Tal vez podamos
abordar el problema del temor desde otro ángulo diferente. El temor, en la
mayoría de nosotros, produce cosas extraordinarias. Crea toda clase de
ilusiones y problemas. Hasta que no lo investigamos muy a fondo y lo
comprendamos realmente, el temor distorsionará siempre nuestras acciones. El
temor deforma nuestras ideas y tuerce el camino de nuestra vida; crea barreras
entre la gente y, por cierto, destruye el amor. Por lo tanto, cuanto más
investiguemos el temor, cuanto más lo comprendamos y nos liberemos realmente de
él, mayor será nuestro contacto con todo lo que nos rodea. Al presente,
nuestros contactos vitales con la existencia son muy pocos, ¿no es así? Pero si
podemos libramos del temor tendremos contactos amplios, comprensión profunda,
verdadera simpatía, consideración afectuosa y la extensión de nuestro horizonte
será muy grande. Veamos, pues, si podemos considerar el temor desde un punto de
vista diferente.
Me pregunto si han
advertido que casi todos deseamos alguna clase de seguridad psicológica.
Queremos seguridad, alguien en quien apoyarnos. Como un niño pequeño se toma la
mano de su madre, así queremos algo a lo cual aferramos; queremos que alguien
nos ame. Sin una sensación de seguridad, sin una garantía mental, nos sentimos
perdidos, ¿no es así? Estamos acostumbrados a apoyamos en otros, a esperar que
otros nos guíen, nos ayuden, y sin esta sustentación estamos confundidos,
atemorizados, no sabemos qué pensar, cómo actuar. En el momento en que quedamos
abandonados a nosotros mismos, nos sentimos solos, inseguros, perplejos. De
esto surge el temor, ¿no es cierto?
Entonces, queremos
algo que nos dé sensación de seguridad, y para ello tenemos defensas de muchas
clases diferentes. Tenemos protecciones tanto internas como externas. Cuando
cerramos las ventanas y las puertas de nuestra casa y permanecemos dentro, nos sentimos
seguros, a salvo, sentimos que no nos molestan. Pero la vida no es eso. La vida
está golpeando constantemente a nuestras puertas, trata de abrir nuestras
ventanas para que podamos ver más; y si a causa del temor cerramos las puertas
y echamos el cerrojo a todas las ventanas, los golpeteos sólo se vuelven más
fuertes aún. Cuanto más estrechamente nos aferramos a la seguridad en
cualquiera de sus formas, más viene la vida y nos empuja. Cuanto más miedo
tenemos y nos encerramos en nosotros mismos, mayor es nuestro sufrimiento,
porque la vida no nos dejará tranquilos. Queremos estar seguros, pero la vida
dice que no podemos estarlo; y así es como comienza nuestra lucha. Buscamos
seguridad en la sociedad, en la tradición, en la relación con nuestros padres y
nuestras madres, con nuestras esposas y nuestros maridos; pero la vida se abre
paso siempre por los muros de nuestra seguridad.
También buscamos
seguridad o consuelo en las ideas, ¿no es así? ¿Han observado de qué modo
aparecen las ideas y cómo la mente se aferra a ellas? Uno tiene una idea de
algo herinoso que vio cuando salió a dar un paseo, y su mente regresa a esa
idea, a ese recuerdo. Uno lee un libro y se forma una idea a la que se aferra.
Ustedes tienen que ver cómo surgen las ideas y cómo se convierten en medios de
consuelo y seguridad interior, en algo a lo cual la mente se aferra.
¿Alguna vez han
pensado acerca de esta cuestión de las ideas? Si uno de ustedes tiene una idea
y yo tengo una idea y cada uno de nosotros piensa que su idea es mejor que la
del otro, luchamos por ellas, ¿no es así? Yo trato de convencerle a él y él
trata de convencerme a mí. Todo el mundo está edificado sobre las ideas y el
conflicto entre ellas; y si lo investigan, encontrarán que el mero obstinarse
en una idea no tiene sentido. ¿Pero han notado cómo sus padres, sus madres, sus
maestros, sus tíos y tías se aferran todos fuertemente a lo que piensan?
