LOS MISTERIOS EGIPCIOS SEGÚN EL TRATADO
DE ISIS Y OSIRIS DE PLUTARCO
Carlos del Tilo
Los griegos han recogido el saber de los
egipcios, se puede encontrar íntegramente en la tradición griega. Pero nos es
muy difícil en la actualidad establecer las correspondencias entre los símbolos
y las imágenes de ambas tradiciones. Además, aunque podemos entender la lengua
egipcia, es decir los textos escritos en jeroglíficos en las tumbas y
monumentos, no tenemos, sin embargo, la llave de las vocales, o sea, de su
pronunciación.
La mayoría de los filósofos griegos
fueron a instruirse con los sacerdotes egipcios. Citemos por ejemplo, a Orfeo,
Homero (1), Thales, Solón, Pitágoras, Demócrito, Herodoto, Platón, Eudoxio de
Cnide (2), el Hermes griego, Plotino, Jámblico, Proclo y a Plutarco.
Este último nos interesa particularmente
porque nos dejó un tratado entero dedicado a la ciencia sagrada de los
egipcios(3), explicándonos el sentido de sus principales figuras e imágenes.
Era gran sacerdote de Apolo e iniciado en
los misterios de Dionisio; estaba muy atraído por Egipto, así como sus maestros
preferidos, Pitágoras y Platón. Allí tuvo contacto con los sacerdotes de
Osiris.
Este historiador y filósofo griego vivió
en Queronea del año 45 al 125 después de J.C. Mario Meunier, en el prefacio de
su traducción De Isis y Osiris de
Plutarco (4), afirma: «Todos los egiptólogos están de acuerdo en este punto:
Plutarco se apoya en documentos puramente egipcios; no hay duda -dicen- de que
Plutarco esté bien informado en cuanto a la religión egipcia».
El tratado, que nos proponemos resumir en
este artículo, constituye uno de los mejores y más completos testimonios
antiguos sobre los misterios egipcios y el mito de Isis y Osiris.
Desde el principio, Plutarco nos avisa de
que las prescripciones o prohibiciones, las imágenes o fábulas no deben ser
tomadas al pie de la letra, pues no son más que símbolos que sirven para
elevarnos al conocimiento verdadero de los dioses: «Por ello, tantas veces como
oigas lo que la mitología egipcia relata sobre los dioses: que anduvieron
errantes, que fueron desmembrados, que sufrieron innumerables tormentos;
tendrás que recordar lo que hemos dicho, sin creer que todo ello sucediera de
la manera como se cuenta». (5)
Toda la mitología de los egipcios y de
sus misterios están centrados en el mito de Osiris; su vida, su pasión, muerte
y resurrección.
Según Plutarco, de la diosa del Cielo,
Rea, NUIT o NEIT para los egipcios, nacieron cinco dioses:
-OSIRIS, hijo de Ra, el Sol.
-ARUERIS, llamado Horus el viejo, hijo de
Ra.
-TIFÓN o SET, el enemigo, dios de la
sequedad, hijo de Geb (Cronos para los griegos) dios de la Tierra.
-ISIS, hija de Thot (Hermes para los
griegos).
-NEFITIS (Afrodita para los griegos, hija
de Geb).
Antes de relatar la historia de Osiris el
autor nos explica el sentido de algunos de estos nombres.
Isis (6) es la diosa sabia y amiga de la
Sabiduría; su nombre parece proceder de un verbo antiguo isemi: saber.
Tifón, su enemigo, deriva de otro
verbo tufein: cegar. Está
cegado por el humo de la ignorancia y del error, y no procura más que destrozar
y empeñar la Palabra Sagrada, representada por Osiris. Pero la diosa Isis sabe
reunirla, mantenerla en orden y transmitirla a los iniciados que se consagran
al culto de su divinidad. El Ser primero y soberano vive y reside con ella.
Por otra parte, el nombre mismo del
templo de la diosa indica que encierra el conocimiento de la ciencia del Ser
que Es: se llama Iseión,
es decir: la casa en la que se puede adquirir la ciencia del Ser; además, el
jeroglífico egipcio que forma la palabra Isis sirve para escribir la palabra
morada, residencia, sede. Plutarco dice que Isis vive y cohabita con el Ser
primero. Isis es la sede y el receptáculo de la generación.
Isis es quien revela las cosas divinas.
Según este autor, parece ser que la diosa
griega Atenea corresponde a la Isis egipcia. Tenía un templo en la ciudad
egipcia de Sais; era la esposa de Osiris y sobre su estatua (se llamaba también
Nuit o Neit) se podía leer esta inscripción:«Soy todo lo que ha sido, todo lo
que es y todo lo que será, y mi velo no ha sido nunca levantado por ningún
mortal; el fruto que he engendrado ha sido el Sol».
Por otra parte, el nombre propio de Zeus
en lengua egipcia es Amún, nombre que los egipcios han alterado pronunciándolo
Ammón. Amún, según Manetón, quiere decir: cosa oculta, o acción de ocultar.
La raíz Amn parece significar también: ‘crear’. Los egipcios lo
llamaban también Amún Ra, dios solar, este dios se confundió finalmente con
Osiris y representa el fuego oculto difundido en la naturaleza (7).
El mito de Osiris
Lo resumimos en sus puntos esenciales.
Osiris tuvo por mujer a Isis, Nefitis era
esposa de Tifón. Osiris reinó en Egipto, estableció sus leyes, enseñó al pueblo
a cultivar el trigo y la viña y la elaboración del vino; recorría la tierra y
atraía a los hombres por la persuasión y, también, seduciéndoles mediante sus
cantos y su música. (Orfeo encantaba a las fieras con su lira). Plutarco afirma
que Osiris es el mismo dios que Dionisio o Baco en Grecia.
Cuando Osiris regresó de su viaje, Tifón,
su enemigo, con la ayuda de setenta y dos cómplices, le hizo caer en una
emboscada y lo encerró en un cofre, el cual fue arrojado al río, que lo llevó
hasta el mar.
Estos acontecimientos ocurrieron, según
se cuenta, el día 17 del mes de atir (octubre-noviembre,
signo de Escorpión), en el vigésimo año del reinado de Osiris.
Isis se vistió de luto y buscó el cofre,
acompañada por el dios Anubis (8), hijo de Osiris y Nefitis. Lo encontró parado
al pie de un tamarisco en el territorio de Biblos, ciudad Fenicia, célebre por
su culto a Adonis, dios que, como Osiris, moría para resucitar.
Después de varios acontecimientos, Isis
trajo de nuevo a Egipto el cuerpo de su esposo, dejándolo en un lugar retirado.
Tifón lo encontró y lo cortó en catorce pedazos que dispersó en todas
direcciones. Isis se puso a buscarlos y cada vez que encontraba un trozo del
cuerpo de Osiris, elevaba una tumba, esto dice la leyenda, a fin de que Tifón
permaneciera en la ignorancia de la verdadera tumba de Osiris. La única parte
de su cuerpo que Isis no pudo encontrar fue el miembro viril, al cual ordenó
honrar en los templos (9).
Horus (10), hijo de Osiris y de Isis
luchó contra Tifón, que fue capturado finalmente. Isis no lo mató; al
contrario, lo dejó en libertad después de castrarle (11).
Plutarco termina la narración del mito
osiriano, diciendo que es la imagen de una cierta verdad, que se manifiesta por
medio de los múltiples símbolos, ritos y cultos que suscita. Existía, por
ejemplo, la costumbre de cortar leña en la ceremonia celebrada durante una
fiesta en honor de Isis; consistía en cortar un pino, quitándole el corazón y
sustituirlo en una estatua de Osiris, hecha de la misma madera.
En una colección de dichos de Cristo,
llamada Logía agrafa, es
decir, palabras que la tradición nos conservó, pero que no están en los libros
canónicos, encontramos esta frase: «Parte el leño y allí estoy». El símbolo del
Árbol de Navidad parece proceder de Egipto y, sobre todo, el del leño de la
Nochebuena: en los países del Norte, al pie del Árbol de Navidad se pone un
niño Jesús acostado en un leño, vaciado en forma de cuna. De esto procede la
costumbre de comer, en esta ocasión, un pastel en forma de leño.
Antes de empezar la interpretación
profunda del mito, Plutarco explica el sentido de la palabra Amentit que significa: ‘el que
recibe y da’. Parece corresponder al Hades de los griegos, la morada de las sombras, y al Sheol hebreo. Es la región donde
van los muertos siguiendo la puesta del sol en dirección al Norte (12). Según
Maspero (13) en medio de esta región se situaban lis jardines de Ialu, lugar de fertilidad inagotable
donde las almas de los justos quedaban protegidas: el Jardín de Edén. El Amentit, como el Hades, es quien recibe a los
espíritus y, también quien les entrega la recompensa (14).
