Todos los días padecemos de una mezquina egolatría que se pregunta:
¿Por qué amar y respetar a la Tierra"'>Madre Tierra, si cada año las
inundaciones, los incendios forestales, los huracanes y los terremotos, matan a
miles de personas en el Mundo? Sería triste, absurdo y simplista, culpar de
nuestras desgracias a la genuina nobleza que habita en el corazón de la
Pachamama.
En gran medida, los desastres naturales que acaban con el utópico
latido de la existencia humana, son causados por el círculo vicioso de
irrumpir, explotar y rentabilizar la biodiversidad que manipulamos a propia
conveniencia. Hay quienes se debaten entre preservar el Medio Ambiente y sus
legendarios recursos naturales o asumir una total indiferencia en adoptar una
vida ecológica integral. La disyuntiva queda al desnudo, si olvidamos el grado
de influencia positiva o destructiva, que la acción del Hombre provoca en el
entorno que alberga.
Nos equivocamos al suponer que la Ecología, es una realidad esquiva
de los problemas que cotejamos en el afer diario. Todos necesitamos de la sana
interacción del trinomio Hombre-Medio-Sociedad, para desempeñar con éxito las
actividades académicas, laborales u hogareñas. Si desconocemos esa simbiosis, y
le damos la espalda al conservacionismo de mantener el equilibrio de los
ecosistemas, se produce un descontrol socio-ambiental en el que siempre pagarán
justos por pecadores, y la impunidad nunca se alejará del incierto horizonte
que afrontaremos.
Quizás hemos perdido la capacidad de sorprendernos ante el milagro
fortuito de existir. Cuando el Sol nos concede el privilegio de ver la luz de
un nuevo amanecer, y disfrutar cada mañana de su clarificadora sabiduría, nos
hace reflexionar sobre si realmente merecemos tener un hogar bendito llamado
Tierra. Gracias a la fuerza de gravedad, el astro rey nos sigue demostrando que
tan sólo uno de sus planetas, cuenta con la fortuna de albergar las condiciones
idóneas para la Vida. No importa si viajas por la órbita de Venus, Marte,
Júpiter o Saturno. Entre el infernal calor, el excesivo frío y las grandes
presiones atmosféricas, tendrás que volar de nuevo a nuestro único hábitat de
Supervivencia. Pero, es contradictorio que la dicha de contar con un cuerpo
celeste en forma geoide, lleno del sagrado oxígeno de la Naturaleza, nos
aliente a hipotecar su futuro en las turbias aguas de la guerra a mansalva.
La perversa astucia política del Tío Sam, en emprender viajes
siderales en busca de Vida extraterrestre y zonas habitables que hagan sonreír
a Ricitos de Oro, sólo demuestra el gran antivalor de justificar el fin por el
Medio. El hecho de lidiar con un Mundo lleno de desigualdades socioculturales,
en el que la gente muere por una gota de agua en la penumbra de las calles,
parece no inquietar en absoluto al capricho de invadir, conquistar y expropiar
las potencialidades ajenas. Es el perfecto plan de ataque para recibir todo el
dinero que se cuela en la sangre de la codicia, la ignorancia y la
autodestrucción del Ser. Un fuerte apretón de manos, el flash de una cámara
fotográfica y esa noticia que venderle a los borregos de turno, son recompensas
suficientes para que el Diablo siga apoderándose de los recursos naturales que
cohabitan en la inocencia de la Pachamama.
Sin embargo, una mágica revelación que se escondía en las cenizas
del fuego, nos hizo comprender que la Tierra"'>Madre Tierra, no siempre
estuvo condicionada al inicuo deseo de su némesis. En épocas remotas, ella dio
a luz a un noble hijo quien con el paso de los siglos, se convirtió en la tinta
indeleble de mis palabras. Fue así, como fecundó al "Hombre
aborigen", el primer retoño quien sin miedo caminaba descalzo, a través de
los pueblos nativos que iluminaban su curioso andar. Con gran ímpetu y
valentía, aprendió a reconocer los grandes tesoros que exhibía la Naturaleza y
supo aprovecharlos para evitar extinguirlos. Logró evolucionar en un Ser humano
sabio que respetaba los designios del espíritu de Gaia y entendía que en lo más
profundo de su alma, se presagiaba el destino de las generaciones futuras.
