Es complicado explicar, muchas veces, como es posible
que estemos hablando de tantos cambios positivos, de que el proceso evolutivo
avanza sin pausa, de que estamos incrementando nuestra vibración, que vamos a
cambiar de nivel de conciencia, etc., y luego seguir viendo que, en general, la
situación global del planeta, así, mirando por encima la cosa, parece indicar
todo lo contrario.
El concepto de
separación en dos de la realidad general, las dos
“Tierras”, es complejo de comprender, y mucho más complejo de
ponerle palabras a lo que significa que diferentes realidades convivan unas con
otras, y que, lo que pasa en una de ellas, no sucede en la otra. Voy a intentar
hacer una analogía de lo que está pasando, en estos momentos, a nivel macro,
usando una historia :—), y a ver si sale algo que sirva para comprender los tiempos
tan convulsos que estamos viviendo.
Una de barcos
Bienvenidos a nuestro planeta, un barco surcando las
aguas infinitas del océano que es nuestro universo. Todos vamos a bordo del
mismo. El timón lo dirige la consciencia colectiva de los que van a bordo, pero
también el mismo barco como tal, pues es consciente de sí mismo y puede
orientar sus velas y su dirección según le convenga. Mientras el barco y sus
pasajeros se lleven bien, no hay problema. A pesar de que estos últimos han
desmontando más de una vela, quemado más de un mástil, perforado alguna
cubierta o destrozado algún que otro remo, de momento, el barco les permite
seguir a bordo y los lleva en su periplo por las maravillosas aguas de la
Creación.
La vida en el barco,
en general, no es fácil. La mayoría de pasajeros no se enteran de
lo que pasa, ya que el barco es muy grande y permite que haya
multitud de recovecos y lugares donde pasar tranquilamente la travesía,
ocupados en pequeños quehaceres. Además, desde hace mucho tiempo, la mayoría
tampoco sabe que el barco fue asaltado por piratas, que, escondidos en lo más
alto de los mástiles y tras las sombras de las velas, se han ido apoderando de
todo lo que había en el barco, dirigiendo a ciertos tripulantes que tenían
anhelos de mando, para que pusieran a los pasajeros a hacer ciertas cosas, a
que trabajaran para ellos de forma sutil, que se pasaran todo el día limpiando
las cubiertas, ordenando las bodegas, haciendo los trabajos de mantenimiento,
etc., con tal de que no prestaran atención a nada que no fuera su pequeña
parcela de terreno dentro del barco, sobre la que les habían hecho creer que
tenían algún tipo de derecho o control. Además, algunos de los tripulantes, muy
hábiles ellos, se pusieron de acuerdo con los piratas para que les dejaran
mandar completamente en el velero “sin que se notase mucho”, a cambio de
ciertos poderes y favores, así los piratas no tendrían que preocuparse de
gestionar ellos mismos a la masa de pasajeros.
Con el tiempo, el barco fue cruzando diferentes mares,
pasando por zonas de tormenta y por zonas de calma, haciendo que las aguas, el
viento y las energías del océano fueran poco a poco cambiando la estructura del
velero. El barco mismo ya sabía dónde tenía que ir y lo que le iba a suceder,
pues era su deseo llegar a cierto puerto y sufrir una transformación y
renovación total, pero los pasajeros en general no tenían ni idea, y tanto los
piratas como los tripulantes que intentaban dirigir el velero por su cuenta, no
hacían más que mover el timón a escondidas para ir en dirección opuesta a donde
esas corrientes evolutivas les llevaban sin remedio.
Este tira y afloja duró mucho tiempo, pues algunos
pasajeros del barco que sabían lo que estaba pasando, colaboraban activamente
para ayudarle a llegar a su destino, luchando primero contra los tripulantes
amigos de los piratas, y contra los mismos piratas luego, pues ya habían
descubierto sus escondrijos en lo alto de los mástiles, y ya eran bien visibles
para unos cuantos que sabían mirar hacia arriba y entender que es lo que estaba
pasando.
