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miércoles, 20 de enero de 2016

El patrón de la Flor de la Vida es un símbolo que explica los ejes x, y, z, es decir, el movimiento adecuado en la tridimensionalidad.



PATRÓN DEL GÉNESIS.
El patrón del Génesis narra seis días de trabajo divino y uno de descanso. Gráficamente, lo entendemos como un círculo central y seis círculos girando en torno a éste. Cuando realizamos el trazado, somos conscientes de que la secuencia numérica binomial es la que ampara este desdoblamiento. La ley de contención está basada en la duplicación de los elementos. Es la creación de la tridimensionalidad. De hecho, es la incubación en ella. El patrón de la Flor de la Vida es un símbolo que explica los ejes x, y, z, es decir, el movimiento adecuado en la tridimensionalidad. Es la malla que nos ata y estructura en el mundo material. Es lo que le permite a la energía solidificarse como materia.

Si vemos la Flor de la Vida en plano, se ve como una figura hexagonal envuelta en un círculo doble. Si la viéramos en 3D, encontraríamos un cubo perfecto. El cuadrado tiene como base la unidad y su diagonal es √2, por tanto, es un símbolo que no permite la distribución y el compartir de las emociones, pensamientos o acciones, sino su contención.
La secuencia numérica binomial comienza con el vacío y la unidad, el cero y el uno, pero el tercer paso no es la suma del anterior, sino la duplicación de la unidad. La secuencia se construye 0,1,2,4,8,16,32,64…, y da pie a la base de la ingeniería que utiliza la tecnología artificial. Las computadoras y todo instrumento artificial se basan en esta secuencia. El lenguaje binario que se utiliza no es otra cosa que un pequeño dispositivo llamado interruptor con posiciones de encendido y apagado. Esto genera un universo infinito de posibilidades donde se logra acumular mayor cantidad de valores en el menor espacio posible. En los ocho primeros dígitos de la secuencia encontramos que podemos crear 64 valores simplemente prendiendo o apagando alguno de los números. Pensemos en crear el valor 19. ¿Qué haríamos? Prendemos la casilla sexta que tiene el valor 16, luego prendemos la casilla tercera con el valor 2 y, por último, la casilla segunda con el valor 1. Sumado, nos da el valor 19. Así podemos encontrar todos los números entre el 0 y el 64 en las primeras ocho casillas.
La retícula que se crea a partir de esta secuencia es lineal, secuencial y está basada en la duplicación. La ley de contención, amparada en el símbolo de la Flor de la Vida, tiene connotaciones enteramente masculinas por su función pero femeninas por su forma. Los círculos que crean todo el conjunto tienen referencia hacia la feminidad por sus formas de onda sinusoidal. La Flor de la Vida es una figura geométrica compuesta de múltiples círculos, arreglados en una simetría hexagonal. El centro de cada círculo se encuentra en la circunferencia que rodea cada uno de los demás. En esta figura geométrica podemos encontrar, uniendo ciertos vértices, la forma del Árbol de la Vida (que explica las leyes arquetípicas y los veintidós psicotipos humanos), la Fruta de la Vida, los cinco sólidos platónicos, la Estrella Madre o Estrella de Metatrón (que nos da la forma que tiene el llamado “cuerpo de luz” del ser humano, bíblicamente conocido como el Merkabah o Vehículo de Luz) y el Huevo de la Vida (vemos en él la Ley de Tres y la Ley de Octava, origen de las progresiones musicales y del tiempo orgánico).
La Flor de la Vida representa la fuerza que se encuentra en la división y en la especialización de actividades. En la división de funciones, el cuerpo encuentra su multiplicidad de capacidades. En la especialización, vemos reflejado el nivel de complejidad de un organismo. Actualmente, una gran parte de nuestra cultura y civilización gira en torno a la imagen de la Flor de la Vida, a la ley de acumulación. Este es, pues, el símbolo de la acumulación que llevado a su extremo negativo puede generar enfermedades inflamatorias o de irritación por la extrema fricción y el calor que se desprende de ello, así como guerras y dominación en lo social. La consecuencia de la acumulación en un cuerpo es el sobrepeso, o en una célula, el cáncer. El cáncer puede ser entendido como la acumulación energética de ciertos procesos motrices, emocionales, intelectuales o espirituales que no saben cómo distribuirse y repartirse adecuadamente para poder organizarse y no dañar al organismo.
El régimen geométrico de la acumulación permea en todas las escalas posibles de nuestra sociedad. En lo económico, se busca la mayor acumulación de capitales y la menor pérdida. En lo arquitectónico, la forma que prevalece en las ciudades es el cubo. Personas “cúbicas” que acumulan libros que no leen, recuerdos de antaño, cosas inservibles, cacharros abandonados. Tan sólo repasemos la cantidad de cosas que guardamos en nuestras casas y que jamás le hemos dado uso (y quizá ni lo haremos). La acumulación de objetos nos brinda la falsa ilusión de sentirnos protegidos, anclados al pasado.
También acumulamos emociones y pensamientos inservibles y obsoletos en la psique. ¿Cuántas personas hay que continúan creyendo que las enfermedades son generadas por un “virus” que viene desde afuera a atacarlos? Hay quienes no logran concebir que vivimos en un campo fractal, en un universo toroidal, donde el afuera y el adentro no están separados como pudiéramos llegar a pensar. ¿Qué se utiliza a nivel mundial para fomentar está ilusión?
Todos los medios posibles. Pero más allá de los medios que se utilizan, se fomenta una ideología, es decir, aún utilizando todos los medios para crear esta ilusión, si no fuera por la base psicológica en la que está sustentado el neoliberalismo, no se podría crear dicha ilusión. ¿Cuál es esta base psicológica? La acumulación o, peor aún, la distribución caótica, sea de información, de emociones o de impulsos sexuales.
