POR DAVID TOPÍ
El trabajo o proceso
alquímico del que habíamos hablado en el artículo anterior se hace en tres fases principales,
que, como ya hemos comentado, se explican y enseñan de forma alegórica y
metafórica a aquellos que desean aprender “la gran obra”, como la alquímia ha sido siempre llamada.
Ennegrecimiento
La primera de esas
fases del proceso alquímico por la que todo aspirante a conseguir “oro” (una
conciencia pura e iluminada) tenía que empezar, es llamada “Nigredo” (en latín), que viene a
traducirse algo así como “ennegrecimiento”.
Se trata del estado inicial del proceso, en el que aquello a ser transformado
(el ser humano) se considera en un estado de corrupción, disolución,
individualización e incluso putrefacción. Representa lo que hace muchos meses
os expliqué sobre la noche oscura del alma, sobre el descenso a las profundidades
de cada uno de nosotros, sobre el trabajo con aquello que
llamamos “la sombra”. El elemento que caracteriza el estado de
ese alma en esta primera fase es la Sal, porque es un componente que refleja perfectamente
las características de cristalización, fijación, y dureza, resistente al
cambio, que posee todo hombre cuando no ha iniciado ningún trabajo sobre si
mismo. Posiblemente sea este el estado en el que se encuentra una gran parte de
la humanidad en estos momentos, hablando a nivel macro y generalizado.
Blanqueamiento
La segunda fase se
llama el “Albedo”, o
blanqueamiento. Representa el proceso de la purificación espiritual, el quemado
de las impurezas de la sal, como analogía de la personalidad (etérico,
emocional, mental) y alma (causal) sin trabajar, y cuyo resultado produce un ser
humano “fluido”, representado
en los libros de alquimia por el mercurio,
un metal líquido, en quien se están dando cambios rápidos a nivel mental,
emocional, etérico y físico (incluso llegando de cambios energéticos a nivel de
ADN). En esta fase, se potencia la parte intuitiva y femenina, la imaginación,
la creatividad, siendo el primer paso hacia la creación (o despertar) del
elixir de la vida y de la piedra filosofal (la esencia o ser interior). Es el
proceso que, a nivel de toda la humanidad, cuando se produzca de forma
masiva, llevará a la apertura de mentes, a la masa crítica necesaria para
el cambio, a aceptar y comprender la realidad del mundo en el que se vive, a
mirar hacia dentro para buscar todas las respuestas, y no más hacia el exterior.
La intuición, la confianza en el poder y potencial de cada uno, se va abriendo
paso, y se van viendo chispas de la conexión con la piedra filosofal, que pugna
por ser encontrada en el interior de cada persona.
Es el proceso de “despertar”, cuando reconocemos que
las cosas no son como nos las han contado, y cuando nace el deseo de aprender
de “verdad” y dejar ir todos los antiguos y rígidos sistemas de creencias
milenarios con los que nos han programado. Es por eso que el “blanqueamiento” representa la
“quema”, el llevar a la hoguera todo lo que no está alineado con una conciencia
superior que viene dictada por la conexión y enseñanzas de nuestro ser.
Enrojecimiento
La tercera y última
fase es llamada “Rubedo” o
enrojecimiento, y consiste finalmente en la transmutación en oro de la sal, la
piedra y plomo inicial (diferentes facetas del hombre “rudo”, “basto”, “sin
trabajar ni pulir”), que ha pasado a ser mercurio, luego otros metales
intermedios, y ahora es finalmente oro, representando la pureza de la conciencia,
del alma y del ser, y el hallazgo del elixir de la vida, la piedra filosofal,
muchas veces representada en color rojo, que simboliza la unificación del
hombre (lo limitado y finito, el microcosmos) con la Fuente (lo ilimitado e
infinito, el macrocosmos). Es la fase del ser que “entra” a tomar posesión de
su vehículo físico y de la conciencia que lo dirige.
Ceremonias iniciáticas
alquímicas
“La Ceremonia por la cual vais a pasar de inmediato, tiende a haceros
vivir, mediante
su simbolismo, únicamente esotérico, el desarrollo post-mortem, de la separación de
los elementos que constituyen vuestro ser…”
“Aurum Nostrum non est Aurum Vulgi”
su simbolismo, únicamente esotérico, el desarrollo post-mortem, de la separación de
los elementos que constituyen vuestro ser…”
“Aurum Nostrum non est Aurum Vulgi”
Desde tiempos remotos, siguiendo este proceso
alquímico que hemos visto, existían en muchas escuelas iniciáticas, ya desde el
antiguo Egipto, ceremonias que estaban destinadas a simbolizar el paso del
hombre por las diferentes fases de la transmutación interior.