Como el barco en si
también quería continuar con su camino sin más dilación, decidió pedir más
ayuda a barcos vecinos, para que otros pasajeros de esos barcos, que tenían sed
de aventuras y una ganas de ayudar enormes, pudieran subir a bordo y colaborar
con los que ya estaban allá para pararles los pies a los piratas. Estos, por su
parte, se resistían a abandonar el lugar, y se peleaban entre ellos creyendo
que, ilusamente, algún día se quedarían con el barco por completo. Mientras
tanto, los tripulantes mandones con los que tenían acuerdos empezaron a no
entender nada, pues las guerras internas se hacían cada vez más patentes y ya
no se sabía quien mandaba a quien y quien era quien, ni siquiera entre los
piratas. La llamada de ayuda siguió atrayendo a bravos marineros de otros
veleros que ya se colaban por todas las pequeñas escotillas poco vigiladas, y
decenas de pequeñas balsas, embarcaciones y algún que otro
portaaviones, de otros lados del océano empezaron a acumularse
alrededor del barco, a una distancia segura, para intervenir si la cosa se ponía
muy fea, o simplemente para permitir que sus marineros entraran y salieran del
velero a medida que iban cumpliendo sus misiones.
Así, el tiempo fue pasando y el rumbo original se fue
más o menos manteniendo, hasta que la situación se hizo mucho más complicada.
Sabiendo el barco, como ser consciente que era, que
sus pasajeros, si querían acompañarle a su nuevo destino, tenían que tener unas
ciertas condiciones físicas, para no marearse, para aguantar las nuevas aguas,
para poder hacer frente a las vicisitudes del nuevo rumbo, se dio cuenta de
que, desafortunadamente, muchos pasajeros, como se habían pasado el trayecto
metidos en sus camarotes y preocupados por sus pequeños quehaceres en el barco,
jamás se habían asomado a cubierta, no habían conocido el mar, no se habían ni
siquiera relacionado con el barco como ser que los acogía, etc., y no tenían
las condiciones necesarias para seguir con él en su camino. Esto, por supuesto,
no se hacía con ánimo de sentar juicios de valor o morales, pues el barco sabía
que cada pasajero llega siempre a su destino, no importa el tiempo que se tarde
en ello. Pero algo había que hacer, pues por un lado, el velero ya cansado
quería poner rumbo directo y las velas hacia unas nuevas aguas, más turquesas,
cristalinas y calmadas, y por otro lado tenía que proporcionar a los pasajeros
una forma de que estos siguieran con su rumbo evolutivo hasta que estuvieran
listos para reunirse con él, en aquellas nuevas aguas, cuando estos estuvieran
preparados para ello.
Así que, el barco, tras mucho jaleo interno y con
mucha ayuda exterior de todos los que habían venido desde los cuatro mares a
asistir, decidió separarse en dos. Este, que era muy sabio, hizo una copia de sí
mismo, se hizo un doble, y decidió que poco a poco ese doble se iría separando,
y llevaría con él a aquellos que quisieran ir a navegar por lugares más
apacibles y empezar un nuevo viaje sin piratas, tripulantes controladores y
demás. Lo que pasa, es que el proceso de separación no podía ser instantáneo, tenía
que hacerse suavemente y con cuidado, moviendo discretamente y sutilmente a los
pasajeros según la versión del barco en la que debían estar por derecho
evolutivo. Además, se ayudó a que todo el mundo supiera que era lo que estaba
pasando, para que aquellos que, ejerciendo su libre albedrio, decidieran
prepararse para irse con el nuevo barco, y no seguir ya con el antiguo
pirateado.
