Por qué
crear mandalas fortalece tu salud espiritual
Hace tiempo se habla de los Mandalas (“círculo
sagrado”, en sánscrito) como instrumentos de meditación y sanación. En esta
nota te explicamos qué hay de interesante en esta técnica y por qué sus
beneficios son instantáneos y más que evidentes.
Se trata de diseños muy antiguos (se hallaron muchos dentro de la
cultura egipcia), que aportan la expresión estética de un universo de energías
vitales, de armónicas y equilibradas vibraciones que elevan el espíritu y
ayudan a centrar la psiquis.
Se realizan a partir de un círculo dentro del que - orientados a los cuatro
puntos cardinales – se pueden disponer distintas figuras, formas
geométricas y grafismos de muy diferentes tamaños, colores, texturas, etc.
La variedad de motivos es infinita, y responde a lo que siente y desea expresar
en ese momento quien realiza cada mandala.
Sabemos que el arte cura. Y la realización de mandalas ayuda a componer una
nueva armonía, equilibrar impulsos, ordenar la psiquis, expresar
emociones, pensamientos y sentimientos. Ya el psicólogo Carl Jung los
usaba en sus terapias como medio equilibrador y sanador, trabajando con la
premisa de que el mandala incluía el consciente y el inconsciente del sujeto,
en la búsqueda del sí-mismo.
Creemos que con una adecuada orientación, la realización de estos círculos
de arte se puede convertir en un instrumento de ayuda para la concentración y
armonización de la mente y la conciencia.
Esto sucede porque para crear un mandala hay que recorrer
previamente un camino propio de equilibrio y armonización personal. La
relajación y concentración en el trabajo artístico ayuda a estar en contacto
con una verdadera y pura energía, aportando un estado de crecimiento y sanación
psico-espiritual. Y a través del proceso mismo de creación, se celebra la
unidad entre mente y espíritu.
Pintar de a muchos
Cabe señalar que en este tipo de tarea aporta mucho trabajar en grupo, ya
que cada artista se nutre en el conjunto, por la riqueza que le brinda la
interacción con pares. Si el trabajo se organiza en un entorno grupal que
facilite el relax y la concentración, en cada encuentro se podrán compartir e
intercambiar experiencias de vida, sensaciones placenteras o inquietantes,
miedos, postergaciones y también logros.
Las charlas compartidas luego se verán reflejadas en estos círculos de arte
que son los mandalas, y el fruto de la interacción con “el otro” surgirá en la
creación individual.
La intuición de jugar
Asimismo, en el momento de crear cada mandala se eligen de manera puramente
intuitiva los motivos, colores, tamaños, formas y materiales con los que trabajar,
que pueden variar según el deseo del realizador o el estado psico- espiritual
que este transite. Por eso es importante contar con un orientador o guía, que
ayude a recorrer este camino y a descubrir en forma interna los recursos
necesarios para volcar lo que en ese momento cada uno desea transmitir.
El resultado será una sensación de liberación y alegría, por haber podido
volcar en ese círculo sagrado nuestro ser más profundo.
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