AYUNAR,
OTRA FORMA DE NUTRIRSE
«Ayunar no es
solamente abstenerse de la nutrición física. Ayunar es también renunciar a
ciertos sentimientos, a ciertos pensamientos que nos hacen pesados. En lugar de
querer siempre absorber, tragar y acumular, es conveniente aprender a renunciar
y a despegarse.»
I.- El ayuno, un método de purificación
Cuando coméis,
vuestro organismo absorbe los elementos que le son útiles e intenta
desembarazarse de aquellos que le son extraños, o que le perjudican. Pero el
organismo no está siempre en condiciones de hacer esta selección, o porque lo
habéis sobrecargado, o porque la nutrición absorbida contiene demasiadas
impurezas; Entonces, los residuos se acumulan en varios órganos, especialmente
en los intestinos, que son los más afectados.
Pero aunque sea
puro, el alimento deja residuos en nosotros; por ello, es bueno ayunar de vez
en cuando para permitir al organismo hacer el trabajo de limpieza necesario.
Por otra parte, el ayuno es un método preconizado por la naturaleza. Observad a
los animales: cuando están enfermos, instintivamente ayunan; se esconden en
algún sitio, encuentran una hierba que les purgue, y se curan.
Cuando veis polvo
encima de los muebles de vuestra casa, sabéis que es necesario sacarlo, pero
cuando se trata de comprender que vuestro propio organismo necesita también una
limpieza, al menos una vez por semana, y que a los millones de obreros de vuestro
cuerpo, que son las células, hay que darles vacaciones, esta idea no la
soportáis. Ciertas enfermedades se manifiestan con la aparición de fiebre, o a
través de los ojos que lagrimean, por la nariz que gotea, o por la piel que se
cubre de pequeñas erupciones: se trata de una purificación. Ya que no queréis
purificaros vosotros mismos, son vuestros órganos los que están obligados a
hacer el trabajo en vuestro lugar.
Ayunar es una
costumbre saludable, y sería deseable que cada uno ayunara cada semana durante
veinticuatro horas, si las condiciones se lo permiten, consagrándose muy
particularmente a un trabajo espiritual: uniéndose a entidades luminosas,
escogiendo música y lecturas que puedan inspirarle, purificando sus
pensamientos y sentimientos. Aquellos que se someten a esta disciplina del
ayuno, comprueban, después de algún tiempo, que las materias que el organismo
elimina por las vías naturales pierden su olor.
Suponed que yo sea
médico, escuchadme sin asombraros de mis palabras. Si notáis que el olor de las
materias que elimináis, así como el olor de vuestra transpiración, se vuelven
muy fuertes e incluso desagradables, sabed que es el signo de que estáis
enfermos física o psíquicamente. Me diréis que estos olores dependen únicamente
de la naturaleza de los alimentos que habéis comido ese día. No; y observad lo
siguiente: si durante algunos días estáis inquietos, irritables, celosos,
vuestro olor cambia. Todo se refleja ahí, en el olor del cuerpo.
Un ayuno de varios
días puede también ser benéfico, pero para ello también hay que encontrar las
condiciones convenientes. Es mucho mejor programarse para ayunar durante las
vacaciones, por ejemplo, a fin de estar libres y poder leer, pasear, meditar,
rezar o escuchar música… Además, ya que mientras se ayuna el aire sustituye al
alimento, es preferible elegir un lugar en el cual se puede respirar aire puro.
Algunos comprobarán
que cuando ayunan tienen dolores en la espalda, palpitaciones o dolores de
cabeza… Puesto que se trata de un lenguaje especial de la naturaleza que no se
comprende, decimos: «Nunca más ayunaré». He aquí un razonamiento equivocado.
Estos malestares son advertencias de la naturaleza que os previene de que un
día u otro vais a sufrir a través de estos órganos, en los que sentís ahora un
dolor. Por lo tanto, si queréis saber cuáles son vuestros puntos débiles,
ayunad algunos días, y si os duele algún órgano sabed que por ahí puede llegar
la enfermedad, y que debéis tomar precauciones.
Si se practica
razonablemente, el ayuno no es peligroso y no puede haceros ningún daño.
La prueba está en que las molestias aparecen especialmente en los dos
primeros días, y después desaparecen. Si estas molestias provinieran del ayuno
deberían aumentar, pero no ocurre así, sino que, por el contrario, os sentís colmados
de paz y tranquilidad. Nadie ha muerto por haber ayunado algunos días de vez en
cuando, sin embargo, millones de personas mueren por haber comido demasiado.
