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martes, 13 de octubre de 2015

Salto en El Tiempo: Año 26 Conversación con Jesús de Nazaret (Yuy) Primera Parte I



Salto en El Tiempo:
Año 26 Conversación con Jesús de Nazaret (Yuy) Primera Parte I

“Cuando hayáis acabado aquí abajo, cuando completéis vuestro recorrido de prueba en la carne, cuando el polvo que forma el tabernáculo mortal sea devuelto a la tierra de donde procede, entonces, sólo entonces, el Espíritu que os habita retornará al Dios que os lo ha regalado”     

…/…    
            En un momento de nuestra conversación, Jesús me dijo:

·         Pues bien, para llegar a ser un Dios, primero tienes que aprender a delegar.

Sonrió y continuó descendiendo en mi torpe inteligencia.

·         Él, Ab-bà (Dios Padre) es la luz. Él llega y lo perfuma todo, pero, previamente, otros, su “gente” (infinidad de seres de luz), han colaborado en el prodigio. Son incontables las criaturas que participan en la belleza, en el amor o en el simple avance de las leyes físicas y espirituales. Lo visible está lleno, pero lo invisible está repleto.

Comprendí, pero no comprendí. Jesús lo notó, y tomó el frasco azul entre los dedos. Me lo mostró, y preguntó:
·         ¿Qué es?
·         Un perfume, Señor…
·         Pero ¿cómo se obtiene?
·         Gracias a las plantas, a la luz, y a cuanto rodea al sándalo, y a la jara, y a la mandarina…
·         Todos hacen el milagro. Todos participan…

Así era. Las esencias, que posteriormente se convierten en aceites esenciales o perfumes, mediante presión o destilación al vapor, aparecen en las plantas como un auténtico “juego de manos” de la naturaleza. Y todas ellas como si de una orquesta se tratara. El Maestro (Jesús) hablaba con razón. Todas colaboran, aunque nada hubiera sido posible sin la luz.

Sí, Padre/Madre perfuma con la luz…

Mensaje recibido.
·         El Padre y su “gente” –repitió Jesús, sin disimular su satisfacción-. ¿Trabajan o no trabajan bien?
·         Muy bien, Señor…

Y me atreví a ir un poco más allá en nuestra primera conversación en Beits Ids. Él aceptó, encantado.
– Y Él está ahí, en lo grande y en lo pequeño. ¿Sabes de algún lugar donde no está Padre?

Sin querer, empezaba a plantear determinadas cuestiones. Él lo percibió, y sonrió, pícaro.
·         Todo lo que es, o existe, lo es porque Él lo ha imaginando previamente…

Dejó que soltara la imaginación, y que me aproximara a su pensamiento. No sé si lo conseguí.
·         … Más aún –continuó-: Lo que no es… también es suyo.
·         ¿Quieres decir, Señor, que lo que vemos, o sentimos, ha sido imaginado previamente?

Asintió en silencio, y divertido. Sabía muy bien adónde quería ir a parar.
·         Entonces, cuando nosotros imaginamos…
·         No, hermano, (omito el nombre de quien está con Jesús) no confundas mis palabras. Yo no he dicho eso. El Padre imagina y Es. El ser humano imagina porque ya Es. Ésa es una de las grandes diferencias entre los hombres y Dios.
·         Un momento –le interrumpí, ciertamente sorprendido-, ¿quieres decir que no podemos imaginar si lo imaginado no ha existido con anterioridad?
·         Así es…
·         ¿Todo?
·         Todo –replicó, rotundo-. Absolutamente todo…
·         No consigo entenderlo…
·         Es lógico. Estás al principio del camino. El Padre es más listo que tú…

Esta vez fui yo quien asintió en silencio. Ya lo creo que lo es. Jamás hubiera imaginado que mis sueños, mis deseos, incluso mis iniquidades, pudieran haber existido con antelación a mi propia realidad.

