Tu lugar en el mundo 14/12/2016 por David Topí
Imagino que a más de uno le ha sucedido, en alguna época de su vida, no
saber cómo encajar en el mundo. La sensación de estar desubicados, de no
encontrar un propósito, de no tener claro el rumbo a seguir. Hay muchos
aspectos involucrados en este tipo de sensación: psicológicos, energéticos,
espirituales, e incluso físicos y hormonales, pues diferentes etapas de la vida
a partir de los diferentes ciclos que nos
rigen, nos hacen pasar por esas llamadas “crisis
existenciales” de vez en cuando. Cómo superar la sensación de desubicación
requiere, como todo en la vida, de trabajo interior para recomponer nuestra
conexión con nuestra hoja de ruta pre-planificada antes de nuestra primera
entrada a cada nueva existencia, y hay dos componentes importantes que hoy
vamos a explicar, un poco, para desgranar más a fondo como funciona eso del
“encaje” en el “plan mayor” que rige nuestras existencias, y nuestro acople a
la realidad en la que esta se desarrolla.
Una
estructura energética compleja
Creo que somos
conscientes, la mayoría, que no somos nuestro cuerpo físico, ni nuestras
emociones, ni nuestra mente. Eso no es más que un traje temporal para nuestra
alma, y más allá, para nuestro ser o Yo Superior, un envoltorio que se hace y
se deshace, se forma y se destruye, se crea y se descrea.
Así que el ser que
somos requiere múltiples capas, llamadas cuerpos sutiles, entrelazados entre
sí, involucrados y coordinados unos con otros, y donde el menos denso y más
energético, interpenetra al más denso y material. De esos cuerpos tenemos
varios, pero solo cinco están medianamente desarrollados en el ser humano. No
hemos llegado aún al nivel evolutivo en el cual se haya de activar la materia
que forman los cuerpos superiores en la mayoría de las personas. Para el humano
medio, excepciones aparte, la composición que presentamos es la siguiente:
·
Cuerpo físico, químico
y orgánico
·
Cuerpo vital o etérico
·
Cuerpo emocional o
astral
·
Cuerpo mental
·
Cuerpo causal
Así, para cada
encarnación, y referente al trabajo que nos proponemos hacer en la misma, como
misión o propósito, hay dos estructuras energéticas que son importantes, pues
son las que nos permiten encajar en la totalidad del rompecabezas que
representa la realidad humana a la que entramos a formar parte, como la pieza
de un puzle que si está correctamente insertada en su lugar, permite que
sintamos que formamos parte de un propósito más amplio.
Así, en este caso, los
dos componentes del sistema energético que revisaremos como parte de esa pieza
del rompecabezas que nos permite encajar en el gran esquema de las cosas, son,
primero, una de las capas del aura (la quinta), y, segundo, el llamado cordón
dorado o línea del Hara.
La capa
transetérica del aura
El campo
electromagnético que rodea al ser humano es llamado por la mayoría de culturas
orientales el “aura”, y forma parte de la estructura del primero de nuestros
cuerpos sutiles, el cuerpo etérico. En el interior de este campo, se suelen
distinguir 7 niveles.
Explica Bárbara Ann
Brennan y otros escritores del tema, que el quinto nivel del campo
electromagnético que poseemos, como parte de nuestro cuerpo etérico,
corresponde al nivel de la voluntad divina y de nuestra ubicación en el mundo.
Esta capa contiene no sólo la forma y molde de nuestro cuerpo físico (algo de
lo que se ocupa la información o plantilla que forma la primera capa de este
aura), sino también la información que forma las plantillas del resto de la
vida consciente en la realidad con la que interactuamos, y, por ello, contiene
el modelo evolutivo, diagramas, y formas, de la vida que se manifiesta en
nuestro planeta y de la que somos parte. Es, por intentar explicarlo más
claramente, la parte de nuestro campo energético que contiene, “impresionado”
en él, la voluntad de los niveles superiores del ser humano para cada
encarnación, pero registrada en forma de esquemas, modelos y formas, como los
planos de algo que luego se va a crear y se ha de construir en el mundo
tangible a los sentidos.
De esta manera, los
planos y diagrama que forman nuestra plantilla de existencia y nuestra hoja de
ruta para cada encarnación existe dentro de todos nosotros, y tenemos el libre
albedrío de alinearnos o no con esa planificación que no es más que una guía
para el plan evolutivo de cada uno, y así mismo de nuestra relación con la
humanidad y nuestra ubicación en la Creación. La energía que existe en esta
plantilla en el aura está viva, vibra y se despliega constantemente, a medida
que interactúa en su mismo nivel de frecuencia y vibración con el “molde”
global de la realidad humana de la que formamos parte, ya que cada nivel de los
campos y capas que nos componen resuena y vibra con un nivel afín de la
estructura dimensional de la realidad, de ahí que, si pudiéramos sentir la
energía de esta quinta capa aural, nos daría la sensación intensa, casi
inexorable, de voluntad e intención, de orden perfecto. Es un nivel energético
de precisión donde todas las cosas tienen que encajar con todas para que la
vida discurra correctamente.
