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lunes, 8 de julio de 2019

Las Siete Leyes de la Creación - Psicogeometría y Geometría Sagrada




Psicogeometría y Geometría Sagrada

Siete Leyes de Creación.

Hay leyes en Geometría Sagrada que dan sustento, forma y coherencia al sistema de la vida. Estas son siete y comprenden: ley de vacuidad, ley de campo unificado, ley de autorecurrencia, ley de polaridad, ley de contención, ley de distribución y ley de fractalidad. Estas leyes son producto de la observación de las constantes que rigen el proceso de creación de los toroides en el universo y, por lo tanto, de las distintas manifestaciones de la vida y el eterno cambio y transformación hacia el binomio muerte/vida.

1. PRIMERA LEY: Ley de vacío
La ley de vacuidad parte del hecho de que todo en el universo surge de un punto cero, de un Ser adimensional, adireccional, es decir, de un espacio que, potencialmente, puede serlo todo, pero que no se ha manifestado. Desde un lugar no-manifiesto, la ley de vacuidad nos permite comprender que todo parte del vacío y regresa al vacío. Aquí no nos referimos a un vacío como cuando decimos que “me siento vacío por no tener rumbo ni destino en la vida”, sino a un vacío fractal, un vacío luminoso, un vacío donde, en potencia, puedo encontrar la totalidad de experiencias en el Universo. Por ejemplo, el vacío ocupa aproximadamente el 98% del volumen del Universo, y la materia brillante conocida como tal, el 2% restante.
La vacuidad (en sánscrito sunyata - shunyata) es sustrato dinámico de toda existencia. Cuando se dice que las cosas son vacío, se sugiere una realidad última que no puede clasificarse en categorías lógicas. Todos los fenómenos están, en esencia, vacíos de toda sustancia propia, ya que, en un sentido, no son más que manifestaciones pasajeras en una corriente de manifestaciones sin fin. Pero, a pesar de que sunyata no tenga forma, lo impregna todo. El vacío, relacionado con el número cero, tiene connotaciones enteramente receptivas. Para que pueda concebirse la vida humana, una mujer debe ser capaz de mantener el vacío en su útero; la concepción sólo puede ocurrir si se produce un espacio de vacuidad en el contacto entre el cuerpo femenino y el masculino. Nuestro cerebro interactúa con ese campo informacional que algunos llaman campo cuántico y otros, como el físico cuántico estadounidense D. Böhm, el orden implicado. Los físicos actuales hablan de un campo espacial y sinérgico en la Teoría Sinérgica del renombrado (y desaparecido) científico mexicano J. Grinberg.
La ley del vacío o ley de vacuidad implica que todo en el universo existe potencialmente, que el origen de la vida sólo puede darse en el momento en que la conciencia crea un espacio negativo, es decir, carente de toda información o sustancia y en esa carencia, en ese espacio potencial, surge la vida.
En esta etapa del proceso de creación se fija un lugar, un espacio donde se ancla un punto cero, un lugar donde la energía va a implotar/explotar. Psicológicamente, cuando se trabaja incorrectamente esta ley, la persona vive sin un punto de anclaje, sin un punto de base, sin una vocación sobre la cual pueda volcar su vida. El primer paso, entonces, es fijar un punto cero, un punto de implosión/explosión, un eje de giro.

2. SEGUNDA LEY. Ley de unidad: campo unificado
A partir del cero, del vacío, por contraposición surge la totalidad, el uno. El símbolo phi Φ codifica la secuencia de la vida, el cero y el uno. En Física, se reconoce la existencia del campo unificado como el fenómeno universal que demuestra la conectividad de toda la materia y la energía, vía un medio de existencia física. En esta disciplina, la teoría del campo unificado (aún en desarrollo) es un tipo de teoría de campo que permite que todas las fuerzas fundamentales entre las partículas elementales puedan ser escritas en términos de un sólo campo teórico-descriptivo.
El término de campo unificado fue acuñado por el célebre ingeniero e inventor N. Tesla, cuando buscaba unificar la teoría general de la relatividad con el electromagnetismo en una sola teoría de campo. El llamado Modelo Estándar de las partículas físicas es una teoría que describe tres de las cuatro interacciones fundamentales entre las partículas elementales que crean la materia. Es la llamada teoría de campo cuántico, desarrollada entre 1970 y 1973, que es consistente tanto con la mecánica cuántica como con la relatividad. Sin embargo, la teoría del Modelo Estándar aún no está completa pues no incluye la gravedad.
Para ello, los científicos tienen que considerar un modelo de Geometría fractal con múltiplos y submúltiplos de phi, como en cierta forma lo propone el Dr. estadounidense en física teórica, M. Kaku, en la teoría de campo de cuerdas que incluye la base de toda sustancia. El hiperespacio es una forma de espacio que tiene cuatro o más dimensiones. El término aparece tanto en geometría como en la descripción informal de ciertas teorías físicas. Las cuerdas están ensambladas en una estructura de súper simetría que permite comprender por qué vivimos en un universo de 10 y/o 26 dimensiones, y por qué el universo de 10 dimensiones se partió en 4 dimensiones espacio-temporales y 6 dimensiones nucleares, (probablemente, la unidad se escindió en una partición áurea con dos sectores, uno de 0.618 y el otro de 0.382).
En Física, las fuerzas entre los objetos no son transmitidas directamente entre dos objetos, sino mediante una entidad intermediaria llamada campo. Las cuatro fuerzas fundamentales están mediadas por campos. Estas fuerzas, que buscan ser unificadas por los científicos, son (de la más fuerte a la más débil): la fuerza nuclear fuerte, la fuerza electromagnética, la fuerza nuclear débil y la fuerza gravitacional.
La fuerza nuclear fuerte es la responsable de mantener unidos los quarks (unidades que se unen para formar neutrones y protones en el núcleo del átomo) y las partículas de intercambio que la median son los gluones. En la física de las partículas, los quarks son los constituyentes fundamentales de la materia, junto con los leptones. A la fuerza electromagnética la entendemos como la que actúa en partículas cargadas eléctricamente y sus partículas de intercambio son los fotones. La fuerza nuclear débil es la responsable de la radiactividad y es una interacción repulsiva de corto rango que actúa en los electrones, neutrinos y quarks. Finalmente, la gravitacional es una fuerza atractiva de amplio espectro que actúa en todas las partículas con masa. Las partículas de intercambio de ésta última son conocidas como gravitones.
La gravedad no se ha logrado incluir en la teoría de campo unificado debido a la diferencia de estructura entre la Relatividad General y las interacciones fuerte y débil. En la Física teórica actual, se cree que una teoría cuántica de la relatividad general demanda ir más allá de la teoría de campo con marcos de referencia, como es la teoría de cuerdas o la gravedad cuántica con lazo (LQG, Loop Quantum Gravity). En esta rama de la Física, la Geometría Cuántica forma una serie de nuevos conceptos matemáticos que generalizan los conceptos de geometría, cuyo entendimiento es necesario para describir los fenómenos físicos en escalas muy cortas.
