UNA PERSPECTIVA
ESPIRITUAL SOBRE EL ENVEJECIMIENTO
Si aceptan lo que dicen
los periódicos respecto al envejecimiento, parecería que es lo peor que puede
sucederle a un ser humano. Y para la sociedad en su conjunto, una población
envejecida se percibe como un desastre. Hogares de ancianos abarrotados,
atención de salud incosteable, demencia, y deterior general, es lo que
asociamos con el envejecimiento.
Todos envejecemos. Con
cada segundo que pasa perdemos un poco de juventud. Es un proceso natural al
que están sujetas todas las criaturas vivientes. ¿Cómo es que llegamos a
detestar un proceso tan natural? ¿Hay algo malo en la naturaleza? ¿O hay algo
malo en nosotros respecto a nuestra forma de pensar sobre el envejecimiento?
Cómo se sienten realmente
los adultos mayores respecto a su ‘temida’ vejez? La investigación científica
que mide la felicidad con respecto a la edad muestra una curva en forma de U.
Las personas jóvenes y las más viejas son las más felices. Durante la mitad de
la vida es más probable que no sean tan felices como en su juventud. Las investigaciones
demuestran que las personas de edad son algo más felices que los jóvenes. ¿Cómo
es posible? ¿Cómo puede ser que aunque el envejecimiento se asocia con tantos
problemas, las personas usualmente comienzan a sentirse felices de todas
formas? Examinemos el ciclo de la vida de un ser humano desde una perspectiva
espiritual.
El nacimiento: la pérdida de nosotros mismos
Desde un punto de vista
espiritual, nacer es zambullirse en la materia. Dejamos el reino del alma, una
atmósfera de alegría y paz. En el reino del alma, las restricciones del tiempo
y el espacio, y la sensación de separación que experimentamos en la tierra, no
existen. La libertad es algo natural. Es más, todo a nuestro alrededor irradia
belleza, amor y armonía: están ausentes el temor y el sufrimiento. A pesar de
esto, en algún punto aceptamos la invitación de la madre Tierra para nacer como
un ser humano. Con cada nacimiento comenzamos un largo proceso de descenso
hacia y conexión con la atmósfera física. En la literatura antigua, el
nacimiento del alma encarnada se denomina “el encadenamiento del alma”. El alma
aterriza en este reino restrictivo, denso de la materia, en el cual cada ser
parece separado de los demás El alma tiene problemas para mantener su vibración
natural en esta atmósfera; no pertenece aquí, y puede sobrevivir solamente
retirándose regularmente. Este retiro es lo que denominamos sueño y es esencial
no solamente para el cuerpo, sino para el espíritu.
Aunque el nacimiento
marca el comienzo de una nueva encarnación, el proceso del descenso del alma
todavía no ha terminado. Continúa un descenso posterior hasta alrededor de los
cuarenta años. Alrededor de ese momento, el descenso en la materia ha alcanzado
su pico: como un adulto ustedes habitan plenamente el reino de la materia y la
sociedad humana. Desde la perspectiva de su alma, ahora están a la máxima
distancia de su fuente, el reino celestial del que vinieron. En el punto más
profundo de la encarnación, la distancia a su origen es la mayor. Durante la
niñez, el vínculo con la esfera original del alma todavía es fuerte. Los niños
a menudo son intuitivos, espontáneamente felices, y totalmente absortos en el
momento, estas cualidades son naturales para el alma. Disfrutar y explorar la
vida en una forma juguetona y natural es natural para el niño, así como para el
alma. Desafortunadamente, nuestra sociedad ha sido dominada por una noción
tergiversada, masculina de espiritualidad que no reconoce estas cualidades como
espirituales, sino más bien como señales de inmadurez. Este retrato pesado y
serio de la espiritualidad no se deriva activamente de la cristiandad original.
En la biblia hay trazas todavía de la perspectiva del alma. En Marcos 10:14,
por ejemplo, Jesús dice: “Dejen que los niños vengan a mí, no los detengan, porque
de ellos es el reino de Dios”
Pubertad: el descenso
Antes que llegue la
adultez hay una fase transicional de pubertad, seguida de la adultez joven. La
consciencia desciende más profundamente a la atmósfera material; se hace mayor
la distancia a nuestra fuente. La felicidad natural y auto confianza de la
niñez se pierde. Surgen las dudas y los temores, ya nada se da por sentado.
Habrá rebelión e incertidumbre. La resistencia usualmente se enfoca en los
alrededores: los padres, la escuela, o la sociedad en general – todas estas
están normalmente bajo escrutinio. Inconscientemente, a ellos se les culpa de
la pérdida que siente el adolescente y el adulto joven.Pero esencialmente, su
rebelión se dirige contra el desarrollo interno: el descenso más profundo al
reino terrenal y un alejamiento aun mayor de la Fuente.