Por este motivo, parte
de la sensación de desubicación y de no saber como encajar en el mundo viene de
la falta de alineación de la personalidad, y la realidad que hemos manifestado,
con el contenido de esta quinta capa. Si uno está alineado con su propia
plantilla de existencia, diseñada por una consciencia superior a la
personalidad, incluso al alma, es cuando uno siente una intensa conexión con
todo cuanto le rodea, y tiene la sensación que está en su lugar, con su
propósito, y sincronizado con todos los lugares y todas las intenciones. Se
conoce el orden como un principio universal, y se está conectado con el
propósito de esta encarnación.
Por contra, cuando no
estamos alineados con esa plantilla, y nos sentimos desubicados de nuestro
propósito y misión, el campo aural en su quinta capa suele aparecer
distorsionado. No encajamos en el modelo global de la humanidad, y no nos
sentimos parte de todo lo que nos rodea. No conocemos nuestro lugar en el gran
esquema de las cosas ni nuestro objetivo para con el mismo. De hecho, la idea
de que exista tal cosa quizá no tiene sentido para nosotros, y nos da la
sensación de que no encajamos o no sabemos cómo integrarnos en el mundo en el
que vivimos.
La
línea del Hara y la conexión con nuestro propósito
El segundo componente
(entre otros), que tiene una relación directa con nuestro lugar en el mundo, es
el llamado cordón dorado o línea del Hara. Todos tenemos una línea energética,
a modo de cordón de luz, que se origina en un punto situado por encima de la cabeza,
y a través de este punto hacemos nuestra conexión directa con nuestro ser,
nuestro Yo Superior.
Mientras que el campo
electromagnético del aura se relaciona con nuestra personalidad y la forma de
encajar en la realidad de la que somos parte, el nivel del Hara se corresponde
directamente con la misión en la vida y con nuestro objetivo espiritual y
evolutivo. Es el nivel que nos alinea con el principal objeto de nuestra vida,
y es aquí donde uno establece y conserva su intención de trabajar por un bien mayor
mientras estamos encarnados.
A nivel de estructura,
este cordón tiene algo menos de un centímetro de anchura y se extiende desde el
centro de la esfera de consciencia del ser humano, ubicado en el llamado noveno
chakra o centro de consciencia universal, hasta las profundidades de la Tierra.
La línea desciende a través del pecho, a la altura del timo y sigue bajando
hasta el tantien, en el abdomen inferior, por debajo del ombligo. A partir de
aquí, se prolonga desde el tantien hacia las profundidades del centro del
núcleo terrestre y es a través de ella que estamos conectados también a nuestro
planeta. Una comprobación rutinaria de nuestro sistema energético nos permite
auto detectar que el punto inferior de la línea del Hara en el núcleo del
planeta se desconecta con relativa facilidad, con lo que es necesario un
pequeño ejercicio regular, mediante la intención, visualización o trabajo
energético para reconectarnos al mismo. El cordón dorado puede dañarse o
desconectarse tanto por influencias internas (desarmonización de nuestro
sistema energético, bloqueos en alguno de los puntos por donde el cordón pasa)
o bien por influencias externas (campos electromagnéticos que nos afectan,
torres de alta tensión, entes acoplados, etc.), de forma que es necesario
restaurar con la intención el cordón dorado para recuperar la conexión, tanto
hacia los planos superiores como hacia el planeta.
Ambos componentes son
parte de las estructuras que nos permiten sentir que tenemos un lugar en el
mundo, y de sabernos con un propósito que nos guía y nos mantiene firmes ante
los vaivenes de la realidad en la que existimos. Con una simple meditación,
visualización e intención, se puede uno volver a alinear con ese propósito,
trabajando para reconstruir esa quinta capa del aura o volviendo a alinear de
extremo a extremo la línea del Hara. Diferentes técnicas de artes marciales
hacen esto último, así como diferentes técnicas de sanación energética también.
A nosotros, al menos, nos sirve para conocer un poco más de donde viene esa sensación
de desubicación y de sentirnos fuera de lugar que a veces nos invade, y
comprender que tiene su origen en componentes dentro de uno mismo que han
perdido su armonía y alineación, y que es necesario volver a reconstruir para
que sigamos siendo piezas del engranaje mayor que dirige el proceso evolutivo
de la raza a la que pertenecemos.
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