VENGANZA Y PERDÓN.
Seguimos una vez más con esta serie de conceptos duales que son los que
nos permiten comprender, con mayor grado de exactitud, cómo funciona nuestra
realidad, nuestra psique, nuestro comportamiento.
Tanto aquello de lo que hablamos hoy como lo que hemos tratado en
artículos anteriores, son siempre elecciones que el ser humano tiene a su
disposición, por mucho que tengamos imbuidos una carga mayor o menor de alguna
de esas cualidades o conceptos, por mucho que se nos condicione externamente a
manifestar uno u otro de los opuestos, o por mucho que se nos manipule o guie
para ello, siempre, recordad, el ser humano tiene la capacidad de elegir y
decidir de forma consciente cual de ellos desea manifestar, expresar y promover
en su día a día hacia sí mismo, y hacia los demás.
El caso de este par de conceptos de hoy no es diferente: la venganza y el
perdón son dos energías que pueden poner en marcha octavas muy negativas y
destructoras, o muy positivas, sanadoras y transmutadoras.
La venganza
La venganza es la puesta en marcha de toda una serie de mecanismos para
infringir un daño a otro por un daño recibido en nosotros, o percibido como
recibido. Hay muchas venganzas que son simplemente por culpa de códigos de
conducta, por sistemas de creencias obsoletos, por la falta de comprensión de
las reglas del karma, por la falta de empatía, amor y compresión hacia los
demás, etc.
Sea por lo que sea, la venganza es un acto alineado con el miedo, la ira,
la rabia, el enfado, etc., con lo cual, es usado como sustrato para poner en
marcha procesos que generen, a pequeña o gran escala, todo tipo de octavas que
sigan manteniendo la energía de la humanidad en un octanaje muy bajo, es decir,
funcionando en niveles de vibración poco adecuados para lo que en estos momentos
es necesario.
¿Realmente una persona queda en paz después de haberse vengado de otra?
No, nunca sucede, ya que la persona que ejecuta o genera los actos de venganza,
por la razón que sea, tampoco está actuando conforme a ninguna ley que vaya a
balancear aquello que cree que ha recibido, injustamente en muchos casos, ya
que de lo contrario, no se vengaría.
Si uno no queda en paz, no balancea, y sabe que no se queda en armonía
cuando se venga de otra persona, ¿porqué lo hacemos entonces? Por la
programación que poseemos y por las condiciones de nuestra personalidad en las
que intervienen programas y patrones de sentirnos heridos, menospreciados,
infravalorados, humillados, etc.
Como eso implica directamente al programa ego dentro del modo
supervivencia, se ponen en marcha “yos” y rutinas de compensación que se
ejecutan y llevan a cabo, a veces con tremendos finales, que suman un karma
impresionante a la encarnación en curso, y que se asume está basado en fachadas
de honor, de que había que impartir justicia, de que las cosas no podían quedar
así, del ojo por ojo y diente por diente, etc.
Y es que si de justicia se tratase, esta, como ley que es, llega a todos
los que tienen que balancear y cancelar parte de los actos ejecutados, y es
algo universal que a todos nos alcanza, si es necesario, desde diferentes
ángulos, experiencias y vivencias. Sin embargo, la justicia no va alineada con
el concepto de venganza, pues esta implica e involucra al miedo, el polo
opuesto a las energías que rigen los procesos evolutivos de todos nosotros.
El perdón
El perdón, en contrapartida, es la fuerza contraria. No hay acto que
tenga mayores consecuencias a la hora de transmutar, sanar y cancelar algo
percibido como una ofensa, sea cierta o no, que el perdón.
Las octavas que ponemos en marcha pueden cancelarse con el perdón, porque
el perdón como energía tiene el poder y el potencial de parar y sanar aquello
que ha sido ejecutado y recibido, al soltar, al dejar ir, y al permitir, que
los ritmos y ciclos en los que nos hemos visto envueltos puedan terminar su
curso, disolviéndose en algunos casos, o completando su proceso de forma
armónica y alineada con fuerzas positivas en otros.
Por esto, el perdón es el acto que cambia el curso de las octavas, de las
líneas temporales, cuando uno trabaja desde los arquetipos de amor y de
crecimiento, viendo todo como parte de un enorme juego de aprendizaje donde
cualquier cosa que nos suceda puede tener, y tiene, imbuido, una experiencia
que suma al conjunto de aquello que somos, y que siempre tiene una base
evolutiva, de algún tipo, por mucho que no lleguemos a comprenderla.
Bajo este prisma y esta perspectiva, no cabe el concepto de vengarte por
algo que ha sucedido si eres capaz de ver que todo ha tenido un porqué y una
razón de ser en el gran esquema de las cosas.
En este caso, la venganza no es equivalente a la legitima defensa, en la
que uno tiene necesidad, derecho y obligación de defenderse de aquello que
pueda ser percibido como un ataque, sino que la venganza es un plato que se
sirve frio, dice el refrán, y por ende, es otro tipo de energía completamente
distinto a la necesidad de protegerse de aquello que pudiera suponer un peligro
o un inconveniente que no se desea.
Un acto difícil
El perdón, de nuevo, es uno de los actos más difíciles que el ser humano
puede llegar a hacer, pues hay que mirarse muy adentro para parar los momentos
de ira, enfado, y todo eso que salta en nuestro interior cuando nos vemos en la
tesitura de querer vengarnos de algo, o de alguien, y tratamos de darle la
vuelta.
Nuestra consciencia puede hacerlo, nuestro programa ego no, ya que
simplemente reacciona hacia aquello que percibe como un ataque a su integridad
que debe ser reparado para sentirse satisfecho. Pero, de nuevo, no somos
nuestro ego ni nuestros programas, somos la consciencia que subyace por debajo
de todo eso, y tenemos la capacidad de dominarlos, si así lo intentamos y nos
lo proponemos.
El perdón, sobre todo, funciona hacia uno mismo, y, por supuesto, también
hacia los demás, pero aprender a perdonarse por los errores cometidos es
fundamental, sobretodo porque lo que nosotros creemos percibir como un error,
desde otros niveles no lo es, no lo fue y no lo será, ya que desde esos otros
niveles de consciencia más allá de la mente racional, todo tiene un porqué y un
propósito, y lo que nos hayamos hecho, o lo que nos estemos diciendo que no
tendríamos que haber hecho, ha servido como experiencia y como aprendizaje.
Aprender a perdonarse a uno mismo primero luego sirve para aprender a
pedir perdón a los demás, si creemos que hemos hecho algo que les ha podido
hacer daño o herir, y, a continuación, sirve para aprender a perdonar lo que
creemos que otros nos han hecho a nosotros, entendiendo desde sus zapatos los
procesos que les han llevado, posiblemente, a hacer lo que hicieron y por qué
lo hicieron, ya que son los mismos procesos que a nosotros nos han llevado a
hacer lo que hacemos y porque lo hacemos.
Al final, todos estamos detonando experiencias y oportunidades de
crecimiento, entendimiento y evolución, unos a otros, ya que es imposible que
funcione de otra forma la vida en la situación y nivel en el que estamos.
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