"ANTES DE REENCARNAR ESCOGEMOS LAS
PRUEBAS QUE VAMOS PASAR EN EL MUNDO FÍSICO? "
Traducción Google
En el estado errante, antes de nueva
existencia corpórea, el Espíritu tiene conciencia y previsión de lo que le va a
suceder durante la vida?
- Él mismo escoge el género de pruebas
que desea sufrir; en esto consiste su libre albedrío.
¿No es Dios
quien le impone las tribulaciones de la vida, como castigo?
- Nada sucede sin el permiso de Dios,
porque fue él quien estableció todas las leyes que rigen, el
Universo. ¡Preguntaréis ahora por qué él hizo tal ley en vez de tal
otra! Dando al Espíritu la libertad de elección, le deja toda la
responsabilidad de sus actos y de sus consecuencias; nada le estorba el
futuro; el camino del bien está delante de ti, como el del mal. Pero
si sucumbir, aún le queda un consuelo, la de que no todo se acabó para él, pues
Dios, en su bondad, le permite recomenzar lo que fue maldecido. Es
necesario distinguir lo que es obra de la voluntad de Dios y lo que es de la
voluntad del hombre. Si un peligro os amenaza, no fuisteis vosotros que lo
creaste, sino Dios; pero habéis tenido la voluntad de exponerles a él,
porque lo habéis considerado un medio de adelantamiento; y Dios lo
permitió.
Si el Espíritu
escoge el género de pruebas que debe sufrir, todas las tribulaciones de la vida
fueron previstas y escogidas por nosotros?
- Todas, no, pues no se puede decir que
has escogido y has predicado todo lo que os sucede en el mundo, hasta las más
pequeñas cosas. Escogiste el género de pruebas; los detalles son
consecuencias de la posición elegida, ya menudo de sus propias
acciones. Si el Espíritu quiso nacer entre malhechores, por ejemplo, ya
sabía a qué deslices se exponía, pero no conocía cada uno de los actos que
practicaría; estos actos son productos de su voluntad o de su libre
albedrío. El Espíritu sabe que, eligiendo ese camino, tendrá que pasar por
ese género de luchas; y sabe de qué naturaleza son las vicisitudes que
encontrará; pero no sabe qué acontecimientos le aguardan. Los
detalles nacen de las circunstancias y de la fuerza de las cosas. Sólo los
grandes acontecimientos, los que influyen en el destino, están previstos. Si
tomas un camino lleno de desviaciones,sabes que debes tener muchas
precauciones, porque corres el peligro de caer, pero no sabes cuando caer, y
puede ser que ni caigas, si eres bastante prudente. Si, al pasar por la
calle, una teja te cae en la cabeza, no pienses que estaba escrito, como se
dice de ordinario.
¿Cómo el Espíritu
puede querer nacer entre gente de mala vida?
- Es necesario ser enviado al medio en
que pueda sufrir la prueba solicitada. Pues bien, lo semejante atrae lo
semejante, y para luchar contra el instinto del bandido es preciso que él se
encuentre entre gente de esa especie.
Si no hubiera
gente de mala vida en la Tierra, el Espíritu no podría encontrar en ella el
medio necesario para ciertas pruebas?
- ¿Y deberíamos lamentar eso? Es lo
que sucede en los mundos superiores, donde el mal no tiene acceso. Es por
eso que en ellos sólo existen buenos Espíritus. Haced que lo mismo suceda,
bien luego, en tu Tierra.
¿El
Espíritu, en las pruebas que debe sufrir para llegar a la perfección, tendrá
que experimentar todos los géneros de tentaciones? ¿Deberá pasar por todas
las circunstancias que puedan provocarle el orgullo, los celos, la avaricia, la
sensualidad, etc.?
- Ciertamente no, pues sabéis que hay los
que toman desde el principio un camino que los aleja de muchas
pruebas. Pero el que se deja llevar por el mal camino, corre todos los
peligros del mismo. Un Espíritu puede pedir la riqueza y ésta se le
dará; entonces, según su carácter, podrá tornarse avaricioso o pródigo, egoísta
o generoso, o aún entregarse a todos los placeres de la sensualidad. Pero
eso no quiere decir que él debía pasar forzosamente por todas esas tendencias.