En el reino del alma,
tener un lugar único dentro de la totalidad es algo natural. Ustedes no dudan
de su derecho a existir e intuitivamente sienten que su papel es en el esquema
más amplio de las cosas. El conocimiento de que el cosmos no está completo sin
ustedes, que ustedes son parte integral del conjunto mayor, los hace sentirse
más seguros y cuidados. En la pubertad, este reconocimiento se pierde y resulta
en una crisis de identidad. Esta crisis puede ser tan aplastante que los
jóvenes se vuelven adictos a las drogas o al alcohol, y en algunos casos hasta
se suicidan. Tales actos de desesperación se originan a menudo a partir de un
profundo deseo de restaurar la conexión con el alma.
Afortunadamente, sin
embargo la resistencia no es la única característica de este período. La
pubertad y la adolescencia también son un momento en el cual muchos aspectos de
la vida terrenal se exploran con entusiasmo y curiosidad. Podemos interesarnos
en la naturaleza, en la música, en la literatura, o explorar ideas nuevas y
provocativas. Aumenta el interés en los otros: nos enamoramos por primera vez.
Quizás lo más importante, comenzamos a sentir nuestra propia originalidad,
nuestra individualidad. Cada alma es única y trae sus propias semillas a la
tierra, semillas que germinan durante la niñez y brotan de la tierra durante la
adolescencia. A menudo durante esta fase en la vida, afloran pensamientos y
sentimientos originales que tendrán un impacto a largo plazo en su futuro y
tomarán forma definida en la adultez.
Si todo va bien la
pérdida de la niñez coincide con un período de redescubrimiento de quienes son,
independientes de sus padres y de su crianza. Ese redescubrimiento les asegura
que, a largo plazo, la rebelión cesa y la Vida actual los llevará a lugares
nuevos y apasionantes. El regalo más valioso que le pueden dar a alguien
durante la pubertad y la adultez joven es confianza. Tengan confianza en que hay un sendero y un lugar
para ellos en este mundo confuso independientemente de lo “indiferentes” que
parezcan, o su aparente incapacidad para encajar. Es precisamente la
originalidad de ellos, su individualidad, lo que el mundo necesita y que
contiene la contribución única de su alma.
Adultez: el punto bajo de
nuestras vidas
Adultez, el punto físico
superior de la vida, es desde la perspectiva espiritual el punto bajo de la
vida. La distancia al reino del alma – desde nuestra alma – es ahora la mayor.
Ahora estamos en el punto más distante de nuestro origen espiritual. Estamos
plenamente inmersos en el mundo material y nos hemos identificado con nuestra
personalidad humana y nuestros logros. Durante esta fase, los humanos como
promedio son los más infelices. El mundo físico con sus leyes y restricciones
se experimenta ahora como la única realidad. Hay mucha preocupación respecto al
dinero y la propiedad, al status social y al trabajo duro. Esta fijación hace
que la gente se olvide de sí misma aún más. La identificación con el reino
material en la adultez es tan fuerte a veces que uno tiende a sentir que esto
es todo lo que es, y que la vida gira alrededor de estos temas. Pueden existir
creencias espirituales, pero a menudo derivan de las religiones tradicionales
que se basan principalmente en el temor y el dogma. Las religiones
tradicionales tienen una imagen distorsionada de la espiritualidad y a veces
hacen más daño que bien. Lo más importante que puede lograr un adulto desde una
perspectiva espiritual es cuidar las semillas que él o ella han traído a la tierra
como almas permitiendo que se conviertan en hermosas flores. Esta es nuestra
verdadera misión, y la que solamente se puede cumplir manteniéndonos fieles a
nosotros mismos, no permitiendo que se nos arrastre por parte de las presiones
y reglas de la sociedad.
A menudo esta misión
falla. En la adultez, los ideales de la adolescencia y la pubertad y los deseos
y sueños de la niñez se ven como imposibles de lograr e ingenuos. Después de
todo ellos no encajan en lo que la sociedad espera y considera realista. Las
formas auténticas de auto expresión que todavía están ahí se pueden tildar de
egoístas, irresponsables o hasta dementes. “Actúa con normalidad, compórtate
como un adulto responsable”. Tenemos que encajar dentro del molde social o no
pertenecemos. Trabajar 40 horas a la semana y tomar tres semanas de vacaciones
anuales. Recuerdo la tristeza que sentí el día que entré al kindergarten. A la
edad de cuatro, podía sentir ya lo que estaba planificado por anticipado para
mí: años de escuela y luego trabajo. Me preguntaba cuando sería libre de nuevo.