Entonces, ¿cómo surge
una idea? ¿Cómo llegan ustedes a tener una idea? Cuando tienen, por ejemplo, la
idea de salir a dar un paseo, ¿cómo surge esa idea? Es muy interesante
descubrirlo. Si lo observan, verán cómo surge una idea de esa clase y cómo la
mente de ustedes se aferra a ella, descartando cualquier otra cosa. La idea de
salir a dar un paseo es la respuesta a una sensación, ¿no es así? Han salido a
pasear anteriormente y ello ha dejado un sentimiento o una sensación agradable;
desean hacerlo nuevamente y de ese modo es creada la idea y luego puesta en
acción. Cuando ven un automóvil herinoso hay una sensación, ¿verdad? La
sensación proviene del mismo mirar el automóvil. El ver crea la sensación. De
la sensación nace la idea: “quiero ese automóvil, es mi automóvil”, y la idea
se vuelve, entonces, muy dominante.
Buscamos seguridad en
las posesiones externas y en las relaciones, y también en las ideas o creencias
internas. Creo en Dios, en los rituales, creo que debo casarme de cierta
manera, creo en la reencarnación, en la vida después de la muerte, etcétera.
Estas creencias son todas producidas por mis deseos, por mis prejuicios, y yo
me aferro a esas ideas. Tengo seguridades externas, fuera de la piel por
decirlo así, y también seguridades internas; si me las quitan o me las
cuestionan, tengo miedo; apartaré a quienes lo hagan, lucharé con ellos si
amenazan mi seguridad.
Ahora bien, ¿existe
una cosa tal como la seguridad? ¿Entienden? Tenemos ideas acerca de la
seguridad. Podemos sentir que estamos a salvo con nuestros padres o en un
empleo determinado. La manera como pensamos, como vivimos, como miramos las
cosas… con todo esto podremos sentimos satisfechos.. Casi todos estamos
satisfechos de estar encerrados en ideas seguras. ¿Pero acaso podemos estar
seguros alguna vez, podemos estar a salvo, por muchas garantías externas o
internas que tengamos? Exteriormente, el banco de uno puede quebrar mañana,
nuestro padre o nuestra madre pueden morir, puede haber una revolución. Pero,
¿hay alguna seguridad en las ideas? Nos gusta pensar que estamos a salvo en
nuestras ideas, en nuestras creencias, en nuestros prejuicios, pero ¿lo estamos?
Son muros que carecen de realidad, son meramente nuestras concepciones,
nuestras sensaciones. Nos gusta creer que hay un Dios que cuida de nosotros,
que vamos a renacer más ricos, más nobles de lo que ahora somos. Puede que sea
así, puede que no lo sea. De modo que podemos ver por nosotros mismos, si
investigamos tanto las seguridades externas como las internas, que en la vida
no hay en absoluto seguridad alguna.
Si se lo preguntamos a
los refugiados de Pakistán o de Europa oriental, nos dirán indudablemente que
la seguridad externa no existe. Pero sienten que hay seguridad internamente y
se aferran a esa idea. Ustedes podrán perder su seguridad externa, pero
entonces están más ansiosos aún de construir su seguridad internamente y no
quieren desprenderse de ella. Esto implica un miedo mayor.
Si mañana o dentro de
pocos años sus padres les dicen con quién desean ellos que se casen, ¿acaso
sentirán temor? Por supuesto que no, porque han sido educados para hacer
exactamente lo que les dicen; sus padres, el gurú, el sacerdote, les han
enseñado a pensar a lo largo de ciertas líneas, a actuar de cierta manera, a
sustentar ciertas creencias. Pero si se les pidiera que decidieran por sí
mismos, ¿no estarían completamente perdidos? Si sus padres les dijeran que se
casen con la persona que a ustedes les gusta, temblarían, ¿verdad? Habiendo
sido condicionados totalmente por la tradición, por los temores, no quieren que
se les deje decidir las cosas por sí mismos. Hay peligro en que a uno le dejen
solo, y ustedes nunca quieren que les dejen solos. Nunca quieren resolver nada
por sí mismos-. Nunca quieren salir a dar un paseo a solas. Todos quieren estar
haciendo algo, como hormigas activas. Temen considerar solos algún problema,
afrontar solos algunas de las exigencias de la vida; y estando atemorizados
hacen cosas caóticas y absurdas. Como un hombre con una escudilla de mendigo,
aceptan irreflexivamente cualquier cosa que les ofrecen.