·         No te atormentes ahora con eso –terció, oportuno-. Ni siquiera Dios es el final…
·         Me asombra tu familiaridad para con Él. Es difícil acostumbrarse. ¿Por qué le hablas así al Padre?
·         ¿Crees que es Dios del miedo?
·         Tú enseñas lo contrario, pero…
·         Lo sé, mi madre, mis hermanos/as, éstos, mis pequeñuelos de ahora, han sido educados en un Dios al que hay que temer. Lo sabes muy bien: yo he venido a cambiar eso. ¿Cómo puedes sentir miedo de la luz, que te ayuda y te vivifica? ¿Cómo debo hablar con el amor?

Y dibujó en el aire la palabra áhab (Amor). Entendí: con mayúscula…
– Con el Amor, querido mensajero, ni siquiera es preciso hablar. Pero, si lo haces, hazlo con la confianza, con el respeto, con la admiración, con la alegría y, sobre todo, con la sencillez que proporciona un amigo…

Dudó.

·         El Padre es más que un amigo, y más que una novia o un novio. Háblale si lo deseas, como te hablas a ti mismo. En realidad, aunque no lo sepas, le estarás a hablando a Él.
·         Sin miedo…
·         -¿Concibes la luz como un juez? ¿Crees que el Amor lleva las cuentas? ¿Para qué está el perfume? ¿Sientes miedo cuando me hablas?

Negué de inmediato. Podía sentir otros sentimientos, muchos, pero jamás el miedo. Aquellos ojos, como la miel líquida, no habían nacido para asustar o dominar. Eso lo sé, y siempre lo he defendido. La mirada del Hijo del Hombre era un refugio…

·         Hablar con el Padre…, como si fuera un amigo, y a cualquier hora, como tú…
·         Así es. No importa cuándo, ni por qué. Para hablar con Él no necesitas un motivo. ¿Necesitas una razón para soñar o para amar?
·         Pero si me dirijo a Él, tiene que ser por algo…
·         Sí, ésa es otra equivocación que me gustaría corregir. Al Amor no conviene pedirle nada. Es un error y, además, una pérdida de tiempo. Tú estás enamorado…

Me estremecí. (El que habla… estaba enamorado de la hermana de sangre de Jesús: Ma´ch) Sabía que lo sabía, pero, así, de pronto…
·         … y jamás le has pedido nada. Al contrario…

La penumbra de la cueva llegó en mi auxilio. Supongo que estaba rojo, como una amapola. Pero Él pasó sobre mi inquietud de puntillas, como si no tuviera importancia. Querida Ma´ch Él lo sabía.

·         Si hablas con el Padre –prosiguió con una sonrisa de complicidad-, no pierdas el tiempo. No solicites lo que ya tienes o tendrás.

Y aclaró:

– … Si Él te imagina, y es obvio que así es, puesto que estás ahí, frente a mí, Él lo hace con lo necesario para tu supervivencia. Tú no dependes de ti mismo, aunque creas lo contrario, sino de Él que está Dentro De Ti. Pues bien, si existes, porque te ha imaginado, ¿por qué te preocupas de lo material? En el amor, como en el perfume, todo se ordena mágica y benéficamente.

– Entonces –lo interrogué con un hilo de voz-, ¿qué debo pedir?

– ¿Qué me pides a mí, cuando estamos juntos?

Buena pregunta. Y me hizo pensar. Jamás le pedí un favor, nada físico. Me bastaba con su compañía y, sobre todo, con su palabra.

Leyó mis pensamientos y movió afirmativamente. Después, recreándose, manifestó.
·         Oírle es un placer. ¿Te parece poco? Además, dada su condición de Padre, siempre regala algo…
·         ¿Oír por oír?
·         Ese es el secreto que abre el corazón del AmorCuanto más quieras, más debes oír… Mejor dicho, más debes oír… Le.
·         ¿Y qué regala?
·         ¿Y por qué no lo averiguas por ti mismo? Sólo tienes que asomarte al interior…

Así concluyó la primera conversación en Beits Ids. El sueño nos rindió y quien esto escribe entendió, un poco mejor, por qué el Maestro no se sujetaba a las plegarias tradicionales. Él prefería la luz…Nunca olvidaré aquel histórico 14 de enero, lunes, el verdadero día del Señor…

Retorné al abrigo en el que dejé al Maestro, y calculé: era muy posible que no hubiera comido en todo el día anterior. En total, más o menos, unas treinta y tres horas de ayuno. Y lo observé, complacido. Se sentó frente a las viandas y el mensaf desaparecieron en un suspiro. Estaba hambriento. Halle un Jesús radiante y feliz, así era el Hijo del Hombre, de un humor inalterable, y supe que deseaba hablar, lo necesitaba.


