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jueves, 22 de febrero de 2018

¿QUÉ ESTOY HACIENDO CON MI VIDA?






¿QUÉ ESTOY HACIENDO CON MI VIDA?

En mi opinión, esta es una de esas preguntas imprescindibles que hay que repetirse bastante a menudo, porque el hecho de prestarle atención y dedicarse a buscar la respuesta cierta y correcta, cambiará, sin duda, nuestra vida.

Así es de importante.

La pregunta conviene hacérsela, eso sí, desde el interés de mejoramiento –y con voz firme, pero amorosa- y no poniendo un tono y una intención de reproche.

El modo en que se haga la pregunta y la actitud con que se haga, van a marcar –sin duda- el resultado de la indagación.

Lo que se ha de perseguir en la búsqueda de la respuesta no han de ser argumentos de auto-reproches, ni motivos por los que flagelarse y condenarse, ni encontrar más fallos o errores que deprecien el concepto que tenemos de nosotros mismos, ni tampoco justificaciones que confirmen nuestra inutilidad y torpeza.

Lo que se ha de perseguir es encontrarse con esas cosas de nuestra vida con las que no estamos del todo de acuerdo, con las cosas que es posible cambiar para mejorar, con el potencial que aún no hemos desarrollado del todo, con las cosas que admiten o necesitan ser perfeccionadas… o sea, desde un punto de búsqueda positivo, con un ánimo de mejoramiento y búsqueda de nuestro bienestar o, por lo menos, de mejor-estar.

No hemos de abandonar jamás la posición de ser nuestros mejores compañeros, nuestros más queridos amigos, nuestros cómplices y bienhechores, los colaboradores dispuestos e incondicionales que sólo deseamos lo mejor para nosotros mismos, y los que nos sabemos perdonar todo.

Siempre a nuestro favor.

Siempre fieles, leales, incapaces de una traición o un abandono.

Uno se ha pasado toda la vida consigo mismo y es lo que va a seguir haciendo hasta el último suspiro, por tanto conviene que esa larga e intensa convivencia sea agradable y fructuosa.

La intención al preguntarse ¿Qué estoy haciendo con mi vida? ha de ser conseguir un balance realista, un inventario ecuánime, una revisión sincera, una comprobación de cómo se están manifestando nuestras diferentes partes y cómo nos estamos comportando en cada aspecto, pero con ese ojo amoroso y cuidadoso que sólo busca el modo en que cada cosa pueda ser mejorada o bien manifestada.

Es, sin duda, el gran acto de amor.

De amor propio.

De amor a sí mismo.

Para algunas personas puede ser útil plantearse también la pregunta de otro modo: ¿Qué NO estoy haciendo con mi vida?

Y si uno comprueba que hay algo que no está haciendo pero le gustaría hacer, entonces acaba de encontrarse con la oportunidad de ponerlo en práctica.

Recomiendo que al encontrase con una de esas cosas que uno comprueba que no hace, o que hace pero no quisiera hacer, revise nuevamente y con objetividad la razón por la que se está haciendo o no. Esa razón puede seguir siendo vigente todavía, o puede que en este momento sean inadecuados el argumento o sea otra la situación.

Insisto en lo de la objetividad porque a veces utilizamos unos argumentos pueriles, que no resisten un enfrentamiento con la objetividad, o que nos resultaban obligatorios o útiles en otra época de nuestra vida, pero que en este momento carecen de consistencia o autoridad como para tener que seguir obedeciéndoles.

Si uno cree que no puede hacer algo pero quisiera hacerlo, conviene ser un poco inquisitivo consigo mismo y no aceptar la primera razón como definitiva –salvo que lo sea muy evidentemente- y tratar de averiguar qué se esconde detrás de esa respuesta o cuál de nuestros múltiples yoes es el que responde.

A veces no es que uno no pueda, sino que uno realmente no quiere o que le da vergüenza o que le importa en exceso la opinión de los otros o que responde un vago o un timorato desde nuestro interior o el incansable boicoteador que todos albergamos; pero también puede ser que el infranqueable muro que vemos sea solamente un decorado de papel pintado que se puede derribar con facilidad.

Seamos sinceros.

Ya somos adultos como para andar con engaños.

Seamos sensatos.

Tomemos consciencia de lo trascendental de esta pregunta, de la gravedad que nos puede acarrear no contestarla, de todo lo que ganaríamos si obedeciésemos a su respuesta.

Seamos firmes.

La vida requiere atención y consciencia. Y que nos resulte vacía o satisfactoria, plena o pobre, depende en gran medida de nosotros mismos.

Encontrar respuesta a la pregunta QUÉ ESTOY HACIENDO CON MI VIDA, es imprescindible.

Así de rotundo.

Te dejo con tus reflexiones…

Francisco de Sales
http://buscandome.es
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