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lunes, 15 de marzo de 2021

ARMONIZAR SU CORAZÓN Y SU CEREBRO PARA CREAR SANACIÓN- PARTE 1 por Gregg Braden

 

ARMONIZAR SU CORAZÓN Y SU CEREBRO PARA CREAR SANACIÓN- PARTE 1


En las tradiciones occidentales se suele decir que empezamos a morir en el momento en que nacemos, y esa creencia está tan firmemente arraigada en el modelo médico como lo ha estado históricamente y en la forma en que pensamos de la enfermedad y la sanación, por un lado. Y por el otro, las tradiciones espirituales más apreciadas siempre nos han dicho algo muy, pero muy diferente. Dicen que desde el momento en que nacemos empezamos a sanarnos. Y lo que la mejor ciencia, la de nuestro tiempo actual, la del siglo XXI, está demostrando que en realidad los órganos están diseñados para repararse a sí mismos, incluso los que nos dijeron que no podían hacerlo: el tejido de la médula espinal, el tejido cerebral, el tejido cardíaco, el tejido pancreático, el tejido prostático, todos estos órganos que estamos tan acostumbrados a oír que nos están fallando en tantas perspectivas diferentes. Los órganos están diseñados para repararse y sanarse a sí mismos bajo las condiciones adecuadas, dado el entorno adecuado. ¿Cuáles son esas condiciones? Esa es la cuestión. Algunas son más bien ambientales; pueden ser externas al cuerpo, como el agua, el aire, la calidad de nuestra alimentación. Algunos pueden ser químicos, los suplementos que tomamos y algunos de los productos de hierbas que nuestros ancestros comprendieron y utilizaron con gran éxito en la sanación de sus cuerpos antes de que llegara la medicina moderna. Y creo que esos son interesantes. Lo que realmente me fascina es el entorno interno del que nos habló el Buda. De forma muy elegante, dijo que cada hombre y mujer es el arquitecto de su propia sanación y de su propio destino. No sé qué sentido habrá tenido esto para los de su época, pero en nuestro mundo actual tiene un sentido tremendo, porque la mejor ciencia del siglo XXI está confirmando ahora los principios más profundos, los principios espirituales, de nuestras creencias más antiguas y apreciadas, diciéndonos que, de hecho, estamos profundamente conectados con nuestros cuerpos, con el mundo, y esa interconexión es tan profunda que tenemos la capacidad de autorregularnos desde adentro para crear los efectos en nuestros cuerpos y en los demás cuerpos.

Una de las grandes ironías de nuestro tiempo es que después de 5.000 años de historia humana registrada, con los mayores avances tecnológicos de la historia de la humanidad, aún no hemos respondido a la pregunta más fundamental que podríamos hacernos sobre nosotros mismos. Y la pregunta es simplemente "¿Quiénes somos?"

La ciencia de los últimos 300 años nos ha dicho que estamos separados de nuestros cuerpos, separados los unos de los otros, separados de la Tierra, separados del Cosmos, y que la regla fundamental de la Naturaleza, se basa en realidad en un modelo de competencia y conflicto. Y esta idea de la separación y del conflicto está profundamente arraigada en nuestras vidas, en nuestro mundo, en nuestra sociedad. Las economías del mundo, las corporaciones del mundo, el modelo médico, todo se basa en estas ideas de separación, de competencia y conflicto desde hace 300 años. Así que cuando comparto esta información, a menudo me preguntan: "Está bien, Gregg, lo entendemos; tal vez la ciencia no lo hizo del todo bien durante los últimos 300 años, este es el siglo XXI, tenemos internet, iPads y teléfonos celulares, ¿qué diferencia hay?" Y es una muy buena pregunta. Y la respuesta sorprende a muchos porque el mundo que conocemos hoy es un reflejo de la forma en que respondemos a la pregunta "¿Quién soy yo? ¿Quiénes somos?" Cuando respondemos basándonos en la separación, la competencia y el conflicto, esas respuestas se reflejan en todo lo relacionado con nuestro mundo y nuestras vidas. Así que desde las economías globales que se basan en la competencia y el conflicto, las corporaciones y el modelo médico moderno (dos de nuestras relaciones más íntimas), estas ideas están tan profundamente arraigadas en nosotros que literalmente programamos nuestros cuerpos, a veces inconscientemente, para reflejar estas ideas de separación, competencia y conflicto y eso surge químicamente en nuestros cuerpos. La nueva ciencia ha revertido 300 años de pensamiento científico. Los nuevos descubrimientos -y estos se basan en la ciencia revisada por pares, por lo que no se trata de especulaciones, teorías o hipótesis, sino de ciencia pura revisada- nos dicen ahora, sin lugar a ninguna duda razonable, que estamos profundamente conectados con nuestros cuerpos, que estamos profundamente conectados con la Tierra, que estamos profundamente conectados entre nosotros, y que el modelo fundamental de la Naturaleza se basa en la cooperación con lo que los biólogos llaman ayuda mutua, no en la competencia y el conflicto como hemos escuchado en el pasado. Esto lo cambia todo, porque vivimos en una época de extremos en nuestro mundo y esos extremos en el mundo están creando extremos en nuestras vidas. Quizás ahora, más que en cualquier otro momento de nuestra historia, tengamos que pensar y vivir de forma diferente a como lo hemos hecho jamás y la nueva ciencia, que está confirmando las tradiciones espirituales más antiguas y apreciadas, nos está dando las razones para cambiar nuestra forma de pensar y nos está diciendo qué funciona y qué no, y ya no necesitamos hacer las cosas que no funcionan y podemos hacer muchas de las cosas que sí funcionan. Y esto se reduce a los principios básicos de nosotros, nuestros cuerpos, nuestra relación con nuestros pensamientos, sentimientos, emociones y creencias, y cómo intervienen en nuestra vida diaria.