D. Winter propone que el campo fractal, basado en que la compresión de carga fractal o no-destructiva, al estar creada con la proporción áurea (y generar puntos de implosión), es la simetría esencial, la causa de la creación de la materia, la gravedad, la biología, la auto-organización, la simbolización, la conciencia y las experiencias de iluminación. Debido a que todo el crecimiento biológico está limitado por su habilidad para absorber energía, es evidente que la mejor manera para comprimirla y nutrir a los organismos biológicos es por medio de la fractalidad. Ya que la fractalidad es la Geometría perfecta para la compresión, lo que define la vida es la Geometría perfecta de la distribución eficiente y de la irradiación de energía.
Después de millones de años de evolución, la Naturaleza encontró la simetría de la vida y ésta la encontramos en el ADN, las plantas, las personas y las galaxias. Esta evolución está basada en la Proporción Áurea Fractal. Esta proporción permite que se cree una compresión y, por ende, que surja una distribución de carga. A tal proceso se le llama el “campo fractal”. Ningún biofísico hoy en día podría imaginar otra definición eléctrica de la vida y la conciencia: la perfecta maquinaria que distribuye energía eficientemente.
Sin embargo, parece que los seres humanos nos empeñamos en construir casas, ciudades, sistemas de pensamiento y culturas donde el campo de carga o energía no es fractal y esto ocasiona que las personas enfermen y no maduren. Metafóricamente, diríamos que el ser humano es la única fruta que puede pudrirse sin madurar. Todo esto sólo porque algunos biofísicos no han considerado que el único patrón de campo eléctrico que puede nutrir el ADN es aquel que se asemeja a una rosa, técnicamente llamado patrón de Pentaflor. La vida es la distribución de carga o energía que puede ser comprimida gracias a su Geometría fractal.
La teoría de campo fractal brinda poderosas soluciones para la mayoría de los problemas mundiales, como son la creación de paz mundial, la agricultura, la Arquitectura, la Genética, el biofeedback entre el corazón y el cerebro (bioretroalimentación para vincular las ondas del cerebro con el corazón), el diseño urbano, el clima, la obtención de energía, la curación de enfermedades, la salud celular. Ya que todo el crecimiento biológico está limitado por su habilidad para absorber energía, es evidente que la mejor manera de comprimir esta energía es usando fractales. La definición de la vida la podemos entender gracias al concepto de fractalidad, pues ésta es la Geometría de la compresión y la Geometría de la distribución.
M. Faraday, físico y químico británico, observó que la capacidad eléctrica es a la gravedad lo que la inductancia es al magnetismo. Si Faraday está en lo correcto, entonces la energía almacenada en el capacitor está en la forma de un campo gravitacional.
T. Brown, físico estadounidense, también encontró que en capacitores cargados ocurría una reducción del peso sólo si la placa positiva está arriba de la placa negativa. Si la placa negativa está sobre la positiva, entonces el dispositivo incrementa su peso. Brown descubrió que un capacitor tiende a moverse en la dirección de la placa positiva y que ocurre una pérdida de peso cuando las placas están perpendiculares al gradiente local de gravedad. Finalmente, tiempo más tarde, otro físico estadounidense, D. Davison observó que el cambio de peso es mayor si un capacitor pequeño se anida en uno mayor. Sin embargo, añadimos nosotros que, si este arreglo se hace anidando capacitores en la proporción áurea o con proporciones de las 3 constantes geométricas o las 3 constantes matemáticas, se facilita la recursividad de ondas para producir una óptima compresión de carga y generar mayor gravedad. Dispositivos arreglados de esta manera producen un efecto de campo iónico.
No es necesario tener un doctorado en Física para comprender lo que se requiere en el campo unificado: geometría de compresión. Es razonable pensar que si se comprime energía, se almacena la inercia de esa energía (o carga), en lo que los físicos le llaman masa. Lo que algunos físicos no pueden ver es que las ondas se valen de la recursión de phi para mandar una parte de esa inercia a la velocidad de la luz, al punto de implosión, para producir el monopolio magnético que Einstein nombró como gravedad.
La Ley de Unidad Psicogeométrica acepta que el universo está constituido por una sustancia única llamada energía de punto cero. En Hidrodinámica, el fenómeno llamado óptima traducción de vorticidad es donde la inercia de una línea (energía) se traduce en la fuerza para formar espirales y crear materia o masa.
El primer movimiento que se realiza en el campo unificado es el movimiento en espiral. Tal movimiento está simbolizado por la lágrima del ojo de Horus y también se puede ver en el movimiento ondeado de los bailes indígenas árabes o hindúes para reforzar la fecundidad en las mujeres. Es también el movimiento que hace el agua para cargarse y producir iones negativos. La sensación de exquisito bienestar que nos inunda cuando damos un paseo por un parque después de que ha llovido, se debe justamente a la presencia de iones negativos que son benéficos para la vida. Siendo esto contrario al ambiente asfixiante que se produce en lugares cerrados con mucha carga de contaminación electromagnética, aire acondicionado y poca vida orgánica.

3. TERCERA LEY. Ley de auto-recurrencia o Tubo Toro
Ahora bien, existe una tercera ley, la Ley de Autorrecurencia, que ocurre cuando la espiral áurea que surgió del vacío completa un ciclo y recurre sobre sí misma. Es la espiral dorada que llega a los límites impuestos por pi y comienza el giro para circunscribirse en la esfera y llegar a torcerse y tocar el otro lado de la esfera. Es el momento en el que se construye el toroide. Las ondas sinusoidales, es decir, los vórtices toroidales, los agujeros de gusano o lo que también conocemos como la teoría de supercuerdas, almacenan inercia cuando la onda-partícula recurre en el punto cero.
La onda-partícula también puede representar cualquier evento en nuestra vida. Hasta que no llegue el momento en que una experiencia gire sobre sí misma, hasta que una persona no se conozca a sí misma, no puede completar el ciclo toroidal. Esto ocurre en muchos niveles, ya que el toroide cuando termina un ciclo en sí mismo, comienza otro ciclo en una escala diferente de percepción.
En Psicologeometría, esta ley la entendemos como el ciclo que completa una experiencia para cerrarse sobre sí misma, pero siempre dejando un hueco en el centro. El problema que puede surgir aquí es cuando una persona cree que es una esfera sin darse cuenta que en realidad es un toroide (donde todos los eventos están concatenados a todos los demás) donde la realidad interior codifica la realidad exterior y viceversa, cierra el ciclo y no se abre a recibir un nuevo ciclo toroidal.

4. CUARTA LEY. Ley de Polaridad o de Opuestos Complementarios
Existe otra ley más, La Ley de Polaridad o de Opuestos Complementarios, que es crítica en la percepción mecanizada que tenemos de un mundo dual. Somos herederos de una lógica positivista que nos ha hecho creer, mediante enormes esfuerzos publicitarios, que la realidad sólo puede ser de una u otra manera. Un sistema de pensamiento positivista que genera, de manera irremediable, que se disparen rasgos de escisión psíquica. Es esa estrechez de miras en la que lo bueno y lo malo están siempre separados, que los opuestos son irreconciliables, que la luz existe sin la oscuridad y el largo etcétera que sucede como producto de dicho pensamiento maniqueo.
La lógica dialéctica, por el contrario, es la doctrina de la unidad de los opuestos, aquella que los incluye y que no puede ver la manifestación de un aspecto de la realidad sin el opuesto inmediato. El acto mismo del conocimiento es la introducción de la contradicción, dice la dialéctica Hegeliana.
