REGALANDO ALAS
A lo largo de muchos años de terapias y experiencias, hemos podido descubrir que realmente son casos extraordinarios aquellos en los que las madres y los padres realmente empoderan a sus hijos para volar muy alto.
La mayoría de las familias en todo el mundo, tiene la creencia de que la familia debe permanecer junta, y que los hijos están para cuidar de los padres en su vejez e incluso, que los hijos deben sacrificarse por el bien de los padres como pago por todo lo que ellos les dieron desde su nacimiento.
Madres que tienen un hijo únicamente para compensar su soledad,
mujeres que se embarazan pensando que en ese hijo tendrán a su compañero de
vida o a su cuidador para cuando sean mayores.
Padres que tienen un hijo únicamente para preservar el apellido, heredar la empresa y tener a un digno sucesor que cuide de la familia en su ausencia.
Todo lo anterior son creencias, algunas derivadas de la cultura,
algunas derivadas de la religión.
Biológicamente, el mundo no funciona así, y el único problema que
tiene el conducirse en la vida bajo dichas creencias, es que nos llevan a
enfermar. En Biodescodificación, todos y cada uno de nosotros, somos animales
biológicos, actuamos y reaccionamos ante los sucesos de la vida por “instinto”,
y por instinto, un hijo deberá abandonar el nido en cuanto sea capaz de ser
auto-suficiente. Deberá abandonar el nido en cuanto sea capaz de proveerse solo
de alimento, en cuanto sepa cazar y defenderse de los depredadores. Será deber
de los padres, ver por ellos mismos.
Ningún animal “condiciona” a sus hijos a permanecer con ellos,
ningún animal obliga a sus hijos a “ver” por ellos, ningún animal le pide a su
hijo mayor que cuide a sus hermanos.
En el reino animal cada ser vivo está por su cuenta y biológicamente, los seres humanos viviríamos más sanos y fuertes si funcionáramos así.
Claro está que el ser humano obedece a costumbres, obedece al qué
dirán, obedece a lo que se ha heredado como “el debe ser” dentro de sociedades
y culturas diversas en donde muchas veces, la culpa es el principal
protagonista que dirige nuestro rumbo.
Sentimos culpa si no cuidamos del hermano. Sentimos culpa si no
cuidamos de nuestra madre o si no cuidamos de nuestro padre. Sentimos culpa si
aún siendo independientes, no llamamos para preguntar cómo amanecieron hoy.
Los padres por su parte, sienten culpa si no se preocupan por sus hijos, sienten culpa si la vida sentimental, reproductiva o financiera de los hijos no es perfecta.
Tanto padres como hijos, se sienten “comprometidos” a cumplir con la creencia de que la familia debe estar unida por siempre, preocupándose unos por otros, dependiendo unos de otros, y con la obligación moral de cuidar de los otros, de que no es posible o aceptable alejarse, de que no es posible “faltar” ante un drama o evento familiar.
Y todo esto no sería ningún problema si todos los seres humanos
viviéramos sanos y fuertes toda la vida, pero cumplir con dichas creencias y
culpas cuando en nuestro interior rechazamos hacerlo, nos lleva sin darnos
cuenta a enfermar.
Madres con diabetes o presión alta porque viven esperando a sus hijos, preocupadas por los problemas de sus hijos, cuidando a los nietos y dando por hecho que ellas sólo son felices si sus hijos y nietos lo son.
Padres preocupados por los hijos, por su economía, por sus problemas laborales o sentimentales y padeciendo infartos porque aunque sus hijos superen los 30 o 40 años, esperan a diario que ellos “vivan seguros”, que no les falte nada, temiendo que no sean capaces de superar nada solos.
Los hijos por su parte, padeciendo de las rodillas, de dolores de
cabeza, del estómago, de colitis, gastritis, estreñimiento, presión alta,
porque “deben cumplir” con lo que sus padres esperan, porque no pueden
independizarse del todo, porque día con día deben estar para los padres.
¿Irse a vivir solos, irse a vivir lejos a otra ciudad o a otro
país? No todos los padres están dispuestos a que sus hijos lo hagan. No todos
los padres lo permiten (si es entendible la palabra). Existen una gran cantidad
de padres que infunden miedo en sus hijos, justamente para que no se alejen del
nido.
“El mundo es peligroso”, “Esta será siempre tu casa”, “Aquí puedes
vivir toda tu vida”, “Aquí todos juntos saldremos adelante”, “Para qué gastas
en una renta o en comprar casa si aquí está ésta”…
Padres con miedos y culpas, hijos con miedos y culpas, obligándose
todos los días, sin darse apenas cuenta, de que están cumpliendo con creencias.
Porque si ves por tus padres, eres un buen hijo.
Si te preocupas de tus padres, eres un buen hijo.
Si acompañas a tus padres, eres un buen hijo.
Si mantienes a tus padres, eres un buen hijo.
Pero si te vas, si te alejas, si osas hacer tu vida lejos del nido,
eres el peor de los hijos.