Entonces, cuando la ciencia responde a la pregunta "¿Quiénes somos?", dice que para hacerlo bien, primero debemos responder a seis preguntas distintas, seis subpreguntas bajo el marco de "¿Quiénes somos?" Así que si podemos imaginar una pirámide invertida de manera que el vértice esté en la parte inferior y estas seis preguntas estén en el centro de la pirámide, las viejas respuestas a la izquierda y las nuevas respuestas a la derecha. Esta sería una muy buena perspectiva para que entendamos por qué nos han hecho creer lo que nos han hecho creer y cómo los nuevos descubrimientos han cambiado esas creencias.

Empecemos por la base de la pirámide. La pregunta esencial cuando nos preguntamos "¿Quiénes somos?" es "¿De dónde venimos? ¿Cuál es nuestro origen?" Esa es la primera pregunta.

La segunda pregunta es "¿Cuáles son los orígenes humanos?" (porque pueden ser distintos de los orígenes de otras formas de vida).

La tercera pregunta se refiere a las relaciones. "¿Cuál es nuestra relación con nuestro cuerpo?".

La siguiente pregunta es "¿Cuál es nuestra relación con el mundo más allá de nuestro cuerpo?

La siguiente pregunta es "¿Cuál es nuestra relación con el pasado? ¿Es lineal o cíclico?"

Y la última pregunta es "¿Cuál es nuestra relación con la Naturaleza?"

La ciencia dice que si podemos contestar estas seis preguntas, entonces tenemos la oportunidad de responder a la gran pregunta: “¿Quiénes somos? ¿Quién soy?”

Decimos que la ciencia comenzó hace unos 300 años cuando Isaac Newton formuló las leyes de la física, de modo que durante unos 300 años la ciencia ha intentado responder a estas seis preguntas esenciales y sus respuestas nos han llevado a una historia de separación. Nos dijeron que el origen de la vida es aleatorio, que el origen de la vida humana es aleatorio, que estamos separados de nuestros cuerpos y que somos esencialmente impotentes cuando se trata de sanar nuestro cuerpo o incluso de regular la forma en que funciona en el mundo. Nos dijeron que estamos separados del mundo más allá de otros cuerpos, y que no solo tenemos muy poca influencia en lo que ocurre adentro, sino que no tenemos ninguna influencia en lo que ocurre en el mundo más allá de nuestros cuerpos.

Nos han dicho que la relación con el pasado es lineal, y esto es importante, porque la creencia es que la civilización ha tenido lugar solo una vez hace unos 5.000 años en la antigua Mesopotamia -en esa zona, en Egipto, en China. y se ha desarrollado de forma lineal hasta donde estamos hoy, hasta la cúspide o sofisticación que somos hoy. Y que sólo sucedió una vez.

