EL PROCESO DE
ELECCIÓN DE LA FAMILIA EN LA TIERRA.
Nuestros Hijos son
Almas queridas que viajaron de las estancias del pasado, por las vías de la
Reencarnación, desembarcar en el presente, a través de tus brazos, suplicándote
auxilio y renovación. Son aquellos mismos compañeros de alegría y
sufrimiento, culpa y rescate, en las existencias pasadas, en cuyo clima resbaló
en problemas difíciles de resolver. Cuando deja la Tierra, el Espíritu
lleva consigo las pasiones o las virtudes inherentes a su naturaleza y se
perfecciona en el espacio, o permanece estacionario, hasta que desee recibir la
luz.
Después de años de
meditaciones y oraciones, el Espíritu se aprovecha de un cuerpo en preparación
en la familia de aquel a quien detestó, y pide a los Espíritus encargados de
transmitir las órdenes superiores permiso para ir a llenar en la Tierra los
destinos de aquel cuerpo que acaba de formarse.
Muchos, por lo tanto,
se van llenos de odios violentos y de insaciados deseos de venganza; a
algunos de ellos, sin embargo, más adelantados que los demás, se da entreve una
partícula de la verdad; aprecian entonces las funestas consecuencias de
sus pasiones y son inducidos a tomar buenas resoluciones. Comprende que,
para llegar a Dios, el lima sólo es la contraseña: caridad. Ahora bien, no
hay caridad sin olvido de los ultrajes y de las injurias; no hay caridad
sin perdón, ni con el corazón tomado de odio.
Entonces, mediante
inaudito esfuerzo, logran tales Espíritus observar a los que odiaron en la
Tierra. Al verlos, sin embargo, la animosidad se les despierta en lo
íntimo; se rebelan a la idea de perdonar, y, aún más, a la de abdicarse de
sí mismos, sobre todo a la de amar a los que les destruyeron, quizá, los
haberes, el honor, la familia. Sin embargo, sacudido queda el corazón de
esos infelices. Ellos vacilan, vacilan, agitados por sentimientos
contrarios. Si predomina la buena resolución, oran a Dios, imploran a los
buenos Espíritus que les den fuerzas, en el momento más decisivo de la prueba.
Por último, después de
años de meditaciones y oraciones, el Espíritu se aprovecha de un cuerpo en
preparación en la familia de aquel a quien detestó, y pide a los Espíritus
encargados de transmitir las órdenes superiores permiso para ir a llenar en la
Tierra los destinos de aquel cuerpo que acaba de formar -Si. ¿Cuál será su
procedimiento en la familia elegida?
Dependerá de su mayor
o menor persistencia en las buenas resoluciones que tomó. El incesante
contacto con seres a quienes odió constituye una prueba terrible, bajo la cual
no raro sucumbe, si no tiene todavía bastante fuerte la voluntad. Así,
conforme prevalece o no la buena resolución, él será el amigo o enemigo de
aquellos entre los cuales fue llamado a Vivir. Y como se explican esos
odios, esas repulsiones instintivas que se notan de parte de ciertos niños y
que parecen injustificables. Nada, en efecto, en aquella existencia ha
podido provocar semejante antipatía; para que se le incauta la causa,
necesario se vuelve volver la mirada al pasado.
¡Oh
espíritas! entiende ahora el gran papel de la humanidad; entiende que
cuando produce un cuerpo, el alma que en él encarna viene del espacio para
progresar; entera de vuestros deberes y poned todo vuestro amor en acercar
a Dios ese alma; tal la misión que os es confiada y cuya recompensa recibiréis,
si fielmente a cumplir.
Sus cuidados y la
educación que le ayudarán a su perfeccionamiento y su bienestar
futuro. Recuerda que cada padre y cada madre preguntará a Dios: ¿Qué has
hecho del hijo confiado a tu guardia? Si por culpa Tú se conservó
atrasado, tendréis como castigo verlo entre los Espíritus sufrientes, cuando de
vosotros dependía que fuese dichoso. Entonces, vosotros mismos, asediados
de remordimientos, os pediréis que os sea concedido reparar vuestra
falta; pediréis, para vosotros y para él, otra encarnación en que lo
rodeéis de mejores cuidados y en que él, lleno de reconocimiento, os retribuirá
con su amor.
No escurréis, pues, a
la criatura que rechaza a su madre, ni a la que os paga con la
ingratitud; no fue el azar que la hizo así y que la dio. La imperfecta
intuición del pasado se revela, del cual puedes deducir que uno u otro ya odió
mucho, o fue muy ofendido; que uno u otro vino para perdonar o para
expiar.
Las
madres! abrazar al hijo que os da disgustos y decimos con vosotros mismos:
Uno de los dos es culpable. Hacedos merecedores de los gozos divinos que
Dios conjugó a la maternidad, enseñando a sus hijos que ellos están en la
Tierra para perfeccionarse, amar y bendecir. ¡Pero oh! muchas de
vosotros, en vez de eliminar por medio de la educación los malos principios
innatos de existencias anteriores, entretener y desarrollar estos principios,
por una culposa debilidad, o por descuido, y más tarde, vuestro corazón,
ulcerado por la ingratitud de vuestros hijos , será para vosotros, ya en esta
vida, un comienzo de expiación.