Así como la ilusión que surge de la Ley de Auto-recurrencia es el sentirse completo y totalizado, sin darse cuenta de que las experiencias no son esferas acabadas sino toroides con ciclos de movimiento interminable; en esta ley surge la gran ilusión de los opuestos enemigos, contradictorios e irreconciliables. La experiencia vista a dos bandos contrarios sin su relación toroidal puede dar pie a fomentar nuestros rasgos psicóticos. En otras palabras, estamos hablando de la ilusión de la escisión del ser.
Si consideramos los opuestos que se unen para poder funcionar, recordemos que tenemos un lado implosivo y otro explosivo en el toroide y, para que existan, se tienen que permitir a uno implotar y al otro explotar. El lado explosivo es cuando la energía/materia va del punto cero hacia el exterior, cuando se ve atraído hacia el norte, pero con polaridad sur. Tiene distintas asociaciones semánticas, todas ellas referidas al mismo proceso de explosión: es el yang, lo masculino, es desenvolvente, es lo positivo, se mueve realizando un levogiro (gira en contra de la manecillas del reloj), tiene el poder de la separación, genera calor y es la suástica que va hacia la izquierda. También está asociado a la raza “adámica”, al color rojo y a la fuerza eléctrica. Considerado como un movimiento que busca llevar la Tierra al Cielo, la materia a la energía, busca la libertad, el caos, el rompimiento del orden, busca generar muerte y transformación. Para un ser humano el movimiento explosivo es la conquista material.
Cuando la onda se desplaza en sentido explosivo, del centro hacia la periferia, haciendo el recorrido dentro del toroide y logrando su punto de máxima expansión, llega a una zona de no retorno (la parte más ancha del toroide), donde cambia su polaridad y comienza un ciclo implosivo.
El lado implosivo es aquél que gira del exterior hacia el interior, en un sentido convergente. Tiene asociaciones a características femeninas, es biomagnético norte y le atrae el sur, es el yin, envolvente, centrípeto, es lo negativo y se mueve realizando un dextrogiro (gira a favor de las manecillas del reloj), tiene el poder de la unión y genera frío. Tiene connotaciones de la raza “evaica”, se asocia con el color azul y con la fuerza magnética. Podemos considerarlo como un movimiento que busca llevar el Cielo a la Tierra, lo eléctrico a lo magnético. Lo que busca este movimiento es restablecer el orden, despojarse de las “vestiduras” para pasar por el punto cero.
“Es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja que entrar un rico en el Reino de Dios”, dice la frase que simboliza este proceso geométrico donde el reino de Dios es el vacío y conforme el camino implota, se va estrechando, haciéndose único. La vida espiritual nos lleva a la introspección y nos filtra hacia el centro de nuestro propio Ser. Su misión es llevar la energía libre desordenada hacia el orden supremo y, finalmente, disolverse en el punto cero. Por ejemplo, la suástica que encontramos en el pecho de Buda es una suástica implosiva que gira hacia la derecha, pues busca generar un camino de recogimiento del Ser para habitar el Vacío, la Nada/Todo, la Semilla. Este camino es el desarrollo de la vida espiritual.
El punto cero puede ser llamado punto de implosión o de explosión, dependiendo de la dirección de movimiento del toroide. Este proceso recursivo es eterno y continuo, la ilusión de la separación nos hace creer que no es así, pero veamos el siguiente ejemplo: una persona nace, se ubica en el punto cero y comienza su recorrido explosivo en la vida. Busca tenerlo todo, saberlo todo, abarcarlo todo, destruye el orden, vive sus crisis de vida y rompe con lo establecido; puede terminar probando cualquier tipo de sustancias tóxicas que le hagan explotar su coherencia interna. Puede llegar a convertirse en una persona que destruya la vida.
Luego, llegado a un punto de máxima irradiación de su experiencia, más o menos a la mitad de su vida, entre los 38 y los 42 años, de forma súbita cambia su polaridad y su vida se torna implosiva. Comienza a importarle menos el poder, el sexo y el dinero y busca con mayor fervor la vida introspectiva, la meditación, las prácticas espirituales. Quizá hasta renuncia a sus posesiones o las regala para un fin social. Con su dinero y saber, funda escuelas, instituciones de ayuda para las personas con adicciones, ayuda a reforestar los bosques, etc. De tajo, su vida se orienta hacia la introspección, comienza a dejar de comer en exceso, usa sólo lo necesario, no desperdicia, respeta la vida, se manifiesta en contra de las guerras, la opresión y el caos. Su vida se orienta hacia el amor, la individualidad y la libertad. Esta vida es la vida de casi todos los místicos de nuestros tiempos y tiempos lejanos. Una vida que dio el giro completo en el toroide… pero, ¿cuál es la vida “correcta”? ¿La implosiva o la explosiva, la espiritual o la material?
Pongamos otro ejemplo, una persona religiosa dedicada desde su más temprana infancia a velar por el bien social, por la humanidad, está dedicada a rezos, prácticas y desarrollo de la sabiduría interior, hasta que vive una experiencia cumbre de Iluminación, entra al vacío y se funde en ello. Habita por un instante el punto cero pero el ciclo no se detiene ahí, continúa hacia un movimiento explosivo. Deja de importarle el amor, las prácticas y los rezos y comienza a ver cómo hacer más productiva su práctica meditativa o su religión, cómo lograr mayor rentabilidad de sus prácticas terapéuticas. Se ve envuelto en una serie de circunstancias que lo orillan a ser más astuto, más perspicaz. Crece en dinero, estatus, poder, riquezas y comienza a querer acumularlo todo. Conquista otros territorios, pudiendo incluso destruir a sus antiguos enemigos; elimina a todo aquel que piense diferente a él, no por pensar distinto, sino porque su pensar diferente le implica posibles pérdidas. Quiere abarcarlo todo, quiere imponer su dogma, su fe, sus creencias a todo el mundo por medio de la muerte, la destrucción, el fanatismo. Incluso amenaza a quienes se oponen a sus leyes de acumulación de capital, a los místicos y ascetas que buscan una vida de renuncia. Los calumnia pues la renuncia, la filosofía del no consumo capitalista y el ejercicio de una vida natural con alimentación sustentable en pequeñas comunidades no es rentable, no genera plusvalor. Quizá termina corrompiendo a menores o cobijando empresarios corruptos, políticos sinvergüenzas. Hasta que muere, con su conciencia explotada, pero sus bolsillos repletos de dinero y fama. Esta historia puede ser la de cualquier sacerdote, religioso, místico, gurú o filósofo.
Lo que acabamos de describir es un ejemplo del interminable ciclo toroidal, conocido en la Filosofía Hindú, como la Rueda del Samsara. La Maya que es la ilusión de la polaridad irreconciliable. Ahora bien, regresemos a la pregunta de ¿quién es el bueno, quién el malo? Cada uno, identificado con su parte del toroide y su giro explosivo o implosivo cree que esa parte es lo correcto, lo “bueno”, lo único que debe existir. Ambos bandos que se creen poseedores de la última verdad, se viven de manera incompleta pues es erróneo pensar que la vida puede existir sin la muerte, o la fuerza eléctrica sin la magnética, o la luz sin la oscuridad, o el frío sin el calor. Ambos criterios son sólo grados en la escala de movimiento de la experiencia toroidal.
