Los
hijos pródigos
Permitid mis disculpas por no reflejarme en la palabra y la
figura que se ha hecho de mí, desde los bustos y esculturas a las mismísimas sagradas
escrituras que estudiáis para alcanzar la dicha.
Permitid mis disculpas si este concepto os ha separado de la esencia del ser humano, si
vuestro corazón se ha enturbiado con lo
que cuentan por ahí.
Permitid que revise los textos y los comentarios al respecto para
intentar traducir al lenguaje del amor mis enseñanzas y que se desvanezca la
división y la ilusión de todos los pueblos.
Permitid que el cielo impregne vuestra atmósfera, adolecida con el estupor estridente que os hace sentiros carentes y desconfiados de mi poder creador, si nunca antes os dije que puedo ser mujer.
Permitid que fecunde de nuevo la tierra desde su mismo centro hasta viajar en espiral por todo el universo alrededor.
Confío en que sepáis escuchar el silencio y sentir la energía que se vierte.
Permitid que construya de nuevo sobre mi palabra vuestra dicha, que reinvente la risa y limpie el aire de contaminación acústica y elementos nocivos.
Confiad en que el amor se expresará en vuestros días para haceros comprender que no sois ni vuestro cuerpo, ni el pensamiento que os habita, ni tan siquiera la emoción que subyace.
Permitid que os reinicie.
Confío en que después abriréis los ojos a la nueva realidad que se manifiesta ya entre vosotros, mis hijos pródigos.
Permitid que haya un código nuevo honorífico y sanador.
Confiad en la vida desde el vientre materno.
Confiad que el cambio se establecerá desde el principio de todos los tiempos.
Permitid que os atraviese y me lleve vuestro dolor.
Confiad en que no sólo no seréis los mismos, seréis mejores.
Confiad en la infancia desde esa misma inocencia.
Confiad que me manifestaré desde el origen de toda creación.
Salid a la naturaleza y veréis que estoy en cada árbol, en cada hoja, en cada rama y en cada raíz.
Sabed que estoy en cada partícula, en cada átomo, en cada cicatriz.
Confiad en mí, confiad en que os haré recuperar la libertad tal y como yo la viví.
No os ancléis a lo impermanente,
Comprended que nada que esté más allá de vuestra piel os podría jamás pertenecer.
Permitid que inflame vuestros poros y que os erice el vello.
Miraros a los ojos siempre en cada espejo que os presto y veréis cómo me manifiesto.
Comprenderéis que estáis en mí igual que yo en vosotros.
Permitidme que os diga a qué habéis venido a esta tierra prometida.
Confiad en que mis virtudes se os depositarán dentro y harán de vuestro quehacer las proezas que tienen por objeto.
Permitid que vuestra mente se proyecte en sueños para representar mis valores y permaneced atentos a cómo se descodifican vuestros avances en el camino del espíritu.
Confiad en que seguiré vuestros pasos, en que avanzaremos juntos y ofrecedle la mano a vuestros compañeros de viaje.
Confiad en que lo justo y válido será realidad en el todo y entregadme, así, vuestro corazón.
Permitid que el misterio de la vida se os desvele transformando su misticismo en certezas tangibles y que lo oculto se haga luz.
Confiad en que la oscura sombra es sólo otra enseñanza más.
Confiad en que desde los confines del universo se conspira para hacer poesía en cada una de vuestras células.
Permitid que se manifiesten mis intenciones para con toda la humanidad.
Confiad en que vuestro pan y el del vecino son para saciar la misma hambre.
Y
Permitid que derrame vino en vuestra sangre para rejuveneceros
el alma.
Poesía de Beatriz
Gómez en "Isis Alada"
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