Osiris, dice Plutarco, representa el
Nilo, porque es el principio y la potencia de todo lo que es húmedo, la causa
de toda generación y de la sustancia de todo germen. Osiris se une Isis o la
tierra.
Tifón, en cambio, está representado por
el mar, a causa de la sal que contiene. Es, pues, el principio de todo lo que
es desecación, de todo lo que es ardiente, en una palabra, de todo lo que es
hostil al húmedo generador.
Tifón es de color rojizo. Osiris, de
color marrón oscuro. El buey Apis o Mnevis es de color negro, así como la
tierra de Egipto, llamada chemia:
‘tierra negra’.
Dionisio (15), el soberano señor de la
naturaleza húmeda, es llamado ués húmedo
y, Plutarco añade, este dios griego no es otro que Osiris que los egipcios
pronuncian Hysirus, de la
misma raíz que ués.
En cuanto a la identidad entre Osiris y
Dionisio, Plutarco dice que los misterios de Dionisio son los mismos que los de
Osiris. Diodoro de Sicilia afirma lo mismo y añade que Isis es la misma que
Demeter o Ceres.
El junco estaba consagrado a Osiris,
representando el principio húmedo y de generación. Era un emblema fálico. Dios
es, en efecto, el principio multiplicador de todo y dice Plutarco: «Tenemos
costumbre de representar la multiplicación por el número tres; por ejemplo:
Tres veces feliz».
En cuanto a la narración del mito que
dice que Tifón arrojó al río el miembro viril de Osiris, al que Isis no pudo
encontrar pero que ordenó honrarlo, esta narración significa que la potencia
fecundadora y reproductora de Dios encontró su primer elemento en lo húmedo,
por medio del cual se comunica a todo lo que es por naturaleza capaz de
engendrar.
Además, un historiador griego cuenta que
Dionisio era también llamado por los egipcios: Arsafés, palabra que significa energía viril; era un
dios-carnero, un dios-aries, indicando la fuerza generativa que actúa, sobre
todo, a partir del equinoccio de primavera. El dios Aries de los egipcios
representa, pues, el espíritu generador de Amún-Ra-Sol, Osiris, Zeus para los
griegos, que se manifiesta particularmente en primavera.
Puesto que la crecida del Nilo baja en el
mes de noviembre, es decir, en el mes de atir (16), tercer mes del año egipcio, los egipcios dicen
que es en este momento cuando Osiris muere y desaparece (17).
Los egipcios decían que Osiris vivió
veintiocho años, número que corresponde a los días de la luna. El
desmembramiento de Osiris en catorce trozos está relacionado con los días de la
luna menguante. Cabe observar con más detalle esta relación entre Osiris y la
Luna (o Isis): Plutarco nos dice que los egipcios celebraban una fiesta llamada
«la entrada de Osiris en la Luna»; se celebraba al principio de la primavera,
en el mes de famenot,
séptimo mes (finales de febrero y marzo); era la fiesta de la luna llena de
primavera, cuya aparición coincide con el despertar de las fuerzas de la
Naturaleza. Observemos que en el ciclo litúrgico cristiano, la fiesta de Pascua
de Resurrección se ha fijado en el domingo siguiente a la luna llena de
primavera. Así pues, Plutarco dice que los egipcios, colocando en la luna la
potencia de Osiris, quieren enseñar que este dios se une con Isis, la fuerza
productora. Por esto, llaman a Isis «la Madre del Mundo» y le atribuyen una
naturaleza a la vez varonil y femenina, puesto que fecundada y preñada por el
sol, emite a su vez y siembra en los aires principios generadores (18). Hemos
visto que el jeroglífico que sirve para escribir Isis, significa también ‘sede,
morada, residencia’ y podría ser en este sentido que los cabalistas hebreos
dijeran: «Mucha gente
quiere ver al Rey, pero olvidan preguntar, primero, dónde está la casa del
Rey».
Nefitis, esposa de Tifón, tuvo relaciones
con Osiris y engendró de éste a Anubis; Isis reconoció a este niño. En efecto,
Nefitis representa lo que está debajo de la tierra, lo que no se ve. Isis, al
contrario, lo que está sobre la tierra, lo que se ve. Así pues, Anubis es
llamado «horizonte», porque es común a los dos; es, a la vez, subterráneo y
celeste.
De todo lo que ha sido expuesto hasta
ahora resulta, dice Plutarco, que si bien cada una de estas explicaciones en
particular no es exacta, en su conjunto, sí se les considera como justas. En
efecto, no son las sequías causadas por el calor, el viento, el mar salado o
las tinieblas los que representan a Tifón, sino, más bien, todo lo que la
naturaleza contiene de nocivo y destructor.
Más adelante, Plutarco nos habla del
problema del mal y dice que existe una doctrina sobre ello que procede de la
más remota antigüedad. Se encuentra en todas las tradiciones, en los ritos
iniciáticos tanto de los bárbaros como de los griegos.
Esta doctrina enseña que el bien y el mal
están mezclados y que no existe nada de lo que produce la naturaleza que esté
exento de esta mezcla. Todo nos viene de dos principios opuestos, de dos
fuerzas contrarias. Es la mezcla inherente a la vida. Si nada se hace sin
causa, es necesario que haya en la naturaleza, tal y como ocurre con el bien,
un principio particular que cause el mal.
Después de hablar de la doctrina del mago
Zoroastro que vivió dice, cinco mil años antes de la guerra de Troya, Plutarco
vuelve a la teología egipcia, en la que dos principios opuestos están
representados por Osiris y por Tifón. La lucha de ambos termina con la derrota
del principio del mal y la victoria de Horus, u Osiris resucitado.
Osiris representa todo lo que es y se
hace de excelente.
Tifón, por el contrario, es todo lo que
hay de apasionado, de no razonable, todo lo que hay de perecedero y de nocivo
en el cuerpo y en el espíritu del Universo.
Otro nombre de Tifón es Set, que
significa: fuerza opresiva o vuelco; también se llama Bebon, que significa: ‘obstáculo,
impedimento’.
El asno para los egipcios simboliza a
Tifón; es de color rojizo como la arena y la roca árida del desierto. También
el hipopótamo y el cocodrilo representan a Tifón. En los sacrificios que se
hacen en el séptimo día del mes de tibi,
día llamado «el Regreso de Osiris», se modela en galletas la figura de un
hipopótamo encadenado; para significar la sujeción del principio del mal.
El mes de tibi, el quinto mes, corresponde a finales de diciembre y a
enero. El regreso de Osiris o su Epifanía se sitúa en el momento del año que el
sol empieza a crecer, o sea, en el solsticio de invierno. Es precisamente en
esta misma época cuando los cristianos celebran la Navidad y la Epifanía,
palabra que significa: ‘manifestación, aparición, visión’. Aparición del niño
Jesús o del niño Osiris-Horus. Observemos que el asno está presente en el
Pesebre, pero en este caso está pacificado (19). El asno, como el hipopótamo,
es un símbolo de Tifón, el principio del mal, que parece indispensable para la
manifestación de la divinidad. Si la presencia de Tifón o el asno, los dioses
no pueden manifestarse sobre la tierra. Así se explica la lucha entre
Osiris-Isis-Horus por una parte, y Tifón por otra, lucha que terminó con la
derrota de Tifón que no fue muerto, sino solamente castrado. Su fuerza nociva
le fue quitada, de este modo se convirtió en el buen asno que lleva a los
dioses. El Señor se manifiesta sobre un asno. (20) El asno es, pues, el lazo,
el vínculo de la Palabra, del Verbo, necesario para que éste se condense. En
hebreo la palabra que significa asno quiere decir también: soporte, asiento y
al mismo tiempo estúpido. El Zohar
dice lo siguiente: «Se puede esclavizar al asno (o sea, al diablo) con el
nombre sagrado Shaddaï y
por esto la Escritura dice que el Mesías viene montando un asno » (21).
En el tratado de Saint-Baque de Bufor,
titulado la Concordancia
Físico-Mito-Cábala-Hermética (22), leemos lo siguiente:
«La materia del Arte sacerdotal es un
limo compuesto de tierra y agua, o sea, de dos substancias, una fija y otra
volátil. Los sacerdotes egipcios personificaron estas dos sustancias; llamaron
a Osiris o fuego oculto: el principio activo, seco, cálido y masculino: en
cambio, llamaron a Isis el principio pasivo, frío, húmedo y femenino. Añadieron
un tercer principio, al que llamaron Tifón, considerado como el hermano uterino
porque las sustancias homogéneas, radicales y celestes que representan a Isis y
Osiris deben al cielo su origen, y, en cambio, los espíritus heterogéneos,
impuros, accidentales y terrestres significados por Tifón, son los vapores de
la tierra, que en la ficción se supone que es la madre común. Así pues, aunque
la teología egipcia considere a Tifón execrable, es preciso observar que sin
él, Isis y Osiris no pueden ser congelados ni vueltos sensibles; de modo que es
debido a esta deidad impura que los Sabios pueden conocer su Primera Materia,
la cual, sin esta causa de condensación, permanecería invisible, tal como está
en el aire».
