El ejercicio que os propongo, si no os asusta indagar
un poco en vuestro interior, es una pasada para percibir, con los ojos bien
abiertos, quienes somos en niveles más profundos. No es sencillo, pero tampoco
nada que no se pueda hacer con un poco de práctica.
Un espejo para
percibir tu interior
Se trata simplemente de ponernos delante de un espejo,
con un fondo más o menos neutro que no nos distraiga mucho, y desenfocar un
poco la vista. Vamos a tratar de conseguir percibir los diferentes niveles
energéticos y de conciencia que cohabitan dentro del cuerpo físico, ósea, vamos
a ver si conseguimos captar, aunque sea sutilmente, la esencia más profunda de
nosotros mismos.
Lo primero es que, para poder ver algo diferente a la
cara que tenemos todos los días, hay que relajarse, ya que debemos apartar la
mente consciente y dejar que los sentidos perciban otro rango “frecuencial” que
normalmente está bloqueado cuando tenemos el cerebro funcionando a pleno
rendimiento en estado beta.
Así que lo primero que sucede es que se difumina un
poco nuestra vista, y perdemos nitidez de la imagen reflejada, y si estamos
calmados y concentrados, empezamos primero a ver unas sombras y formas en la
cara que es el llamado cuerpo etéreo. No hay que asustarse, tiene pinta de ser
un esqueleto pero no es más que uno de los componentes de nuestro sistema
energético. Estamos tocando la superficie nada más, hay que ir más profundo.
Si seguimos insistiendo, y entrando en estados de
relajación más profundos, quizás veáis de nuevo como vuestra configuración
fácil cambia, la imagen se distorsiona un poco, etc. Son simplemente diferentes
facetas mezcladas y superpuestas de la suma de los diferentes niveles de
conciencia. Si seguimos tratando de ver más profundamente, es posible que surja
una imagen diferente, una especie de figura andrógina, “calva”, más brillante.
Y es espeluznante verte así. Es lo más “profundo” que he llegado a percibirme a
mí mismo, y creo que es parte de la esencia más íntima de cada uno de nosotros.
Constancia y
relajación
La primera vez que me vi a mi mismo de esta forma no
aguante la imagen más que unos pocos segundos, pues la mente enseguida entra en
juego, pero volviéndolo a hacer con constancia y calma puedes sostener más
tiempo esta visión de ti mismo en el espejo y analizarte. Y no, no es tu
imaginación y no te lo estas inventando, estás percibiendo con tus sentidos
normales un rango de “energía” o frecuencia que aparece solo cuando relajamos
la mente y damos salida a componentes normalmente ocultos de nosotros mismos,
pero que siempre están ahí. Tiene una aplicación muy práctica, te abre la
mente, te proporciona una visión de ti mismo diferente, y te da una “prueba”
visual que somos mucho más que este cuerpo humano que habitamos.
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