Mientras tanto, en este último, las cosas iban de mal
en peor. Los piratas no paraban de pelearse entre ellos, y además se peleaban
con los marineros recién llegados de otros barcos, en un intento de estos
últimos de evitar que bloquearan el proceso de separación y que los pasajeros
pudieran subir al nuevo velero. Los marineros venidos de fuera querían a toda
costa preservar el velero como tal, su bienestar era lo más importante, así
como mantener abierta la posibilidad de saltar al nuevo barco. Para ello, se
instauró un gran tablón de madera que, firmemente sujeto, conectaba la baranda
de un barco con otro, una gran pasarela que, a la vez, separaba ambos barcos
pero los mantenía por otro lado interconectados hasta que el proceso de
separación total se hubiera completado. Aquel gran tablón permitía, si se
mantenía estable, que las cosas se fueran dando poco a poco y paulatinamente,
consiguiendo que muchos pasajeros empezaran a saltar de un lado a otro, y
también permitía que los que ya estaban en el nuevo barco, pero querían volver
a ayudar a otros a cruzar, pudieran hacerlo temporalmente con relativa
seguridad.
Esto era lo más difícil. En el viejo barco había
muchas cubiertas, muchos niveles, y los que estaban en las cubiertas más
profundas eran los más difíciles de alcanzar. Ahí, en esas cubiertas más
profundas, había toda clase de choques, peleas y batallas por los recursos del
barco, que los sistemas de información que existían por todo el velero viejo se
encargaban de transmitir al resto de cubiertas y pasajeros. Realmente, si no
vivías en una de esas cubiertas todo aquello no te afectaba mucho (excepto por
los ruidos y las preocupaciones de que no se extendiera todo aquel jaleo a tu
zona), pero mantenía la tensión constante entre los pasajeros que, pendientes
del sistema de información global, no dejaban de mirar siempre hacia la
cubierta inferior olvidándose de que el otro barco se iba separando cada vez
más y que la gran pasarela intermedia no iba a durar para siempre conectada
entre ambos veleros.
Por el libre albedrio y el trabajo de cada uno, muchos
pasajeros al ser más y más conscientes de la situación abandonaban las
cubiertas inferiores, y empezaban a descubrir lo que empezaba a suceder en las
otras partes del velero viejo, algunos descubrían la pasarela de paso, y
conseguían con esfuerzo personal cruzar al nuevo barco, donde también llegaban
las noticias de lo que sucedía en el fondo del barco viejo, pero ahí ya no
tenían ningún influencia. Otros pasajeros, lamentablemente, en vez de huir
hacia las cubiertas superiores, se dejaban arrastrar por el lio que había
formado abajo del todo, y terminaban bajando de su cubierta a otras más profundas,
haciendo casi imposible que los marineros venidos de fuera y los pasajeros que
sabían lo que pasaban pudieran echar cuerdas y sogas suficientemente largas
como para que estos se pudieran enganchar y ser izados hacia cubiertas
superiores.
Y eso duró y duró, el barco no cejaba en su empeño de
mantener ambas opciones todavía juntas, separándose lentamente, pero intentando
alcanzar a cuantos más pasajeros mejor. Cuando los piratas se dieron cuenta del
papel que tenía la gran pasarela entre barcos, intentaron también
desestabilizarla, romperla, quitarla, ya que si se iban todos los pasajeros al
nuevo barco, donde ellos tenían prohibida la entrada, ¿a quién iban a gobernar?
¿Quién se iba a quedar en el barco viejo para hacer todas las tareas de
mantenimiento? Ellos no, por supuesto, era necesario mantener a cuantos más
pasajeros mejor ahí atrapados. Los piratas ordenaban más y más a los
tripulantes compinchados para que la liaran más gorda en los pisos
inferiores del barco viejo, aunque había tal descontrol que muchos de estos
tripulantes empezaron a pensar si no era mejor abandonar ya el velero de una
vez por todas, pues parecía que se les estaba yendo de las manos el control. De
todas formas, la mayoría de ellos, como no conocían otra forma de vida, y no
sabían existir sin ser manejados y guiados por los piratas, seguían acatando órdenes
y seguían moviendo sus piezas en el viejo barco.