Plutarco continúa sus explicaciones diciendo
que Osiris está representado por un ojo y un cetro, significando
respectivamente la previsión y la potencia. Otro símbolo de Osiris es el
gavilán.
La luna o Isis era denominada la «Madre del Mundo» porque
desprende en el aire los principios fundamentales que recibió del Sol. Isis es,
pues, la naturaleza considerada como mujer y apta para recibir toda generación.
Es en este sentido que Platón la llama «nodriza y la que contiene todo». La
mayoría de autores la llaman «Diosa de los innumerables nombres», porque recibe
toda clase de formas y apariencias. Apuleyo, en su obra llamada Las Metamorfosis o el Asno de Oro llama a Isis
«Reina del Cielo» y cuando se manifiesta al protagonista llamado Lucius, le
dice:
«Soy la naturaleza, la madre de las
cosas, dueña de todos los elementos, origen y principio de los siglos,
divinidad suprema, reina de los manes, o espíritus de los muertos, primera
entre los habitantes del cielo, prototipo uniforme de los dioses y diosas. Soy
yo, cuya voluntad gobierna las bóvedas luminosas del cielo, los soplos
saludables del océano, el silencio lúgubre de los infiernos. Potestad única,
soy, por el universo entero, adorada bajo diversas formas, con ceremonias
diversas, bajo mil nombres diferentes. Los frigios, primeros nacidos sobre la
tierra, me llaman Diosa de Pesimonte y madre de los dioses; los Atenienses me
denominan Minerva Cecropiana, soy Venus de Pafos para los habitantes de Chipre;
Diana Dictina en Creta, Proserpina en Sicilia donde se hablan tres idiomas; soy
Ceres, la antigua divinidad, para los habitantes de Eleusis; Juno para unos,
Bellona para otros; Hécate para estos, Ramnusia para aquellos. Pero en los que
están iluminados primero por los divinos rayos del Sol naciente, los pueblos de
Etiopía, de Aria y los Egipcios, poderosos por su saber antigüo, son los únicos
que me honran con el culto que me es propio; sólo ellos me llaman por mi
verdadero nombre, a saber, La reina Isis». (23)
Plutarco continúa: Isis tiene un amor
innato por el primer principio, que ejerce un poder supremo sobre todas las
cosas; lo quiere y lo persigue, pero huye y rechaza toda participación con el
principio del mal. Se ofrece al primero y se alegra en su unión con él, para
difundir y propagar después los gérmenes productores.
Toda generación es, en efecto, una imagen
en la materia de la sustancia fecundante. No es un despropósito si los egipcios
afirman, en su mitología, que el alma de Osiris es eterna e incorruptible, que
su cuerpo es a menudo desmembrado y escondido por Tifón, y que Isis yerra, lo
busca y, finalmente, consigue reconstituirlo. Es el cuerpo de Osiris
personificado por Horus. Hablando en términos cristianos, Osiris representaría
al Padre, Horus al hijo, e Isis al Espíritu Santo en su aspecto fecundador y
vivificador.
Así pues, la naturaleza más perfecta y
divina, se compone de tres principios que son: La Inteligencia, la Materia y el
producto de su unión: el mundo organizado y perfecto.
Parece probable, según Plutarco, que los
egipcios hayan considerado el triángulo rectángulo como el más hermoso de los
triángulos, comparándolo con la naturaleza del universo.
El lado del ángulo recto representa al
elemento masculino, el padre; la base, al femenino, la madre, y la hipotenusa
el engendrado, el hijo. Son Osiris, Isis y Horus, como resultado de su unión: 3
es el primer número impar y perfecto; cuatro es el cuadrado del primer número
par, y el cinco, compuesto de 2 y de 3, procede a la vez de su padre y de su
madre.
Cinco, en griego pente, deriva de la palabra panta: universo. Además cinco
al cuadrado da el número de las letras del alfabeto egipcio.
Los egipcios tenían también la costumbre
de denominar a Horus con la palabra min,
que significa: ‘visto’, porque el mundo perfecto que representa, es sensible y
visible.
Así pues, cabe subrayar que, según
Plutarco, la realización osiriana es sensible y esta es la marca de la
autenticidad de toda tradición original: la regeneración del hombre caído no es
solamente espiritual sino sensible, tangible. El paralelismo con el
cristianismo es sorprendente, ya que la realización crística es también
sensible. Además, si la encarnación y la resurrección de Osiris se producen
mediante la acción de Isis, su madre, esposa y hermana, también para los
cristianos el misterio de Cristo no puede separarse del misterio virginal y
marial.
En cuanto a Isis, los egipcios la llaman
a veces Mut y a veces Atiri o Hator, lo que significa, respectivamente, ‘madre’
y ‘habitación terrestre’ de Horus.
Hay que pensar que la diosa Isis
participa siempre en la vida del Dios supremo y permanece siempre unida a él
por el amor que siente por los bienes que emanan de él, y nunca se le resiste.
La diosa desea siempre con ardor a su esposo y quiere llenarse de sus esencias
más puras.
Así, cuando Tifón ataca las últimas
emanaciones de este dios y se apodera de ellas, se dice entonces que Isis se
entristece. Busca lo que queda de Osiris y lo recoge en los pliegues de su
vestido; entonces, esconde los trozos con cuidado, a fin de reproducirlos en un
nuevo nacimiento, de que resurjan en su seno.
Efectivamente, las manifestaciones y las
emanaciones de Osiris que brillan en el cielo y en los astros, se conservan en
un estado permanente; pero las que están diseminadas en los elementos sujetos a
modificaciones, en la tierra, en el mar, en las plantas y en los animales, se
disuelven todas, se sepultan, para reaparecer a la luz y manifestarse en un
nuevo nacimiento.
Es lo que enseña la mitología cuando
cuenta que Tifón fue el esposo de Nefitis y que Osiris tuvo relaciones secretas
con ella. En efecto, los últimos estados de la materia llamados Nefitis o
Teleute, están, más que ninguna otra cosa, sometidos al principio destructor o
Tifón. El principio conservador y fecundo, Osiris, no esparce más que gérmenes
débiles a los que Tifón sofoca, salvo los que Isis recoge, salva, alimenta y
reconstituye.
Plutarco nos da la etimología de la
palabra Dios en griego, Teos,
formado de dos palabras: teatos y
teónsignificando respectivamente: ‘contemplado’ y ‘que corre’ (24).
Según Plutarco, el nombre de Isis procede
de dos palabras: Movimiento y Ciencia. Y el nombre de Osiris está formado
también de dos palabras: osios:
‘santo’ y ieros:
‘sagrado’. Existe pues una relación entre las cosas que se encuentran en el
cielo y las que están en el Hades;
los antiguos denominaban santas las cosas del cielo y sagradas las de la
tierra. Esto es Osiris (25). Observemos que la palabra ieros en griego, significa
también ‘templo consagrado a los dioses’, pero significa además ‘el hueso
sacro’ situado en la base
de la columna vertebral.
Plutarco condena la teoría que consiste
en ver en Osiris, únicamente, un antiguo dios de la vegetación. De hecho, su
condena se dirige a los que toman el símbolo por la cosa significada, a los que
piensan que Osiris es el grano de trigo o los brotes nuevos de la vegetación,
por ejemplo:
«Los diversos nombres y los ritos sirven
de símbolos, los unos más oscuros, los otros más claros para aquellos que se
dedican a los estudios sagrados. Estos símbolos les conducen, no sin algunos
peligros, ala inteligencia de las cosas divinas. Efectivamente, algunos de
entre ellos, tomando el mal camino, caen del todo en la superstición; pero
otros huyendo de esta superstición como de una marisma llena de barro, han
caído, sin darse cuenta, en el ateísmo como en un precipicio»
En otro tratado, Plutarco nos da esta
explicación del más puro monoteísmo:
«La divinidad no puede ser múltiple, ella
llena la eternidad de un ahora que no acaba nunca. La mejor manera de nombrar a
Dios y saludarle, es el adoptar esta fórmula de algunos antiguos: Tú eres uno;
pero es preciso añadir necesariamente: que lo que es, sea uno y que lo que es
uno, sea. Los egipcios llamaban a la divinidad: El uno que es único y que no
tiene segundo» (26).
Esto nos recuerda las profesiones de fe
de las grandes religiones llamadas monoteístas: Judaísmo, Cristianismo, Islam.