Al principio,
ayunar puede parecer muy penoso porque el organismo se encuentra de repente trastornado
por esta limpieza a la cual no está habituado. Pero es necesario no juzgar
según estos primeros efectos, diciendo que es peligroso ayunar. Por el
contrario, son las personas que sienten más molestias las que tienen más
necesidad de ayunar, pues estas molestias provienen del exceso de residuos
vertidos repentinamente en la sangre durante esta limpieza. Muchas personas que
no se fian más que de las apariencias, piensan que ayunando van a debilitarse,
a desmejorarse. Esto puede ser verdad al principio, pero unos días después uno
se restablece, se vuelve ligero, diáfano, agradable a la vista.
Aquellos
que quieren ayunar deben comprender las cosas de otra manera. Si sienten
molestias no deben asustarse, sino continuar hasta que éstas cesen. Si interrumpen
entonces el ayuno, obran como aquellos que ante el primer brote de fiebre,
empiezan a tomar pastillas para detenerla. Evidentemente, se sienten enseguida
mejor, pero ignoran que deteniéndola, se están preparando con toda seguridad
alguna enfermedad para el futuro.
Dejad
que vuestro organismo reaccione por sí mismo. Cuando éste se encuentra «a
tope», reacciona intentando rechazar y disolver todos los residuos; por eso
sube la temperatura. Y es necesario soportar esta temperatura, ya que es la
demostración de que se está haciendo la limpieza. Para ayudar al organismo en
su trabajo, podéis beber agua muy caliente, hervida. Bebed sucesivamente varias
tazas grandes y la temperatura descenderá rápidamente: todos los canales se
dilatarán y la sangre circulará con facilidad llevándose los residuos hacia las
vías naturales y hacia los poros.
También
es saludable beber agua caliente cuando se ayuna. Hervidla varios minutos y
dejad después que la cal se deposite en el fondo. Cuando laváis la vajilla con
agua fría habréis notado que si hay grasa los platos no quedan limpios del
todo: Se necesita agua caliente para disolver las grasas. Ocurre lo mismo en el
organismo: el agua caliente disuelve muchos elementos y materias que el agua
fría dejaría intactos, los arrastra hacia el exterior a través de los poros,
los riñones, etc…, con lo cual os sentís purificados y rejuvenecidos. Podéis
incluso beber agua caliente todos los días en ayunas. Puesto que el agua
caliente limpia los canales, también es un excelente remedio contra la
arterioesclerosis y el reumatismo.
Al
principio no es muy agradable beber agua caliente, pero poco a poco se
experimenta un agradable bienestar que se convierte en un verdadero placer. El
agua caliente es el remedio más natural y el más inofensivo, pero es quizás
porque es tan barato y tan simple que nadie se lo toma en serio. Uno de
nuestros hermanos se curó con agua caliente de una enfermedad que su médico no
lograba curar por otros medios. Cuando fue de nuevo a verle y le contó lo que
había hecho, este médico, que era amigo suyo, le confesó: «Sí, yo conozco los
milagros que puede hacer el agua caliente en numerosos casos, pero como
comprenderás, no podría hacer pagar una consulta a un paciente a quien
prescriba únicamente que beba agua caliente».
Cuando
se ayuna, el cuerpo físico se siente despojado, naturalmente, pero el cuerpo
etérico compensa estas privaciones aportando otros elementos más sutiles. El
cuerpo etérico tiene como misión velar sobre el cuerpo físico y reponer sus
reservas de energía. Por lo tanto, el ayuno da un impulso al cuerpo etérico
para que se ponga a trabajar; la actividad se traslada a otra parte y durante
ese tiempo el cuerpo físico descansa.
Evidentemente,
si se prolonga el ayuno demasiado tiempo, el cuerpo etérico se sobrecarga de
trabajo, mientras que el cuerpo físico no hace casi nada, lo cual tampoco es
bueno. El cuerpo físico y el etérico están asociados, y si sólo uno de los dos
trabaja, el equilibrio se rompe. Por lo tanto, hay que repartir armoniosa’:
mente la actividad entre los dos.
Para
terminar, os diré algunas palabras para que sepáis cómo terminar un ayuno de
varios días, porque hay que saber que se puede morir si se vuelve a comer
enseguida de una manera normal. El primer día es aconsejable no tomar más que
algunas tazas de caldo ligero, a la mañana siguiente podéis tomar un potaje con
tostadas de pan, y al tercer día podéis comenzar a comer normalmente, pero con
una comida ligera y en una cantidad moderada. De esta manera no corréis ningún
peligro.
Después
de un ayuno semejante, experimentaréis sensaciones nuevas, sutiles, tendréis
revelaciones y, sobre todo, os sentiréis rejuvenecidos, despejados, como si los
materiales que sobrecargaban vuestro organismo hubieran desaparecido, como si
los residuos y las impurezas hubieran sido quemados. Hay cosas muy interesantes
que estudiar respecto a esto, pero la ignorancia y el miedo impiden a los
humanos regenerarse por el ayuno, método que emplearon muchos espiritualistas y
místicos en el pasado.