¿Cómo puede el
Espíritu que, en su origen, es simple, ignorante y sin experiencia escoger una
existencia con conocimiento de causa y ser responsable de su elección?
- Dios suprema su inexperiencia,
cogiéndole el camino que debe seguir, como haces con un niño desde la
cuna. Pero le deja poco a poco la libertad de elegir, a medida que su
libre albedrío se desarrolla. Y entonces que él muchas veces se extravía,
tomando el mal camino, por no oír los consejos de los buenos Espíritus. Es
a eso que podemos llamar la caída del hombre.
Cuando el Espíritu goza de su libre
albedrío, la elección de la existencia corpórea depende siempre exclusivamente
de su voluntad o esa existencia puede ser impuesta por la voluntad de Dios,
como expiación?
- Dios sabe esperar: no precipita la
expiación. Sin embargo, puede imponer cierta existencia a un Espíritu,
cuando éste, por su inferioridad o mala voluntad, no está apto para comprender
lo que le sería más provechoso, y cuando ve que esa existencia puede servir
para su purificación, su anticipo, y al mismo tiempo servirle de expiación.
¿El Espíritu
hace la elección inmediatamente después de la muerte?
- No, pues muchos creen en la eternidad
de las penas y, como ya se ha dicho, eso es un castigo.
¿Qué orienta al Espíritu en la elección
de las pruebas?
- Él escoge las que pueden servir de
expiación, según la naturaleza de sus faltas, y hacerle adelantar más
rápidamente. Unos pueden imponerse una vida de miserias y pruebas para
intentar soportarla con coraje otros quieren experimentar las tentaciones de la
fortuna y del poder, mucho más peligrosas por el abuso y el mal empleo que se
les puede dar y por las malas pasiones que desarrollan; otros, en fin,
quieren ser probados en las luchas que tendrán que sostener en el contacto con
el vicio.
Si algunos de
los Espíritus escogen el contacto con el vicio como prueba, hay los que lo
eligen por simpatía y por el deseo de vivir en un medio adecuado a sus gustos,
o para poder entregarse libremente a sus inclinaciones materiales?
- Hay, por cierto, pero sólo entre
aquellos cuyo sentido moral es todavía poco desarrollado; la prueba deriva
de ello, y ellos a sufren por tiempo más largo temprano o tarde, comprenderán
que la satisfacción de las pasiones brutales tiene para ellos consecuencias
deplorables, que tendrán que sufrir durante un tiempo que les parecerá
eterno. Dios podrá dejarlos en ese estado hasta que hayan comprendido sus
faltas, pidiendo por sí mismos el medio de rescatarlas en pruebas provechosas.
¿No parece
natural que los Espíritus escogen las pruebas menos penosas?
- Para vosotros, sí; para el
Espíritu, no. Cuando él está liberado de la materia, cesa la ilusión, y su
manera de pensar es diferente
El hombre, sometido en
la Tierra a la influencia de las ideas carnales, sólo ve en sus pruebas el lado
penoso. Es por eso que le parece natural escoger las que, desde su punto
de vista, pueden subsistir con los placeres materiales. Pero en la vida
espiritual él compara los placeres fugitivos y groseros con la felicidad
inalterable que percibe, y entonces, que le importan algunos sufrimientos
pasajeros? El Espíritu puede elegir la prueba más grosera, y en
consecuencia la existencia más penosa, con la esperanza de llegar más rápido a
un estado mejor, como el enfermo escoge muchas veces el remedio más desagradable,
para curarse más rápidamente.El que desea conectar su nombre al descubrimiento
de un país desconocido, no escoge un camino cubierto de flores, pues sabe los
peligros que corre, pero también sabe la gloria que le espera, si es feliz.