Al final de la primaria, se me preguntó durante una prueba lo que quería ser
más tarde en la vida y mi respuesta fue “rentista’. Quería ser libre de nuevo,
no quería que se me forzara en un sistema qué me decía que hacer y qué no.
Afortunadamente durante
mi vida adulta encontré un trabajo a medio tiempo que me permitía trabajar no
más de tres días a la semana. Otras personas pensaban que era peculiar que yo,
un hombre adulto, no tuviese carrera y poca ambición, y prefiriera estar en la
naturaleza, leer libros y tener conversaciones filosóficas con mis amigos. No
hasta mis años cuarenta entendí que era aceptable y aún posible ser así de
diferente. Convertí mis hobbies (pensar sobre filosofía y espiritualidad,
practicar hipnoterapia) en trabajo. Eventualmente, dejé mi trabajo a medio
tiempo. Descubrí que podía ser libre, hacer las cosas que me gustaban y que
verdaderamente podía ganarme la vida haciéndolas. La clave era la confianza: tener fe en los dones
originales y únicos que llevaba dentro de mi alma y confiar en que la Tierra me
aceptaría y compensaría al compartir estos dones. Con esa comprensión, comencé
el sendero “ascendente”, el camino de regreso a mi naturaleza espiritual.
Envejecimiento: el camino
“ascendente” de nuevo
Cuando envejecemos
comenzamos a ascender de regreso al alma. El punto bajo al estar plenamente
encarnados e identificados con el reino material ha terminado. Podemos dejar ir
este enfoque sesgado y a veces se nos insta a hacerlo debido a los retos que
enfrentamos en la vida, o al confrontar la fragilidad incrementada de nuestros
cuerpos. Vamos hacia arriba de nuevo eventualmente de regreso a la Fuente. El
movimiento natural del envejecimiento es crecimiento hacia la luz, identificados con la realidad mayor de
su alma en lugar de con la realidad finita y limitada de su cuerpo y
personalidad. Por tanto, desde un punto de vista espiritual, se convierten
en más y no en menos cuando
envejecen: es más susceptible incrementar la sabiduría, la confianza, y la
alegría.
Un ser humano que
envejece naturalmente y con gracia está consciente de que es mucho más que su
yo terrenal. Comprende que su verdadero yo se eleva por encima de los roles que
han jugado en el reino material de la Tierra. A medida que el sustento de esta
realidad disminuye, comienza a comprender de nuevo quien es realmente: un ser eterno de luz viviente.
Desafortunadamente, este
proceso natural y con gracia a veces se obstaculiza debido a creencias sociales
muy enquistadas. Vivimos en una sociedad en la cual, se cree que la realidad
física es todo lo que es, que no hay un yo verdadero más allá del yo terrenal y
por tanto envejecer es algo malo. La gente se identifica completamente con su
cuerpo físico y personalidad. Envejecer se asocia con pérdida y declinación,
con un movimiento hacia la nada. Mucha gente por tanto se opone a este proceso
de envejecimiento y esta resistencia interrumpe la ascensión natural hacia el
alma y hacia más luz y alegría. Resistir el proceso de envejecimiento crea una
profecía auto realizada: aquello a lo que temen se vuelve verdadero porque
ustedes le temen. La resistencia hace que se aferren a la dimensión física y al
cuerpo. Este aferrarse es una negación y un alejamiento de su luz interior, y
tiene un número de consecuencias trágicas para el humano que envejece.
Primero, el cuerpo físico
se podría beneficiar enormemente de una conexión con el alma sentida de forma
más profunda. Cuando la persona se conecta con el reino del alma durante el
envejecimiento, la energía del reino espiritual fluye con más fuerza a lo largo
del cuerpo. El cuerpo se eleva y revitaliza mediante la luz y alegría de este
reino y gana en un poder adicional y salud. Los achaques de la vejez tienen
menor efecto en este. Pero si la conciencia no se enfoca en lo que está más
allá de lo terrenal y se aferra desesperadamente a lo físico, el cuerpo no
podrá aprovecharse de esta energía adicional. Esto incrementa el riesgo de
problemas de salud.
Segundo, en una sociedad
en su conjunto, las personas mayores podrían cumplir un papel importante:
irradiar percepción espiritual y sabiduría hacia las generaciones más jóvenes
que están enfocadas en el reino físico y en las exigencias de la sociedad. Las personas
mayores pueden, a través de sus experiencias de vida y su conexión en aumento
con la dimensión del alma, tener una influencia positiva en los más jóvenes al
compartir su luz, sus percepciones y su compasión. Ellos pueden ofrecer una
perspectiva más amplia sobre las cosas y escuchar con paciencia. Por naturaleza
todos sienten en las personas mayores más sabiduría, paz y serenidad.