La última pregunta ("¿Cuál es nuestra relación con la Naturaleza?"): A partir de 1859, Charles Darwin comenzó a decirnos que la regla fundamental de la Naturaleza se basa en la lucha, en "la supervivencia del más fuerte" (esas son las palabras que usó), que la Naturaleza está basada en un modelo de competencia y conflicto. Así que estas ideas de separación de nosotros mismos, del mundo, de competencia y conflicto, están tan profundamente arraigadas en nuestras vidas y en nuestro mundo actual que casi las damos por sentadas. A veces ni siquiera reconocemos lo profundamente arraigadas que están en nuestra vida actual. Están arraigadas en la naturaleza de las economías del mundo, que en estos momentos se tambalean y colapsan bajo el peso de su insostenibilidad, están profundamente arraigadas en las ideas de las empresas, en la forma en que las personas trabajan juntas, en cómo compartimos los recursos, en cómo sanamos nuestro cuerpo. El modelo médico, por ejemplo, está profundamente basado en estas ideas de separación. La mejor ciencia de finales del siglo XX y ahora de principios del XXI le ha dado un vuelco a 300 años de pensamiento científico con nuevos descubrimientos revisados por pares en la literatura científica, por un lado. Por el otro, hay reticencia y a menudo una resistencia flagrante a compartir esto en la cultura dominante. Así que los nuevos descubrimientos que revierten 300 años de ciencia no se ven comúnmente en las aulas, en los libros de texto, en los documentales, en los medios de comunicación convencionales por una serie de razones, y la gente me pregunta cuáles serán estas razones, y es fácil responderla: es el ego, el hábito, el dinero principalmente, el hábito de enseñar las viejas tradiciones y los libros de texto que las reflejan, y los educadores que durante treinta, cuarenta, cincuenta años de sus vidas han contado la misma historia. Es comprensible que haya reticencia a adoptar esas nuevas ideas.

¿Cuáles son las nuevas ideas? La mejor ciencia de finales del siglo XX y ahora de principios del siglo XXI nos dice que el origen de la vida ciertamente no es aleatorio. Nos lo dice la evidencia física. La ciencia nos dice que el origen de la vida humana, el ADN, no es aleatorio. Podemos hablar más de lo que eso significa, pero no somos simplemente el producto de una biología evolutiva fulminante que tuvo lugar hace 200.000 años. La mejor ciencia de nuestros días nos está diciendo que estamos profundamente conectados con nuestros cuerpos, y eso es importante. Nos está diciendo que nuestros pensamientos, sentimientos, emociones y creencias -que se originan tanto en el cerebro como en el corazón- desencadenan la química que puede revertir de veras la enfermedad, sanar nuestros cuerpos, desencadenar la longevidad de maneras que no han sido comúnmente aceptadas en Occidente. Así que la mejor ciencia ahora es atemporal. Esa ciencia nos dice que estamos profundamente conectados con el mundo más allá de nuestros cuerpos.

La física cuántica nos dice actualmente, más allá de cualquier duda, que esta conexión ya no es una controversia en cuanto a si estamos o no conectados unos con otros en el mundo. La controversia es hasta qué punto estamos conectados, hasta qué punto llega nuestra conexión, hasta qué punto podemos influir -y voy a utilizar esta palabra muy, pero muy intencionadamente porque no se trata de control y manipulación- hasta qué punto podemos influir en nuestros cuerpos o en los cuerpos de nuestros seres queridos cuando se trata de sanar, o cuánta influencia tenemos realmente en el mundo más allá de nuestros cuerpos.

La ciencia nos dice ahora -en lo que a esta idea lineal de la civilización respecta- que la civilización en realidad es cíclica y que nosotros somos el ciclo más reciente de 5.000 años. Cuando decimos que la historia comenzó hace 5.000 años, ese es el comienzo de nuestro ciclo. Hubo un ciclo antes de esos 5.000 años, y otro anterior a él, empujando la fecha de las civilizaciones tecnológicas avanzadas tardías hasta la última Edad de Hielo. La mejor ciencia de nuestro tiempo, al referirse a la civilización, ahora nos dice que es muchísimo más antigua de lo que nos han hecho creer. Actualmente sabemos que nuestros 5.000 años de historia humana registrada son un ciclo y solo el más reciente de al menos tres ciclos. Lo que tenemos que preguntarnos cuando consideramos esto es: Si los seres humanos hemos estado aquí tanto tiempo y hemos pasado por tres ciclos de civilización, siendo este el tercero, ¿qué pudimos haber sabido en el pasado que hemos olvidado? ¿Qué sabían nuestros antepasados que quizá nunca hemos descubierto? ¿Qué podemos aprender de ellos? Y la última pieza de nuestro período, de nuestra pirámide invertida, es que la ciencia nos dice ahora que la regla fundamental de la Naturaleza está realmente basada en la cooperación y en lo que llamamos ayuda mutua, no en la competencia y el conflicto que Darwin propuso hace 150 años.

Esto lo cambia todo. Nuestra sociedad, las raíces, el fundamento de nuestra sociedad, data de finales de los años 50 y de principios del siglo XX, precisamente cuando las ideas de Darwin estaban siendo adoptadas: competencia, conflicto, separación. Esas ideas fueron tan ampliamente aceptadas, están profundamente arraigadas en nuestras vidas en formas que a veces ni siquiera reconocemos que aparecen una y otra vez. Son los principios insostenibles en la forma de pensar, en la forma de vivir. Por ejemplo, la economía global se está hundiendo y colapsando en algunos lugares y la pregunta es por qué. ¿Por qué no funciona el sistema? Porque se basa en una idea de competencia y conflicto que es una idea insostenible. El principio fundamental de la Naturaleza es la cooperación. La gente dice: "Bueno, vemos la competencia y el conflicto en la Naturaleza todo el tiempo". Y yo digo: "Sí, lo vemos. Tenemos que ser honestos con nosotros mismos, está ahí. Sin embargo, es en respuesta a condiciones específicas, no es la regla fundamental de la Naturaleza, y cuanta más competencia y más conflicto veamos en el mundo, eso nos indica lo mucho que nos hemos alejado de nuestra auténtica relación inherente con la Naturaleza.