Viendo todo esto, una
persona verdaderamente reflexiva empieza a liberarse de toda clase de
seguridad, interna o externa. Esto es extremadamente difícil porque significa
que uno se queda solo, solo en el sentido de que no depende de nadie. En el
momento en que uno depende, hay temor; y donde hay temor no hay amor. Cuando
ustedes aman, no se sienten solos. El sentimiento de soledad surge únicamente
cuando nos atemoriza estar solos y no sabemos qué hacer. Cuando estamos
controlados por ideas, aislados por creencias, entonces el temor es inevitable;
y cuando estamos atemorizados, nos cegamos completamente.
Por lo tanto, los
maestros y los padres han de resolver juntos este problema del temor. Pero
desgraciadamente, los padres de ustedes tienen miedo de lo que sus hijos
podrían hacer si no se casaran o si no consiguieran un empleo. Tienen miedo de
que se equivoquen o de lo que podría decir la gente, y a causa de este miedo
quieren que ustedes hagan ciertas cosas. El miedo que sienten se encubre bajo
lo que ellos llaman amor. Desean protegerles, por lo tanto, ustedes deben hacer
esto o aquello. Pero si uno pasa detrás del muro de sus así llamados afecto y
consideración, encontrará que hay temor por la seguridad y respetabilidad de
ustedes; y ustedes también están atemorizados porque han dependido durante
tanto tiempo de otras personas.
Por eso es muy
importante que, desde la más tierna edad, empiecen a cuestionar y a eliminar
estos sentimientos de temor, a fin de que no queden aislados por ellos ni
encerrados en ideas, tradiciones, hábitos, sino que sean seres humanos libres
con vitalidad creativa.
Interlocutor: ¿Por
qué, aun cuando sabemos que Dios nos protege, tenemos miedo?
K.: Eso es lo que te
han dicho. Tu padre, tu madre, tu hermano mayor, te han dicho que Dios te
protege; es una idea a la cual te aferras. Sin embargo, sigue habiendo miedo.
Aunque tengas esta idea, este pensamiento, este sentimiento de que Dios te
protege, el hecho es que tienes miedo. La cosa real es tu miedo, no la idea de
que vas a ser protegido por Dios porque tus padres y tu tradición te aseguren
que lo serás.
Ahora bien, ¿qué es lo
que sucede realmente? ¿Estás siendo protegido? Mira los millones de personas
que no están protegidas, que se están muriendo de hambre. Mira a los aldeanos
que llevan pesadas cargas, que están hambrientos, sucios, con las ropas en
jirones. ¿Están ellos protegidos por Dios? A causa de que posees más dinero que
otros, de que tienes cierta posición social, de que tu padre es un funcionario
o un recaudador o un comerciante que astutamente ha timado a alguien, ¿debes
ser protegido, mientras millones en el mundo siguen sin comida suficiente, sin
ropa ni vivienda apropiada? Tú esperas que el pobre y el que se muere de hambre
sean protegidos por el estado, por sus empleadores, por la sociedad, por Dios;
pero ellos no van a ser protegidos. En realidad, no hay protección, aunque te
guste sentir que Dios te protegerá. Ésa es sólo una idea agradable para
pacificar tu miedo; de ese modo no cuestionas nada, sino que meramente crees en
Dios. No tiene sentido empezar con la idea de que vas a ser protegido por Dios.
Pero si investigas de verdad todo el problema del miedo, entonces descubrirás
si Dios te protege o no.
Cuando existe el
sentimiento de afecto, no hay miedo, no hay explotación, y entonces no hay
problema.
Interlocutor: ¿ Qué es
la sociedad?
K.: ¿Qué es la sociedad? ¿Y qué es la familia? Averigüemos, paso a paso, cómo se crea la sociedad, cómo nace.
K.: ¿Qué es la sociedad? ¿Y qué es la familia? Averigüemos, paso a paso, cómo se crea la sociedad, cómo nace.
¿Qué es la familia?
