¿Por qué en muchas
meditaciones fijamos la atención en el entrecejo?
¿Os habéis preguntado alguna vez por qué
en muchas meditaciones llevamos la atención en el entrecejo? Lo
hacemos para aprender, con el tiempo y la práctica, a activar una zona de
nuestro celebro que es fundamental para llegar a una conciencia superior de
nosotros mismos y del mundo en que vivimos.
En las técnicas de meditación, cuando
nos centramos en el entrecejo, lo que queremos hacer es estimular
las glándulas del sistema endocrino y en particular la glándula
pituitaria (hipófisis) y la glándula pineal.
Ésta última es también llamada épifisis
y tiene forma de cono de pino. Fue el mismo Galeno, quien descubrió su
anatomía, a llamarla konarium (literalmente cono de
pino) aunque hoy día es llamada pineal (del lat. pinĕa, piña). Es una
forma conocida y venerada por casi todas las antiguas culturas y religiones.
Formas cónicas en las
culturas de la antigüedad
También en el yoga ésta es una región
fundamental que se activa gracias al despertar de la energía kundalini (que
al principio yace dormida en la base de la columna vertebral). Kundalini viene
estimulada por medio de posturas, meditaciones y canto de mantras;
entonces pasa por el canal principal Shushumna (o Sushumna), activando todos
los chakras para llegar finalmente a la coronilla y estimular así las
glándulas y el sistema endocrino (en la zona que suele definirse “tercer
ojo”).
Los antiguos filósofos la llamaron “el
asiento del alma”, pero durante muchos años fue una zona relativamente
inexplorada. Ahora sabemos que contiene rastros de una antigua retina. Se ha
descubierto que en el pasado había reptiles que realmente tenían un tercer ojo
sensible a la luz encima de la cabeza y que regulaba los ritmos naturales del
cuerpo. Con la evolución este ojo fue descendiendo hacia el interior del
cerebro. Otro estudio hecho sobre anfibios mostró que éstos son
capaces de distinguir y detectar los campos magnéticos mediante fotorreceptores que no
se encuentran en los ojos sino en la glándula pineal.
La glándula pineal secreta en
particular dos hormonas: la melatonina y
la serotonina.
La primera es secretada especialmente por la noche y tiene la función
de relajar el cuerpo produciendo un estado de tranquilidad y sosiego
para que la persona pueda dormir. Durante el día ocurre exactamente lo opuesto:
aumenta la cantidad de serotonina, lo cual induce un estado más inquieto de
actividad.
Gracias al yoga podemos controlar la
secreción de estas hormonas para experimentar un estado cada vez más pacífico de la existencia,
hasta entrar en un estado de consciencia más elevado y acompañado por un
sentimiento de intensa felicidad interior y un sentido de unidad con el
ambiente y finalmente con el universo.
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