Así que cuando consideramos estos nuevos descubrimientos, cambia la forma de responder a la pregunta: "¿Quién soy yo? ¿Quiénes somos?". Pasamos de la idea de separación y competencia a la de conexión y cooperación que se refleja en el mundo que rodea nuestros cuerpos. Es la Naturaleza, está reflejada en nuestros cuerpos. Y comparto esto porque este principio es el principio de la sanación que a menudo se pasa por alto en el modelo médico moderno. La medicina moderna se basa en las viejas ideas de separación, competencia y conflicto a nivel biológico, a nivel celular en nuestros cuerpos. Así que ahora tenemos una nueva forma de responder a la pregunta: "¿Quién soy yo? ¿Quiénes somos?" No somos lo que nos han dicho en el pasado, probablemente somos mucho más de lo que nos hemos imaginado en nuestras vidas y entonces esto se convierte en una guía desde la que podemos mirar cualquier pregunta cuando se trata de nosotros en una relación con nuestros cuerpos, respuestas que se basan en la ciencia que refleja de nuevo las tradiciones espirituales más antiguas y apreciadas. Todos sabemos que hay una epidemia de enfermedades que se está extendiendo en nuestro mundo de una manera nunca vista anteriormente. Parte de ello se debe a que somos una civilización globalizada, es cierto, y algunas de las toxinas ambientales que solían estar localizadas están ahora más globalizadas. Sin embargo, en un nivel más profundo, puedo hablarles personalmente -de los viajes que he realizado en algunos de los lugares más magníficos, hermosos, prístinos, remotos y aislados que quedan en el mundo actual- donde las condiciones y las enfermedades que a menudo damos por sentado aquí en el mundo occidental, en el mundo moderno, ya sea por la edad, o simplemente por el medio ambiente, no existen en algunas de estas otras culturas. He estado con gente en el sur de los Andes donde los cánceres simplemente no existen. No tienen cáncer de mama ni de próstata. En Asia, en Egipto, en Oriente Medio, hay personas de más de cien años que tienen una excelente memoria. Muchas veces se nos dice que la demencia está en la pérdida de memoria, que es una función de la edad. No es así. Según mi experiencia, tiene más que ver con cómo vivimos y alcanzamos esa edad, cuáles son los factores que contribuyen a estas condiciones que nos están robando lo que más apreciamos, que es la vida misma, la nuestra y la de nuestros seres queridos. A las personas a veces les cuesta ver la respuesta, pero está en la forma en que hemos elegido vivir nuestras vidas, en la forma en que hemos elegido pensar y creer sobre nosotros mismos mientras vivimos nuestras vidas, y estas son formas separadas pero relacionadas de ver lo que nos está pasando en nuestros cuerpos.

Cuando estaba en la escuela, me enseñaron que el cerebro es el órgano principal del cuerpo. El cerebro es ciertamente importante y todos lo reconocemos, pero la nueva ciencia nos está demostrando que el cerebro recibe del corazón muchas de las instrucciones que le indican qué hacer, qué química liberar en el cuerpo, qué fórmulas desencadenar en él. Probablemente no debería ser tan sorprendente que el corazón desempeñe un papel tan poderoso en nuestras vidas, porque es el primer órgano que se desarrolla en nuestro cuerpo cuando estamos en el vientre materno. Y uno de los grandes misterios del modelo médico occidental es qué desencadena ese primer latido, qué ocurre en un instante en el que hay una masa de células y tejidos inmóviles y en el siguiente pasa algo que activa los desencadenantes de la vida que comienza a pulsar como latidos del corazón. ¿Qué ocurre? La ciencia aún tiene que responder a esa pregunta; no lo sabe con certeza.

Nuestros ancestros tenían una respuesta que la ciencia simplemente no puede respaldar en este momento. Lo que ellos nos transmitieron es que ese primer latido es el momento en que el alma entra en el cuerpo, en que hacemos la conexión con algo mayor, algo más grande que nosotros mismos. Y ya sea que lo creamos científicamente o no, el hecho es que algo sucede con ese primer latido y nos habilitamos y capacitamos, como seres humanos de formas que ninguna otra criatura que conozcamos tiene la aptitud de expresar. Eso es lo que nos da nuestro poder de sanar.