No es de extrañar, si pensamos que proceden de Egipto. Pero no nos fiemos de la
aparente simplicidad de la afirmación monoteísta, ya que si fuese tan evidente
para los fieles no les sería necesario repetirla cada día. En realidad se trata
de un problema muy profundo: la unidad divina se ha perdido para el hombre
caído y su reintegración, su regeneración, consiste precisamente en reunir al
Osiris de abajo con el Osiris de arriba. Los hebreos enseñan que el nombre
de Adonai se ha
dividido en dos por el hecho de la transgresión adámica. Los justos son
aquellos que reunifican el nombre de Dios. Es lo que dice Zacarías XIV, 9: «Es este día el
Señor será uno y su nombre, uno». Esta unidad sólo se puede conocer
experimentalmente; es el resultado de una realización y no, tal y como podría
pensarse, de una simple fórmula dogmática y especulativa.
Tal como lo hemos dicho al principio de
este artículo, parece cierto que Plutarco escribió en una época en que la
tradición egipcia había degenerado y caído en la superstición.
Su objetivo consistía en hacer comprender
que los nombres de los dioses, sus personalidades, sus cultos e imágenes, los
ritos, los animales de la religión egipcia, no son más que símbolos de las
cosas sagradas.
«Así pues - concluye el autor- si los
Sabios más estimados, tan pronto como hubieron observado en los objetos
inanimados y en las cosas inorgánicas alguna misteriosa relación con la
divinidad, no creyeron deber despreciarla; con mayor razón, me parece, debieron
respetar las particularidades que, en las criaturas sensibles, dotadas de vida,
inclinaciones y costumbres, les presentaban, según su manera de ser, alguna
analogía con el Ser divino»
A propósito de la Ciencia sagrada, un
Sabio escribió esta frase que nos parece resumir el pensamiento de nuestro
filósofo griego: «Las cosas dicen la Palabra, pero la Palabra no está dicha por
las cosas. Las palabras dicen la Cosa, pero la Cosa no está dicha por las
palabras».
________________________
(1): Según Clemente de Alejandría, Homero
era de origen egipcio.
(2): Diodoro de Sicilia afirma que
Euxodio introdujo la astrología egipcia en Grecia.
(3): También Jámblico, Diodoro de Sicilia
y Clemente de Alejandría nos han proporcionado datos sobre la tradición
egipcia.
(4): Ver Plutarco, Los Misterios de Isis y Osiris, edit.
GLOSA, Barcelona, 1976.
(5): Íbidem, §11.
(6): A propósito del jeroglífico de Isis,
leer el artículo: «La Dame aux mille noms» de J. Simar, en la revista
belga Le Fil d’Ariane,
num.6
(7): Es curioso observar que los egipcios
hayan asociado Amún que significa: ‘cosa oculta’, con Ra el dios solar, que
precisamente es la cosa más visible que existe en la naturaleza. He aquí lo que
dice el filósofo hermético Saint-Baque de Bufor a propósito de este tema: «El
fuego celeste está representado por Júpiter, Zeus en griego, y el fuego central
está representado por Vulcano; los dos proceden de una misma raíz, ya que
Vulcano, antes de ser precipitado sobre la tierra, estaba en los cielos. Así
pues, debe concluirse que el fuego central procede del fuego vital celeste a
causa de la circulación eterna que Dios ha impuesto a este último y que, por lo
tanto lo que está arriba es como
lo que está abajo». Al dios Amún podría corresponderle esta sentencia:
«Dios, el fuego secreto que suscita los universos, que los mantiene y que los
consume». De El Mensaje
Reencontrado, en su dedicatoria de la primera página.
(8): Anubis: dios-perro. El que abre los
caminos. Dios del crepúsculo y del horizonte, lugar donde el cielo y la tierra
se mezclan. La unión del cielo y de la tierra.
(9): No solamente los egipcios, dice
Diodoro de Sicilia, sino también otras muchas otras naciones, han dedicado sus
misterios al órgano de la generación. De esta manera, honran al principio
fecundante.
Existe una relación entre el sexo y la
palabra, por ejemplo, la muda de la voz de la pubertad. Todas las tradiciones
hablan en términos más o menos velados de este misterio. Los dos están en
relación con la fuerza generativa del universo. Los griegos llamaban Logos a la Palabra creadora.
(10): Horus niño o Horus el joven, era
llamado Harpócrates, el Sol naciente. Plutarco dice que personifica al germen
que empieza a brotar. Horus representa a Osiris resucitado, después de la
reunión hecha por Isis de sus miembros dispersados por Tifón.
(11): El principio del mal personificado
por Tifón, no fue destruido, sino simplemente neutralizado.
(12): Referente al norte, consultar Henry
Corbín: L’homme de Lumière,
París, 1971, capítulo III, pág.63-83.
(13): G. Maspero, Bibliothèque Egyptologique. Etudes de
Mythologie et d’Archéologie Egyptiennes. 8 Vols.
(14): Sheol en hebreo proviene de una raíz, shaal, que significa pedir. El Sheol siempre pide y nunca está
saciado. En el centro de su infierno, en el lugar más profundo, Dante sitúa a
Lucifer inmovilizado hasta el vientre en un lago de hielo y que devora con
avidez a los habitantes de la tenebrosa morada. Virgilio, el guía que acompaña
a Dante en su viaje, le permite atravesar sin daño la triste región de envidia
y desolación y hallar impunemente la salida que conduce al Paraíso de los
elogios, a los Jardines de Ialu de los egipcios. El Sheol, el Amentit son, pues, el norte, de
donde proviene lo bueno y lo malo. La puerta del norte es la puerta cerrada.
Allí se encuentra la estrella del Norte, que permite al viajero, al náufrago,
orientarse, la estrella que conduce y guía a los sabios Magos a Belén; es,
también, la columna de luz que iba delante del pueblo elegido en su salida de
la tierra de exilio. Para ellos era luz, y al mismo tiempo, era tinieblas para
los impíos e infieles. Los antiguos persas, discípulos de Zoroastro, enseñaban
que la morada del Ángel de la iniciación, Sraosha, está situada al norte, en el
Polo donde se encuentra la estrella Polar. Los musulmanes shiitas de Irán le
llaman el «Imam escondido». Ver: H.Corbin, En Islam Iranien, vol. IV, p. 303: «Le douzième Imam et la Chevalerie Spirituelle».
(15): Del mismo modo que Osiris fue
desmembrado por Tifón, reconstruido por Isis y después resucitado, también
Dionisio fue desmembrado por los Titanes y devorado. Los Titanes fueron
castigados por Zeus y reducidos a ceniza. Dionisio volvió a la vida gracias a
la ayuda de divinidades femeninas, Athena, Rea, Demeter. El mito también dice
que de las cenizas de los Titanes nacieron los hombres. Cada uno de ellos
posee, en sí mismo, una parcela ínfima de Dionisio. Este Dionisio, encarcelado en
el cuerpo humano y en el mundo como en una prisión, debe liberarse con la ayuda
del Dionisio celeste; así, el hombre pasa de la vidas titánica, o exiliada, a
la vida olímpica o única.
(16): El día diecisiete de este mes: los
Pitagóricos tienen un horror absoluto y sagrado por este número, ya que separa
el número cuadrado 16 y el número rectangular 18 (4x4 y 3x6).
(17): En astrología el signo de Escorpión
corresponde a la casa VIII y significa la muerte y la regeneración. . El sol se
debilita y es como si muriese la naturaleza. Los campesinos dicen que no se
puede trasplantar un árbol, antes del día dos de Noviembre, el día de los
muertos en el calendario litúrgico católico, porque solamente a partir de esta
fecha se considera que la savia ya no circula en las plantas.
(18): El autor de El Mensaje Reencontrado parece
hablar el mismo lenguaje cuando dice (II, 71’): «La Madre Universal que existe
por Dios quien la modela a su gusto. La fecundadora del cielo. La fecundada de
Dios. La fecunda de la tierra».
(19): El Mensaje Reencontrado (XL, 16): «Muchos pastores son de
buena voluntad, pero han perdido la sal de la sabiduría, y los más instruidos
de entre ellos ya no la conocen más que por símbolos y de oídas, sin saber en
verdad de qué se trata. -Felices quienes se acuerdan de que el Señor nació en
un humilde establo, muy felices quienes se encuentran su huella en este mundo y
felicísimos quienes le calientan de nuevo como asnos sabios».
(20): Ed. Obelisco. Barcelona, 1986, p.
63
(21): ver la Fiesta de Ramos en la que se
celebra su entrada en Jerusalén. (Mateo XXI-I,
11).
(22): Zacarías IX, 9
(23): Platón dice, que los primeros
hombres que habitaron en Grecia, según parece, no conocieron otros dioses que
los que todavía hoy en día son honrados en el país de los bárbaros: el sol, la
luna, los astros, el cielo y la tierra. Como los veían en perpetuo movimiento y
siempre corriendo, a causa de esta propiedad que manifiestan: ‘correr’, tein, los llamaron Teoi: ‘dioses’.
(24): Libro XI,1.
(25): El Corán dice: «Él es Allah en los
cielos y la tierra.»
(26): «Sobre la E de Delfos», en Obras Morales y de Costumbres, 393-B.
Ed. AKAL; Barcelona 1987 p.159.
