LA CLAVE 3333 Y LOS ESENIOS
“Todos ustedes,
han escuchado, durante el tiempo que están en la Misión, que Rama es un
despertar de conciencia; una experiencia de contacto extraterrestre; un puente
de luz; un puente de ayuda planetaria; una conexión de seres de otros mundos
con la humanidad; pero ese puente y contacto no son nuevos.
Ya lleva miles de años, no sólo preparándose dentro
de éste planeta y fuera de él, sino también creciendo y madurando en las mentes
y corazones de hombres que se han venido desarrollando sobre la faz de la Tierra
desde hace más de 4.000 años.
En uno de los mensajes de los guías dice:
“Descubrirán al final que el verdadero contacto que creían necesitar y necesitaban
tener, era el contacto con ustedes mismos…
Esto no sólo se refiere al contacto interno de cada cual
consigo mismo para una evolución espiritual, también involucra el contacto
entre personas, formando un grupo que vuelve a encontrarse en el tiempo sin
tiempo, y que fueron preparadas desde hace miles de años, para este momento que
bautizaremos: “Definición„. La definición consiste en que la humanidad se
acerca a un final, pero un final de un estado de cosas, de una situación que
debe acabar para bien de la humanidad.
Vamos a ir dejando la tercera dimensión de
conciencia, para ir ingresando a un tránsito hacia la cuarta dimensión, también
de conciencia, y en este proceso los Hermanos Mayores han especificado el
llamado que hacen los 24 ancianos, el cual consiste en una designación para que
se labore directamente en el despertar colectivo, que viene a ser: El quinto de
Rama.
Es algo así como un reloj puesto al lado de la cama;
y este reloj en cuanto a su estructura, lo identificaremos con la Misión Rama y
el llamado a la Misión.
Nosotros mismos al habernos acostado para dormir,
hemos programado el reloj despertador de tal manera que habrá de sonar a una
hora determinada; esa hora está relacionada con una clave numérica que ya
estamos recibiendo todos nosotros de diversas maneras.
Y la clave es 3333. Más no es simplemente cualquier
número, ya que 4 veces 3, es el número 12, que significa uno de los objetivos
de la Misión, de los cuales hemos estado hablando: La comunidad.
Hace 2.000 años muchos de nosotros estuvimos en
comunidad y venimos a encontrarnos en el tiempo muchos siglos después con una
gran caudal de vivencia comunitaria.
Pero la verdadera comunidad que ambicionamos, es
aquella que iremos alcanzando a través de la madurez adquirida con el caminar
dentro de la Misión.
Esa comunidad perfecta, es la comunidad mental;
aquella que precisamente no conoce ni tiempo ni espacio, aquella que es
simplemente “Sintonía”. Sintonía con el plan, con el llamado y con el
despertar.
Todos nos hemos puesto de acuerdo con despertarnos a
una misma hora, a pesar de que cada uno se encontraba en su propia casa o
estructura mental, y aún muy dentro de sí mismo sin conocerse ni conocer su
misión.
Hemos utilizado en este caso todos, un reloj de una
misma confección o fábrica, quizás del mismo modelo.
Y éste reloj es el llamado de la Misión Rama, que
está fijado para que suene en la hora clave 6:33 AM, rompiendo nuestro sueño
que como cascarón de preparación sutil esperaba su oportunidad, su tiempo.
Algunos reaccionamos como cuando el reloj
despertador suena por la mañana muy temprano, simplemente lo apagamos, nos
damos la vuelta y seguimos durmiendo.
Habrá quienes ponen el reloj debajo de la almohada y
lo van a tratar de asfixiar para que no suene, o lo tiran violentamente al
suelo.
Habrá quienes teniendo algo desarrollado el sentido
de la responsabilidad dejarán que suene hasta que se agote la cuerda y luego
saltarán de la cama; otros se levantarán al primer sonido pero se quedarán
dormidos sentados.
También habrá quien se despierte con el primer sonido
y otros que lo harán antes de que suene; éstos últimos son los más responsables
y conscientes, mientras que los anteriores son los que se debaten en la
inconsciencia o porque les duran muy poco los estados conscientes.
Los primeros ejemplos son los que hicieron oídos
sordos a éste llamado para el cual ellos mismos se habían comprometido.
Y qué significa el haber hecho caso o no a éste
llamado? Comparémoslo con nuestra vida diaria: Si nosotros no nos levantamos a
la hora indicada, ¿Qué va a pasar?.
No tendremos tiempo de arreglarnos, bañarnos o
desayunarnos para tomar el bus a tiempo.
Llegaremos tarde al trabajo y todo ello acarreará
mil y un problemas, que nos impedirán cumplir con nuestros compromisos
económicos y familiares.
Esto es lo que a algunos de nosotros nos hará
levantarnos de manera definitiva de la cama, porque si seguimos durmiendo, nos
preocuparemos y estaremos angustiados por la tardanza y las consecuencias
posteriores.
Y ¿A dónde podríamos llegar tarde en todo esto?