Entonces pregunté sobre sus planes. ¿Qué pretendía? ¿Por qué se detuvo en aquel paraje? ¿Qué buscaba en la colina de la “oscuridad”?

Y habló, y lo hizo con pasión y convencido. Quien esto escribe se limitó a oír y a preguntar. Ojalá fuera capaz de transcribir lo que puso ante mí. Parte de lo que dijo sigue siendo un misterio, lo confieso. Algunos temas me desbordaron.

Jesús me recordó algo que ya había intuido. Aquel lunes, 14 de enero del año 26 d.c., fue el “estreno” –las palabras no me ayudan- del Galileo como Hombre-Dios. Como dije, el día del Señor, su “inauguración oficial” como Dios hecho hombre, o como hombre que recibe la naturaleza divina. A partir de ese mediodía, nada fue igual. El viejo sueño de Jesús –hacer siempre la voluntad de Ab-bà (Dios)- se convirtió en algo inherente (inseparable) a la doble recién estrenada naturaleza del Hijo del Hombre. Hacer la voluntad del Padre Azul formó parte de su sangre y de su inteligencia. Él guía. Así llegó a Beit Ids. Fue su Padre quien lo llevó prácticamente de la mano. Beit Ids, con sus colinas, sus badu y sus silencios, fue el paraje idóneo para que el Maestro meditara sobre sí mismo y sobre lo que pretendía.

¿Cuál era su objetivo?: despertar al ser humano, zarandearlo, si era preciso, y anunciarle la buena nueva. No todo era oscuridad. No todo era miedo y desesperación. Él estaba allí para gritar que Dios, el Padre, no es lo que dicen. Él decidió quedarse en la Tierra para destapar la esperanza. Nuestro mundo, por razones que nos llevarían muy lejos, permanece en las tinieblas. Nadie sabe realmente por qué nace, por qué vive, y, sobre todo, que le espera después. Esa era la clave. A eso vino el Hijo del Hombre: a mostrar la cara de Dios-Padre que no lleva cuentas, que no castiga, al que no es posible ofender, aunque lo pretendamos, y que, al imaginarnos, al crearnos (Madre Divina), nos regala la Inmortalidad. ¡Inmortales desde que somos imaginados! Había llegado la hora de disipar las tinieblas y abrirse paso hacia la luz: el Padre no era el invento de una mente enfermiza, o de un soñador. El Padre (Espíritu Madre/Padre) es real, como la roca sobre la que estábamos sentados, o como los olivos que nos observaban en la lejanía, desconcertados ante las hermosas palabras del Príncipe Yuy(Jesús).

Lo miré sobrecogido. Los ojos, color miel, se habían bebido el azul del cielo. Todo era suyo, porque suya era la verdad. Y ardía en deseos de bajar al mundo y de proclamar ese “reino” tan distinto, y distante, como revolucionario era el “Amor” en aquella época (y en esta)…

Un “reino” del espíritu, que sólo podíamos intuir mientras permanecíamos en la materia. El “reino” del Padre, el que nos aguardaba después de la muerte: el gran objetivo, el único, el verdadero… Ése era nuestro destinoun camino circularHabíamos partido de Ab-bà (Dios) y a Él volveríamos, inexorablemente una vez cubiertas las prodigiosas aventuras de la vida y de la ascensión por los mundos del “no tiempo” y del “no espacio”.