LOS MISTERIOS EGIPCIOS SEGÚN EL TRATADO
DE ISIS Y OSIRIS DE PLUTARCO
Carlos del Tilo
Los griegos han recogido el saber de los
egipcios, se puede encontrar íntegramente en la tradición griega. Pero nos es
muy difícil en la actualidad establecer las correspondencias entre los símbolos
y las imágenes de ambas tradiciones. Además, aunque podemos entender la lengua
egipcia, es decir los textos escritos en jeroglíficos en las tumbas y
monumentos, no tenemos, sin embargo, la llave de las vocales, o sea, de su
pronunciación.
La mayoría de los filósofos griegos
fueron a instruirse con los sacerdotes egipcios. Citemos por ejemplo, a Orfeo,
Homero (1), Thales, Solón, Pitágoras, Demócrito, Herodoto, Platón, Eudoxio de
Cnide (2), el Hermes griego, Plotino, Jámblico, Proclo y a Plutarco.
Este último nos interesa particularmente
porque nos dejó un tratado entero dedicado a la ciencia sagrada de los
egipcios(3), explicándonos el sentido de sus principales figuras e imágenes.
Era gran sacerdote de Apolo e iniciado en
los misterios de Dionisio; estaba muy atraído por Egipto, así como sus maestros
preferidos, Pitágoras y Platón. Allí tuvo contacto con los sacerdotes de
Osiris.
Este historiador y filósofo griego vivió
en Queronea del año 45 al 125 después de J.C. Mario Meunier, en el prefacio de
su traducción De Isis y Osiris de
Plutarco (4), afirma: «Todos los egiptólogos están de acuerdo en este punto:
Plutarco se apoya en documentos puramente egipcios; no hay duda -dicen- de que
Plutarco esté bien informado en cuanto a la religión egipcia».
El tratado, que nos proponemos resumir en
este artículo, constituye uno de los mejores y más completos testimonios
antiguos sobre los misterios egipcios y el mito de Isis y Osiris.
Desde el principio, Plutarco nos avisa de
que las prescripciones o prohibiciones, las imágenes o fábulas no deben ser
tomadas al pie de la letra, pues no son más que símbolos que sirven para
elevarnos al conocimiento verdadero de los dioses: «Por ello, tantas veces como
oigas lo que la mitología egipcia relata sobre los dioses: que anduvieron
errantes, que fueron desmembrados, que sufrieron innumerables tormentos;
tendrás que recordar lo que hemos dicho, sin creer que todo ello sucediera de
la manera como se cuenta». (5)
Toda la mitología de los egipcios y de
sus misterios están centrados en el mito de Osiris; su vida, su pasión, muerte
y resurrección.
Según Plutarco, de la diosa del Cielo,
Rea, NUIT o NEIT para los egipcios, nacieron cinco dioses:
-OSIRIS, hijo de Ra, el Sol.
-ARUERIS, llamado Horus el viejo, hijo de
Ra.
-TIFÓN o SET, el enemigo, dios de la
sequedad, hijo de Geb (Cronos para los griegos) dios de la Tierra.
-ISIS, hija de Thot (Hermes para los
griegos).
-NEFITIS (Afrodita para los griegos, hija
de Geb).
Antes de relatar la historia de Osiris el
autor nos explica el sentido de algunos de estos nombres.
Isis (6) es la diosa sabia y amiga de la
Sabiduría; su nombre parece proceder de un verbo antiguo isemi: saber.
Tifón, su enemigo, deriva de otro
verbo tufein: cegar. Está
cegado por el humo de la ignorancia y del error, y no procura más que destrozar
y empeñar la Palabra Sagrada, representada por Osiris. Pero la diosa Isis sabe
reunirla, mantenerla en orden y transmitirla a los iniciados que se consagran
al culto de su divinidad. El Ser primero y soberano vive y reside con ella.
Por otra parte, el nombre mismo del
templo de la diosa indica que encierra el conocimiento de la ciencia del Ser
que Es: se llama Iseión,
es decir: la casa en la que se puede adquirir la ciencia del Ser; además, el
jeroglífico egipcio que forma la palabra Isis sirve para escribir la palabra
morada, residencia, sede. Plutarco dice que Isis vive y cohabita con el Ser
primero. Isis es la sede y el receptáculo de la generación.
Isis es quien revela las cosas divinas.
Según este autor, parece ser que la diosa
griega Atenea corresponde a la Isis egipcia. Tenía un templo en la ciudad
egipcia de Sais; era la esposa de Osiris y sobre su estatua (se llamaba también
Nuit o Neit) se podía leer esta inscripción:«Soy todo lo que ha sido, todo lo
que es y todo lo que será, y mi velo no ha sido nunca levantado por ningún
mortal; el fruto que he engendrado ha sido el Sol».
Por otra parte, el nombre propio de Zeus
en lengua egipcia es Amún, nombre que los egipcios han alterado pronunciándolo
Ammón. Amún, según Manetón, quiere decir: cosa oculta, o acción de ocultar.
La raíz Amn parece significar también: ‘crear’. Los egipcios lo
llamaban también Amún Ra, dios solar, este dios se confundió finalmente con
Osiris y representa el fuego oculto difundido en la naturaleza (7).
El mito de Osiris
Lo resumimos en sus puntos esenciales.
Osiris tuvo por mujer a Isis, Nefitis era
esposa de Tifón. Osiris reinó en Egipto, estableció sus leyes, enseñó al pueblo
a cultivar el trigo y la viña y la elaboración del vino; recorría la tierra y
atraía a los hombres por la persuasión y, también, seduciéndoles mediante sus
cantos y su música. (Orfeo encantaba a las fieras con su lira). Plutarco afirma
que Osiris es el mismo dios que Dionisio o Baco en Grecia.
Cuando Osiris regresó de su viaje, Tifón,
su enemigo, con la ayuda de setenta y dos cómplices, le hizo caer en una
emboscada y lo encerró en un cofre, el cual fue arrojado al río, que lo llevó
hasta el mar.
Estos acontecimientos ocurrieron, según
se cuenta, el día 17 del mes de atir (octubre-noviembre,
signo de Escorpión), en el vigésimo año del reinado de Osiris.
Isis se vistió de luto y buscó el cofre,
acompañada por el dios Anubis (8), hijo de Osiris y Nefitis. Lo encontró parado
al pie de un tamarisco en el territorio de Biblos, ciudad Fenicia, célebre por
su culto a Adonis, dios que, como Osiris, moría para resucitar.
Después de varios acontecimientos, Isis
trajo de nuevo a Egipto el cuerpo de su esposo, dejándolo en un lugar retirado.
Tifón lo encontró y lo cortó en catorce pedazos que dispersó en todas
direcciones. Isis se puso a buscarlos y cada vez que encontraba un trozo del
cuerpo de Osiris, elevaba una tumba, esto dice la leyenda, a fin de que Tifón
permaneciera en la ignorancia de la verdadera tumba de Osiris. La única parte
de su cuerpo que Isis no pudo encontrar fue el miembro viril, al cual ordenó
honrar en los templos (9).
Horus (10), hijo de Osiris y de Isis
luchó contra Tifón, que fue capturado finalmente. Isis no lo mató; al
contrario, lo dejó en libertad después de castrarle (11).
Plutarco termina la narración del mito
osiriano, diciendo que es la imagen de una cierta verdad, que se manifiesta por
medio de los múltiples símbolos, ritos y cultos que suscita. Existía, por
ejemplo, la costumbre de cortar leña en la ceremonia celebrada durante una
fiesta en honor de Isis; consistía en cortar un pino, quitándole el corazón y
sustituirlo en una estatua de Osiris, hecha de la misma madera.
En una colección de dichos de Cristo,
llamada Logía agrafa, es
decir, palabras que la tradición nos conservó, pero que no están en los libros
canónicos, encontramos esta frase: «Parte el leño y allí estoy». El símbolo del
Árbol de Navidad parece proceder de Egipto y, sobre todo, el del leño de la
Nochebuena: en los países del Norte, al pie del Árbol de Navidad se pone un
niño Jesús acostado en un leño, vaciado en forma de cuna. De esto procede la
costumbre de comer, en esta ocasión, un pastel en forma de leño.
Antes de empezar la interpretación
profunda del mito, Plutarco explica el sentido de la palabra Amentit que significa: ‘el que
recibe y da’. Parece corresponder al Hades de los griegos, la morada de las sombras, y al Sheol hebreo. Es la región donde
van los muertos siguiendo la puesta del sol en dirección al Norte (12). Según
Maspero (13) en medio de esta región se situaban lis jardines de Ialu, lugar de fertilidad inagotable
donde las almas de los justos quedaban protegidas: el Jardín de Edén. El Amentit, como el Hades, es quien recibe a los
espíritus y, también quien les entrega la recompensa (14).
