado,
cualquier nota que esté en disonancia con la nota Mi o fuera de armonía con
ésta, y que se toque cerca del mismo punto, causará que el plexo solar de esa
persona se vea perturbado, y ocasionará una distorsión en el funcionamiento
armónico o rítmico de la energía nerviosa conectada con ese centro. En este
caso, se percibirá una sensación de malestar, de presión, dolor ligero o
tensión nerviosa que remite normalmente cuando cesa la vibración que lo está
causando, y el cuerpo recupera el equilibrio por si solo paulatinamente.
Un
conjunto perfectamente afinado
Volviendo atrás, como
resumen, la idea a transmitir es que una disfunción energética en cualquiera de
los componentes de las estructuras sutiles termina produciendo una alteración
en el flujo de la energía vital, afectando con el tiempo a uno o varios centros
psíquicos que, conectados a los sistemas nerviosos, se “desafinan”,
creando desarmonía entre ellos. Si uno de los componentes físicos o psíquicos,
vibra en “desarmonía”, todo el conjunto suena mal, como una orquesta mal
afinada. Los órganos físicos que dependen de esos centros entonces se
desajustan (rápida o lentamente, según la disonancia) y ahí tenemos el síntoma
físico que es lo que notamos. Cuando restauramos en origen la armonía entre
componentes, y todo vuelve a reverberar en la nota “que le toca”, el conjunto
vuelve a funcionar óptimamente, y la salud y el bienestar vuelven a ser
instaurados en la persona.
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