El espíritu divino, se manifiesta a través de ellos, en la
naturaleza que nos rodea, y en la que vivimos, nos movemos, y tenemos nuestras
existencias. Por lo tanto, se trata de abrir la consciencia, de uno a los
intercambios permanentes, que hacemos con el universo y lo divino, a través de
las partes visibles, e invisibles de la naturaleza viva.
En cada ser, se convierten en la emanación del verbo particular, y
traducen la influencia de este verbo, en la luz universal. Para un vidente,
todo es color. Pensamientos, sentimientos, y deseos, poseen sus propios
colores, que los definen, y sirven para identificarlos, en la jerarquía
cósmica, del universo visible e invisible.
De Dios y de la naturaleza unida por el Espíritu Santo, nace la
palabra universal. Lo que sucede en lo universal, también ocurre, en el hombre
individual, que está hecho, a imagen de lo cósmico. Es así, que el hombre, debe
alcanzar la consciencia solar, la inteligencia cósmica, por la unión en él, de
los dos principios que lo componen y le permiten existir.
Cuanto más se acercan, los dos principios en el hombre, más
evoluciona, más se perfecciona, y más se empodera. De este modo, el hombre,
posee una fuerza creadora, que le permite unirse en Dios, convertirse en una
divinidad, por su pacto vivo, con la fuerza única de Cristo.
Peter Deuvov
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