No comprendí bien, pero lo acepté. Él jamás mentía. Si aseguraba que el verdadero destino, y nuestra auténtica forma es espiritual (entendida como energía o luz), yo lo creíaAdemás de esperanzador, era lógicoel derroche de la vida sólo es comprensible en la “mente del corazón” que vive porque siente e imagina

Pero todo esto –la revelación del Padre Azul a los seres humanos- debía producirse paso a paso. Lo he dicho alguna vez: la revelación es como la lluvia. El exceso o la sequía son perjudiciales. El Maestro lo sabía muy bien. Era necesario esperar, meditar y, en suma, sujetarse a la voluntad del Padre. Y creí entender el verdadero significado de las misteriosas palabras: ¿por qué el Hijo del Hombre demoraba tan espléndido trabajo? A mi mente llegó un nombre: Yehohanan (Juan El Bautista).

Si Jesús hubiera iniciado su período de predicación ese mismo lunes, 14 de enero, ¿qué habría sucedido? ¿Cómo hubieran reaccionado Abner y el resto de los discípulos? Si el Maestro seleccionaba a sus propios íntimos, y arrancaba como predicador, ¿qué clase de reacción habría provocado en los seguidores de Juan El Bautista que creían en un Dios vengativo? Era necesario que El Bautista le reconociera a ÉL. El Maestro pretendía algo más trascendental y revolucionario: despertar la esperanza… para siempre.

El Maestro, inteligentemente, optó por la espera. Sí, paso a paso… El Destino sabía lo que hacía. Jesús estaba al corriente: los hombres de aquel tiempo (igual que ahora las distintas iglesias)habían hecho un negocio de los dioses, incluido el de Sinaí y no resultaría fácil. ¿Alzar la voz y pregonar que existe un Padre, pero que nada tiene que ver con los treinta mil dioses del panteón romano o con el Yavé que defendía la pureza racial? ¿Cómo convencer a TANTOS pueblos de la inutilidad de sus creencias y de lo estéril de las divinidades a las que temían? Y, sin embargo, Él prendió la llama…

Creía conocer el porqué, pero lo pregunté. Y Él, dócil, lo explicó como si fuera la primera vez. Quizá lo fue (para mi “ahora”).

Todo tenía un origen único. Su encarnación en la Tierra era consecuencia del Amor.

·         ¿Amor?

Me observó y me desnudó. Creo que enrojecí. Obviamente nos referíamos a “amores muy distintos. Yo pensé en ella Ma`ch (hermana de Jesús), un amor imposible, pero me equivocaba. Él se refería a otra clase de Amor (con mayúscula). Mencionó la palabra áhab (más que enamoramiento). Todo tiene un origen único, pero los humanos, limitados en la comprensión de Dios, no sabemos distinguir. Una cosa es el amor humano y otra, muy distinta, el áhab (Amor del Padre) el que hace Todo posible y lo sostiene: “Así funciona el Amor del Padre –dijo Jesús-. Está ahí, pero no lo veis.

Dijo que el Amor del Padre era un “fuego blanco”. Habló del áhab (Amor del Padre) como una “llama” (labá) que no quema, que no es posible ver con los ojos materiales, pero que “incendia” la nada y proporciona la vida. Dijo que ese Amor es la “sangre” de lo creado. Nace del Padre y circula de forma natural, más allá del tiempo y del no tiempo, más allá del espacio y del no espacio. No es Dios, pero procede de ÉL, y sólo Él es capaz de generarlo. Sus palabras me recordaron lo que, en nuestro “ahora”, conocemos como combustible. Eso podría ser eláhab divino: una gasolina que mueve y da vida, y que es mucho más que amor. No se trataría de un sentimiento, tal y como la mente humana lo interpreta, sino de mucho más: pura acción, puro combustible, puro “fuego blanco” que corre por las “tuberías” de lo creado, y de lo increado, pura fuerza (desconocida), sujeta a las leyes del universo del espíritu (más desconocido aún), pura “gravedad” que mantiene y equilibra (totalmente ignorada).

Ahora en la distancia, me arrepiento de no haber prestado mayor atención a sus palabras. Doy vueltas y vueltas a lo que manifestó.