Cuando tú dices: “ésta es mi familia”, ¿qué quieres decir? Tu padre, tu madre,
tu hermano y tu hermana, la sensación de intimidad, el hecho de que estén
viviendo juntos en la misma casa, el sentimiento de que tus padres van a
protegerte, la posesión de cierta propiedad, de joyas, saris, ropas… todo esto
es la base de la familia. Hay otras familias como la tuya viviendo en otras
casas, sintiendo exactamente las mismas cosas que tú sientes, teniendo el mismo
sentimiento de “mi esposa”, “mi marido”, “mis hijos”, “mi casa”, “mis ropas”,
“mi automóvil”; hay muchas familias así viviendo sobre el mismo pedazo de
tierra, y ellas llegan a tener el mismo sentimiento de que no deben ser
invadidas a su vez por otras familias. En consecuencia, empiezan a fabricar
leyes. Las familias poderosas se colocan a sí mismas en altas posiciones,
adquieren grandes propiedades, disponen de más dinero, más ropas, más automóviles;
se juntan y estructuran las leyes, les dicen a los demás lo que deben hacen
Así, gradualmente, se forma una sociedad con leyes, regulaciones, policías, un
ejército, una armada. Finalmente, toda la Tierra queda poblada por sociedades
de diversas clases. Entonces eso ocasiona en la gente ideas antagónicas y el
deseo de derribar a aquéllos que se hallan establecidos en altas posiciones,
que tienen en sus manos todos los recursos del poder. Derrumban esa sociedad
particular y forman otra.
La sociedad es la
relación entre la gente, la relación entre una persona y otra, entre una
familia y otra, entre un grupo y otro, y entre el individuo y el grupo. La
sociedad es la relación humana, la relación entre ustedes y yo. Si yo soy muy
codicioso, muy astuto, si tengo gran poder y autoridad, les voy a hacer a un
lado; y ustedes tratarán de hacer lo mismo conmigo. Así que fabricamos leyes.
Pero vienen otros que invalidan nuestras leyes estableciendo otra serie de
leyes, y esto prosigue todo el tiempo. En la sociedad, que es la relación
humana, existe este conflicto constante. Ésta es la base simple de la sociedad,
pero se vuelve más y más compleja a medida que los seres humanos mismos se
vuelven más y más complejos en sus ideas, en sus deseos, en sus instituciones y
en sus industrias.
Interlocutor: ¿Puede
uno ser libre mientras está viviendo en esta sociedad?
K.: Si dependo de la
sociedad para mi satisfacción, para mi bienestar, ¿puedo ser libre alguna vez?
Si dependo de mi padre por el afecto, por el dinero, por la iniciativa de hacer
las cosas, o si dependo en alguna forma de un gurú, no soy libre, ¿verdad? Por
lo tanto, ¿puedo ser libre mientras sea psicológicamente dependiente? Por
cierto, la libertad sólo es posible cuando tengo capacidad, iniciativa, cuando puedo
pensar de manera independiente, cuando no temo lo que alguno pueda decir,
cuando quiero descubrir realmente qué es verdadero y no soy codicioso,
envidioso, celoso. En tanto sea envidioso, codicioso, dependeré
psicológicamente de la sociedad y, mientras dependa de ese modo de la sociedad,
no seré libre. Pero si dejo de ser codicioso, seré libre.
Interlocutor: ¿Por qué
las personas quieren vivir en sociedad cuando pueden vivir solas?
K.: ¿Puedes tú vivir
solo?
Interlocutor: Yo vivo
en sociedad porque mi padre y mi madre viven en la sociedad.
K.: Para conseguir un
empleo, para ganarte la vida, ¿acaso no tienes que vivir en la sociedad?
¿Puedes vivir solo?
Para la comida, para
la ropa y la vivienda dependes de alguien. No puedes vivir aislado. Ninguna
entidad está completamente sola. únicamente en la muerte estás solo. Mientras
vives estás siempre relacionado con tu padre, con tu hermano, con el mendigo,
con el hombre que repara la calle, con el comerciante, con el recaudador.
Siempre estás relacionado; y a causa de que no comprendes esta relación, hay
conflicto. Pero si comprendes la relación entre tú mismo y otro, no hay
conflicto y entonces no surge la cuestión de vivir solo.
Interlocutor: Puesto
que siempre estamos relacionados con otros, ¿ no es verdad que nunca podemos
ser absolutamente libres?
K.: No comprendemos
qué es la relación, la verdadera relación. Supongamos que yo dependo de ti para
mi gratificación, para mi bienestar, para mi sentido de la seguridad; ¿cómo
puedo ser libre alguna vez? Pero si no dependo de ese modo aún sigo relacionado
contigo, ¿no es así? Dependo de ti para alguna clase de solaz emocional, físico
o intelectual; por lo tanto, no soy libre. Me apego a mis padres porque
necesito alguna clase de seguridad, lo cual implica que mi relación con ellos
es de dependencia y está basada en el temor. ¿Cómo puede haber, entonces,
relación alguna que sea libre? Sólo hay libertad en la relación cuando no hay
temor. Por lo tanto, para tener una verdadera relación debo empezar a liberarme
de esta dependencia psicológica que engendra temor.