¿Y qué sucedía mientras tanto en el nuevo velero? Pues
que muchos de los pasajeros que habían cruzado la pasarela se mantenían cerca
de la misma, se resistían a creer que el barco donde habían vivido siempre ya
no iba a ser su hogar, porque no entendían que ese mismo barco ahora se iba a
convertir en un súper-crucero de lujo, y no acababan de creérselo. Estando tan
cerca de la pasarela, algunos iban y venían entre las dos versiones del barco
que existían en esos momentos casi solapadas por completo, aunque la mayoría
empezó a comprender que, para seguir adelante, había que acelerar el proceso de
separación entre ellos. Muchos de los que habían cruzado al nuevo barco en las
primeras oportunidades de paso, estaban ya tan alejados de los ruidos del
velero viejo que ni notaban su presencia, y oteaban al horizonte viendo cómo se
iban acercando a las aguas cristalinas a las que iban a llegar, y como una
parte de la embarcación, la más alta, como por arte de magia, empezaba a
transformarse en ese nuevo crucero de lujo que sería su futuro hogar.
Así, los que estaban más preparados, empezaron a
percibir ya las nuevas habitaciones y camarotes, la nueva cubierta, las nuevas
velas y la nueva decoración que había en el nuevo crucero que empezaba a asomar
por la proa, ¡qué maravilla!! Y no hacían más que gritar a los que estaban en
la parte más baja del nuevo barco que se olvidaran del viejo, de sus peleas, de
sus tejemanejes, y que subieran más y más arriba, que empezaran a contemplar la
transformación y a disfrutar del nuevo crucero que poco a poco se iba
manifestando.
Algunos les hacían caso, y por fin se liberaban de las
tribulaciones del viejo barco, que no es que no existieran, sino que los ecos
de lo que sucedía en él ya no tenían importancia, y ya no valía la pena
preocuparse por ello. Mientras tanto, montones de marineros y pasajeros
valientes seguían manteniendo firme la pasarela de paso, ayudando a saltar de
un lado a otro a la gente, y dejando que aquellos que por su propia iniciativa
deseaban seguir en el viejo barco así lo hicieran.
¿Y qué pasó luego?. Pues el final de la historia aun
os lo tengo que contar, pero permitidme que lo deje para otro momento, porque
no es cuestión de chafar el final de la película cuando la puedes vivir en
primera fila. Solo os diré que, al final, los dos barcos se separaron, y que el
viejo barco se fue por las mismas aguas por las que había navegado toda su
existencia, y, pasado un tiempo de navegación prudente, pasó por unos
astilleros, donde lo desguazaron por completo, y lo volvieron a reconstruir,
sin piratas, sin tripulantes y sin pasajeros (ya que estos habían ido
abandonando poco a poco el viejo barco encarnando en otros con características
parecidas), solo con plantas, animales y vida fresca, para que iniciara otra
ruta por las mismas aguas que tanto tiempo había surcado en una nueva rueda
evolutiva. Por otro lado, el nuevo velero, convertido ya en crucero de lujo,
hacia lo mismo, en otras aguas, y con parte de los pasajeros, mientras servían
cócteles de piña colada y todos cantaban el himno de la alegría por la gran
aventura que todos habían vivido.
Y así, colorín colorado… este cuento no ha más que
comenzado…
***********************************
[Continúa de la
primera parte ] En la cubierta superior del velero viejo
empezaban a asomar algunas cabezas tímidas que emergían de los pisos inferiores
e intermedios, habían oído las noticias de la aparición del barco nuevo, pero
estaban confundidos, pues no sabían cómo encontrarlo. Les habían dicho que
había una pasarela de paso, pero no la veían, y por más vueltas que daban por
todos lados, empezaban a pensar que algo iba mal o que se habían equivocado en
el proceso. Uno de aquellos pasajeros, que recién alcanzaba a alzar la cabeza pidiendo
ayuda, fue escuchado por uno de los marineros que andaban por allí para ayudar
a la gente a cruzar.