La doctrina de la
libertad de elección de nuestras existencias y de las pruebas que debemos
sufrir deja de parecer extraordinaria, cuando se considera que los Espíritus,
liberados de la materia, aprecian las cosas de manera diferente a la
nuestra. Ellos anticipan el fin, y ese fin les parece mucho más importante
que los placeres fugitivos del mundo. Después de cada existencia, ven el
progreso que han hecho y comprenden cuánto aún les falta en pureza, para
alcanzarlo. Es porque se someten voluntariamente a todas las vicisitudes
de la vida corpórea, pidiendo ellos mismos aquellas que pueden hacerlos llegar
más deprisa. No hay, pues, motivo para admirarnos de que el Espíritu no dé
preferencia a la existencia más suave. En su estado de imperfección, él no
puede disfrutar de la vida sin amarguras, que sólo se da cuenta. Y es para
alcanzarla que busca mejorarse.
¿No vemos diariamente
ejemplos de cosas parecidas? El hombre que trabaja una parte de su vida,
sin tregua ni descanso, para juntar lo necesario para su bienestar. no
desempeña una tarea que se ha impuesto con vistas a un futuro mejor? El
militar que se ofrece para una misión peligrosa, el viajero que no se enfrenta
a menores peligros, en interés de la Ciencia o de su propia fortuna, no se
somete a pruebas voluntarias, que deben proporcionarles honra y provecho, si
las ganan? ¿A que el hombre no se somete y no se expone, por su interés o
por su gloria? Todos los concursos no son pruebas voluntarias para mejorar
en la carrera elegida? No se llega a ninguna posición social de gran
importancia, en las ciencias, en las artes, en la industria, sin pasar por la
serie de posiciones inferiores, que son otras tantas pruebas.
La vida humana es, así, el
calco de la vida espiritual. En ella encontramos, en menor escala, todas
las peripecias de aquella. Si en la vida terrena escogemos muchas veces
las pruebas más difíciles, con vistas a un fin más elevado, por qué el
Espíritu, que ve más lejos, y para quien la vida del cuerpo es sólo un
incidente fugaz, no escoger una existencia penosa y laboriosa si ella lo debe
conducir a una felicidad eterna? Aquellos que dicen que, si pudieran
escoger su existencia, habrían pedido a los príncipes o millonarios, son como
los míopes que no ven lo que tocan, o como los niños gulosos, que responden,
cuando preguntamos qué profesión prefieren: pasteleros o confiteros.
De la misma manera, el
viajero, en el fondo de un valle nevado, no ve la extensión ni los puntos
extremos de su ruta; pero, llegando a la cima de la montaña, su mirada
abarca el camino recorrido y lo que falta recorrer, ve el final de su viaje,
los obstáculos que aún tiene que vencer, y puede entonces escoger con más
seguridad los medios de alcanzarlo. El Espíritu encarnado es como el
viajero en el fondo del valle; deshecho de los liames terrestres, es como
el que alcanzó la cima. Para el viajero, el final es el reposo después de
la fatiga; para el Espíritu, es la felicidad suprema, después de las
tribulaciones y las pruebas.
Todos los
Espíritus dicen que, en el estado errante, buscan, estudian, observan, para
hacer sus elecciones. ¿No tenemos un ejemplo de ello en la vida
corpórea? No buscamos muchas veces, a través de los años, la carrera que
libremente acabamos por elegir, porque la encontramos la más apropiada a
nuestros objetivos? Si fracasamos en una, buscamos otra. Cada carrera
que abrazamos es una fase, un período de la vida. ¿No empleamos cada día
en elegir lo que haremos en el otro? Ahora bien, ¿qué son las diferentes existencias
corpóreas para el Espíritu, sino fases, períodos, días de su vida espírita
que. como sabemos, es la vida normal, no siendo la vida corpórea más que
transitoria, pasajera?
¿El Espíritu podría hacer su
elección durante la vida corporal?
- Su deseo puede tener
influencia. Esto depende de la intención.Pero en el estado de Espíritu, a
menudo ve las cosas de manera diferente. Es el Espíritu quien hace la
elección. Pero, aún así, él puede hacerla en esta vida material, porque el
Espíritu tiene siempre los momentos en que se libera de la materia.
