Agradecer
no es cortesía, sino la señal de un poder extraordinario
Agradecer para muchos es un acto de
cortesía casi automático. Das gracias cuando te dan un regalo, cuando te hacen
un favor o cuando otros tienen un gesto de amabilidad. El resto del tiempo no
parece que sea importante agradecer por algo. La gratitud, entonces, se
ha reducido a unas circunstancias específicas, básicamente de corte social.
Incluso en esas situaciones puntuales en
las que cabe agradecer, muchas veces la gratitud no se experimenta desde el
fondo del corazón. Solo en los casos más extremos decimos ese “gracias”
con total convicción. Y pasado un tiempo el sentimiento se desvanece.
“Seamos
agradecidos con las personas que nos hacen felices, ellos son los encantadores
jardineros que hacen florecer nuestra alma”.
-Marcel
Proust-
Habrá quien piense que esto es lo adecuado.
De eso se trata: decir “gracias” en el momento justo y, si es posible, devolver
el favor, o la atención que nos han prodigado. ¿Para qué más? Aunque en el
mundo actual eso sea cierto, actuando de esa manera en realidad estamos banalizando
la gratitud. Olvidamos que esta es una fuerza extraordinaria, que
contribuye a tener una mejor salud mental y que muchas veces desaprovechamos.
Agradecer es mucho más que decir “gracias”
La gratitud es un sentimiento alegre.
Incluso si el agradecimiento se debe a algo que se ha recibido en un momento
triste. En todos los casos,
el agradecer nos remite a un hecho agradable que nos llena de satisfacción. De
hecho, la palabra “gratitud” viene de “gracia”. Y lo “grato” se define como
algo que nos causa bienestar o complacencia.
Se agradece a alguien cuando hay
consciencia de que se recibe más de lo que se da. Por eso, inmediatamente surge el sentimiento de
que se ha obtenido una ganancia. Así, espontáneamente surge la necesidad de
agradecer por ese “plus” que se ha recibido.
La gratitud implica entonces no solamente
una fórmula de cortesía, sino una experiencia de satisfacción, de alegría y,
por qué no, de felicidad. Quien está agradecido, está feliz. Y más feliz es
quien es consciente de la gran cantidad de motivos que tiene para mostrarse
agradecido.
¿Por qué a muchos les cuesta agradecer?
Hay muchas personas que sienten que no
tienen nada que agradecerle a los demás. Enumeran detalladamente las ocasiones
en las que necesitaron algo y no recibieron la ayuda esperada. O la infinita
cantidad de situaciones en que dieron algo a los demás y no fueron
correspondidos. Su balanza entre lo que dan y lo que reciben siempre se inclina
en contra de la gratitud.
Probablemente opera una lógica en la que
los demás siempre están en deuda. Se espera de los otros más de lo que
pueden dar y por eso, obviamente, siempre se quedan cortos. Creen que
“pudieron haber dado más”. Así que, ¿por qué agradecer?
Quienes piensan así suelen ser las personas
muy mimadas o cuyo ego ha sido exaltado desmedidamente. Cuando hay una alta
dosis de narcisismo nunca será suficiente lo que den los otros, o lo que les
proporcione la vida. Siempre van a sentir que se merecía más y, por supuesto,
van a existir muchos más motivos para renegar que para agradecer.
La gratitud tiene poder
El agradecimiento es algo que se da al
otro, a los otros, o a algo abstracto. Pertenece al mundo del dar, no del
recibir. Pero como se anotaba antes, el solo hecho de estar en actitud de
agradecer, implica un gusto, una satisfacción, una suerte de felicidad. También
ennoblece el corazón.
De no ser por las acciones de otros
probablemente ni siquiera estaríamos vivos. Si
lo estamos es gracias a esa madre que nos gestó, que sufrió los dolores del
parto para darnos a luz y que preservó nuestra vida cuando no podíamos hacerlo
por nosotros mismos. No importa si ella misma no estaba lista para ser madre, o
si pudo hacerlo mejor. Es solo acto de la maternidad ya implica una ofrenda.
También cuentan quienes ayudaron a que naciéramos, a que creciéramos, a que no
muriéramos en esos vulnerables primeros años.
De ahí en adelante tenemos maestros que nos
han instruido, compañeros de juegos, a veces amigos que nos han escuchado, a
veces amores que han apostado por nosotros, a veces gente que ha confiado en
nuestro trabajo. Nuestro día a día es posible gracias a muchas personas, pero a
veces no lo notamos. No somos capaces de ver su gran aporte. Más bien nos
concentramos en lo que dejan de hacer.
Vivir agradecidos es vivir muy cerca de la
felicidad. Más que una virtud, o un valor, es una actitud frente a la
vida. Solo se puede agradecer si se es humilde. Si se
comprende que nadie nos debe nada, ni tiene la obligación de complacernos.
Cuando entendemos eso, damos un gran paso hacia adelante.
La Mente es
Maravillosa
http://paradigmaterrestre.com/agradecer-no-cortesia-sino-la-senal-poder-extraordinario/
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