A menudo se dice que empezamos a morir en el momento en que nacemos. Lo que la ciencia nos está mostrando muy claramente ahora es que empezamos a sanar en el momento en que nacemos y la razón por la que puedo decirlo ahora es que sabemos sin ninguna duda que cualquier órgano del cuerpo humano está diseñado para sanar. Cada órgano en el cuerpo humano tiene la capacidad no sólo de sanar el daño sino de regenerar el deterioro en el tejido después de haber sido dañado. Podemos regenerar y sanar incluso los órganos que nos dijeron que no podíamos, como el cerebro, el corazón, el páncreas, el tejido de la médula espinal. Todo esto ha sido científicamente documentado con la capacidad de repararse y sanarse a sí mismos dadas las condiciones adecuadas, bajo las condiciones adecuadas, el entorno adecuado. Así que nuestro papel ahora, cuando hablamos de sanación y de la esencia de la sanación es ¿cuál es el entorno que optimiza nuestra capacidad de honrar el regalo de la vida en nuestros cuerpos? ¿De dónde viene esto realmente? Y podemos verlo desde cantidad de niveles diferentes. Ciertamente el entorno físico, el aire puro, el sol, el agua potable, es una parte muy poderosa de eso y nuestros ancestros, hace miles de años, sabían que el aire puro y el agua potable eran medicina. Si alguien estaba enfermo, lo sacaban afuera y le decían: "Respira este aire, bebe esta agua" y milagrosamente empezaba a sanarse y ahora sabemos por qué.

Pero va más allá de eso. Sabemos que el ambiente interno, los pensamientos, sentimientos, emociones y creencias pueden ser sanadores o tóxicos. Y para la ciencia esta es una forma relativamente nueva de pensar en nosotros, en nuestra relación con nuestros cuerpos. Lo que ahora sabemos es que la calidad de las emociones que creamos dentro de nuestro corazón determina la señal que enviamos al cerebro para que libere sustancias químicas en nuestro cuerpo. Cada momento de cada día está teniendo lugar una conversación entre nuestro corazón y nuestro cerebro. Es una conversación bidireccional. Nuestro corazón mantiene una gran conversación con el cerebro y el cerebro se comunica con el corazón, pero no tanto. Se trata de una serie de señales más pequeñas que parecen volver al corazón. Hay una conversación bidireccional y regulamos la calidad de esa conversación a través de las emociones que albergamos en nuestro corazón. Así, por ejemplo, cuando sentimos que no estamos seguros en el mundo, cuando tenemos miedo, odio, ira, celos, rabia, ansiedad, ese tipo de sentimientos se basan en una señal específica para el cerebro y en base a esa señal el cerebro libera sustancias químicas en el cuerpo que refleja esa señal. Así que, en el caso de la ira, el odio, el miedo, los celos, la frustración, eso es estrés, y las sustancias químicas del estrés en nuestro cuerpo, como todos sabemos, son los altos niveles de cortisol y adrenalina, realmente buenos para breves períodos de tiempo, lo que llamamos “luchar o huir” cuando tenemos que tomar una decisión y correr como locos o detenernos y defendernos. Estamos diseñados para hacer eso, pero no estamos diseñados para vivir nuestras vidas bajo condiciones sostenidas de “luchar o huir”. Unos minutos, si no quieren vivir así cada día y cada hora y cada semana y cada mes. Conozco personas que lo hacen y se les nota. Llevan su dolor y ese estrés en sus cuerpos. Sus sistemas inmunológicos se debilitan en presencia de ese tipo de estrés. Las hormonas rejuvenecedoras se suprimen, porque toda la energía del cuerpo está dirigida a la lucha o a la huida.