La influencia positiva de
las personas mayores se puede expresar en diversas formas: desde una
personalidad influyente espiritualmente hasta una abuela sabia a quien la
familia se vuelve para recibir consejos. También hay escritores, artistas y
terapeutas que a una edad avanzada, hacen un trabajo excepcional e inspiran sin
saberlo a muchos otros. Las personas mayores son el puente entre el reino de lo
atemporal y el mundo práctico de la vida cotidiana. Una sociedad en la cual el
valor de los mayores no se reconoce es una sociedad que ha perdido su conexión
con lo espiritual. Entonces vemos una sociedad que corre enloquecida: miren a
su alrededor.
Cuando el humano que
envejece no puede ocupar su lugar natural en la sociedad, tanto la sociedad
como los adultos mayores sufren. La vida de un adulto mayor tiende a ser
solitaria, pequeña y aburrida. No es trágico que justo a la edad en la cual un
ser humano está preparado idealmente para el trabajo espiritual, que se les
relegue a un lado. Han escuchado de un escritor o artista que haya dejado de
serlo en su cumpleaños 65? Imaginen cuántos libros y obras de arte se habrían
perdido si estas personas tuvieran que regirse por la regla torpe de dejar de
trabajar a los 65 años.En este momento estoy leyendo las memorias de Claude
Lanzamann, nacido en 1925, director del filme Shoah. En cada página me asombro
y admiro la sabiduría, capacidad intelectual y riqueza de este libro. De
acuerdo a los estándares de nuestra sociedad, este hombre se debía haber
retirado hace más de veinte años y no hacer nada más! Absurdo. A los adultos
mayores se les empequeñece y se empequeñecen por sí mismos: la degeneración
física y mental son el resultado.
Envejecimiento: cinco
sugerencias para aligerar el camino
Para encontrar una manera
natural, grácil de envejecer en nuestra sociedad, que sostiene imágenes tan
negativas de la ancianidad, se requiere un cambio radical de pensamiento. Aquí
tenemos algunas sugerencias.
Olviden todo lo que la sociedad les dice
sobre el envejecimiento y ser adultos mayores
La visión de la sociedad
respecto al envejecimiento no es espiritual. No ve a los seres humanos como
portadores de un alma inmortal, sino como organismos físicos que gradualmente
se deterioran y se vuelven inútiles. Pero cada ser humano que experimenta la
vida con un corazón abierto y una mente abierta entenderá que hay más que esto
en la vida. La vida tiene una dimensión espiritual y esta dimensión es mucho
más importante que la física. Como un adulto mayor pueden conectarse más
fácilmente con esa dimensión y extraer inspiración y fortaleza de ella.
Entiendan que nada se pierde nunca
Nada ni nadie “se pierde
en la noche” todo lo de valor permanece. Una de las primeras cosas que
encontramos después de morir y tener acceso al otro lado, es que todo todavía
está allí. Los miembros de la familia y los amigos, el mundo de nuestra niñez,
nuestras experiencias más queridas – todo sigue allí. Y podemos conectarnos con
nuestros seres queridos o revivir algunas experiencias si lo deseamos – todo
está ahí para nosotros. Al fluir con la vida, y rendirnos al proceso de
envejecimiento, llegamos a la dimensión atemporal donde todo lo que tiene
sustancia real se conserva. Si nos atrevemos a soltar, podemos recibir atisbos
de esta dimensión. Entonces comprendemos a nivel interno que nada se pierde – y
este conocimiento interno nos trae paz y ecuanimidad.
Salgan al mundo. Este es el momento de
dejar que su luz brille. Le servirá a la sociedad y a sus semejantes.
Las personas más jóvenes
a veces no entienden a los mayores. ¿Cómo pueden ser tan abiertos, pacíficos y
felices si confrontan diariamente la pérdida de salud y habilidades y con la
muerte que se acerca? La respuesta es que el adulto mayor tiene un conocimiento
interno que no lo tienen los más jóvenes. Las personas mayores están marcadas
usualmente por experiencias de vida que los han hecho más abiertos y más
bondadosos que la persona joven promedio. Una persona mayor ha tenido que
soltar y rendirse a menudo. De aquí crece una ecuanimidad que trae paz y
felicidad. La persona mayor le brinda un inmenso servicio a la sociedad y a sus
semejantes más jóvenes si es consciente de sus dones y los comparte. Den una
mira honesta a lo que necesita el mundo de hoy: ¿nuevos teléfonos, carros más
veloces? No, más sabiduría, calma y paz. ¿Y no es eso lo que los adultos
mayores tienen para ofrecer?
