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lunes, 29 de abril de 2019

LA HORA CÓSMICA CAPITULO 6 - ATOMOS DENTRO DE ATOMOS.





LA HORA CÓSMICA CAPITULO 6

ATOMOS DENTRO DE ATOMOS.

Tradicionalmente la ciencia se ha dedicado a explicar y a develar todo lo concerniente a lo que es la materia, mientras que lo que se conoce como religión se ha dedicado al mundo inmaterial o abstracto, llamado cielo, y por la naturaleza de una y otro, erróneamente se han considerado antagónicos e irreconciliables.

Sin embargo de ello, ciencia y religión son las dos caras que integran una misma moneda: La moneda llamada realidad.

Es necesario juntar estas dos piezas del rompecabezas para encontrarle forma, y para ello se ocupan mucha paciencia y una gran capacidad de observación, pero más que nada, una gran apertura mental, carente de los prejuicios y temores con que una gran parte de la humanidad presente suele todavía analizarlo todo, pese a que dicen ustedes estar en el Tercer Milenio o en una Era Cósmica.

Vean: ciencia y Religión constituyen las dos piernas con que camina el Ente unitario llamado humanidad, pero curiosamente cada uno de los sectores mencionados consideran que solo tienen una, la de su predilección.

Así, quienes están del lado de la ciencia, creen que solo la ciencia es lo que hace avanzar a la humanidad, y lo mismo pasa con quienes creen lo mismo pero respecto de la religión, y lo único que han hecho una y otra, es tener y mantener indebida e injustificadamente a la dicha humanidad coja, con una sola pierna, cuando en realidad no tiene porqué andar a brincos, pues, insisto, tiene dos piernas que se complementan la una a la otra, y se necesita que la humanidad acepte las dos vertientes para que deje de caminar a saltos, de usar las muletas que equivocadamente cree tener necesidad de utilizar.

Para mayor claridad le digo que las dos piernas del ejemplo juntas integran el vivir en espíritu y en verdad.

Es una gran paradoja que el cielo, siendo generalmente del dominio de la religión por aquello de “la salvación”, es observado y estudiado también por la ciencia cuando de viajes interplanetarios o de investigar de qué está compuesto se trata, y de la misma forma, que siendo la vida en este mundo tradicionalmente objeto del estudio de la ciencia, también es estudiado por la religión cuando se analiza La Creación Divina en su origen, comportamiento y destino de la humanidad como producto de ésta, la dicha creación, así como en tratándose del análisis de las conductas equivocadas erróneamente llamadas “pecado” y las consecuencias que el mismo genera, según asumen los humanos de este sitio cósmico.

Con la finalidad de explicarles esto desde mi panorama visual, más, no la de generar una polémica, ni la de imponer puntos de vista, pues no es ninguna de ellas mi pretensión, ni está además a mi alcance hacerlo ya que no me desenvuelvo precisamente dentro de los mundos de la ciencia ni de la religión, sino más bien el de invitar al lector a la reflexión, lo definiré a continuación a manera de explicación alegórica, en forma figurada y sencilla para mejor comprensión:

SUPLICO, PUES, SU PACIENCIA E INTERES.

Veamos:

De conformidad con la ciencia tradicional, se sabe genéricamente que la unidad de medida de todo cuanto existe lo es el átomo.

A esta teoría se opone la propia ciencia, que en un sentido más avanzado, ha detectado desde hace muchísimo tiempo cuerpos más pequeños que el referido átomo.

Esto es así porque al estudiar la humanidad a través de la comunidad científica más detenidamente a tales cuerpecitos, se ha percatado de que los tales están constituidos por micras, partículas subatómicas o como quieran llamarles, que al final de cuentas están a su vez constituidas por átomos más pequeñitos.

En efecto, las partículas, entendidas como parte de un todo mayor, por ejemplo un electrón, que es en sí parte de un átomo, está a su vez conformado también por átomos, aunque pequeñísimos en relación con las referidas partículas, como veremos más delante, también llamadas micras o partículas sub atómicas.

Como es bien sabido, el átomo comúnmente conocido, siendo uno, está formado a su vez por varios componentes, que se ha dado en denominar protones, electrones, neutrones, neutrinos, etc.

Estos componentes son a su vez seres individuales, que son, están y existen en su dimensión y espacio de existencia, y que hacen lo que deben hacer, que viven a su manera, y quienes ignoran que todos juntos crean un cuerpo más grande, llamado como he dicho:

Átomo.

Tenemos así, pues, que el átomo, tomado ya en conjunto con todos sus componentes, considerado como “un ser individual”, está conformado por la presencia e interacción de otros elementos.

Pero con todo, es sorprendente saber que el núcleo del átomo se integra también de la agrupación de lo que para diferenciarlo y entenderlo mejor le denominaré como “atomitos más chiquitos”.

Dichos atomitos ignoran que con el hecho de estar juntos y de convivir unidos originan ese cuerpo mayor llamado núcleo, ya que se limitan a vivir en el lugar y bajo las condiciones propias de su hábitat, de forma que si algo o alguien les pudiera indicar que conviviendo todos juntos están creando, sin proponérselo ni advertirlo, a un ser individual, para ellos gigantesco, llamado núcleo, no lo creerían, pues todo lo que podrían captar sería solamente la presencia de ellos mismos, y del mundo en el que habitan.

Por su parte, el núcleo es todo un ente existencial individual, pero de igual manera, no creería que está conformado por seres más pequeños que él, ya que es un ser individual que vive y se agita como un ser único, y que por lo mismo “siente” con una cierta “conciencia” de unicidad, quien simplemente se limita a existir y a desempeñar la actividad propia de un núcleo.