La separación de los opuestos es la ilusión que sumerge al mundo en conflictos psicológicos y guerras inacabables. El aspecto negativo de la muerte es la muerte por la destrucción misma. Sin embargo, el aspecto positivo es la transformación, la transmutación por un orden mayor, uno que comprenda mayores posibilidades. La vida, en su aspecto positivo, es la posibilidad de compartir ordenadamente, pero en su aspecto negativo, es el ansía de poseer, de querer tenerlo todo, de acumular.
Parece que quienes viven vidas implosivas creen estar en lo correcto y ser los “buenos”, pero quienes viven vidas explosivas también creen lo mismo. Y no importa ni para el uno ni para el otro lo que el contrario diga, ellos son lo correcto, lo “normal”. La realidad toroidal nos permite ver que ambos viven en la ilusión de la separación. Tanto el místico empedernido que busca la gloria del Cielo negando la Tierra, y que quizá vive como un parásito en el mundo material, como el neoliberal desenfrenado que busca a toda costa el mayor lucro sin considerar consecuencia espiritual alguna, viven cegados. Pero, ¿cómo salir de esta ilusión, de Maya, de la Rueda del Karma/Dharma? En una vida, si se cree en ello, se puede matar a una persona que en la vida siguiente lo mata a uno, ad infinitum. ¿Y luego? ¿Cuándo se rompe la ilusión de creer que vamos de la construcción hacia la destrucción y que ambos procesos están separados?
Este proceso no es secuencial, no es lineal como podemos creer. No es que primero uno pase de ser implosivo a ser explosivo, sino que, al mismo tiempo, estamos siendo implosivos y explosivos… ¡sólo que no nos damos cuenta! Toda experiencia lleva, simultáneamente, un componente de vida y otro de muerte, de luz y de oscuridad, de femenino y de masculino. Para que una experiencia se consume, tiene que completarse el ciclo implosivo/explosivo de forma simultánea. Es sólo nuestra conciencia limitada la que nos hace creer que las cosas suceden lineal y secuencialmente.
Esta es la ilusión, la secuenciación del proceso. Imaginemos que uno quiere hacer girar una dona implotando de un lado pero sin que explote del otro… sólo tratar de hacerlo es tanto física como psicológicamente imposible, y si se llegara a lograr, ¡desaparecería la experiencia!
El camino para romper con la dualidad es la irradiación. Una manzana no crece de arriba hacia abajo, irradia desde el centro, desde su semilla. Se ubica en el centro y se expande, en simultáneo, hacia todas direcciones. El Ser no crece por partes, el amor no puede ser lineal o parcial. O se ama a todo lo que te rodea o no se ama. El amor es la expresión de individuos en libertad que se irradia en todas direcciones. El amor es el deseo de ser quien soy y de ayudar al otro a ser quien es. En última instancia podemos decir que somos un fractal de Dios, del Absoluto. El Sol no ilumina por sectores, no da su luz a ciertas partes del universo y a otras lo oculta. No. El Sol irradia. El Ser irradia. Los cinco toroides verticales y los trece horizontales irradian, a pesar de que no nos demos cuenta de ello, a pesar de estar sumergidos en la ilusión de Maya.
El trabajo de cobrar conciencia de este proceso es el trabajo de la aceptación de nuestras polaridades. Somos sujetos repletos de contradicciones, ambigüedades y paradojas, y nuestro trabajo no es borrar estas contradicciones. Debemos poder integrar los opuestos en una misma función toroidal. El trabajo psicológico no es dejar de desear, pues el dejar de desear es ya un deseo. Tampoco es borrar nuestro lado “oscuro”, es decir, aquel que no aceptamos, sino que consiste en comprender, en abrazar la polaridad, en unificar nuestra sombra. Lo único que nos impide lograrlo es nuestra identificación, nuestra esclavitud, nuestra fidelidad en creer que nuestra visión del mundo es la correcta, que nuestro estilo de vida es el único y el “bueno”. En el momento en que soltamos ese apego primordial, damos paso a que lo contrario se manifieste. A que la sombra, los rincones más oscuros de nuestra psique surjan y en el surgimiento se incorporen. Es a través de experimentarlo subjetivamente que uno crece en la asimilación de contradicciones. No es una teoría, no es un postulado intelectual, sino una vivencia que se experimenta con todas las entrañas de nuestro Ser.
Pensemos que la polaridad magnética y eléctrica surge por el flujo de líneas convergentes y divergentes de puntos de implosión y explosión y que a mayor diferencia entre un polo y el otro, a mayor diferencia de potencial, mayor fuerza. La madurez de un ser humano puede medirse por su capacidad para aceptar la Verdad, y la Verdad es una contradicción asimilada. La Verdad es un punto de fricción, un punto donde chocan dos fuerzas con la misma intensidad pero en sentido contrario. Freud decía que en el inconsciente no hay “barra de la censura”, es decir, no hay represión entre lo que creo que está “bien” y lo que está “mal”. En el inconsciente confluyen, al mismo tiempo, lo implosivo con lo explosivo. En los sueños, en los deseos sexuales, en la risa, no hay censura moral, se viven como esencialmente contradictorios. De hecho, la risa, con la contracción muscular y la liberación endocrina, es un mecanismo que utilizamos los seres humanos para asimilar las contradicciones.
La suástica es un símbolo que geométricamente representa la concentración de las fuerzas femeninas y masculinas, terrestres y celestes, en torno a un punto de atención. Puede tener sus brazos girando hacia la derecha o hacia la izquierda y esto nos habla de un giro implosivo o explosivo. Es una cruz que tiene cuatro brazos acodados como la letra gamma mayúscula del alfabeto griego. Aquella que gira hacia la izquierda y tiene sus brazos apuntando a la derecha, la svástica explosiva, fue tomada por Hitler como emblema nacionalsocialista por ser el signo solar de los antiguos arios.
Si observamos la base de operaciones de la SS alemana, vemos la misma geometría aplicada al diseño arquitectónico, por ejemplo. La suástica implosiva gira hacia la derecha, pero sus brazos lo hacen a la izquierda y está asociada a las prácticas budistas. Sin embargo, su uso se remonta a todas las culturas del mundo. Podemos observar el uso de este importante símbolo en la cultura hopi, cristiana, tibetana, china, japonesa, celta, islámica, hindú, azteca, griega, judía, entre otras.
Homologando esta imagen a la verdadera imagen toroidal que la representa, la línea vertical simboliza lo espiritual, mientras que la línea horizontal representa lo material. El punto de cruce es el punto de anulación de fuerzas, y el círculo en torno al cual está inscrito es el aumento máximo de intensidad que representa la constante de pi.
El símbolo taoísta del Yin/Yang es un concepto surgido de la filosofía oriental, fundamentado en la dualidad de todo lo existente en el universo. Describe las dos fuerzas fundamentales, opuestas pero complementarias, que se encuentran en todas las cosas. Según esta idea, cada ser, objeto o pensamiento posee un complemento del que depende para su existencia y que a su vez existe dentro de sí mismo. De esto se deduce que nada existe en estado puro ni tampoco en absoluta quietud sino en una continua transformación. Además, cualquier idea puede ser vista como su contraria si se le mira desde otro punto de vista. En este sentido, la categorización sólo lo sería por conveniencia. Estas dos fuerzas, yin y yang, son la fase siguiente después del Taiji o Tao, principio generador de todas las cosas, del cual surgen.