Osiris, dice Plutarco, representa el
Nilo, porque es el principio y la potencia de todo lo que es húmedo, la causa
de toda generación y de la sustancia de todo germen. Osiris se une Isis o la
tierra.
Tifón, en cambio, está representado por
el mar, a causa de la sal que contiene. Es, pues, el principio de todo lo que
es desecación, de todo lo que es ardiente, en una palabra, de todo lo que es
hostil al húmedo generador.
Tifón es de color rojizo. Osiris, de
color marrón oscuro. El buey Apis o Mnevis es de color negro, así como la
tierra de Egipto, llamada chemia:
‘tierra negra’.
Dionisio (15), el soberano señor de la
naturaleza húmeda, es llamado ués húmedo
y, Plutarco añade, este dios griego no es otro que Osiris que los egipcios
pronuncian Hysirus, de la
misma raíz que ués.
En cuanto a la identidad entre Osiris y
Dionisio, Plutarco dice que los misterios de Dionisio son los mismos que los de
Osiris. Diodoro de Sicilia afirma lo mismo y añade que Isis es la misma que
Demeter o Ceres.
El junco estaba consagrado a Osiris,
representando el principio húmedo y de generación. Era un emblema fálico. Dios
es, en efecto, el principio multiplicador de todo y dice Plutarco: «Tenemos
costumbre de representar la multiplicación por el número tres; por ejemplo:
Tres veces feliz».
En cuanto a la narración del mito que
dice que Tifón arrojó al río el miembro viril de Osiris, al que Isis no pudo
encontrar pero que ordenó honrarlo, esta narración significa que la potencia
fecundadora y reproductora de Dios encontró su primer elemento en lo húmedo,
por medio del cual se comunica a todo lo que es por naturaleza capaz de
engendrar.
Además, un historiador griego cuenta que
Dionisio era también llamado por los egipcios: Arsafés, palabra que significa energía viril; era un
dios-carnero, un dios-aries, indicando la fuerza generativa que actúa, sobre
todo, a partir del equinoccio de primavera. El dios Aries de los egipcios
representa, pues, el espíritu generador de Amún-Ra-Sol, Osiris, Zeus para los
griegos, que se manifiesta particularmente en primavera.
Puesto que la crecida del Nilo baja en el
mes de noviembre, es decir, en el mes de atir (16), tercer mes del año egipcio, los egipcios dicen
que es en este momento cuando Osiris muere y desaparece (17).
Los egipcios decían que Osiris vivió
veintiocho años, número que corresponde a los días de la luna. El
desmembramiento de Osiris en catorce trozos está relacionado con los días de la
luna menguante. Cabe observar con más detalle esta relación entre Osiris y la
Luna (o Isis): Plutarco nos dice que los egipcios celebraban una fiesta llamada
«la entrada de Osiris en la Luna»; se celebraba al principio de la primavera,
en el mes de famenot,
séptimo mes (finales de febrero y marzo); era la fiesta de la luna llena de
primavera, cuya aparición coincide con el despertar de las fuerzas de la
Naturaleza. Observemos que en el ciclo litúrgico cristiano, la fiesta de Pascua
de Resurrección se ha fijado en el domingo siguiente a la luna llena de
primavera. Así pues, Plutarco dice que los egipcios, colocando en la luna la
potencia de Osiris, quieren enseñar que este dios se une con Isis, la fuerza
productora. Por esto, llaman a Isis «la Madre del Mundo» y le atribuyen una
naturaleza a la vez varonil y femenina, puesto que fecundada y preñada por el
sol, emite a su vez y siembra en los aires principios generadores (18). Hemos
visto que el jeroglífico que sirve para escribir Isis, significa también ‘sede,
morada, residencia’ y podría ser en este sentido que los cabalistas hebreos
dijeran: «Mucha gente
quiere ver al Rey, pero olvidan preguntar, primero, dónde está la casa del
Rey».
Nefitis, esposa de Tifón, tuvo relaciones
con Osiris y engendró de éste a Anubis; Isis reconoció a este niño. En efecto,
Nefitis representa lo que está debajo de la tierra, lo que no se ve. Isis, al
contrario, lo que está sobre la tierra, lo que se ve. Así pues, Anubis es
llamado «horizonte», porque es común a los dos; es, a la vez, subterráneo y
celeste.
De todo lo que ha sido expuesto hasta
ahora resulta, dice Plutarco, que si bien cada una de estas explicaciones en
particular no es exacta, en su conjunto, sí se les considera como justas. En
efecto, no son las sequías causadas por el calor, el viento, el mar salado o
las tinieblas los que representan a Tifón, sino, más bien, todo lo que la
naturaleza contiene de nocivo y destructor.
Más adelante, Plutarco nos habla del
problema del mal y dice que existe una doctrina sobre ello que procede de la
más remota antigüedad. Se encuentra en todas las tradiciones, en los ritos
iniciáticos tanto de los bárbaros como de los griegos.
Esta doctrina enseña que el bien y el mal
están mezclados y que no existe nada de lo que produce la naturaleza que esté
exento de esta mezcla. Todo nos viene de dos principios opuestos, de dos
fuerzas contrarias. Es la mezcla inherente a la vida. Si nada se hace sin
causa, es necesario que haya en la naturaleza, tal y como ocurre con el bien,
un principio particular que cause el mal.
Después de hablar de la doctrina del mago
Zoroastro que vivió dice, cinco mil años antes de la guerra de Troya, Plutarco
vuelve a la teología egipcia, en la que dos principios opuestos están
representados por Osiris y por Tifón. La lucha de ambos termina con la derrota
del principio del mal y la victoria de Horus, u Osiris resucitado.
Osiris representa todo lo que es y se
hace de excelente.
Tifón, por el contrario, es todo lo que
hay de apasionado, de no razonable, todo lo que hay de perecedero y de nocivo
en el cuerpo y en el espíritu del Universo.
Otro nombre de Tifón es Set, que
significa: fuerza opresiva o vuelco; también se llama Bebon, que significa: ‘obstáculo,
impedimento’.
El asno para los egipcios simboliza a
Tifón; es de color rojizo como la arena y la roca árida del desierto. También
el hipopótamo y el cocodrilo representan a Tifón. En los sacrificios que se
hacen en el séptimo día del mes de tibi,
día llamado «el Regreso de Osiris», se modela en galletas la figura de un
hipopótamo encadenado; para significar la sujeción del principio del mal.
El mes de tibi, el quinto mes, corresponde a finales de diciembre y a
enero. El regreso de Osiris o su Epifanía se sitúa en el momento del año que el
sol empieza a crecer, o sea, en el solsticio de invierno. Es precisamente en
esta misma época cuando los cristianos celebran la Navidad y la Epifanía,
palabra que significa: ‘manifestación, aparición, visión’. Aparición del niño
Jesús o del niño Osiris-Horus. Observemos que el asno está presente en el
Pesebre, pero en este caso está pacificado (19). El asno, como el hipopótamo,
es un símbolo de Tifón, el principio del mal, que parece indispensable para la
manifestación de la divinidad. Si la presencia de Tifón o el asno, los dioses
no pueden manifestarse sobre la tierra. Así se explica la lucha entre
Osiris-Isis-Horus por una parte, y Tifón por otra, lucha que terminó con la
derrota de Tifón que no fue muerto, sino solamente castrado. Su fuerza nociva
le fue quitada, de este modo se convirtió en el buen asno que lleva a los
dioses. El Señor se manifiesta sobre un asno. (20) El asno es, pues, el lazo,
el vínculo de la Palabra, del Verbo, necesario para que éste se condense. En
hebreo la palabra que significa asno quiere decir también: soporte, asiento y
al mismo tiempo estúpido. El Zohar
dice lo siguiente: «Se puede esclavizar al asno (o sea, al diablo) con el
nombre sagrado Shaddaï y
por esto la Escritura dice que el Mesías viene montando un asno » (21).
En el tratado de Saint-Baque de Bufor,
titulado la Concordancia
Físico-Mito-Cábala-Hermética (22), leemos lo siguiente:
«La materia del Arte sacerdotal es un
limo compuesto de tierra y agua, o sea, de dos substancias, una fija y otra
volátil. Los sacerdotes egipcios personificaron estas dos sustancias; llamaron
a Osiris o fuego oculto: el principio activo, seco, cálido y masculino: en
cambio, llamaron a Isis el principio pasivo, frío, húmedo y femenino. Añadieron
un tercer principio, al que llamaron Tifón, considerado como el hermano uterino
porque las sustancias homogéneas, radicales y celestes que representan a Isis y
Osiris deben al cielo su origen, y, en cambio, los espíritus heterogéneos,
impuros, accidentales y terrestres significados por Tifón, son los vapores de
la tierra, que en la ficción se supone que es la madre común. Así pues, aunque
la teología egipcia considere a Tifón execrable, es preciso observar que sin
él, Isis y Osiris no pueden ser congelados ni vueltos sensibles; de modo que es
debido a esta deidad impura que los Sabios pueden conocer su Primera Materia,
la cual, sin esta causa de condensación, permanecería invisible, tal como está
en el aire».