- No sé cómo pasar al otro lado – decía el pasajero –
todo lo que veo es el mismo barco de siempre, estoy arriba, se que lo está
pasando, pero no encuentro la pasarela… – ayúdame a mirar en la dirección
correcta, por favor.
- Tranquilo – dijo el marinero – es mucho más fácil de
lo que parece. Siéntate conmigo, que te voy a explicar cómo. La pasarela es
mágica, no se ve a simple vista, pero no porque no se quiera mostrar
abiertamente, sino porque para encontrarla hay que tener un poco alterado tu
estado de vibración y tu conciencia algo más expandida, para poder ver cosas
que, a simple vista, no parecen estar ahí.
- Eso tampoco lo entiendo – dijo el pasajero – ¿qué
debo hacer para que aparezca?
- En realidad, no mucho, o por el contrario,
muchísimo, depende de cómo lo enfoques. Te voy a enseñar una forma de empezar a
hacerlo, ya que, cuando la hayas entendido e integrado, te darás cuenta de que
para saltar de un barco a otro, no te hará falta casi ni pasarela.
Primero- dijo el marinero- debes entender que el otro
barco está aquí, con nosotros, encima de este, ocupando el mismo espacio,
estamos sentados a la vez en el barco viejo y en el barco nuevo, porque todavía
la separación entre ellos es tan pequeña, que no hay gran diferencia medible en
términos de “lugar” o de espacio. Lo que determina que barco ves es si resuenas
con uno o si resuenas con otro, y según cual sintonices, ese será el que
experimentes. Es como uno de esos televisores que tenéis ahí abajo en las
bodegas, muchos canales conviven en el mismo “espacio”, pero depende de cómo
está regulado el sintonizador, puedes escoger ver uno o puedes escoger ver otro.
- Eso lo entiendo, pero yo no tengo ningún mando para
cambiarme a mí mismo de canal…
- Eso no es cierto – dijo sonriendo el marinero-
porque el mando eres tú, y no hay nadie más que tú mismo que pueda hacerte
cambiar de canal. Te voy a enseñar una cosa para que aprendas como sintonizar
el canal del barco nuevo, pero yo solo puedo mostrarte la puerta, no puedo
hacer que la cruces ni cruzarla contigo. ¿Quieres probar mientras yo te guio en
este pequeño experimento?
- Quiero, por favor, guíame.
- Cierra los ojos- dijo el marinero- y vamos a
relajarnos. Voy primero a enseñarte como llamar a las energías superiores que
te van a ayudar a convertirte en un súper-mando tu mismo, ¿de acuerdo?
- De acuerdo, empecemos.
- Respira hondo, y relájate. Bien, ahora concéntrate
en un punto en el interior de tu cuerpo físico, puedes imaginar que te conectas
con algo que está por detrás de tu ombligo, un par de dedos arriba del mismo,
hacia el interior. Vamos a llamarlo “tu esencia”, el nombre no tiene mayor
importancia. Trata de sentir tu esencia, visualízala como una energía
pura, una luz, que posees en tu interior y que representa la parte más pura de
tu alma.
Ahora imagina que la sacas hacia fuera, tomándola en
las manos. Saca esa esencia, que pudiera tener forma de estrella o diamante si
así lo deseas, como si delicadamente la estuvieras sosteniendo en las palmas de
tus manos. Haz el gesto físicamente, extiéndelas, visualiza la esencia encima
de ellas, vibrando, radiante, pura.
Alza ahora tus manos, y muestra tu esencia al barco, a
tu planeta. Dile quien eres, dile: aquí estoy, soy …, y me presento ante ti mi
querido planeta. Te doy las gracias por acogerme en tu travesía. Quiero
ayudarte y colaborar contigo. Imagínate que enseñas tu esencia al planeta, como
muestra de presentación, como tu tarjeta de visita. Es tu luz lo que el barco
reconoce, y el barco se alegra de ver a uno de sus pasajeros que
conscientemente le muestra el ser que hay en él. Ahora el barco te reconoce y
sabe quién eres.