El Tao como un Toroide, es de donde surgen el yin y el yang, el aspecto implosivo y explosivo de todo lo existente. El símbolo mismo del Yin/Yang es un toroide y a partir de los cortes que se generan en cuatro cuadrantes, se le relaciona con los cuatro puntos cardinales o las cuatro estaciones del año (siendo la inclinación de la Tierra de 23.5º la causa de las cuatro estaciones). Incluso, a partir de este principio, se originan la línea cortada yin y la línea completa yang, que dan paso a los 64 trigramas del I Ching, relacionados a los 64 codones del ADN. El símbolo maya del Hunab Kun que representa la Totalidad, contiene el mismo principio de la polaridad toroidal. Marcando cuatro direcciones o puntos cardinales, ofrece el claro sentido del flujo implosivo/explosivo.
En la filosofía egipcia tenemos, por un lado, la Escuela del Ojo Derecho de Horus que representa la información concreta controlada por el hemisferio izquierdo del cerebro. Maneja números, letras, palabras y en general la orientación masculina. Mientras que por el otro lado la Escuela del Ojo Izquierdo de Horus representa la información estética controlada por el hemisferio derecho del cerebro. Maneja la intuición y la percepción sensorial.
El principio de la díada es la polaridad. Cuando se contrasta surgen los matices y las diferencias a la luz de lo opuesto. La paradoja de la díada es que mientras parece que nos separa de la unidad, los polos opuestos que buscan atraerse nos recuerdan la unidad. La díada une y separa, en simultáneo. El proceso de creación continúa por la presencia de la polaridad. Entre mas opuestaes la polaridad mayor es la atracción. Entre más diferencia de potencial exista entre dos polos, mayor será la fuerza de unión.
Cuando el aire frío y seco penetra en el aire húmedo y caliente, se originan tormentas o lluvias torrenciales. Un rayo es una descarga eléctrica que golpea la tierra, proveniente de la polarización que se produce entre las moléculas de agua de una nube (habitualmente, las cargas positivas se ubican en la parte alta de la nube y las negativas en la parte baja), cuyas cargas negativas son atraídas por la carga positiva de la tierra, provocándose un paso masivo de millones de electrones a esta última. Los polos de una batería necesitan ser negativo y positivo para completar un circuito eléctrico. La guitarra, el violín o el piano producen sonidos por la tensión producida por los extremos de sus cuerdas. La díada, los pares de opuestos, son indispensables para comenzar con un proceso creativo. De la confrontación entre la tesis y la antítesis puede surgir la síntesis
Psicológicamente, tenemos características masculinas y femeninas aunque seamos hombre o mujer. El grado de ánima y ánimus determinan la forma de relacionarnos con el mundo. Un bebé es creado por la unión de dos fuerzas opuestas, como el padre y la madre. El lenguaje revela pares de opuestos como bueno/malo, sano/enfermo, amor/odio, visible/invisible, izquierda/derecha, arriba/abajo, dentro/fuera, creador/creado, ganancia/pérdida, etc. Sabemos que siempre que se quiera negar una parte de la realidad, no se hace sino darle más fuerza; cuando una persona no trabaja en aceptar su sombra, sus aspectos ocultos, tarde o temprano la realidad le hará tener que verlos de frente y asumirlos. La unión de los opuestos ocurre en el toroide o Mónada.
Hay díadas o pares complementarios entendidos como aspectos psicológicos que existen en el ser humano y que debemos observar como rasgos de nuestra personalidad.
Generalmente, las parejas se unen buscando su opuesto. Una persona pasiva tenderá a buscar una asertiva. Quien vive como jefe, buscará empleados; quienes se viven como víctimas, se acercarán a victimarios. Una persona muy ahorradora, vivirá con una despilfarradora; un integrador, con un excéntrico. Una persona muy reprimida en su sexualidad o en sus emociones se inclinará por acercarse a otra apasionada. El promiscuo, con el impotente; el maestro, con el alumno; el seguidor, con el líder; etc. Todos vivimos aspectos de nuestra propia polaridad en diferentes niveles y circunstancias, cuando la realidad nos devuelve un conflicto con una persona, no hay sino que voltear a interiorizar y aceptar el aspecto aparentemente negativo de uno mismo, para no provocar el conflicto en el exterior, ya que éste es producto especular de nuestra guerra interna.

5. QUINTA LEY. ley de contención: Flor de la Vida
En el proceso de creación, luego de estudiar las cuatro leyes inherentes al toroide (ley de unidad o vacío, ley de auto-recurrencia, ley de polaridad) veremos la relación que ocurre cuando el toroide comienza a conocer y experimentar su creación. Lo que hasta ahora tenemos construido es un toroide hecho de la misma sustancia y que refleja, por su movimiento, dos polaridades. Está circunscrito en una esfera y marca el camino de creación del movimiento, la emoción, el pensamiento y el espíritu. Si viéramos esto en plano, veríamos un círculo con un punto en el centro. A partir de aquí, se construye un patrón llamado la Flor de la Vida, que representa la duplicación de este toroide sobre sí. La ley que gobierna la Flor de la Vida es la ley de la contención. Se dice que, a partir del cero o el vacío, el espíritu se conoce a sí mismo.
En el toroide encontramos al espíritu haciendo un giro en espiral áurea, siendo torcido por la esfera hasta que genera una diferencia de potencial reflejado en la polaridad como la hemos explicado. Es el camino que recorre el espermatozoide para llegar al núcleo del óvulo. El óvulo como símbolo de la materia, lleva al espermatozoide como símbolo de la energía en un recorrido toroidal para crear el cigoto. Una vez creado el cigoto, que en Geometría Sagrada se le conoce con el nombre de Vesica Piscis da paso al proceso de duplicación que en biología se le conoce como reproducción mitótica celular.
Patrón del Génesis.
El patrón del Génesis narra seis días de trabajo divino y uno de descanso. Gráficamente, lo entendemos como un círculo central y seis círculos girando en torno a éste. Cuando realizamos el trazado, somos conscientes de que la secuencia numérica binomial es la que ampara este desdoblamiento. La ley de contención está basada en la duplicación de los elementos. Es la creación de la tridimensionalidad. De hecho, es la incubación en ella. El patrón de la Flor de la Vida es un símbolo que explica los ejes x, y, z, es decir, el movimiento adecuado en la tridimensionalidad. Es la malla que nos ata y estructura en el mundo material. Es lo que le permite a la energía solidificarse como materia.
Si vemos la Flor de la Vida en plano, se ve como una figura hexagonal envuelta en un círculo doble. Si la viéramos en 3D, encontraríamos un cubo perfecto. El cuadrado tiene como base la unidad y su diagonal es √2, por tanto, es un símbolo que no permite la distribución y el compartir de las emociones, pensamientos o acciones, sino su contención.
La secuencia numérica binomial comienza con el vacío y la unidad, el cero y el uno, pero el tercer paso no es la suma del anterior, sino la duplicación de la unidad. La secuencia se construye 0,1,2,4,8,16,32,64..., y da pie a la base de la ingeniería que utiliza la tecnología artificial. Las computadoras y todo instrumento artificial se basan en esta secuencia. El lenguaje binario que se utiliza no es otra cosa que un pequeño dispositivo llamado interruptor con posiciones de encendido y apagado. Esto genera un universo infinito de posibilidades donde se logra acumular mayor cantidad de valores en el menor espacio posible. En los ocho primeros dígitos de la secuencia encontramos que podemos crear 64 valores simplemente prendiendo o apagando alguno de los números. Pensemos en crear el valor 19. ¿Qué haríamos? Prendemos la casilla sexta que tiene el valor 16, luego prendemos la casilla tercera con el valor 2 y, por último, la casilla segunda con el valor 1. Sumado, nos da el valor 19. Así podemos encontrar todos los números entre el 0 y el 64 en las primeras ocho casillas.