Plutarco continúa sus explicaciones diciendo
que Osiris está representado por un ojo y un cetro, significando
respectivamente la previsión y la potencia. Otro símbolo de Osiris es el
gavilán.
La luna o Isis era denominada la «Madre del Mundo» porque
desprende en el aire los principios fundamentales que recibió del Sol. Isis es,
pues, la naturaleza considerada como mujer y apta para recibir toda generación.
Es en este sentido que Platón la llama «nodriza y la que contiene todo». La
mayoría de autores la llaman «Diosa de los innumerables nombres», porque recibe
toda clase de formas y apariencias. Apuleyo, en su obra llamada Las Metamorfosis o el Asno de Oro llama a Isis
«Reina del Cielo» y cuando se manifiesta al protagonista llamado Lucius, le
dice:
«Soy la naturaleza, la madre de las
cosas, dueña de todos los elementos, origen y principio de los siglos,
divinidad suprema, reina de los manes, o espíritus de los muertos, primera
entre los habitantes del cielo, prototipo uniforme de los dioses y diosas. Soy
yo, cuya voluntad gobierna las bóvedas luminosas del cielo, los soplos
saludables del océano, el silencio lúgubre de los infiernos. Potestad única,
soy, por el universo entero, adorada bajo diversas formas, con ceremonias
diversas, bajo mil nombres diferentes. Los frigios, primeros nacidos sobre la
tierra, me llaman Diosa de Pesimonte y madre de los dioses; los Atenienses me
denominan Minerva Cecropiana, soy Venus de Pafos para los habitantes de Chipre;
Diana Dictina en Creta, Proserpina en Sicilia donde se hablan tres idiomas; soy
Ceres, la antigua divinidad, para los habitantes de Eleusis; Juno para unos,
Bellona para otros; Hécate para estos, Ramnusia para aquellos. Pero en los que
están iluminados primero por los divinos rayos del Sol naciente, los pueblos de
Etiopía, de Aria y los Egipcios, poderosos por su saber antigüo, son los únicos
que me honran con el culto que me es propio; sólo ellos me llaman por mi
verdadero nombre, a saber, La reina Isis». (23)
Plutarco continúa: Isis tiene un amor
innato por el primer principio, que ejerce un poder supremo sobre todas las
cosas; lo quiere y lo persigue, pero huye y rechaza toda participación con el
principio del mal. Se ofrece al primero y se alegra en su unión con él, para
difundir y propagar después los gérmenes productores.
Toda generación es, en efecto, una imagen
en la materia de la sustancia fecundante. No es un despropósito si los egipcios
afirman, en su mitología, que el alma de Osiris es eterna e incorruptible, que
su cuerpo es a menudo desmembrado y escondido por Tifón, y que Isis yerra, lo
busca y, finalmente, consigue reconstituirlo. Es el cuerpo de Osiris
personificado por Horus. Hablando en términos cristianos, Osiris representaría
al Padre, Horus al hijo, e Isis al Espíritu Santo en su aspecto fecundador y
vivificador.
Así pues, la naturaleza más perfecta y
divina, se compone de tres principios que son: La Inteligencia, la Materia y el
producto de su unión: el mundo organizado y perfecto.
Parece probable, según Plutarco, que los
egipcios hayan considerado el triángulo rectángulo como el más hermoso de los
triángulos, comparándolo con la naturaleza del universo.
El lado del ángulo recto representa al
elemento masculino, el padre; la base, al femenino, la madre, y la hipotenusa
el engendrado, el hijo. Son Osiris, Isis y Horus, como resultado de su unión: 3
es el primer número impar y perfecto; cuatro es el cuadrado del primer número
par, y el cinco, compuesto de 2 y de 3, procede a la vez de su padre y de su
madre.
Cinco, en griego pente, deriva de la palabra panta: universo. Además cinco
al cuadrado da el número de las letras del alfabeto egipcio.
Los egipcios tenían también la costumbre
de denominar a Horus con la palabra min,
que significa: ‘visto’, porque el mundo perfecto que representa, es sensible y
visible.
Así pues, cabe subrayar que, según
Plutarco, la realización osiriana es sensible y esta es la marca de la
autenticidad de toda tradición original: la regeneración del hombre caído no es
solamente espiritual sino sensible, tangible. El paralelismo con el
cristianismo es sorprendente, ya que la realización crística es también
sensible. Además, si la encarnación y la resurrección de Osiris se producen
mediante la acción de Isis, su madre, esposa y hermana, también para los
cristianos el misterio de Cristo no puede separarse del misterio virginal y
marial.
En cuanto a Isis, los egipcios la llaman
a veces Mut y a veces Atiri o Hator, lo que significa, respectivamente, ‘madre’
y ‘habitación terrestre’ de Horus.
Hay que pensar que la diosa Isis
participa siempre en la vida del Dios supremo y permanece siempre unida a él
por el amor que siente por los bienes que emanan de él, y nunca se le resiste.
La diosa desea siempre con ardor a su esposo y quiere llenarse de sus esencias
más puras.
Así, cuando Tifón ataca las últimas
emanaciones de este dios y se apodera de ellas, se dice entonces que Isis se
entristece. Busca lo que queda de Osiris y lo recoge en los pliegues de su
vestido; entonces, esconde los trozos con cuidado, a fin de reproducirlos en un
nuevo nacimiento, de que resurjan en su seno.
Efectivamente, las manifestaciones y las
emanaciones de Osiris que brillan en el cielo y en los astros, se conservan en
un estado permanente; pero las que están diseminadas en los elementos sujetos a
modificaciones, en la tierra, en el mar, en las plantas y en los animales, se
disuelven todas, se sepultan, para reaparecer a la luz y manifestarse en un
nuevo nacimiento.
Es lo que enseña la mitología cuando
cuenta que Tifón fue el esposo de Nefitis y que Osiris tuvo relaciones secretas
con ella. En efecto, los últimos estados de la materia llamados Nefitis o
Teleute, están, más que ninguna otra cosa, sometidos al principio destructor o
Tifón. El principio conservador y fecundo, Osiris, no esparce más que gérmenes
débiles a los que Tifón sofoca, salvo los que Isis recoge, salva, alimenta y
reconstituye.
Plutarco nos da la etimología de la
palabra Dios en griego, Teos,
formado de dos palabras: teatos y
teónsignificando respectivamente: ‘contemplado’ y ‘que corre’ (24).
Según Plutarco, el nombre de Isis procede
de dos palabras: Movimiento y Ciencia. Y el nombre de Osiris está formado
también de dos palabras: osios:
‘santo’ y ieros:
‘sagrado’. Existe pues una relación entre las cosas que se encuentran en el
cielo y las que están en el Hades;
los antiguos denominaban santas las cosas del cielo y sagradas las de la
tierra. Esto es Osiris (25). Observemos que la palabra ieros en griego, significa
también ‘templo consagrado a los dioses’, pero significa además ‘el hueso
sacro’ situado en la base
de la columna vertebral.
Plutarco condena la teoría que consiste
en ver en Osiris, únicamente, un antiguo dios de la vegetación. De hecho, su
condena se dirige a los que toman el símbolo por la cosa significada, a los que
piensan que Osiris es el grano de trigo o los brotes nuevos de la vegetación,
por ejemplo:
«Los diversos nombres y los ritos sirven
de símbolos, los unos más oscuros, los otros más claros para aquellos que se
dedican a los estudios sagrados. Estos símbolos les conducen, no sin algunos
peligros, ala inteligencia de las cosas divinas. Efectivamente, algunos de
entre ellos, tomando el mal camino, caen del todo en la superstición; pero
otros huyendo de esta superstición como de una marisma llena de barro, han
caído, sin darse cuenta, en el ateísmo como en un precipicio»
En otro tratado, Plutarco nos da esta
explicación del más puro monoteísmo:
«La divinidad no puede ser múltiple, ella
llena la eternidad de un ahora que no acaba nunca. La mejor manera de nombrar a
Dios y saludarle, es el adoptar esta fórmula de algunos antiguos: Tú eres uno;
pero es preciso añadir necesariamente: que lo que es, sea uno y que lo que es
uno, sea. Los egipcios llamaban a la divinidad: El uno que es único y que no
tiene segundo» (26).
Esto nos recuerda las profesiones de fe
de las grandes religiones llamadas monoteístas: Judaísmo, Cristianismo, Islam.