Podríamos llegar tarde a estar completamente conscientes, no pudiendo asumir el
lugar, el puesto que nos toca a cada uno de nosotros, en los acontecimientos
venideros.
Ciento cincuenta años antes de Cristo, un grupo de
seres humanos (todos inquietos a través de la misma Comunidad Mental), dejaron
diversos lugares de Israel y se reunieron en el desierto, a orillas del Mar
Muerto; congregándose para preparar algo que era inminente, que podría ocurrir
de un momento a otro, y para lo cual habían de estar preparados, alertas,
vigilantes y despiertos.
Esas personas eran los Esenios. Sabían que algo muy
grande venía; lo habían logrado interpretar en las escrituras, y de alguna
manera ellos sabían que su responsabilidad se relacionaba con la información.
Sabían también que seguían recibiendo revelaciones;
que ese vínculo jamás se había roto y que esa información, siempre presente y
actualizada se iba a cumplir pronto.
Hoy en día, nosotros somos llamados por una fuerza
misteriosa que nos motiva de manera imperiosa, a ir al desierto, permaneciendo
despiertos, aquel desierto es el de nuestro propio interior.
Este nos invita al aislamiento, al contacto interno
con uno mismo, y luego fortalecidos, la misma fuerza nos lleva a buscar el
origen de ese llamado que estamos recibiendo, un llamado que es el producto de
una Misión Cósmica; de algo que viene inspirado desde “arriba”.
Ya sabemos la fuente, son los ángeles de la
antigüedad, los mismos mensajeros de hoy.
Y los mensajeros nuevamente están haciendo el
llamado, porque nuevamente estamos de alguna manera, preparando el camino; pero
ahora en forma colectiva, compartimos la responsabilidad.
Y en medio de nosotros se están preparando quienes
tendrán que avisar al resto, que el camino ya está preparado para ser recorrido,
que el tiempo ya llegó y que ocurrirá todo cuanto estaba dispuesto que
ocurriese.
Ahora lo único que podría resultar problemático es
que desoigamos el llamado, prefiramos seguir durmiendo y perdamos la
oportunidad que nosotros mismos pedimos.
¡Qué problema sería!… que no todos estemos
preparados, que no todos asumamos nuestros puestos y que no estemos allí cuando
y donde se nos necesite se nos necesite.
No nos consideremos nada especial. Sepamos que si
nosotros no vamos a nuestro trabajo, obviamente que después de esperarnos un
tiempo prudencial, nos reemplazarán, pudiendo ser esto definitivo.
Todos somos necesarios pero ninguno indispensable
dentro de ésta Misión, que es una entre tantas que se están preparando para
asumir un rol.
La vivencia comunitaria de los esenios, en el siglo
primero antes de Cristo, la redacción y reproducción artesanal de los escritos
sagrados (allí en medio de la soledad y silencio) era una forma de anticipar el
gran cambio.
Estar allí, trabajar allí significaba grandes renuncias,
como exigen las grandes empresas y las grandes inversiones, como en la
parábola de la Perla de Gran Precio.
Había mucho trabajo que hacer, había que estudiar y
prepararse bajo una autodisciplina, para delegar después, recibir y transmitir
la información que con el tiempo y por la acción del engañador fue degenerada,
alterada, contaminada, perdida.
Hoy en día nos encontramos bajo una misma situación.
Cuando tuvimos acceso en Marcahuasi a la caverna (6)
y vivimos aquella experiencia con el anciano, él nos dijo que la Hermandad
Blanca necesitaba miembros receptores de la posta que necesitaba gente que
sirviese de puente entre la Hermandad Blanca del Universo y la de la Tierra.
A partir de ese momento, asumimos nosotros que
Misión Rama debe establecer esa misma relación de comunidad que tenían los
esenios, cortando sus lazos y dependencias anteriores, entre ellas el error.
Sabíamos que llegaría el tiempo en que la forma
exterior se reduciría a un nombre, que cual etiqueta, podría ser desechada sin
mayor dolor; pues el ejemplo es evidente, todos sabían quiénes eran los esenios
pero nadie conocía quién era un esenio, porque era más un estilo de vida que
una afiliación partidaria o sectaria.
En la actualidad, sin necesariamente tener que ir al
desierto, encontramos que estamos en el desierto de la vida espiritual. Solos,
pero paradójicamente más acompañados que nunca.
La inconsciencia general nos hace sentir la soledad
y la incomprensión; pero bien sabemos que dicha incomprensión y hasta rechazo,
nos otorga la libertad más plena, pudiendo valorar la soledad constructiva y
mística en medio de la muchedumbre.
Es por eso que ahora, y aunque no estuviese
necesariamente juntos, en un mismo santuario, recinto, comunidad física, etc.,
la unidad que estamos estableciendo es a nivel espiritual es el puente que
nuestro trabajo está creando, estrechándonos y relacionándonos para que algún
día a través nuestro, se afirme una comunidad física concreta y material, donde
se pueda entregar lo recibido de los mensajeros y desde allí al mundo entero.
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