A aquel que iba a ser
iniciado, se le reconocía como la piedra o el plomo, la materia prima sobre la
que había que trabajar. Primero, en la fase de Nigredo, el aspirante empezaba
la ceremonia en un cuarto oscuro, el cuarto de reflexión, representación del
plano terrenal y material. En esta habitación podía ver o intuir los símbolos
asociados a esta fase: el azufre, las piedras, la sal, las siglas
V.I.T.R.I.O.L, que significaban VISITA INTERIORA TERRA RECTIFICANDO
INVENIES OCCULTUM LAPIDEM” –visite
el interior de la tierra y rectificando encontrará la piedra oculta, que
viene a ser lo mismo que cava en tu propia alma para encontrar la sabiduría que
llevas dentro, y donde el aspirante escribía su testamento filosófico, pues si
la ceremonia resultaba exitosa, se iba a despedir para siempre de esa parte de
si mismo mundana, limitada, “negra”. Realmente esta primera fase simbolizaba la
muerte física de la persona, pues como decía Hazrat Inayat Khan, fundador del
sufismo universal: “no puede haber
renacimiento sin una noche oscura del alma, una aniquilación total de todo lo
que creías y pensabas que eras”.
La segunda fase era la
llamada prueba del agua, pues era la prueba de la parte emocional, asimilada al
paso por el plano astral, y la prueba asociada al “blanqueamiento” del alma, del iniciado. Aquí se confrontaba al
neófito a todos sus sentimientos oscuros y crueles, a sus pasiones animales
involutivas, a sus vicios, a todas las tendencias inferiores que se habían
cristalizado en su naturaleza, a sus miedos y temores, y este los debía ver
cara a cara, y purificarlos, debía transmutarlos, dominarlos, y expulsarlos de
si mismo. Luego, superada esta etapa, si lo conseguía, venia una intermedia
antes de llegar al Enrojecimiento final,
y era el paso por la etapa asociada al plano mental, llamada Citrinitas, pues el iniciado que inició
su camino “negro”, y luego fue
“blanqueado”, ahora empezaba a
tomar simbólicamente un tono “amarillento” (su alma y su personalidad). Así, el
profano, una vez purificado en sus sentimientos y deseos, debía ahora hacer
pleno uso de sus poderes mentales, aprendiendo la dura labor de pensar
por si mismo, y dejar de buscar fuera lo que sabe ya que tiene dentro.
Finalmente, el oro
Y cuando el cuerpo
físico había muerto y renacido, el cuerpo emocional y de deseos había sido
limpiado de miedos, bajas pasiones, emociones negativas, y el cuerpo mental
había sido renovado y toda la programación, creencias, ideas falsas y “basura”
mental había sido limpiada, llegaba entonces la última parte, cuando la
“piedra” o el “plomo”, el ser humano, adquiría el legendario tono rojizo
que denotaba que había encontrado la Piedra Filosofal, el Lapis Philosophorum. El hombre
encontró a su ser, a su esencia, y con ella todos los “metales viles” se convierten en oro, todas las imperfecciones
energéticas que llevan a la enfermedad se pueden curar, toda disfunción
energética y mental se puede armonizar. Aquí es cuando nos damos cuenta que
podemos hacer sanaciones con la esencia, tal cual, como hemos comentado en un
par de ocasiones en anteriores artículos.
Esta última etapa es
la que corresponde al RUBEDO,
dominando sobre ella el SOL, el logos Solar, máxima representación de la Fuente
en el sistema en el que vivimos. Horus es su Deidad y el color es el rojo. El
ser humano ha despertado, su conciencia es la conciencia de su ser, y su camino
es el de servicio a la humanidad. Ahora sí, el trabajo para conseguirlo es tan
titánico y árduo, que por eso realmente solo unos pocos alquimistas llegaron a
encontrar el valor y el tesón para ello. Quizás sabiendo lo que tenemos que
hacer, no dejemos pasar ni un segundo más nosotros y nos pongamos manos a la
obra.
La alquimia, tan mitificada y escondida en libros y
tratados ininteligibles, se convierte así en algo tan simple como pasar por una
renovación física, emocional, mental y espiritual, pero a niveles tan profundos
que, cuando se realiza, el elixir de la vida aparece por si solo, y uno se da
cuenta que siempre tuvo la facultad de transformar en oro todo lo que tocaba,
porque siempre había sido portador inconsciente de su propia piedra filosofal.
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