Entendí que el Amor, como gasolina, huele, pero ese olor no es la gasolina. Hoy, los seres humanos asociamos determinados sentimientos con el Amor del Padre. Estamos convencidos de que Su Amor es eso: sentimientos químicamente puros. Sí y no. Lo que creí entender es que los sentimientos que identificamos como Amor divino no son otra cosa que una consecuencia de esa misteriosa e imparable “fuerza” que brota de la esencia del Padre. Y todo, absolutamente todo, depende de esa “energía”; una “fuerza”, insisto, que esta fuera del alcance de la comprensión de los seres humanos, como el arco iris lo está para el ciego de nacimiento. No es posible aproximarse siquiera a la realidad del áhab (Amor del Padre), aquí y ahora. En consecuencia, ¿cómo pretender injuriar o molestar, a ese Amor? ¿Es que un insecto está capacitado para entender la naturaleza de un oleoducto y el sentido del mismo? Él lo insinuó: pecar contra el Padre, contra el Amor, es tan pretencioso como ridículo. El hombre está capacitado para ofender a sus semejantes, y a sí mismo, pero no a lo que está más allá de las fronteras de su inteligencia. De ser así, ese Dios sólo sería un dios.

Y dijo que el Amor, esa segunda “gravedad” que lo cohesiona todo, sea visible o invisible, se derrama sobre nuestra inteligencia, y surge la poesía, la solidaridad, el sacrificio, la bondad, la genialidad, la tolerancia, el humor y, por supuesto, el amor. Es un “descenso” lógico y natural, previsto en las leyes físicas de lo invisible. Utilizó la palabra najat (“descender”). Es literalmente correcto que somos una consecuencia del Amor del Padre, del áhab (Amor) de Ab-bà (Padre). Somos porque Él desciende. Somos porque el Amor nos “incendia”, como no podría ser otra forma.Por eso la justicia es humana. En las “tuberías” de los cielos –eso entendí- sólo circula el Amor. La justicia implica falta de Amor, y eso es inviable en el Padre. Jesús de Nazaret lo expresó con nitidez: “Cuando despertéis, cuando seáis resucitados, nadie os juzgará. En el reino de mi Padre no existe la justicia: sólo el áhab (Amor).

El Amor, por tanto, sólo tiene una lectura: se derrama. Es la ley de leyes, la auténtica Torá. El que la descubre, o la intuye, entra en el reino de la sabiduría. Y dijo: “El principio del saber no es el temor de Yavé (Dios), como rezan las escrituras. Yo he venido a cambiar eso. El sabio lo es, precisamente, porque no teme”. Esa fue la otra de las claves a incluir en su “declaración de principios”: el miedo no es compatible con el Amor. Él lo repitió hasta el agotamiento, e incluso lo grito sin palabras al resucitar.

Pero yo, pendiente del amor (Ma`ch), casi no presté atención al Amor.

Guardó silencio un rato y me dejó deambular entre los pensamientos, maltrechos por los nervios. Entonces, en tono grave, preguntó:
·         ¿Por qué te inquieta esta pequeña luz azul (se refería a una piedra que yo tenía que traer al “ahora” de aquí), si disfrutas de una infinitamente más intensa y benéfica?
·         ¿Una luz? –balbuceé-. ¿Dónde?

Señaló mi pecho y, más serio, si cabe, proclamó:
·         En el Corazón…

No usó la palabra aramea leb, sino lebab, con la que indicaban “corazón y mente”, como un todo.

Sabía que Él sabía lo de mi amor, y me rendí. Imaginé que la referencia a la “luz”, en el corazón, era una clara alusión a Ma`ch, su hermana. ¿Una luz más intensa y benéfica? Ni siquiera me había atrevido a hablar con ella. Era el momento. Lo supe. Tenía que vaciarme. Nunca más volvería a hablarle de Ma`ch, aquel amor imposible. Y lo hice. Él me dejó hacer. Escuchó atentamente. Se lo agradecí. Inspiré profundamente. Me sentí notablemente aliviado.

Él, entonces, me abrazó con la mirada y, apacible, habló así:

·         Querido hermano, te contaré algo…

Fue así como supe de K, una criatura perfecta, andrógina, imaginada por el Padre. Jesús iba mucho más lejos que mi amor humano.


Continuará.

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Transcripción: José Carlos López Garrido





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