De esta forma, un núcleo se “comunica” con sus iguales, los otros núcleos de los otros átomos, y “socializa” y “platica” de cosas propias de núcleos, a la vez que los atomitos que lo conforman “platican” con los demás atomitos contenidos en el propio núcleo, y mientras que el núcleo solo “ve” otros núcleos, los atomitos que lo conforman “ven” solo a los demás atomitos que viven en, y que conforman el referido núcleo, sin advertir los unos la presencia de los otros, en forma semejante a cuando una persona va caminando por la calle y ve que un grupo de personas se acercan o se alejan del lugar en donde ésta se encuentra, sin advertir debajo suyo a las hormigas ni a los insectos, rastreros o voladores, ni a otros seres, pues cada uno tiende a ver a su cada cual.

A su vez, los núcleos para nada prestan atención a los electrones que giran en torno a ellos, los cuales son cuerpos proporcionados en medida al tamaño del núcleo, aunque más pequeños en relación con éste, y por ello, con otro sistema de vida, con “otros intereses”, de carga eléctrica distinta, a quienes a su vez tampoco les llama la atención, ni les interesa la existencia del núcleo de mención, ya que el uno y los otros tienen distintas formas de vida y “hablan distintos idiomas”, de suerte que los electrones de un átomo “se comunican” con los otros electrones de ese mismo átomo, así como también con los electrones de los otros átomos próximos a ellos a medida que en su orbitar se van encontrando, sin prestar atención a la presencia de este y los otros núcleos, dada la diferencia de tamaños, de cargas eléctricas y de lugares que cada uno ocupa en sus respectivas dimensiones y circunvalaciones.

No obstante, si consideráramos a cada átomo como un ser individual, haciendo caso omiso de que está conformado por protones, neutrones, núcleos, ni electrones, tendríamos que los átomos solo podrían percibir la existencia de otros átomos, así que todo cuanto pudiesen captar constituiría para ellos una continuidad de tiempo y espacio interminable constituido sólo de átomos.

Sin embargo, esa continuidad tiene un límite, conformado por una línea fronteriza o divisoria que ocasiona que grupos de átomos vivan dentro de campos específicos de mayor tamaño, cuyos campos los contienen.

Los límites de esos campos o grupos de átomos ocasionan fronteras de existencia, en forma semejante a como ocurre con un mapa terráqueo que determina la existencia de un país frente a otro, y esa línea que los bordea es en realidad el límite de un cuerpo más grande conformado por todos ellos, llamado molécula

A su vez, una molécula es otro ser individual más grande que el átomo de mención, que no tiene conciencia de que está conformado por otros seres más pequeños, y que simple y sencillamente se considera a sí misma como un ser individual, con una vida propia, y con las actividades y preocupaciones relativas o inherentes a una molécula y a su mundo.

De la misma forma, esta solo detecta y capta la presencia de las moléculas vecinas, y es con ellas con quienes “socializa”, de igual a igual, pero ocurre que mientras esto pasa, a la misma vez los átomos que las conforman solo perciben un mundo interminable de puros átomos, pues no perciben la existencia de la molécula ni la de la línea que delimita su campo contenedor o mundo atómico, como de la misma manera, los atomitos tampoco perciben a los núcleos que conforman, de manera que a la vez, de nueva cuenta, se relacionan moléculas con moléculas, átomos con átomos, núcleos con núcleos, atomitos con atomitos, situación que ocurre en forma simultánea pero diferida, sin advertir los unos la presencia ni la existencia de las otras y viceversa, ya que corresponden a dimensiones distintas, de forma tal que unos y otra viven cada uno su propio ciclo y tipo de existencia en su particular mundo, respectivamente, los unos mucho mas chiquitos en tamaño y cortos en duración; las otras mucho más grandes en tamaño y muchísimo más largo su término de vida, pues durante el tiempo de existencia de una molécula, miles y millones de átomos nacen, crecen, se reproducen y mueren, mientras que esta no advierte, no sufre ni se acongoja de que eso está pasando.

Luego, las moléculas en su conjunto, originan otro cuerpo infinitamente más grande para ellas llamado célula, las cuales a su vez, tampoco advierten la presencia de las referidas moléculas, quienes conviviendo con otras iguales, ignoran que están hechas de seres más pequeños, o sea, como les comenté, los átomos.

Y así, en esa existencia que tienen cada uno de ellos, de la misma ya explicada y repetida manera, conviven en forma conjunta, a la vez que interdependiente, sin darse cuenta unos y otras, cada uno en su mundo y respectiva dimensión, en la cual no advierten que pueda haber otros mundos más grandes ni más pequeños que ellos, y menos aún, que coexisten al mismo tiempo en el mismo lugar, en el mismo sitio, en el mismo espacio, porque son parámetros de tamaños y de tiempos de vida que ocasionan distintos espacios o dimensiones, que no tienen punto de comparación, haciendo cada uno de ellos instintivamente lo que debe hacer de conformidad con su escala evolutiva.

Así, perdón por lo repetitivo, es curioso como una célula, siendo un ser individual, es todo un Universo en pequeño porque contiene en su contexto miles y miles de millones y mas millones de seres más pequeños llamados moléculas, y éstas últimas contienen igual número infinito de átomos, y los núcleos de los átomos están formados por infinidad de “atomitos”, todos los cuales ocupan, como se ha dicho, distintas dimensiones y planos de existencia al mismo tiempo, de suerte que viven y conviven protones, neutrones, núcleos, atomitos, electrones, átomos, partículas y moléculas, sin advertirse los unos y las otras, hasta llegar a las mencionadas células, mismas que de acuerdo al orden antes referido, en su mundo solo ven células.






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