Interlocutor: ¿Cómo
podemos ser libres cuando nuestros padres dependen de nosotros en su
ancianidad?
K.: A causa de que son
viejos, dependen de ti para que les mantengas. ¿Qué sucede entonces? Esperan
que ganes dinero suficiente como para vestirles y alimentarles; y si lo que
deseas es ser un carpintero o un artista, aun cuando tal vez no ganes nada de dinero,
tus padres te dirán que no debes hacer eso porque tienes que mantenerles a
ellos. Sólo piensa en esto. No digo que sea bueno o malo; al decir que es bueno
o malo ponemos fin al pensar. El requerimiento de tus padres de que debes ser
el sostén de ellos te impide vivir tu propia vida, y que quieras vivir tu
propia vida se considera egoísta; de este modo, te conviertes en el esclavo de
tus padres.
Uno podría decir que
el Estado debería cuidar a los ancianos mediante pensiones a la vejez y varios
otros sistemas de seguridad. Pero en un país donde hay superpoblación,
insuficiencia de ingresos nacionales, falta de productividad y demás, el Estado
no puede proteger a las personas ancianas. De modo que los padres de avanzada
edad dependen de los jóvenes, y los jóvenes encajan siempre en el surco de la
tradición y son destruidos. Pero éste no es un problema para ser discutido por
mí. Todos ustedes tienen que considerarlo y resolverlo.
Naturalmente, dentro
de límites razonables, yo deseo mantener a mis padres. Pero supongamos que
anhelo hacer algo que rinde muy poco. Supongamos que quiero convertirme en una
persona religiosa y consagrar mi vida a descubrir qué es Dios, qué es la
verdad. Ese modo de vida puede no aportarme ningún dinero y si lo sigo quizá
deba abandonar a mi familia, lo cual implica que probablemente morirán de
hambre como millones de personas. ¿Qué he de hacer? En tanto tenga miedo de lo
que dirá la gente -que no soy un hijo cumplidor, que soy un hijo indigno-,
jamás seré un ser humano creativo. Para ser un hombre creativo, dichoso, debo
tener muchísima iniciativa.
Interlocutor: ¿Sería
bueno de nuestra parte permitir que nuestros padres murieran de hambre?
K.: No lo estás
planteando correctamente. Supongamos que de verdad quiero ser un artista, un pintor,
y sé que la pintura va a rendirme muy poco dinero. ¿Qué he de hacer?
¿Sacrificar mi profundo impulso de pintar y convertirme en un oficinista? Eso
es lo que generalmente sucede, ¿verdad? Me convierto en oficinista y por el
resto de mi vida vivo en un gran conflicto, soy un desdichado; y a causa de que
sufro, de que me siento frustrado, hago la vida desdichada para mi esposa y mis
hijos. Pero si, como joven artista, veo la significación de todo esto, digo a
mis padres: “quiero pintar y les daré lo que pueda de lo poco que tenga; eso es
todo cuanto puedo hacer”.
Ustedes han formulado
preguntas y yo las he contestado. Pero si no reflexionan realmente acerca de
estas cuestiones, si no las investigan por sí mismos más y más profundamente y
las abordan desde distintos ángulos, si no las consideran de diferentes
maneras, entonces sólo dirán: “esto es bueno y aquello es malo; esto es mi
deber y eso no lo es; esto es verdadero y eso es erróneo”, lo cual no les
llevará muy lejos. Mientras que si ustedes y yo consideramos juntos todas estas
cuestiones, y con sus padres y maestros las discuten, las investigan, entonces
la inteligencia de ustedes se despertará, y cuando estos problemas surjan en su
vida cotidiana serán capaces de afrontarlos. Pero no lo serán si aceptan
meramente lo que estoy diciendo. Mis respuestas a sus preguntas tienen sólo el
propósito de despertar la inteligencia de ustedes a fin de que consideren
cuidadosamente estos problemas por sí mismos y de ese modo sean capaces de
encarar la vida correctamente.
Extracto de EL ARTE DE VIVIR
J. Krishnamurti
J. Krishnamurti
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