Vean lo relativo de los papeles que juega
la gente. No lo tomen con mucha seriedad.
La vida es un juego. La
gente –léase adultos- que están completamente involucrados en el juego asume su
papel con demasiada seriedad. No se permitan asociarse mucho al juego;
mantengan alguna distancia. Vean a través de este; observen a los actores como
juegan su papel. Ver la sociedad humana como un juego que la gente juega,
facilita despojarse de los estándares y expectativas en cuestión.Hace más fácil
despojarse de los roles que ustedes jugaban
– como padres, jefes o empleados, etcétera – y abrirse a un nuevo capítulo en
su vidas.
Depositen confianza en su
vida. Confíen en que la vida les traerá nuevas experiencias, nuevos roles que
se ajustan a quienes ustedes son ahora, no la persona que eran. Al despojarse
del pasado y rendirse se abren a lo nuevo, y hasta pueden descubrir diferentes
facetas de sí mismos. Si se aferran a algo que ya nos les conviene, surgirá un
sentimiento de vacío y pérdida. Confíen en la vida y suelten.
No se identifiquen más con su cuerpo y con
el mundo físico, sino con su conciencia.
Identificarse con su rol
en el mundo físico y social es divertido e interesante siempre que sepan que es
un juego. Durante un tiempo, están completamente absortos en el mismo y
entonces lo sueltan de nuevo. De esa forma transitan una gran cantidad de
experiencias y su alma se enriquece con eso. Es natural que durante un cierto
período de su vida se identifiquen con los roles que juegan, pero también es
natural que sientan en algún punto que es tiempo de soltar y entender quiénes
son más allá de ese rol. Se supone que esto sucede a medida que envejecen.
Imaginen que manejan un
auto. Si piensan que ustedes son el
auto, será terrible cuando algo le sucede al mismo. Si comprenden que son el
conductor, no es tan malo: saben que no son el auto y pueden salirse de este.
Párense ante el espejo y
miren su reflejo: vean su cara que envejece. Pero detrás de su cara, sus ojos,
hay algo que no envejece y es atemporal: su conciencia. Siéntanla. Al identificarse con su
conciencia, y no con su cuerpo que envejece, fluyen con el flujo natural de
envejecimiento. Se profundiza la conexión con quienes son verdaderamente, con
la dimensión de su alma. Esta percepción los hace brillar con sabiduría y paz.
Las bendiciones del
envejecimiento
No hay nada malo con una
población envejecida. Para empezar, las personas mayores como promedio son más
felices, así que una población que envejece significa que la sociedad en su
conjunto estará más contenta.
El crecimiento
proporcional en la población que envejece también significa un fin a la
explosión desastrosa de población que ha provocado la muerte de tantas especies
animales y de plantas. Avanzamos hacia un futuro con menos personas en la
Tierra y por tanto la humanidad y la naturaleza estarán en mayor equilibrio.
Como resultado del número
creciente de personas mayores, será imposible ignorarlas y menospreciarlas. La
sociedad estará obligada a darle a los mayores el lugar que les corresponde. Y
los propios mayores tendrán el desafío de entrar a ese lugar. La lógica absurda
terminará, ya que desde el punto de vista espiritual, retira de la sociedad a
las personas que están en su edad más fértil. Esto significa que los mayores ya
no tendrán que esconderse, sino permitir que su luz irradie.
Los adultos mayores
traerán paz, sabiduría y tranquilidad a la sociedad. La humanidad ha perdido su
rumbo y está muy necesitada de la conexión con la realidad atemporal del alma.
Una sociedad que toma en serio las bendiciones naturales y los dones del
envejecimiento será una sociedad que se enfoca en la armonía entre los seres
humanos y la armonía con la Madre Tierra, en lugar de perseguir el éxito y la
explotación de nuestro planeta. También será una sociedad en la cual habrá
menos temor a la muerte y a la vejez. Envejecer se percibirá como un proceso
grácil y como un regreso gradual a la fuente de Luz de la que todos venimos.
Traducción: Fara González
©
Gerrit Gielen
www.jeshua.netSitio
www.jeshua.netSitio
1) Helliwell, J.F., Putnam, R.D.(2004) The Social
Context of Well-Being. Philosophical
Transactions: Biological Sciences. Vol. 359, No. 1449, pp.
1435-1446
2) Claude Lanzmann - The Patagonian Hare: A Memoir
@
Gerrit Gielen
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