La tarea no es tan
difícil como pueda parecer. No exige el saber del mundo. Pueden
desempeñarla así el ignorante como el sabio, y el Espiritismo le facilita el
desempeño, dando a conocer la causa de las imperfecciones del alma humana.
Desde pequeñita, el
niño manifiesta los instintos buenos o malos que trae de su existencia
anterior. A estudiarlos deben los padres aplicarse. Todos los males
se originan del egoísmo y del orgullo. Expresen, pues, a los padres los
menores indicios reveladores del gérmen de tales vicios y cuidan de
combatirlos, sin esperar que lancen raíces profundas.
Haced como el buen
jardinero, que corta los brotes defectuosos a medida que los ve apuntar en el
árbol. Si dejan que se desarrollen el egoísmo y el orgullo, no se
sorprendan de ser más tarde pagados con la ingratitud. Cuando los padres
han hecho todo lo que deben por el adelantamiento moral de sus hijos, si no
alcanzan éxito, no tienen que inculparse a sí mismos y pueden conservar
tranquilidad la conciencia.
La amargura muy
natural que entonces les viene de la improductividad de sus esfuerzos, Dios
reserva grande e inmenso consuelo, en la certeza de que se trata sólo de un
retraso, que concedido les será concluir en otra existencia la obra ahora
comenzada y que un día el hijo ingrato los recompensará con su amor.
Dios no da prueba
superior a las fuerzas del que la pide; sólo permite las que se pueden
cumplir. Si esto no sucede, no es que falte posibilidad: falta la
voluntad. En efecto, cuántos hay que, en vez de resistir a los malos
pendientes, se complacen en ellos. A éstos quedan reservados el llanto y
los gemidos en existencias posteriores.
Admira, sin embargo,
la bondad de Dios, que nunca cierra la puerta al arrepentimiento. Viene un
día en que al culpable, cansado de sufrir, con el orgullo al final abatido,
Dios abre los brazos para recibir al hijo pródigo que se le arroja a los
pies. Las pruebas rudas, me oye bien, son casi siempre indicio de un fin
de sufrimiento y de un perfeccionamiento del Espíritu, cuando aceptadas con el
pensamiento en Dios. Y un momento supremo, en el que, sobre todo, cumple
al Espíritu no fallecer murmurando, si no quiere perder el fruto de tales
pruebas y tener que recomenzar.
En vez de que os
quejáis, agradecer a Dios la ocasión que os proporciona de vencer, a fin de
deferir el premio de la victoria. Entonces, saliendo del torbellino del
mundo terrestre, cuando entréis en el mundo de los Espíritus, seréis allí
aclamados como el soldado que sale triunfante de la refriega.
De todas las pruebas,
las más duras son las que afectan el corazón. Uno, que soporta con coraje
la miseria y las privaciones materiales, sucumbe al peso de las amarguras
domésticas, punzonado de la ingratitud de los suyos. Oh! ¡qué
apacible angustia esa! Pero, en tales circunstancias, que más puede,
eficazmente, restablecer el coraje moral, que el conocimiento de las causas del
mal y la certeza de que, si bien hay prolongados despedazamientos dalma, no hay
desesperaciones eternas, porque no es posible de la voluntad de Dios que su
criatura sufra indefinidamente?
¿Qué de más
reconfortante, de más animador que la idea que de cada uno de sus esfuerzos es
que depende abreviar el sufrimiento, mediante la destrucción, en sí, de las
causas del mal? Para ello, sin embargo, es preciso que el hombre no
retenga en la Tierra la mirada y sólo vea una existencia; que se eleve, a
pararse en el infinito del pasado y del futuro. Entonces, la justicia
infinita de Dios se les patenta, y esperáis con paciencia, porque explicable se
os vuelve lo que en la Tierra os parecía verdaderas monstruosidades.
Las heridas que allí
se abren, pasáis a considerarlas simples arañazos. En ese golpe de vista
lanzado sobre el conjunto, los lazos de familia se os presentan bajo su aspecto
real. Ya no veis, a ligarles los miembros, sólo los frágiles lazos de la
materia; ve, sí, los lazos duraderos del Espíritu, que se perpetúan y
consolidan con el depurarse, en vez de que se rompen por efecto de la
reencarnación.
Las familias los
Espíritus que la analogía de los gustos, la identidad del progreso moral y el
afecto inducen a reunirse. Estos mismos Espíritus, en sus migraciones
terrenas, se buscan, para gruñirse, como lo hacen en el espacio, originándose
de ahí las familias unidas y homogéneas.
Si, en sus peregrinaciones,
ocurre quedarse temporalmente separados, más tarde se vuelven, venturosos por
los nuevos progresos que realizaron. Pero, como no les corresponde
trabajar sólo para sí, permite a Dios que Espíritus menos adelantados se
encarnen entre ellos, a fin de recibir consejos y buenos ejemplos, a favor de
su progreso. Estos Espíritus se ven a veces a causa de perturbación en
medio de aquellos otros, lo que constituye para éstos la prueba y la tarea a
desempeñar.
Acogedlos, pues, como
hermanos; ayudadlos, y después, en el mundo de los Espíritus, la familia
se felicitar por haber salvado algunos náufragos que, a su vez, podrán salvar a
otros. - San Agustín. (París, 1862.)
KARDEC,
Allan. El Evangelio según el Espiritismo.
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