Siendo un tanto ingenuo, atentó contra el legado de sus ancestros,
al confiar en las liturgias foráneas ofrecidas por los nuevos pobladores,
quienes lo esclavizaron y obligaron a usurpar un sinfín de territorios que poco
a poco se fueron carcomiendo lo azul de los majestuosos mares, lo verde de los
enigmáticos bosques y lo blanco de la helada Antártida. Teniendo que caminar
entre las filosas astillas de la Tierra, se acostumbró a perder la razón en el
arco y flecha de la guerra, en el dilema de ocultar un dogma y en la opresión
de revelar la ciencia. Tras abrir los ojos, cayó preso de un bestial proceso de
industrialización, que NO dudó en hacerlo vender el alma de la Pachamama, sólo
por el anhelo de envenenarla con las riquezas que afloran del ecocidio
Fue así, como reencarnó en el "Hombre irracional", el
hijo bastardo de la Sociedad Moderna, quien todo lo echa a perder por ese culto
superfluo de acabar con la herencia que sin rencores ni exigencias, recibió en
las lágrimas de su progenitora. Aguardando no enlodarse los pies, al tocar lo
orgánico que se halla en la sombra de la tierra, los Seres humanos se rindieron
ante los antivalores que trajo consigo el desarrollo tecnológico y el
individualismo, para nunca más escuchar el golpe que atravesaba las cadenas del
Yembe africano.
Abriendo la puerta del siglo XXI, la evolución de los colonizadores
se eclipsó en un Mundo lleno de hipocresía, corrupción, venganza y violencia
por doquier, que nos aferra a ese gran signo de interrogación en la psique de
nuestros antepasados. Muy cerca del abismo, el canibalismo corporativo de las
trasnacionales, lleva al consumismo irracional de las personas en adquirir
cualquier producto y servicio que pase frente a los ojos publicitarios de la
TV. El discernir colectivo en la gente, se pierde por una eterna complicidad
entre la presa, el depredador y los comensales.
Con un arsenal de bombas, misiles y cohetes que tiñen de rojo el
cielo, seguimos glorificando a la muerte y sobre-poblando cualquier inhóspito
rincón del planeta Tierra. El afán de procrear biológicamente, para apagar la
luz de esperanza a niños en situación de abandono, nos sigue desuniendo al
ritmo de las razas, los himnos, las banderas y los colores. La familia es la
mirada omnipresente que en absoluto silencio, se encarga de permitir toda esa
aberración social, aleccionándonos a rendirle pleitesía a todo lo fútil que
pasa frente a las voces del tiempo.
Sin ya nada que perder y muchísimo por ganar, la Pachamama sabía
que sólo la voluntad de los niños era capaz de remediar o terminar de acabar
con el caos global que confrontamos a diario. Fue así, como emergió el
"Hombre Ecológico", quien será promesa de un futuro lleno de
conciencia ambiental, en el que la infancia de hoy, NO olvidará defender la
pureza de la Tierra, en busca de un lugar más sostenible y sustentable para
todos. Con el fin de lograrlo, la educación temprana sobre nuestra relación con
la Naturaleza, es clave para que la apatía de nuestros padres, maestros,
vecinos y amigos, no se siga comiendo las horas del raciocinio lógico en
estimar todo lo verde que nos rodea.
Cuando le enseñamos a los muchachos, la importancia de adoptar el
gran valor de la Ecología en sus vidas, permitirá que NO se dejen engañar por
la tentación del apego a lo material y así el llanto de su madre será más fácil
de apaciguar. De allí, que el civismo, la tolerancia y la empatía, son senderos
de luz que mitigarán la oscuridad de la realidad “real” que vivimos. Ellos
deben ser agentes de cambio dentro de sus comunidades, con el propósito de
llevar y compartir el mensaje optimista a la población que habitan. La práctica
de las 3Rs (reciclar, reutilizar y reducir), el ahorro de energía eléctrica al
apagar las luces del hogar o la oficina, la gracia de no despilfarrar el agua
potable y el imprimir en la computadora sólo los trabajos que fueron corregidos
previamente desde el monitor; son ideas útiles que contribuyen a la paz del
Medio Ambiente y renovarán tu relación con los demás.
A su vez, el deber de la corresponsabilidad ecológica, es crucial
para redefinir el estilo de vida y asumir el compromiso de velar por los
intereses naturales. Esa afirmación, se ejercita al NO asistir a eventos de
crueldad animal, que utilizan el instinto de la fauna silvestre para el
repulsivo lucro ajeno. Propiciar el vegetarianismo por decisión propia y no por
obligación, es una saludable alternativa que considerar. Todos podemos aprender
de los errores para lograr auto-descubrirnos y ser dueños de nuestro propio
destino. El desconsuelo de ver, sentir y palpar toda esa negatividad que se
esconde en la veta de un árbol talado, en la sangre de quien ahoga a un delfín
y al saber que justo en este momento, mientras usted lee mi artículo de
opinión, se cometen delitos en contra de la Naturaleza, nos debe seguir
motivando a luchar en su nombre y denunciar oportunamente cualquier daño
ambiental que conozcamos.
Si quieres ayudar a que el sueño de Gaia sea una agradable realidad
por descubrir, pues despierta la voluntad del “Hombre aborigen”, rechaza el
consumismo del “Hombre irracional” y reinventa tu futuro en manos del “Hombre
Ecológico”. Así, ya no tendremos que culpar de todas nuestras desgracias a la
Madre Tierra, quien nos seguirá abrazando en su manto de infinita sabiduría.
De la biografía de Eduardo Merino Daziano
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