Quiero ser muy claro, no quiero decir que sea malo tener esas experiencias cuando el estrés no está resuelto. El estrés no resuelto se convierte en un problema en nuestras vidas. El estrés en sí es solo una señal. Nos está advirtiendo que algo en el entorno necesita nuestra atención. Podemos honrar esa señal y decir: “¿Qué necesito abordar en mi entorno? ¿Qué necesito considerar? ¿Qué necesito cambiar?”, y luego hacer nuestra elección a partir de ahí. Creo que esa es una forma saludable de encarar el estrés. Lo malo es cuando anestesiamos el estrés con drogas, alcohol, adicciones, adicciones a sustancias químicas o a lo digital, lo que es un problema nuevo hoy en día y la ciencia está empezando a hablar de ello. Todos tienen el mismo efecto. Así que este tipo de ambiente que creamos dentro de nuestros cuerpos se refleja directamente en la salud y el bienestar de nuestros cuerpos. Uno de los nuevos descubrimientos que me fascina se hizo en 1991 pero no se publicó hasta 1994 y es el descubrimiento de unas 40.000 células especializadas en el corazón humano que se concentran de forma muy precisa. Es una red neuronal dentro del corazón. Son células llamadas neuritas sensoriales; son como células cerebrales, pero no están en el cerebro y funcionan en el corazón de forma muy similar a como funcionan las células en el cerebro. Estas células piensan, aprenden, recuerdan, independientemente del cerebro craneal. Podemos sintonizar juntos nuestro corazón y nuestro cerebro, armonizarlos de modo que estos dos órganos separados compartan realmente una red neuronal común y tengamos la oportunidad de acoger el poder de esa red en nuestras vidas. Y aquí es donde tenemos las extraordinarias experiencias de niveles profundos de intuición, de precognición, y sus efectos sobre la salud como la activación de las hormonas rejuvenecedoras en nuestros cuerpos y la activación de una respuesta inmune tremendamente poderosa en ellos. Todo se reduce a nuestra capacidad de regular esta conexión entre nuestro corazón y nuestro cerebro. Y este es uno de los puntos en los que nuestros ancestros fueron muy claros en nuestras tradiciones. La ciencia recién ahora está alcanzando esa sabiduría.

Una de las preguntas que se hace la gente es de qué forma algo como un pensamiento o una emoción puede tener el poder de cambiar la química de nuestro cuerpo. Y es una muy buena pregunta, porque en el mundo moderno, en el mundo occidental, se nos ha condicionado en gran medida a creer que los pensamientos, los sentimientos y las emociones en realidad son cosas sin importancia. Por un lado, en nuestra cultura se nos ha enseñado a descartarlos, y por otro lado, en muchas culturas indígenas son lo más importante en sus vidas, son los agentes más potentes de sanación que alguien pueda tener. Así que la pregunta "¿Cómo funciona esto?" la estamos viendo en un par de niveles diferentes. Lo que sabemos ahora en nuestra ciencia moderna es que cuando sentimos una emoción dentro de nuestro corazón, esa emoción envía una señal a nuestro cerebro y la calidad de esa señal determina cómo responde el cerebro a la emoción. Así que, si pueden imaginar una señal del corazón al cerebro que sea una serie de ondas muy suaves, agradables, uniformes, (el termino que se utiliza es “coherentes”), el cerebro igualará esa química suave, uniforme y organizada y liberará las sustancias químicas que sustentan la vida en nuestros cuerpos. Aquí es donde nuestro sistema inmunológico se vuelve realmente fuerte, una súper respuesta inmune. Incluso las hormonas rejuvenecedoras se desencadenan en presencia de este tipo de señal del corazón al cerebro.

Por otro lado, la señal de la química del estrés -cuando sentimos esos momentos de frustración, ira, odio, celos, rabia, miedo- es diferente. Parecería que estamos apostando en el mercado bursátil. Es una carga de ondas muy caóticas, desorganizadas e irregulares que van del corazón al cerebro que las recibe y dice: "Oh, necesito igualar esta química, esta es química de estrés". Aquí es donde la adrenalina y el cortisol, las hormonas del estrés, se liberan en el cuerpo, lo que -como dije- es bueno por períodos cortos de tiempo, pero ustedes no desean vivir sus vidas así, con esas sustancias químicas corriendo por su torrente sanguíneo.

¿Qué puede ser más importante que nuestra capacidad de regular la señal entre nuestro corazón y el cerebro? Eso se convierte, por mucho, en el centro de la salud y la sanación de nuestras vidas. Esta forma de pensar respecto a nuestro entorno interno difiere completamente de lo que muestra el modelo médico actual, que sugiere que estamos separados de nuestros cuerpos, por lo que no hay razón para esperar que cualquier cosa que podamos hacer desde el interior tenga un efecto beneficioso en nuestros cuerpos.

Recuerdo cuando descubrí esto por mí mismo. Yo era un corredor de competición. Viví veinte años en Denver, Colorado, trabajando con las corporaciones. Nunca tuve la oportunidad de hacer estas cosas en la escuela secundaria, así que en las corporaciones tuve la oportunidad de correr en equipos de triatlón y maratones competitivas. Y la primera vez que me lesioné la pierna corriendo y fui al médico y le pregunté: "¿Qué puedo hacer? ¿Qué puedo visualizar? ¿Qué puedo sentir para que mi rodilla se sane más rápido?" Y recuerdo que el médico me miró y dijo: "Hijo, puedes visualizar y sentir lo que quieras para sanar; esto no va a hacer ninguna diferencia. Es probable que se sane cuando esté lista para sanarse". Y yo pensé: "Oh, la visión de este hombre difiere mucho de la sanación que he llegado a comprender". Pero no es sorprendente al ver cómo ha respondido la ciencia a la pregunta "¿Quiénes somos?". Por eso es tan importante. Nuestras vidas reflejan esta idea de la separación y la impotencia que proviene de la separación y vivimos nuestras vidas de esa manera. Es muy, pero muy diferente a vivir sabiendo que estamos diseñados, programados, para sanar y regenerar nuestros cuerpos cuando aceptamos la verdad más profunda de nuestra existencia y encaramos la vida de una manera completamente distinta.