Muchas personas desean grandezas y
riquezas, pero no lo será, por cierto, como expiación ni como prueba?
- Sin duda; la materia desea esa
grandeza, para gozarla, y el Espíritu la desea, para conocerle las vicisitudes.
Hasta que llegue al estado de perfecta
pureza, el Espíritu tiene que pasar constantemente por pruebas?
- Sí, pero ellas no son como las
entiendes. Llamadas a las tribulaciones materiales; el Espíritu,
llegando a un cierto grado, aun sin ser perfecto, no tiene nada más que
sufrir. Pero siempre tiene deberes que le ayudan a perfeccionarse, y que
no son penosos para él, sino los de ayudar a otros a perfeccionarse.
¿El Espíritu puede engañarse, en cuanto a
la eficacia de la prueba que elija?
- Puede elegir una que esté por encima de
sus fuerzas, y entonces sucumbe. También puede elegir una que no le dé
provecho alguno, como un género de vida ociosa e inútil. Pero en ese caso,
volviendo al mundo de los Espíritus, percibe que nada ganó, y pide recuperar el
tiempo perdido.
¿A qué se deben las vocaciones de ciertas
personas y su voluntad de seguir una carrera en vez de otra?
- Me parece que podéis responder por
vosotros mismos a esta cuestión. ¿No es la consecuencia de todo lo que
dijimos sobre la elección de las pruebas sobre el progreso realizado en una
existencia anterior?
Cuando el Espíritu estudia, en la
erraticidad, las diversas condiciones en que podrá progresar, como juzga poder
hacerlo, si nacer entre caníbales?
- No son los Espíritus ya adelantados que
nacen entre los caníbales, sino los Espíritus de la misma naturaleza de los
caníbales, o que les son inferiores.
Sabemos que
nuestros antropófagos no están en el último grado de la escala, y que hay
mundos donde el embrutecimiento y la ferocidad sobrepasan todo lo que existe en
la Tierra. Esos espíritus son, por lo tanto, aún inferiores a los más
bajos de nuestro mundo, y venir hacia el medio de nuestros salvajes es para
ellos un progreso, como sería un progreso para que nuestros antropófagos ejercer
entre nosotros una profesión que no los obligara a derramar sangre. Si
ellos no buscan la más alta, es porque su inferioridad moral no les permite
comprender un progreso más completo. El Espíritu no puede avanzar sino
gradualmente; no puede transponerse de un salto a distancia que separa la
barbarie de la civilización. Y está en ello una necesidad de la
reencarnación. que se muestra verdaderamente de acuerdo con la justicia de
Dios. De otra manera, en que se convertirían esos millones de seres
que mueren diariamente en el último estado de degradación, si no tuvieran
medios de elevarse?¿Por qué Dios los habría desheredado de los favores
concedidos a los demás?
Los Espíritus procedentes de un mundo
inferior a la Tierra, o de un pueblo muy atrasado, como los caníbales, podrían
nacer entre los pueblos civilizados?
- Sí, hay los que se extravían al querer
subir muy alto, pero quedan desplazados entre vosotros, porque tienen hábitos e
instintos que chocan con los vuestros.
Estos seres nos dan el triste espectáculo
de la ferocidad en medio de la civilización. Volviendo al medio de los
caníbales, eso no será un retroceso, pues no harán más que reanudar su lugar y
tal vez aún con provecho.
¿Un hombre perteneciente a una raza
civilizada podría, por expiación, reencarnar en una raza salvaje?
- Sí, pero eso depende del género de la
expiación. Un señor que ha sido duro para sus esclavos puede llegar a ser
esclavo y sufrir los malos tratos que ha infligido a otro. Aquel que mandó
en una época, puede, en otra existencia, obedecer a los que se inclinan ante su
voluntad. Es una expiación, si él abusó del poder, y Dios puede
determinarla. Un buen Espíritu puede, para hacerlos avanzar, elegir una
vida de influencia entre esos pueblos. Entonces se trata de una misión.