De cierta manera, los sistemas de vida antinatural buscan que acumulemos conocimiento, que seamos tacaños y ariscos con él. Que acumulemos dinero, posesiones, riqueza, pobreza, fama, estatus, poder, espiritualidad, emociones, enfermedades y un largísimo etcétera. En la Edad Media, y a veces no estamos muy lejos de ella, se vendían bonos para ganarse el Cielo. Hoy en día, se venden todo tipo de prácticas y meditaciones para trascender el cuerpo físico, ganarse el Nirvana, llegar a donde otros no han llegado. Y por lo general, todo esto es oculto, siempre misterioso. Los “iniciados” son iniciados porque han acumulado muchos méritos, porque están cosechando lo que han sembrado. Nada más ingenuo e ilusorio. La iniciación o Iluminación de profetas y gurús no ocurre por su acumulación, sino por el siguiente paso, la siguiente ley: la distribución. Es la vía húmeda del Tarot que sucede por transmisión inmediata de vida, en contraste con la vía seca, que implica un incesante y paulatino trabajo, que puede o no, culminar en la meta elegida. De hecho, la gran diferencia entre ambos caminos es el desapego al resultado: doy lo mejor de mí, doy mi Ser en cada acto, emoción o palabra, y genuinamente no espero nada a cambio; me desprendo del control por el resultado, dirijo sin control, direcciono sin esfuerzo, habito mi centro en el torbellino de la vida. Centro mi fuerza en la irradiación y, si el resultado es acorde al deseo primigenio, qué bendición, pero si no lo es… ¡también qué bendición!
Las escuelas que siguen el principio de acumulación son aquellas que creen que el conocimiento es de unos pocos y que no le pertenece a toda la humanidad. Creen que hay que hacer méritos e ir ganando, poco a poco, los niveles de conciencia o de conocimiento; el desarrollo es burocrático y está sometido al ejercicio del poder, a una estructura jerárquica impositiva; el alumno es eso, un a-luminus, un ser sin luz al que el superior tiene que iluminar, enseñar y guiar. El alumno necesita de un maestro y el maestro del alumno. No puede avanzar el uno sin el otro, ya que, cuando el maestro avanza, tiene que dejar a alguien en su lugar. Y es él quien decide quién se queda en ese espacio.
Es el juego del poder cúbico. Son las escuelas iniciáticas que guardan sus secretos hasta la tumba y prefieren, algunas veces, morir con ellos en lugar de darlos a la humanidad. Dicen que abrir el conocimiento a los no iniciados puede llegar a ser peligroso. Nada más peligroso que compartir lo que han acumulado, sostienen. Para compartirlo, disponen de redes de sociedades secretas que, con base en códigos complejos, van encriptando la información. El alumno dedica toda su vida a descifrar esos códigos y por el esfuerzo que le costó y el empeño que hubo que poner en ello, no lo compartirá, a menos que otra persona haga un esfuerzo similar al suyo y sane su ego herido. Son las escuelas donde existe un gurú sabelotodo, poderoso e intocable y un grupo de personas que, carentes de identidad, se entregan a continuar inflando el nutrido ego del supuesto maestro.
Es el pensamiento de colmena, el pensamiento colectivo, no de individuos reunidos, sino de monopolio de conciencia, por lo general con un bajo nivel de fractalidad, es decir, con un sistema de pensamiento único, el ejercicio de sólo un tipo de sexualidad, una forma de vivir las emociones o una dieta estricta y única. La baja fractalidad ocurre por una falta de asimilación de las diferencias. Esto sucede en cualquier sistema de vida, sea en las artes ocultas del misticismo o de la Ciencia, de la Religión o la Medicina, de la Filosofía, la Psicología o cualquier otra. No importa el credo, la postura es la misma: acumular y no permitir que la información fluya libre y ordenadamente.
Veamos ahora algunos aspectos constructivos y destructivos de la filosofía hexagonal. Un aspecto positivo de ello podría ser que se aseguran los medios de acumulación de la información, que el alumno cuenta con un tutor que lo confronta y enseña. El estudiante tiene a quién referirse y no necesita voltear a verse a sí mismo, pues siempre habrá un maestro que le entregue, dosificadamente, el conocimiento, dependiendo de la evaluación que se haga de su crecimiento. El desarrollo de la voluntad, el temple, la obediencia y la disciplina son aspectos invaluables de este nivel geométrico. El desarrollo del egoísmo, la manipulación o la adoración podrían llegar a ser aspectos destructivos de esta postura. La ley de acumulación o contención permite crear estructuras sólidas y firmes en tanto se busque la finalidad de conciencia de “colmena”. Las abejas, como cualquier ejército, utilizan redes jerárquicas hexagonales para construir sus panales, hablando de este criterio. Su organización es jerárquica y permite la suma especialización de funciones. En la abeja reina existe toda la información de la colmena y de los ríos de magnetismo de la tierra donde está ubicada, para indicarles a las obreras cómo moverse en el campo.
El individualismo y no la individuación es el valor del neoliberalismo, del capitalismo salvaje, del sistema de pensamiento-emoción-acción que rige en el planeta. Quienes habitan esta geometría piensan que poco importa el daño que haga al medio ambiente o cuántas personas mueran, siempre y cuando el valor de mercado se mantenga al alza y no se disuelva en su único valor real: la ilusión de seguridad. Pues, ¿qué puede ser seguro en esta vida? Sólo el cambio.
Fuente: http://www.psicogeometria.com/geometriasagrada.html



                                                                                                                                                                                


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