Así que nos fijamos en la química que se desencadena desde el corazón y el cerebro. Es una de las formas en que comenzamos a iniciar este proceso de sanación en nuestros cuerpos. Y va aún más profundo, porque estamos hablando de las más de 40.000 células nerviosas en el corazón, las neuritas sensoriales. Cada una de esas células al ser estimulada de la manera adecuada, comienza a crear neuritas, y una neurita es cualquier apéndice que se extiende desde la célula misma. ¿Por qué es tan importante? Porque la neurita es la que forja las conexiones con las demás neuritas que crean las sinapsis a través de las cuales se transmiten las señales de nuestro corazón, así que cuantas más conexiones creemos, más fuerte será la señal y más reflexiva en nuestras vidas. Cuando aprendemos a ejecutar las técnicas, eso se convierte en una segunda naturaleza, no tenemos que sentarnos y encontrar el momento adecuado del día y cerrar la puerta, encender una vela, poner música, quemar incienso y crear el ambiente adecuado para desencadenar esta sanación en nuestros cuerpos. Una vez que empezamos a adoptar las técnicas para armonizar nuestro corazón con nuestro cerebro, podemos hacerlo en cualquier sitio. Y la verdad es que cuando más lo necesitamos, suele ser en el momento menos oportuno de nuestra vida para poder hacer estas conexiones.

Es así como funciona. Es el acto mismo, el acto de sentir la sensación de ya haber sido sanados incluso cuando nuestro cuerpo nos está mostrando una enfermedad o dolencia. Cuando podemos percibir la sensación de estar ausentes de esa enfermedad, podemos percibir lo que se siente al estar enteros y sanos e intactos y plenamente capacitados, plenamente encarnados como un ser. Esa es la señal que motiva a estas neuritas a empezar a crecer y buscar otras neuritas que estén reflejando esas señales. El acto, la expectativa de encontrarnos en ese estado de sanación, es lo que desencadena que nuestro cuerpo refleje lo que esperamos de él. Y no ocurre instantáneamente, se necesitan unas setenta y dos horas para que una neurita pueda conectarse con otra. Según la línea de tiempo, necesitan ese tiempo para crecer. De modo que esto abre toda una nueva puerta de posibilidades. El número 72 es muy significativo en las tradiciones antiguas, en los textos antiguos, cuando de sanación se trata. Tres días, setenta y dos horas. Muchas tradiciones, incluyendo la cristiana, nos dicen que es lo que tarda en sanar un cuerpo normal y ahora sabemos por qué. Ese es el tiempo que estas conexiones neuronales tardan en establecerse, así que cuanto más podamos sentir la sensación de que nuestra sanación ya ha ocurrido, dando las gracias porque esa sanación que ya está presente, ese es el desencadenante para que nuestros cuerpos hagan crecer las células nerviosas para forjar las conexiones, para desencadenar que la química del cerebro refleje esa sanación.

Entre 1850 y 1859, Charles Darwin publicó un libro que rompió el paradigma, titulado El origen de las especies, y con ese libro la comunidad científica de aquella época de hace más de 150 años adoptó las ideas que presentaba, casi sin cuestionarlas. Lo que Darwin intentó hacer en su época, fue responder a la pregunta "¿Quiénes somos?" e intentó hacerlo sin necesidad de Dios, la religión, la fe, o la Iglesia, que siempre había sido la forma de responder a las preguntas en el pasado. Así que cuando, en la época de Darwin, la gente se preguntaba: "¿Cómo nos sanamos?" "¿Cómo podemos vivir nuestras vidas de una mejor manera?" "¿De dónde venimos?" "¿Cómo funcionan las cosas?", tradicionalmente esas preguntas las respondía siempre la Iglesia. Darwin, como científico, dijo: "Voy a dar el primer paso para llevarle al mundo moderno una respuesta que no requiere a Dios, la fe, la Iglesia o la religión". Y El Origen de las Especies fue su manera de hacerlo. Por lo tanto, Darwin, quien obviamente era un científico, y personalmente creo que era un buen científico, en su época no tenía manera de saber lo que sabemos hoy sobre las células y las neuritas y el ADN que solo hemos descubierto recientemente. Por lo tanto, no se trata de criticar sus ideas, sino de entender por qué creemos lo que nos han hecho creer sobre nuestros cuerpos y por qué los nuevos descubrimientos están cambiando todo eso.