No es de extrañar, si pensamos que proceden de Egipto. Pero no nos fiemos de la
aparente simplicidad de la afirmación monoteísta, ya que si fuese tan evidente
para los fieles no les sería necesario repetirla cada día. En realidad se trata
de un problema muy profundo: la unidad divina se ha perdido para el hombre
caído y su reintegración, su regeneración, consiste precisamente en reunir al
Osiris de abajo con el Osiris de arriba. Los hebreos enseñan que el nombre
de Adonai se ha
dividido en dos por el hecho de la transgresión adámica. Los justos son
aquellos que reunifican el nombre de Dios. Es lo que dice Zacarías XIV, 9: «Es este día el
Señor será uno y su nombre, uno». Esta unidad sólo se puede conocer
experimentalmente; es el resultado de una realización y no, tal y como podría
pensarse, de una simple fórmula dogmática y especulativa.
Tal como lo hemos dicho al principio de
este artículo, parece cierto que Plutarco escribió en una época en que la
tradición egipcia había degenerado y caído en la superstición.
Su objetivo consistía en hacer comprender
que los nombres de los dioses, sus personalidades, sus cultos e imágenes, los
ritos, los animales de la religión egipcia, no son más que símbolos de las
cosas sagradas.
«Así pues - concluye el autor- si los
Sabios más estimados, tan pronto como hubieron observado en los objetos
inanimados y en las cosas inorgánicas alguna misteriosa relación con la
divinidad, no creyeron deber despreciarla; con mayor razón, me parece, debieron
respetar las particularidades que, en las criaturas sensibles, dotadas de vida,
inclinaciones y costumbres, les presentaban, según su manera de ser, alguna
analogía con el Ser divino»
A propósito de la Ciencia sagrada, un
Sabio escribió esta frase que nos parece resumir el pensamiento de nuestro
filósofo griego: «Las cosas dicen la Palabra, pero la Palabra no está dicha por
las cosas. Las palabras dicen la Cosa, pero la Cosa no está dicha por las
palabras».
________________________
(1): Según Clemente de Alejandría, Homero
era de origen egipcio.
(2): Diodoro de Sicilia afirma que
Euxodio introdujo la astrología egipcia en Grecia.
(3): También Jámblico, Diodoro de Sicilia
y Clemente de Alejandría nos han proporcionado datos sobre la tradición
egipcia.
(4): Ver Plutarco, Los Misterios de Isis y Osiris, edit.
GLOSA, Barcelona, 1976.
(5): Íbidem, §11.
(6): A propósito del jeroglífico de Isis,
leer el artículo: «La Dame aux mille noms» de J. Simar, en la revista
belga Le Fil d’Ariane,
num.6
(7): Es curioso observar que los egipcios
hayan asociado Amún que significa: ‘cosa oculta’, con Ra el dios solar, que
precisamente es la cosa más visible que existe en la naturaleza. He aquí lo que
dice el filósofo hermético Saint-Baque de Bufor a propósito de este tema: «El
fuego celeste está representado por Júpiter, Zeus en griego, y el fuego central
está representado por Vulcano; los dos proceden de una misma raíz, ya que
Vulcano, antes de ser precipitado sobre la tierra, estaba en los cielos. Así
pues, debe concluirse que el fuego central procede del fuego vital celeste a
causa de la circulación eterna que Dios ha impuesto a este último y que, por lo
tanto lo que está arriba es como
lo que está abajo». Al dios Amún podría corresponderle esta sentencia:
«Dios, el fuego secreto que suscita los universos, que los mantiene y que los
consume». De El Mensaje
Reencontrado, en su dedicatoria de la primera página.
(8): Anubis: dios-perro. El que abre los
caminos. Dios del crepúsculo y del horizonte, lugar donde el cielo y la tierra
se mezclan. La unión del cielo y de la tierra.
(9): No solamente los egipcios, dice
Diodoro de Sicilia, sino también otras muchas otras naciones, han dedicado sus
misterios al órgano de la generación. De esta manera, honran al principio
fecundante.
Existe una relación entre el sexo y la
palabra, por ejemplo, la muda de la voz de la pubertad. Todas las tradiciones
hablan en términos más o menos velados de este misterio. Los dos están en
relación con la fuerza generativa del universo. Los griegos llamaban Logos a la Palabra creadora.
(10): Horus niño o Horus el joven, era
llamado Harpócrates, el Sol naciente. Plutarco dice que personifica al germen
que empieza a brotar. Horus representa a Osiris resucitado, después de la
reunión hecha por Isis de sus miembros dispersados por Tifón.
(11): El principio del mal personificado
por Tifón, no fue destruido, sino simplemente neutralizado.
(12): Referente al norte, consultar Henry
Corbín: L’homme de Lumière,
París, 1971, capítulo III, pág.63-83.
(13): G. Maspero, Bibliothèque Egyptologique. Etudes de
Mythologie et d’Archéologie Egyptiennes. 8 Vols.
(14): Sheol en hebreo proviene de una raíz, shaal, que significa pedir. El Sheol siempre pide y nunca está
saciado. En el centro de su infierno, en el lugar más profundo, Dante sitúa a
Lucifer inmovilizado hasta el vientre en un lago de hielo y que devora con
avidez a los habitantes de la tenebrosa morada. Virgilio, el guía que acompaña
a Dante en su viaje, le permite atravesar sin daño la triste región de envidia
y desolación y hallar impunemente la salida que conduce al Paraíso de los
elogios, a los Jardines de Ialu de los egipcios. El Sheol, el Amentit son, pues, el norte, de
donde proviene lo bueno y lo malo. La puerta del norte es la puerta cerrada.
Allí se encuentra la estrella del Norte, que permite al viajero, al náufrago,
orientarse, la estrella que conduce y guía a los sabios Magos a Belén; es,
también, la columna de luz que iba delante del pueblo elegido en su salida de
la tierra de exilio. Para ellos era luz, y al mismo tiempo, era tinieblas para
los impíos e infieles. Los antiguos persas, discípulos de Zoroastro, enseñaban
que la morada del Ángel de la iniciación, Sraosha, está situada al norte, en el
Polo donde se encuentra la estrella Polar. Los musulmanes shiitas de Irán le
llaman el «Imam escondido». Ver: H.Corbin, En Islam Iranien, vol. IV, p. 303: «Le douzième Imam et la Chevalerie Spirituelle».
(15): Del mismo modo que Osiris fue
desmembrado por Tifón, reconstruido por Isis y después resucitado, también
Dionisio fue desmembrado por los Titanes y devorado. Los Titanes fueron
castigados por Zeus y reducidos a ceniza. Dionisio volvió a la vida gracias a
la ayuda de divinidades femeninas, Athena, Rea, Demeter. El mito también dice
que de las cenizas de los Titanes nacieron los hombres. Cada uno de ellos
posee, en sí mismo, una parcela ínfima de Dionisio. Este Dionisio, encarcelado en
el cuerpo humano y en el mundo como en una prisión, debe liberarse con la ayuda
del Dionisio celeste; así, el hombre pasa de la vidas titánica, o exiliada, a
la vida olímpica o única.
(16): El día diecisiete de este mes: los
Pitagóricos tienen un horror absoluto y sagrado por este número, ya que separa
el número cuadrado 16 y el número rectangular 18 (4x4 y 3x6).
(17): En astrología el signo de Escorpión
corresponde a la casa VIII y significa la muerte y la regeneración. . El sol se
debilita y es como si muriese la naturaleza. Los campesinos dicen que no se
puede trasplantar un árbol, antes del día dos de Noviembre, el día de los
muertos en el calendario litúrgico católico, porque solamente a partir de esta
fecha se considera que la savia ya no circula en las plantas.
(18): El autor de El Mensaje Reencontrado parece
hablar el mismo lenguaje cuando dice (II, 71’): «La Madre Universal que existe
por Dios quien la modela a su gusto. La fecundadora del cielo. La fecundada de
Dios. La fecunda de la tierra».
(19): El Mensaje Reencontrado (XL, 16): «Muchos pastores son de
buena voluntad, pero han perdido la sal de la sabiduría, y los más instruidos
de entre ellos ya no la conocen más que por símbolos y de oídas, sin saber en
verdad de qué se trata. -Felices quienes se acuerdan de que el Señor nació en
un humilde establo, muy felices quienes se encuentran su huella en este mundo y
felicísimos quienes le calientan de nuevo como asnos sabios».
(20): Ed. Obelisco. Barcelona, 1986, p.
63
(21): ver la Fiesta de Ramos en la que se
celebra su entrada en Jerusalén. (Mateo XXI-I,
11).
(22): Zacarías IX, 9
(23): Platón dice, que los primeros
hombres que habitaron en Grecia, según parece, no conocieron otros dioses que
los que todavía hoy en día son honrados en el país de los bárbaros: el sol, la
luna, los astros, el cielo y la tierra. Como los veían en perpetuo movimiento y
siempre corriendo, a causa de esta propiedad que manifiestan: ‘correr’, tein, los llamaron Teoi: ‘dioses’.
(24): Libro XI,1.
(25): El Corán dice: «Él es Allah en los
cielos y la tierra.»
(26): «Sobre la E de Delfos», en Obras Morales y de Costumbres, 393-B.
Ed. AKAL; Barcelona 1987 p.159.
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