Ahora, mira al Sol, nuestro logos particular, nuestro
dador de vida, enséñale tu esencia, sube tus manos, ábrelas más que se expanda
y se integre con su energía. Muéstrale al Sol quien eres, preséntate, ponte a
su servicio, pues no hay mayor gozo que servir a la Creación y a aquellos que
forman parte de ella. Deja que la conciencia del Sol te reconozca, que sepa quién
eres, grítale bien alto que quieres ayudar y que aceptas también su ayuda.
Recuerda, esto es un trabajo siempre en equipo. Imagina como tu esencia crece
más y más con la energía que el Sol te envía, y el amor que te transmite.
Disfrútala.
Por último, mira allá a lo lejos, al centro de nuestra
galaxia. Ahí está nuestro logos galáctico, la conciencia y el ser que da vida a
todo lo que existe en esta Vía Láctea. Muéstrale tu esencia, preséntate, dile
quien eres. Abre más las manos, que tu esencia abarque todo lo que tú puedas
alcanzar y más, que tu energía se funda con la energía de la conciencia
galáctica. Pídele su ayuda, y dile que te pones a su servicio, pues el gozo es aún
mayor cuanto más grande es el servicio a otros. Y ahora quédate ahí, unos
momentos, disfruta de la conexión simultánea que tienes con la Tierra, el Sol y
la Galaxia. Ahora que les has mostrado tu esencia, ellos ya saben quién eres, y
han visto brillar la luz que hay en ti, ya formas parte de la Creación de forma
consciente, y todo el cielo se alegra de verte despertar y poder colaborar
contigo.
Ahora, bien, aun necesitas hacer algo más para poder
empezar a ver el otro barco, todavía no hemos terminado del todo. Ahora, para
poder expandir tu conciencia, y subir tu vibración de forma que puedas ver el
nuevo barco, tienes que dejar que tu propio ser, que la parte más elevada de
aquello que eres empiece a manifestarse en ti.
Así que, ahora, escúchame, y sigue mis instrucciones
mientras te voy guiando. Tienes que entender que tú no eres solo este cuerpo y
esta personalidad con la que te identificas. Naciste de un SER mucho más
grande, que mandó una pequeña porción de sí mismo a convertirse en lo que tú
eres ahora, para experimentar a través tuyo lo que ahora estás experimentando,
y que está ya esperando a que reclames su presencia, para ayudarte a dar el
salto evolutivo que tanto anhelas. Así que, ahora, desvía tu atención, si
todavía la tenías puesta en el centro galáctico, e imagina que de tu séptimo
chakra nace un bello cordón dorado, un hilo de fuego, que se proyecta y se
pierde en el espacio, conectando con tu SER. Y a través de ese cordón dorado
pídele a tu SER, a tus guías, protectores y guardianes, que te ayuden, que te
guíen, que te orienten, y ten fe, pues nunca dejan una petición sin responder.
Invita a tu SER a que se conecte contigo, y trata de
imaginar que te conectas tú con él y que esa conexión se vaya afianzando poco a
poco, y ese canal de comunicación se vaya haciendo más fluido y más expandido.
Ahora, yo te digo, y escúchame bien, para pasar al otro barco solo necesitas
reforzar esa conexión, abrirla, expandirla, pues ahí está la fuerza que
incrementará tu frecuencia de vibración, expandirá tu esfera de conciencia,
hará crecer tu resonancia, te despertará a nivel interno. Ahora práctica,
amigo, sin cesar, y vendré dentro de un par de días a enseñarte algo más.
El marinero se fue dejando al pasajero trabajando en
todo lo que había aprendido, y, como prometió, volvió al cabo de un par de días
para ver cómo iban las cosas.