Lo que dijo Darwin fue que la vida comenzó como un solo organismo. Él no sabía cómo apareció y no trató de explicarlo. Dijo que la vida comenzó como un único organismo y que, durante un largo período de tiempo, ese organismo se convirtió en muchos organismos y la diversidad que vemos de esos organismos, que son diferentes -brazos y piernas y apéndices y diferentes formas de ver y de mantenerse erguidos o no- todo eso fue una respuesta del organismo a una necesidad que percibió en el entorno. Y en realidad este es un principio fundamental en la teoría de la evolución que dice que la Naturaleza nunca nos dará de más. Eso significa que solo se nos darán las cosas en nuestros cuerpos que necesitemos cuando haya demanda de ellas en el mundo que nos rodea.

La razón por la que lo menciono es porque es un problema cuando se trata de los seres humanos. Soy geólogo, un geólogo calificado, y como tal puedo decir que la evolución es un hecho en el registro fósil. También puedo decir que se viene abajo cuando se trata de nosotros, los humanos. Y la razón se relaciona directamente con el motivo por el que tenemos la capacidad de sanarnos como lo hacemos. Los seres humanos aparecimos en la Tierra hace unos 200.000 años y no sabemos de dónde vinimos. No hay ningún registro fósil claro en el árbol genealógico evolutivo que conduzca hasta nosotros. Todas son líneas en el árbol evolutivo y, si se fijan bien. Son relaciones inferidas o especulativas. Sin embargo, se las ha enseñado como un hecho pese a que no tenemos pruebas que las respalden. Aparecimos hace 200.000 años, repentinamente. Tenemos un cerebro un 50% más grande que nuestro pariente primitivo más cercano, un sistema nervioso avanzado que nos permite las capacidades de una sanación autorregulada de la que estamos hablando. Eso nos diferencia de cualquier otra forma de vida, y la clave es que no hemos cambiado en esos 200.000 años.

Si toman el cuerpo de los llamados Humanos Anatómicamente Modernos (HAM), antes se los llamaba Cromañones, ahora se los llama HAM porque el nombre es autodescriptivo. Nosotros somos ellos unos cuantos miles de siglos después. Si los comparamos con nosotros, el tamaño del cerebro es el mismo, nuestras proporciones corporales son las mismas, nuestras capacidades no han cambiado. Lo que esto dice para la evolución es que el cerebro avanzado y el sistema nervioso que nos da la capacidad de sanar, eso no evolucionó durante un largo período de tiempo en respuesta al mundo. Parece ser inherente a nuestro ser, estuvo con nosotros desde que llegamos, y la ciencia nos dice que no hemos cambiado. Podemos decir que hoy tenemos el diseño, el equipo con el que llegamos hace 200.000 años, de manera que les puedo decir que estamos programados para sanar. Estamos literalmente diseñados, no sabemos cómo o por quién o por qué. Típicamente, la ciencia no puede confirmarlo, pero lo que les puedo decir es que las ideas de Darwin sobre la evolución se vienen abajo cuando se trata de nosotros y nuestra capacidad de sanar nuestros cuerpos. Es un ejemplo perfecto de dónde se produce esa ruptura tal y como la conocemos hoy en día. Así que tenemos este sistema nervioso avanzado que regulamos a través de las elecciones que hacemos en nuestras vidas, lo que pensamos, lo que sentimos, lo que creemos y, específicamente, las emociones que elegimos para responder a lo que la vida trae a nuestra puerta.

Entonces, cuando aprendemos a responder a las heridas de formas nuevas, saludables y empoderadas, literalmente estamos cambiando la química del dolor en nuestro cuerpo. Y cuando no aceptamos lo que vimos como fracasos en el pasado, cuando nos damos cuenta de que no son realmente fracasos sino algo que intentamos y simplemente no funcionó y ahora volveremos a intentar, ese es un sentimiento muy, pero muy diferente a la idea del fracaso y la comparación con el éxito. Esto se traduce en la química de nuestros cuerpos, así que cuando podemos afirmarnos en nuestros cuerpos dando las gracias, la gratitud y el aprecio por la sanación que ya está ocurriendo en nuestros cuerpos, esta es la base de muchas de las oraciones y las meditaciones que he visto personalmente en los pueblos autóctonos de todo el mundo. Incluso aunque no hay nada malo en ellos, siguen agradeciendo su sanación porque reconocen que es un proceso continuo. Nos estamos sanando a cada momento de cada día.

Preview – Hay House HEAL Summit

https://www.discover.hayhouse.com/heal-summit-day2/#l¡p-pom-block-930

Título en ingles: Harmonizing Your Heart and Brain to Create Healing

Desgrabación y traducción: Susana Peralta

 

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