FUENTE: El libro de los
Espíritus. Allan Kardec
PORTUGUÉS
“ANTES DE REENCARNAR ESCOLHEMOS AS PROVAS
QUE VAMOS PASSAR NO MUNDO FÍSICO? ”
No estado errante, antes de nova
existência corpórea, o Espírito tem consciência e previsão do que lhe vai
acontecer durante a vida?
— Ele mesmo escolhe o gênero de provas
que deseja sofrer; nisto consiste o seu livre-arbítrio.
Não é Deus quem
lhe impõe as tribulações da vida, como castigo?
— Nada acontece sem a permissão de Deus,
porque foi ele quem estabeleceu todas as leis que regem, o Universo.
Perguntareis agora por que ele fez tal lei em vez de tal outra! Dando ao
Espírito a liberdade de escolha, deixa-lhe toda a responsabilidade dos seus
atos e das suas consequências; nada lhe estorva o futuro; o caminho do bem está
à sua frente, como o do mal. Mas se sucumbir, ainda lhe resta uma consolação, a
de que nem tudo se acabou para ele, pois Deus, na sua bondade, permite-lhe
recomeçar o que foi malfeito. É necessário distinguir o que é obra da vontade
de Deus e o que é da vontade do homem. Se um perigo vos ameaça, não fostes vós
que o criastes, mas Deus; tivestes, porém, a vontade de vos expordes a ele,
porque o considerastes um meio de adiantamento; e Deus o permitiu.
Se o Espírito
escolhe o gênero de provas que deve sofrer, todas as tribulações da vida foram
previstas e escolhidas por nós?
— Todas, não, pois não se pode dizer que
escolhestes e previstes tudo o que vos acontece no mundo, até as menores
coisas. Escolhestes o gênero de provas; os detalhes são consequências da
posição escolhida, e frequentemente de vossas próprias ações. Se o Espírito
quis nascer entre malfeitores, por exemplo, já sabia a que deslizes se expunha,
mas não conhecia cada um dos atos que praticaria; esses atos são produtos de
sua vontade ou do seu livre-arbítrio. O Espírito sabe que, escolhendo esse caminho,
terá de passar por esse gênero de lutas; e sabe de que natureza são as
vicissitudes que irá encontrar; mas não sabe quais os acontecimentos que o
aguardam. Os detalhes nascem das circunstâncias e da força das coisas. Só os
grandes acontecimentos, aqueles que influem no destino, estão previstos. Se
tomas um caminho cheio de desvios, sabes que deves ter muitas precauções,
porque corres o perigo de cair, mas não sabes quando cairás, e pode ser que nem
caias, se fores bastante prudente. Se, ao passar pela rua, uma telha te cair na
cabeça, não penses que estava escrito, como vulgarmente se diz.
Como o Espírito pode
querer nascer entre gente de má vida?
— E necessário ser enviado ao meio em que
possa sofrera prova pedida. Pois bem, o semelhante atrai o semelhante, e para
lutar contra o instinto do bandido é preciso que ele se encontre entre gente
dessa espécie.
Se não houvesse
gente de má vida na Terra, o Espírito não poderia encontrar nela o meio
necessário a certas provas?
— E deveríamos lamentar isso ? É o que
acontece nos mundos superiores, onde o mal não tem acesso. É por isso que neles
só existem bons Espíritos. Fazei que o mesmo aconteça, bem logo, em vossa
Terra.
O
Espírito, nas provas que deve sofrer para chegar à perfeição, terá de experimentar
todos os gêneros de tentações? Deverá passar por todas as circunstâncias que
possam provocar-lhe o orgulho, o ciúme, a avareza, a sensualidade etc.?