Eres el hijo mal agradecido, eres el mal hermano, eres alguien “fuera de la familia”.
No todos los padres dan alas a sus hijos. Y no todos los padres que
dan alas a sus hijos las fortalecen a diario.
Algunos padres dan alas para luego cortarlas con chantajes, dramas, victimismo o miedo.
Casos y casos en terapias de hijos que quisieran irse de casa,
porque ya tienen 36 o 38 o 40 años, porque ya quieren hacer una vida
independiente, pero que expresan sentir culpa de dejar a los padres. Miedo a
que si se van, “algo” les suceda a sus padres.
Hijos que sienten dolor de ver a su madre o a su padre llorar “para que no se vayan”.
Padres prometiendo no “interferir” en la vida de sus hijos, con tal de que estos se queden a su lado.
Y es que somos el resultado de generaciones y generaciones que
hemos sido educados y criados bajo las reglas del deber, de la obligación para
con los otros, de la culpa justificada.
Porque hemos vivido generación tras generación educados y entrenados para juzgar a quien no sigue las reglas familiares.
No es permitido pensar diferente, no es permitido alimentarse diferente, no es permitido elegir diferente.
La familia inmediata y veladamente rechaza todo aquello que no se ajuste a lo que “debe ser”, a lo que “está bien”.
Pero si eres un hijo cuarentón, divorciado que volvió a casa con
los padres…eso está bien
Pero si eres una hija cuarentona que no se ha casado y trabajas para mantener a tus padres sin la posibilidad de hacer una vida independiente….eso está bien
Pero si eres el hijo que no estudió o nunca tuvo suerte en lo laboral y tus padres te mantienen aún…eso está bien.
En Biodescodificación, en la metodología de ésta nueva medicina y
desde los años 80´s, se descubrió que el inconsciente del ser humano es
biológico, por lo tanto no obedece a educación, a religión, a fe o a creencias
y costumbres. Obedece al “instinto”.
Y si biológicamente no volamos del nido, eso conlleva a diversos problemas de salud tanto para los padres como para los hijos.
Si biológicamente no aprendemos como hijos a valernos por nosotros
mismos, morimos. Porque jamás tendremos la fuerza para volar, para defendernos
de los depredadores, para conseguir nuestro propio alimento, para formar
nuestro propio nido.
Cuántos hijos tienen la idea aún al día de hoy, de que deben encontrar una pareja “que los cuide”.
Y sólo porque en algún momento de nuestra crianza y educación, entendimos que encontrar el amor es encontrar quién nos cuide, quién vea por nosotros, quién nos mantenga….creencias.
Porque por generaciones, fue la idea equivocada de las mujeres
debían estar en casa, tener y cuidar hijos y velar por el esposo.
Porque por generaciones, fue la idea equivocada de que los hombres eran proveedores.
Porque por generaciones, fue la idea equivocada de que como hijo, deberás pagar con cuidados, todo aquello que tus padres dieron por ti.
Y está bien, por supuesto que está bien si tu salud es perfecta y tus emociones son de paz y equilibrio. Si toda la familia vive sana, en amor y armonía.
Pero en la mayoría de los casos, no es así (aunque se finja que sí, por supuesto).
Por lo tanto, pregúntate, si aquello que haces hoy como padre, como
madre , como hijo o como hija, es biológicamente correcto.
Pregúntate qué tanto de tu comportamiento como padre, madre, hijo o hija, está basado en el miedo, en la culpa, en la sensación de obligación o en la sensación del debe ser.
Tomar plena conciencia de todo aquello que hacemos, descubriendo si
realmente padecemos por ello o descubriendo que realmente todo aquello que
hacemos como padres o hijos, nos nace del corazón y lo hacemos sin enojarnos,
sin preocuparnos, sin miedo, sin culpa y con una sonrisa en el rostro.
Si no me está dañando la salud, entonces estoy en el camino correcto para mí.
Si me estoy enfermando por ello, a cambiar.
No está mal, quedarse unos años más en el nido. No.
Lo que está mal es vivir sufriéndolo.
No está mal, dejar volar a los hijos. No.
Lo que está mal es vivir sufriéndolo.
Mientras ambas partes, estén felices con la dinámica de
convivencia. Mientras ambas partes sepan que lejos o cerca se tienen los unos a
los otros. Sin obligaciones, sin culpas o miedos, haremos de esta sociedad
humana una sociedad más saludable en todos los aspectos. Más independiente, con
menos chantajes y sufrimientos.
Con más felicidad.
Una felicitación a los padres y madres, que ya desde hace mucho
tiempo, comprendieron que tener hijos era darles vida y las bases para
sobrevivir en una sociedad. Que su mayor logro y orgullo como padres era darles
a sus hijos unas alas grandes y fuertes para volar lo más alto posible…
Así las cosas…
Akasha Sanación Integral
Elizabeth romero Sánchez y Edgar Romero Franco.
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