II.- Ayunar, otra forma de alimentarse
En realidad, esta
cuestión del ayuno va mucho más lejos de lo que os podáis imaginar. Lo que
atrae la desgracia de los hombres son las impurezas de sus vidas pasadas. Cada
pecado, cada falta ha dejado en ellos un residuo, y sus desgracias son el
resultado de todos estos residuos que no han sido rechazados. Ayunando se
desembarazan de estos elementos nocivos, se hace la luz, se sienten más
ligeros, más felices. He aquí por qué el ayuno ha sido siempre preconizado por
las religiones y las enseñanzas espirituales. .
Ayunar no es
renunciar, privarse, sino que al contrario, el ayuno sirve ante todo para
alimentarse. Cuando priváis a vuestro cuerpo físico de alimento, son los demás
cuerpos (el etérico, el astral, el mental), los que empiezan a ponerse a
trabajar. Pues existe en el hombre un principio que se defiende, que no quiere
morir. Si el cuerpo físico se encuentra falto de alimentación, se da la alerta,
y como hay en el organismo entidades que velan por vuestra seguridad, en ese
momento desde una legión más elevada vienen estas entidades a procuraros lo que
os falta: empezáis a absorber elementos que se encuentran en la atmósfera y os
sentís alimentados. Y si en ese momento dejáis de respirar durante unos
segundos, otras entidades más elevadas, en los planos astral y mental, os
proporcionan alimento.
La tradición
esotérica cuenta que el primer hombre se nutría de fuego y de luz. Pero cuando
descendió a la materia, a medida que involucionaba, tuvo necesidad de alimentos
cada vez más densos, hasta verse obligado a alimentarse como lo hace en la
actualidad. Por eso, los Iniciados, sabiendo que la manera actual de
alimentarse es el resultado de la involución, intentan volver al primer estado
de la humanidad aprendiendo a absorber elementos cada vez más sutiles. Es como
si rechazaran el estómago, después los pulmones… De esta forma su pensamiento
se libera. Pero se trata de un entrenamiento largo y difícil, e incluso en la
India muy pocos yoguis llegan a un dominio de su respiración tan perfecto; los
que lo logran pueden nadar en el Akasa, en el éter cósmico, y poseen el
conocimiento total porque son libres.
El hombre descendió
de las regiones celestes a través de un proceso que se llama involución. A
medida que se producía este descenso a la materia, mientras se alejaba del
fuego primordial para entrar en las regiones frías de la periferia, se fue
cargando de cuerpos cada vez más densos… hasta el cuerpo físico. De la misma
forma nosotros nos vemos obligados en invierno a cubrimos con toda clase de
ropas para protegernos del frío. Y ahora para volver a tomar el camino hacia lo
alto, el hombre debe desnudarse, simbólicamente hablando, es decir,
desembarazarse de todo aquello que le hace pesado, y el ayuno es justamente un
medio para volver a encontrar esa ligereza y esa pureza primordiales.
Pero ayunar no es
solamente abstenerse de la nutrición física. Ayunar es también renunciar a
ciertos sentimientos, a ciertos pensamientos que nos hacen pesados. En lugar de
querer siempre absorber, tragar y acumular, es conveniente aprender a renunciar
y a despegarse. Es la acumulación lo que favorece el descenso. Cada
pensamiento, sentimiento o deseo que no es de naturaleza espiritual, viene a
pegarse a nosotros como la escarcha a las ramas de los árboles en invierno. Hace
falta que aparezca el sol de la primavera para fundir la escarcha y para que
volvamos a ser nosotros mismos. En el momento en que hayamos rechazado todo lo
que hemos acumulado en nosotros inútilmente, nos sentiremos atravesados y
vivificados por el soplo divino.
Aquel que quiere
acumularlo todo en su cabeza o en su corazón, no tiene espacio para recibir
la visita del Señor o de los Ángeles. Pero ahora no tergiverséis mis
palabras. Yo no os digo que no debáis hacer uso del estómago, de los pulmones,
de los intestinos, porque destruyendo vuestro cuerpo no comprenderéis la
verdad. Debéis conservar vuestro cuerpo con la cabeza, con el corazón, con los
pulmones, con el estómago… La cuestión estriba únicamente en trabajar creando
la armonía entre ellos. Este es el verdadero sentido del ayuno.
OMRAAM
MIKHAËL AÏVANHOV
De
su libro «EL YOGA DE LA NUTRICIÓN»
Regálanos
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