— Certamente não, pois sabeis que há os
que tomam desde o princípio um caminho que os afasta de muitas provas. Mas
aquele que se deixa levar pelo mau caminho, corre todos os perigos do mesmo. Um
Espírito pode pedir a riqueza e esta lhe será dada; então, segundo o seu
caráter, poderá tornar-se avarento ou pródigo, egoísta ou generoso, ou ainda
entregar-se a todos os prazeres da sensualidade. Mas isso não quer dizer que
ele devia passar forçosamente por todas essas tendências.
Como pode o Espírito
que, em sua origem, é simples, ignorante e sem experiência escolher uma
existência com conhecimento de causa e ser responsável pela sua escolha?
— Deus supre a sua inexperiência,
travando-lhe o caminho que deve seguir, como fazes com uma criança desde o
berço. Mas deixa-lhe pouco a pouco a liberdade de escolher, à medida que o seu
livre-arbítrio se desenvolve. E então que ele muitas vezes se extravia, tomando
o mau caminho, por não ouvir os conselhos dos bons Espíritos. É a isso que
podemos chamar a queda do homem.
Quando o Espírito goza do seu
livre-arbítrio, a escolha da existência corpórea depende sempre exclusivamente
da sua vontade ou essa existência pode lhe ser imposta pela vontade de Deus,
como expiação?
– Deus sabe esperar: não precipita a
expiação. Entretanto, pode impor certa existência a um Espírito, quando este,
por sua inferioridade ou má vontade, não está apto a compreender o que lhe
seria mais proveitoso, e quando vê que essa existência pode servir para a sua
purificação, o seu adiantamento, e ao mesmo tempo servir-lhe de expiação.
O Espírito faz a
escolha imediatamente após a morte?
– Não, pois muitos creem na eternidade
das penas e, como já vos foi dito, isso é um castigo.
O que orienta o Espírito na escolha das
provas?
– Ele escolhe as que podem servir de
expiação, segundo a natureza de suas faltas, e fazê-lo adiantar mais
rapidamente. Uns podem impor-se uma vida de misérias e provações para tentar
suportá-la com coragem outros querem experimentar as tentações da fortuna e do
poder, bem mais perigosas pelo abuso e o mau emprego que se lhes pode dar e
pelas más paixões que desenvolvem; outros, enfim, querem ser provados nas lutas
que terão de sustentar no contato com o vício.
Se alguns dos
Espíritos escolhem o contato com o vício como prova, há os que o escolhem por
simpatia e pelo desejo de viver num meio adequado aos seus gostos, ou para
poderem entregar-se livremente às suas inclinações materiais?
— Há, por certo, mas só entre aqueles
cujo senso moral é ainda pouco desenvolvido; a prova decorre disso, e eles a
sofrem por tempo mais longo Cedo ou tarde, compreenderão que a satisfação das
paixões brutais tem para eles consequências deploráveis, que terão de sofrer
durante um tempo que lhes parecerá eterno. Deus poderá deixá-los nesse estado
até que eles tenham compreendido suas faltas, pedindo por si mesmos o meio de
resgatá-las em provas proveitosas.
Não parece
natural que os Espíritos escolham as provas menos penosas?
– Para vós, sim; para o Espírito, não.
Quando ele está liberto da matéria, cessa a ilusão, e a sua maneira de pensar é
diferente
O homem, submetido na
Terra à influência das ideias carnais, só vê nas suas provas o lado penoso. É
por isso que lhe parece natural escolher as que, do seu ponto de vista, podem
subsistir com os prazeres materiais. Mas na vida espiritual ele compara os
prazeres fugitivos e grosseiros com a felicidade inalterável que entrevê, e
então, que lhe importam alguns sofrimentos passageiros? O Espírito pode
escolher a prova mais rude, e em consequência a existência mais penosa, com a
esperança de chegar mais depressa a um estado melhor, como o doente escolhe
muitas vezes o remédio mais desagradável, para se curar mais rapidamente.
Aquele que deseja ligar o seu nome à descoberta de um país desconhecido, não
escolhe um caminho coberto de flores, pois sabe os perigos que corre, mas sabe
também a glória que o espera, se for feliz.