- He notado cosas que jamás había soñado – le dijo el
pasajero – empiezo a ver cambios en mi interior, empiezo a notar como los
ruidos de este barco me resultan ajenos y un poco alejados, empiezo a notar que
ya no formo parte de esto, pero sigo sin ver la pasarela de paso…
- A eso vine, amigo mío, a enseñarte el último paso.
Pero tengo que advertirte una cosa, aún es pronto para que te puedas quedar
permanentemente en el otro barco, en el nuevo, que te voy a enseñar ahora.
Podrás ir y venir, y podrás quizás permanecer un tiempo en el nuevo velero
viendo sus colores, observando su estructura o percibiendo su decoración, pero,
hasta que el barco, ambos barcos, no estén más separados, y especialmente el
nuevo no esté más consolidado, no se nos permite habitar permanentemente el
nuevo velero, por lo que, mientras tanto, todos permanecemos entre ambos,
subiendo y bajando, trabajando todavía en nosotros mismos, y sirviendo a
aquellos que nos piden ayuda para tratar de alcanzar a los que, como tu hace
unos días, están aún en las cubiertas inferiores. Además, otra cosa, en el
momento en el que empieces a comprender como funciona y aprendas a hacerlo,
debes ponerte a trabajar para que otros también lo entiendan y aprendan a
hacerlo, ¿estás de acuerdo con esto?
- Sí. Entonces estoy listo, muéstrame como se cruza.
- Bien, pues, vayamos a ello. En estos momentos, esta
es la forma más sencilla de conectar con el nuevo barco, quizás más adelante,
cuando la separación sea más evidente, podremos hablar de hacerlo de forma
diferente. Cierra otra vez los ojos, y relájate. Conéctate con tu SER, conecta
con el planeta, y centra tu atención en tu corazón. Vas a tener que buscar ahí
la puerta de paso, la pasarela, pues desde ahí se accede. Entiende lo que esta
pasarela significa, es un puente vibracional, es un portal energético, es una
vibración especial, que, al engancharte a ella te permite saltar al otro barco,
aunque, como te he dicho, sea de forma temporal, para que lo veas y lo sientas,
y comprendas hacia dónde vamos.
Ahora visualiza que entras en tu corazón, como si de
una gran sala se tratase. Y busca una puerta, una puerta especial, tiene rasgos
que te harán reconocer sin duda que es la puerta correcta. Pide permiso y ayuda
para poder cruzarla, aunque sea para echar un vistazo, es todo lo que necesitas
ahora para poder seguir adelante. Cuando hayas reconocido esa puerta, no temas,
ábrela, y crúzala. Se abre ante ti un pasillo, y ese pasillo desemboca en otra
puerta. Cuando andes ese pasillo, y llegues a la otra puerta, estarás en la
antesala del nuevo barco. Cruza, y disfrútalo. Estarás en el mismo sitio que
estás ahora, pero todo será muy distinto… los colores, los sonidos, las
energías… y estarás contemplando el destino que te espera, y el lugar que te
pertenece, por derecho evolutivo. No dejes de venir cada día a este nuevo
barco, no dejes de conectar cada día con tu Ser, y no dejes cada día de
incrementar tu vibración, de expandir tu conciencia y elevar tu capacidad de
servir a los demás. No hay mejor pasaporte hacia las nuevas aguas cristalinas a
las que nos dirigimos, y ya no hay tiempo que perder en ello. Disfruta del
proceso.
Y el marinero se alejó dejando al pasajero disfrutando
de las sensaciones que le transmitía el nuevo barco, sabiendo con una certeza
total que todo aquello que le había explicado era real y cierto, que nacía un
nuevo tiempo y una nueva era, y que todo estaba al alcance de algo tan simple,
como cambiar de canal, siendo uno mismo el mando, y teniendo a tu disposición
la infinita energía del universo como pilas del proceso.
POR DAVID TOPÍ
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