La retícula que se crea a partir de esta secuencia es lineal, secuencial y está basada en la duplicación. La ley de contención, amparada en el símbolo de la Flor de la Vida, tiene connotaciones enteramente masculinas por su función pero femeninas por su forma. Los círculos que crean todo el conjunto tienen referencia hacia la feminidad por sus formas de onda sinusoidal. La Flor de la Vida es una figura geométrica compuesta de múltiples círculos, arreglados en una simetría hexagonal. El centro de cada círculo se encuentra en la circunferencia que rodea cada uno de los demás. En esta figura geométrica podemos encontrar, uniendo ciertos vértices, la forma del Árbol de la Vida (que explica las leyes arquetípicas y los veintidós psicotipos humanos), la Fruta de la Vida, los cinco sólidos platónicos, la Estrella Madre o Estrella de Metatrón (que nos da la forma que tiene el llamado “cuerpo de luz” del ser humano, bíblicamente conocido como el Merkabah o Vehículo de Luz) y el Huevo de la Vida (vemos en él la Ley de Tres y la Ley de Octava, origen de las progresiones musicales y del tiempo orgánico).
La Flor de la Vida representa la fuerza que se encuentra en la división y en la especialización de actividades. En la división de funciones, el cuerpo encuentra su multiplicidad de capacidades. En la especialización, vemos reflejado el nivel de complejidad de un organismo. Actualmente, una gran parte de nuestra cultura y civilización gira en torno a la imagen de la Flor de la Vida, a la ley de acumulación. Este es, pues, el símbolo de la acumulación que llevado a su extremo negativo puede generar enfermedades inflamatorias o de irritación por la extrema fricción y el calor que se desprende de ello, así como guerras y dominación en lo social. La consecuencia de la acumulación en un cuerpo es el sobrepeso, o en una célula, el cáncer. El cáncer puede ser entendido como la acumulación energética de ciertos procesos motrices, emocionales, intelectuales o espirituales que no saben cómo distribuirse y repartirse adecuadamente para poder organizarse y no dañar al organismo.
El régimen geométrico de la acumulación permea en todas las escalas posibles de nuestra sociedad. En lo económico, se busca la mayor acumulación de capitales y la menor pérdida. En lo arquitectónico, la forma que prevalece en las ciudades es el cubo. Personas “cúbicas” que acumulan libros que no leen, recuerdos de antaño, cosas inservibles, cacharros abandonados. Tan sólo repasemos la cantidad de cosas que guardamos en nuestras casas y que jamás le hemos dado uso (y quizá ni lo haremos). La acumulación de objetos nos brinda la falsa ilusión de sentirnos protegidos, anclados al pasado.
También acumulamos emociones y pensamientos inservibles y obsoletos en la psique. ¿Cuántas personas hay que continúan creyendo que las enfermedades son generadas por un “virus” que viene desde afuera a atacarlos? Hay quienes no logran concebir que vivimos en un campo fractal, en un universo toroidal, donde el afuera y el adentro no están separados como pudiéramos llegar a pensar. ¿Qué se utiliza a nivel mundial para fomentar está ilusión?
Todos los medios posibles. Pero más allá de los medios que se utilizan, se fomenta una ideología, es decir, aún utilizando todos los medios para crear esta ilusión, si no fuera por la base psicológica en la que está sustentado el neoliberalismo, no se podría crear dicha ilusión. ¿Cuál es esta base psicológica? La acumulación o, peor aún, la distribución caótica, sea de información, de emociones o de impulsos sexuales.
De cierta manera, los sistemas de vida antinatural buscan que acumulemos conocimiento, que seamos tacaños y ariscos con él. Que acumulemos dinero, posesiones, riqueza, pobreza, fama, estatus, poder, espiritualidad, emociones, enfermedades y un largísimo etcétera. En la Edad Media, y a veces no estamos muy lejos de ella, se vendían bonos para ganarse el Cielo. Hoy en día, se venden todo tipo de prácticas y meditaciones para trascender el cuerpo físico, ganarse el Nirvana, llegar a donde otros no han llegado. Y por lo general, todo esto es oculto, siempre misterioso. Los “iniciados” son iniciados porque han acumulado muchos méritos, porque están cosechando lo que han sembrado. Nada más ingenuo e ilusorio. La iniciación o Iluminación de profetas y gurús no ocurre por su acumulación, sino por el siguiente paso, la siguiente ley: la distribución. Es la vía húmeda del Tarot que sucede por transmisión inmediata de vida, en contraste con la vía seca, que implica un incesante y paulatino trabajo, que puede o no, culminar en la meta elegida. De hecho, la gran diferencia entre ambos caminos es el desapego al resultado: doy lo mejor de mí, doy mi Ser en cada acto, emoción o palabra, y genuinamente no espero nada a cambio; me desprendo del control por el resultado, dirijo sin control, direcciono sin esfuerzo, habito mi centro en el torbellino de la vida. Centro mi fuerza en la irradiación y, si el resultado es acorde al deseo primigenio, qué bendición, pero si no lo es… ¡también qué bendición!
Las escuelas que siguen el principio de acumulación son aquellas que creen que el conocimiento es de unos pocos y que no le pertenece a toda la humanidad. Creen que hay que hacer méritos e ir ganando, poco a poco, los niveles de conciencia o de conocimiento; el desarrollo es burocrático y está sometido al ejercicio del poder, a una estructura jerárquica impositiva; el alumno es eso, un a-luminus, un ser sin luz al que el superior tiene que iluminar, enseñar y guiar. El alumno necesita de un maestro y el maestro del alumno. No puede avanzar el uno sin el otro, ya que, cuando el maestro avanza, tiene que dejar a alguien en su lugar. Y es él quien decide quién se queda en ese espacio.
Es el juego del poder cúbico. Son las escuelas iniciáticas que guardan sus secretos hasta la tumba y prefieren, algunas veces, morir con ellos en lugar de darlos a la humanidad. Dicen que abrir el conocimiento a los no iniciados puede llegar a ser peligroso. Nada más peligroso que compartir lo que han acumulado, sostienen. Para compartirlo, disponen de redes de sociedades secretas que, con base en códigos complejos, van encriptando la información. El alumno dedica toda su vida a descifrar esos códigos y por el esfuerzo que le costó y el empeño que hubo que poner en ello, no lo compartirá, a menos que otra persona haga un esfuerzo similar al suyo y sane su ego herido. Son las escuelas donde existe un gurú sabelotodo, poderoso e intocable y un grupo de personas que, carentes de identidad, se entregan a continuar inflando el nutrido ego del supuesto maestro.
Es el pensamiento de colmena, el pensamiento colectivo, no de individuos reunidos, sino de monopolio de conciencia, por lo general con un bajo nivel de fractalidad, es decir, con un sistema de pensamiento único, el ejercicio de sólo un tipo de sexualidad, una forma de vivir las emociones o una dieta estricta y única. La baja fractalidad ocurre por una falta de asimilación de las diferencias. Esto sucede en cualquier sistema de vida, sea en las artes ocultas del misticismo o de la Ciencia, de la Religión o la Medicina, de la Filosofía, la Psicología o cualquier otra. No importa el credo, la postura es la misma: acumular y no permitir que la información fluya libre y ordenadamente.