A doutrina da
liberdade de escolha das nossas existências e das provas que devemos sofrer
deixa de parecer extraordinária, quando se considera que os Espíritos, libertos
da matéria, apreciam as coisas de maneira diferente da nossa. Eles anteveem o
fim, e esse fim lhes parece muito mais importante que os prazeres fugidios do
mundo. Depois de cada existência, veem o progresso que fizeram e compreendem
quanto ainda lhes falta em pureza, para o atingirem. Eis porque se submetem
voluntariamente a todas as vicissitudes da vida corpórea, pedindo eles mesmos
aquelas que podem fazê-los chegar mais depressa. Não há, pois, motivo para nos
admirarmos de que o Espírito não dê preferência à existência mais suave. No seu
estado de imperfeição, ele não pode desfrutar a vida sem amarguras, que apenas
entrevê. E é para atingi-la que procura melhorar-se.
Não vemos diariamente
exemplos de coisas parecidas? O homem que trabalha uma parte de sua vida, sem
tréguas nem descanso, a fim de ajuntar o necessário para o seu bem-estar. não
desempenha uma tarefa que se impôs, com vistas a um futuro melhor? O militar
que se oferece para uma missão perigosa, o viajante que não enfrenta menores
perigos, no interesse da Ciência ou de sua própria fortuna, não se submetem a
provas voluntárias, que devem proporcionar-lhes honra e proveito, se as
vencerem? A que o homem não se submete e não se expõe, pelo seu interesse ou
pela sua glória? Todos os concursos não são provas voluntárias para melhorar na
carreira escolhida? Não se chega a nenhuma posição social de elevada
importância, nas ciências, nas artes, na indústria, sem passar pela série de
posições inferiores, que são outras tantas provas.
A vida humana é, assim, o
decalque da vida espiritual. Nela encontramos, em menor escala, todas as
peripécias daquela. Se na vida terrena escolhemos muitas vezes as provas mais
difíceis, com vistas a um fim mais elevado, por que o Espírito, que vê mais longe,
e para quem a vida do corpo é apenas um incidente fugaz, não escolherá uma
existência penosa e laboriosa, se ela o deve conduzir a uma felicidade eterna?
Aqueles que dizem que, se pudessem escolher a sua existência, teriam pedido a
de príncipes ou milionários, são como os míopes que não veem o que tocam, ou
como as crianças gulosas, que respondem, quando perguntamos que profissão
preferem: pasteleiros ou confeiteiros.
Da mesma maneira, o
viajante, no fundo de um vale nevoento, não vê a extensão nem os pontos
extremos da sua rota; mas, chegando ao cume da montanha, seu olhar abrange o
caminho percorrido e o que falta percorrer, vê o final de sua viagem, os
obstáculos que ainda tem de vencer, e pode então escolher com mais segurança os
meios de o atingir. O Espírito encarnado é como o viajante no fundo do vale;
desembaraçado dos liames terrestres, é como o que atingiu o cume. Para o
viajante, o fim é o repouso após a fadiga; para o Espírito, é a felicidade
suprema, após as tribulações e as provas.
Todos os
Espíritos dizem que, no estado errante, buscam, estudam, observam, para fazerem
suas escolhas. Não temos um exemplo disso na vida corpórea? Não buscamos muitas
vezes, através dos anos, a carreira que livremente acabamos por escolher,
porque a achamos a mais apropriada aos nossos objetivos? Se fracassamos numa,
procuramos outra. Cada carreira que abraçamos é uma fase, um período da vida.
Não empregamos cada dia em escolher o que faremos no outro? Ora, o que são as
diferentes existências corpóreas para o Espírito, senão fases, períodos, dias
da sua vida espírita que. como sabemos, é a vida normal, não sendo a vida
corpórea mais do que transitória, passageira?
O Espírito poderia fazer a
sua escolha durante a vida corporal?
— Seu desejo pode ter influência. Isso
depende da intenção. Mas, no estado de Espírito, frequentemente vê as coisas de
maneira diferente. É o Espírito quem faz a escolha. Mas, ainda assim, ele pode
fazê-la nesta vida material, porque o Espírito tem sempre os momentos em que se
liberta da matéria.