Veamos ahora algunos aspectos constructivos y destructivos de la filosofía hexagonal. Un aspecto positivo de ello podría ser que se aseguran los medios de acumulación de la información, que el alumno cuenta con un tutor que lo confronta y enseña. El estudiante tiene a quién referirse y no necesita voltear a verse a sí mismo, pues siempre habrá un maestro que le entregue, dosificadamente, el conocimiento, dependiendo de la evaluación que se haga de su crecimiento. El desarrollo de la voluntad, el temple, la obediencia y la disciplina son aspectos invaluables de este nivel geométrico. El desarrollo del egoísmo, la manipulación o la adoración podrían llegar a ser aspectos destructivos de esta postura. La ley de acumulación o contención permite crear estructuras sólidas y firmes en tanto se busque la finalidad de conciencia de “colmena”. Las abejas, como cualquier ejército, utilizan redes jerárquicas hexagonales para construir sus panales, hablando de este criterio. Su organización es jerárquica y permite la suma especialización de funciones. En la abeja reina existe toda la información de la colmena y de los ríos de magnetismo de la tierra donde está ubicada, para indicarle a las obreras cómo moverse en el campo.
El individualismo y no la individuación es el valor del neoliberalismo, del capitalismo salvaje, del sistema de pensamiento-emoción-acción que rige en el planeta. Quienes habitan esta geometría piensan que poco importa el daño que haga al medio ambiente o cuántas personas mueran, siempre y cuando el valor de mercado se mantenga al alza y no se disuelva en su único valor real: la ilusión de seguridad. Pues, ¿qué puede ser seguro en esta vida? Sólo el cambio.

6. SEXTA LEY. Ley de Distribución: Pentaflor
Como ya hemos adelantado, después de la ley de acumulación continúa la ley de distribución. Esta ley está basada, geométricamente, en la Pentaflor. Esta última es la imagen de poder más acabada de la Geometría Sagrada. Refleja la vista superior de la molécula dodecaédrica del ADN y es una imagen que nos sirve para generar punto de implosión y ordenar la energía, las ondas y la materia de manera armónica. Es un símbolo construído con diez espirales doradas ordenadas sobre un pentágono. Su base matemática, como visto en capítulos anteriores, es la secuencia numérica Fibonacci o la secuencia de la vida. Si graficamos esta ley observamos que, a partir de cuadrados, vamos construyendo una red dorada que sale del vacío y regresa a él. Hay muchas personas que han tenido experiencias cercanas a la muerte que reportan ver un túnel y que se sienten atraídas por el fondo del túnel. En el momento de la muerte, tu memoria tiene que pasar por la ley de distribución y escoger aquello que resuene con la vida. Es como un filtro que decide qué es aquello que puede ser distribuible y aquello que no lo es.
Las escuelas de conocimiento basadas en el principio de la distribución son enseñanzas no herméticas, expuestas y abiertas. Se conocen sus fines, principios y medios, no operan en base a jerarquías, sino que se organizan en base a redes, donde cualquier miembro del grupo puede tener acceso a cualquier otro. No hay un maestro, gurú o sabelotodo que dirija institución alguna pues el conocimiento y las experiencias están disponibles para todos. No es que esta ley sea ideal. La ley hexagonal de la Flor de la Vida y la ley pentagonal en la Pentaflor tienen sus propias características. Por ejemplo, en las escuelas de enseñanza pentagonal, al no haber un guía, el estudiante puede perderse en sus propias fantasías sobre el trabajo interior. Al estar basado en el valor de la autodeterminación, autosustentación, autodirección, el maestro utiliza la mayéutica para formular sus aseveraciones y direccionar el camino. No hay recetas para llegar a ningún lugar. De hecho, no hay lugar alguno a dónde llegar. Sólo se comparte y se busca hacer que el conocimiento esté disponible para la mayoría, para enriquecer entre todos un corpus teórico-práctico.
En este proceso, lo que puede ocurrir es que no se comprenda que el conocimiento está cifrado en distintos niveles de codificación. Al provenir de sistemas jerárquicos, existen también niveles de interpretación de acuerdo al grado del iniciado. Por ello, el conocimiento, que puede llegar a ser muy técnico y críptico, al llegar a las manos de cualquier persona que no ha tenido todo el proceso de desarrollo, genera una interpretación completamente errónea sobre determinado código. Aunque el código de la Geometría Sagrada nos pertenece a todos, la ley de distribución no permite que se solden vínculos a largo plazo. Algunas de las características destructivas de esta ley es que se puede generar, entre las personas o los elementos de la red, cierta desconfianza y recelo, pues puede llegar a no haber un reconocimiento por el trabajo del otro, ya que se parte de la base que todo es de todos. Incluso se puede llegar a la falta de solidez y compromiso en los proyectos que se busca realizar. El compromiso es con el propio individuo, y se busca crear una red de individuos que compartan y distribuyan libremente sus experiencias e información. En este nivel, la responsabilidad, la habilidad para dar una respuesta, le pertenece a cada quien.
En suma, a lo largo de los tiempos y en resonancia con la ley de acumulación y la ley de distribución, han existido dos grandes corrientes que dominan el quehacer del ser humano: el ocultismo y la libre enseñanza. Sin importar la filosofía, el sistema de pensamientos o de creencias, se puede adoptar la postura hexagonal, como la Flor de la Vida, y tener la tendencia a acumular o, por el contrario, adoptar la Geometría de la Pentaflor y distribuir el conocimiento. Pero, ¿qué estructura biológica resume todas estas leyes? Aquella que ha sido capaz de ordenar la energía proveniente de los rayos solares y cósmicos y convertirla en formas de vida, en información viviente. En formas que son capaces de transformarse y transformar el ambiente. Este dispositivo es el código de la vida: el ADN.
El ADN o ácido desoxirribonucleico es un ácido nucleico compuesto de dos cadenas polinucleotídicas que se disponen alrededor de un eje central formando una doble hélice, capaz de autorreplicarse y codificar la síntesis de ARN. El ácido nucleico funciona como soporte físico de la herencia en el 99% de las especies. La molécula, bicatenaria, está formada por dos cadenas antiparalelas y complementarias entre sí. Su unidad básica, el nucleótido, consiste en una molécula del azúcar desoxirribosa, un grupo fosfato, y una de estas cuatro bases nitrogenadas: adenina, timina, citosina y guanina.
Las siete leyes de Psicogeometría las vemos reflejadas en el ADN de la siguiente manera: por el átomo de hidrógeno que une los pares de bases nitrogenadas, discurre el vacío, en una onda que es capaz de moverse más rápido que la velocidad de la luz. La estructura del ADN es un rectángulo en el centro de donde se adhieren moléculas de fosfato hexagonales y, luego, moléculas de azúcar pentagonales. El movimiento del ADN en el núcleo celular busca ser un movimiento toroidal donde se implote/explote la información del medio ambiente. El ADN es visto como un dispositivo de transmisión y recepción de información capaz de autodirigirse y de “ver” a través del espacio y el tiempo.

7. SÉPTIMA LEY. Ley de Fractalidad
La última ley, la de fractalidad, nos dice que la suma de todas las partes se encuentra contenida en cada una de las partes. Repasando lo expuesto en capítulos anteriores, un fractal es un patrón o forma geométrica construida con tales partes y proporciones, que en su conjunto, son idénticas al patrón total. Aunque se asocia la creación de fractales a modelos matemáticos, el universo en su conjunto es un fractal.
Un fractal es un objeto geométrico cuya estructura básica se repite en diferentes escalas y, en muchos casos, los fractales pueden ser generados por un proceso recursivo o iterativo, capaz de producir estructuras autosimilares independientes de la escala específica. Los fractales son estructuras geométricas que combinan irregularidad y repetición de estructura. Aunque muchas formas naturales tienen estructuras de tipo fractal, un fractal matemático es un objeto que tiene, por lo menos, una de las siguientes características: tiene detalles en escalas arbitrariamente pequeñas, es demasiado irregular para ser descrito en términos geométricos tradicionales, tiene autosimilaridad exacta o estadística y puede ser definido de forma recursiva.
El problema con cualquier definición de fractal es que existen objetos que uno quisiera llamar fractal pero que no satisfacen ninguna de las propiedades anteriores. Por ejemplo, fractales de la Naturaleza como nubes, montañas y vasos sanguíneos tienen límites inferiores y superiores en detalle; no existe un término preciso para “demasiado irregular”; existen diferentes maneras para definir “dimensión” con valores racionales; y no todo fractal es definido recursivamente. Los fractales estocásticos están relacionados con la teoría del caos. En efecto, los fractales, como los seres vivos, satisfacen la mayor parte de las propiedades de la lista, pero algunos de ellos carecen de alguna de las características y, sin embargo, entran en la categoría correspondiente.
Algunas de las fórmulas matemáticas para la creación de fractales son: Mandelbrot, Julia, Lindenmayer, Halley, Quaternion y Biomorph. En 1993, el investigador estadounidense M. Theroux incorporó el valor de phi en la creación de fractales, con ayuda del software Fractint 17.2, y esto le permitió reproducir en realidad virtual, algunos procesos biológicos. En este proceso logró incorporar la creación de autosimilaridades (proceso que, al mismo tiempo que conserva la forma original de la especie, le permite evolucionar para que pueda interactuar con su medio ambiente).
Los patrones fractales han sido encontrados en el flujo del tráfico, en la música, en la cardiología, en la electrónica, en la meteorología, etc. Todos los fractales están hechos de retroalimentación positiva sin importar el medio. No son estables ni estáticos. Se balancean en el filo del caos. Un mínimo contacto y pueden volar en giros atrevidos, al igual que un fuerte tirón puede no moverlos. La predicción no está asegurada y, por supuesto, los deterministas se sienten incómodos con los fractales. El universo consiste en una serie de cuerpos espirales de tamaño diminuto, cada uno hecho de la eyección de plasma y modulado por un efecto espacial Coriolis: un universo fractal rotativo, comenta el investigador estadounidense H. Colin.
Gracias al advenimiento de la Geometría de los fractales, varias ciencias particulares pueden hoy tomar sus conceptos y aprovecharlos en sus respectivas áreas de conocimiento. Está surgiendo de este modo una compleja matriz científica que puede servir para hacer de soporte a todas las ciencias particulares, una suerte de Ciencia Madre. Las ciencias sociales, por ejemplo, pueden utilizar muchos conceptos abstractos de los fractales y de la teoría del caos, proponiendo nuevas teorías o profundizando en las clásicas, pero enriquecidas por el nuevo paradigma.
K. Marx realizó intuitivamente el análisis fractal de la economía política, estudiando la mercancía como la pieza raíz (la ecuación fundamental), de la cual se obtenía el “árbol” completo de la sociedad capitalista. En ese sentido, Marx veía el germen del sistema capitalista en su partícula económica celular, la mercancía, mínima expresión de la cual emanan todas las contradicciones sociales que luego se iteran a través de todo el sistema, preñándolo de su esencia contradictoria. La mercancía es la quintaesencia de la sociedad en la que vivimos. Un sistema simple (la mercancía) repercute (recursividad) y se despliega de tal forma que termina siendo un sistema complejo que es cualitativamente diferente de la partícula que le dio la información.
Si el aleteo de una mariposa en Pekín puede desencadenar un huracán en Miami, como postula la Teoría del Caos, ¿no puede una crisis económica repercutir en todo el sistema? Vemos confirmar esta teoría en las crisis que generan ciertas economías particulares (nacionales) sobre el conjunto de la economía mundial. De cualquier modo, una extrapolación demasiado esquemática de la geometría fractal a las ciencias sociales será siempre una utopía, ya que la sociedad no es una abstracción matemática.
En las matemáticas priman los entes estáticos, ideales: los números. Con una ecuación sumaria, o parámetros fijos, una computadora puede deducir una estructura, como pasa en el caso de las imágenes digitales que representan ecuaciones fractales. Sin embargo, una sociedad no puede hallar una ecuación sumaria que genere una estructura determinada, por el simple hecho de que los pilares de una sociedad son más elásticos que simples coordenadas ideales. Entonces se da lo que la teoría del caos denomina sensibilidad extrema a los estados iniciales de un proceso, que pueden redundar en cambios drásticos.
De este modo, en las ciencias sociales priman los elementos móviles, la sociedad en un movimiento incesante. Sin embargo, el análisis del “ADN social”, o sea, todas sus tendencias internas de desarrollo, pueden ser estudiadas siguiendo los parámetros de esta teoría, que no es otra cosa que una teoría integral del desarrollo, del devenir. Dicho de otra manera, es una forma novedosa que puede tomar el método dialéctico que funda Marx, sobre la base de Hegel y Heráclito.
La ciencia tiene la predicción como uno de sus usos. Predecir determinadas leyes que se cumplan a cabalidad, con lo que el futuro sería previsible desde la razón. Muy diferente a la predicción esotérica, este tipo de predicción científica se da con base en el estudio de las condiciones iniciales de un fenómeno. Allí se trata de observar sus principales tendencias vitales que se cristalizan en un tipo de desarrollo. Dos ejemplos: Newton, con su teoría de la gravedad, estableció leyes que permitieron resolver y predecir fenómenos que antes eran imposibles de estudiar. Otro ejemplo lo tenemos con el avance de la Biología Genética, ya que, con el estudio del genoma humano, lo que se está tratando de hacer es obtener las leyes que rigen el desarrollo del ser humano.
Marx también estudió otras ecuaciones sumarias que engendraban a la estructura capitalista mundial. Una de ellas era la propiedad privada de los medios de producción. Estudiando esta forma legal de cómo se relaciona la sociedad, halló cómo se desarrollaría este fenómeno histórico. Y llegó a la conclusión de que la propiedad privada tendía al monopolio, a lo que hoy llamaríamos fusión de empresas. Pero no pudo determinar exactamente el porvenir del sistema, ya que el capitalismo no tiene un ADN que permita predecir con exactitud su desenvolvimiento diacrónico, histórico. Por ello, las ciencias sociales se baten entre las ciencias duras y las blandas. No llega a ser una “ciencia dura” por esta imposibilidad de hallar leyes precisas, como en el caso de las ciencias exactas, pero puede hallar leyes elásticas, que acerquen al objeto de estudio sin renunciar a la ciencia. El método que puede servir para ello es la teoría del caos y los fractales








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