Muitas pessoas desejam grandezas e
riquezas, mas não o será, por certo, como expiação nem como prova?
— Sem duvida; a matéria deseja essa
grandeza, para gozá-la, e o Espírito a deseja, para conhecer-lhe as
vicissitudes.
Até que chegue ao estado de perfeita
pureza, o Espírito tem de passar constantemente por provas?
— Sim, mas elas não são como as
entendeis. Chamais provas às tribulações materiais; ora, o Espírito, chegando a
um certo grau, mesmo sem ser perfeito, não tem mais nada a sofrer. Mas tem
sempre deveres que o ajudam a se aperfeiçoar, e que não são penosas para ele, a
não ser os de ajudar os outros a se aperfeiçoarem.
O Espírito pode enganar-se, quanto à
eficácia da prova que escolher?
— Pode escolher uma que esteja acima de
suas forças, e então sucumbe. Pode também escolher uma que não lhe dê proveito
algum, como um gênero de vida ocioso e inútil. Mas, nesse caso, voltando ao
mundo dos Espíritos, percebe que nada ganhou, e pede para recuperar o tempo
perdido.
Ao que se devem as vocações de certas
pessoas e sua vontade de seguir uma carreira em vez de outra?
– Parece-me que podeis responder por vós
mesmos a esta questão. Não é a consequência de tudo o que dissemos sobre a
escolha das provas sobre o progresso realizado numa existência anterior?
Quando o Espírito estuda, na
erraticidade, as diversas condições em que poderá progredir, como julga poder
fazê-lo, se nascer entre canibais?
— Não são os Espíritos já adiantados que
nascem entre os canibais, mas os Espíritos da mesma natureza dos canibais, ou
que lhes são inferiores.
Sabemos que os
nossos antropófagos não estão no último grau da escala, e que há mundos onde o
embrutecimento e a ferocidade ultrapassam tudo o que existe na Terra. Esses
Espíritos são, portanto, ainda inferiores aos mais inferiores do nosso mundo, e
vir para o meio dos nossos selvagens é para eles um progresso, como seria um
progresso para os nossos antropófagos exercer entre nós uma profissão que não
os obrigasse a derramar sangue. Se eles não visam a mais alto, é porque a sua
inferioridade moral não lhes permite compreender um progresso mais completo. O
Espírito não pode avançar senão gradualmente; não pode transpor de um salto a
distância que separa a barbárie da civilização. E está nisso uma necessidade da
reencarnação. que se mostra verdadeiramente de acordo com a justiça de Deus. De
outra maneira, em que se transformariam esses milhões de seres que morrem
diariamente no último estado de degradação, se não tivessem meios de se elevar?
Por que Deus os teria deserdado dos favores concedidos aos demais?
Os Espíritos procedentes de um mundo
inferior à Terra, ou de um povo muito atrasado, como os canibais, poderiam
nascer entre os povos civilizados?
— Sim, há os que se extraviam ao quererem
subir muito alto, mas ficam deslocados entre vós, porque têm hábitos e
instintos que se chocam com os vossos.
Esses seres nos dão o triste espetáculo
da ferocidade em meio da civilização. Retornando para o meio dos canibais, isso
não será um retrocesso, pois não farão mais do que retomar o seu lugar e talvez
ainda com proveito.
Um homem pertencente a uma raça
civilizada poderia, por expiação, reencarnar-se num raça selvagem?
— Sim, mas isso depende do gênero da
expiação. Um senhor que tenha sido duro para os seus escravos poderá tornar-se
escravo e sofrer os maus tratos que infligiu a outrem. Aquele que mandou numa
época, pode, em outra existência, obedecer aos que se curvaram ante a sua
vontade. É uma expiação, se ele abusou do poder, e Deus pode determiná-la. Um
bom Espírito pode, para os fazer avançar, escolher uma vida de influência entre
esses povos. Então se trata de uma missão.
FONTE: O livro dos Espíritos. Allan
Kardec
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