Nuestro papel en el mundo
Se suele decir entre los ocultistas que la ignorancia es, muy
posiblemente, el peor enemigo que la humanidad tiene respecto a su proceso
evolutivo. Y así es, si todo el mundo supiera que somos un Espíritu creado por
Dios, que está utilizando una serie de vehículos o cuerpos para evolucionar a
través de la experiencia aquí en el mundo físico; y que, tarde o temprano,
tendremos que transformarnos y llegar a Dios como meta de nuestra perfección,
otra manera de actuar tendríamos y una sociedad más fraternal y justa habríamos
desarrollado.
El hecho de no saber que el Renacimiento y la Ley de
Consecuencia dirigen nuestro desarrollo y nuestros destinos, hacen que la
mayoría de las personas no se interesen por mejorar moral, intelectual y
espiritualmente su vida y su ser; y lo que es peor al pensar que solo vivimos
la vida presente hace que muchos sean extremadamente egoístas y materialistas.
La humanidad está en un momento evolutivo en el que cada cual se
reconoce como individuo autoconsciente pero no sabe cuál es su papel en el
mundo, el porqué de dicha existencia, y ni siquiera cuál es el origen de la
manifestación del universo. Somos partícipes y colaboradores de una gran y
maravillosa obra pero, como cualquier tejedor, trabajamos por el reverso sin
poder ver la parte importante y más bella de la obra. El trabajo post-morten y
el destino basado en gran parte en los hechos de la vida pasada nos han ayudado
a distinguir entre el bien y el mal y a desarrollar toda una serie de
sentimientos y pensamientos elevados que suelen impedir que vayamos marcha
atrás pero que no son tan motivacionales para la mayoría como para hacer que se
interesen más por el prójimo que sufre necesidad que por ellos mismos. Así es
que, el común de la humanidad está ciego respecto a su papel en esa obra divina
y, por tanto, está trabajando pensando más en sus propios intereses que en los
de los demás y mucho menos en Dios.
Como en todos los colegios donde siempre hay alumnos que se
adaptan mejor, se esfuerzan y se sacrifican más que otros, lo que les lleva a
no repetir y a estar en cabeza de su clase, aquí ocurre lo mismo respecto a las
Almas reencarnantes, lo que tiene como efecto que unos ya no necesiten renacer
o que otros trabajen conscientemente en el Plan de Dios sabiendo cómo funcionan
sus leyes divinas. Éstos últimos, aun con unos conocimientos que el resto no
tiene, tampoco saben, en la mayoría de los casos, qué es lo que están
consiguiendo aun con esfuerzo y sacrificio. A éstos les trae el destino muchos
medios para que aceleren su desarrollo espiritual pero la gran mayoría se
desalientan y abandonan; sin embargo, tanto unos como otros, mientras sigan
luchando continuarán progresando.
Todas las personas, según su estado evolutivo, sienten el
impulso interno de ser creativas, de esforzarse por algo, de intentar vivir en
paz y de superarse a sí mismo, y es ese impulso, aunque algunos no lo crean, el
que les llevará a la perfección y a la casa del Padre que está en los Cielos.
Nos queda aún mucho para conseguirlo pero ese impulso nos irá facilitando —como
efecto— la elevación intelectual y de conciencia necesaria para que vayamos
comprendiendo progresivamente cuál es el papel del ser humano en los planes de
Dios. Por muy incomprensible que parezca ser este Plan, a nosotros ahora sólo
nos debería importar:
1º.-No desmoralizarnos
2º.-Persistir y levantarnos de las caídas una y mil veces si es necesario.
3º.- Intentar hacer el bien por cualquier medio allá donde nos encontremos y a todo ser viviente.
Son muchos los medios por los cuales hemos conseguido alcanzar
el desarrollo actual, tiempo atrás pasamos de la inconsciencia a la
autoconsciencia y del estado animal al semianimal, pero siempre y en cada paso
evolutivo que hemos dado ha sido necesario sacrificarse. Hoy no es menos, el
sacrificio debe continuar y prueba de ello es que, si queremos dar el siguiente
paso en el desarrollo de nuestra conciencia, debemos trabajar sobre nosotros
mismos para conseguir librarnos de las ataduras de este mundo físico y de
nuestro cuerpo emocional a la vez que controlamos la mente. En la época actual,
donde contactamos con escuelas de ocultismo que son de mucha ayuda, debemos dar
un primer paso considerado también como un sacrificio, esto es, el abandono de
vicios que nos dominan —alcohol, tabaco, sexo, drogas, etc.— Esto, comparado
con el sacrificio que hizo Cristo por nosotros no es nada, sin embargo, después
de eliminar esos pequeños vicios, vendrá otra etapa que nos hará comprender que
nos tendremos que sacrificar nosotros mismos por nuestros hermanos, a la vez
que dejamos de ser tan materialistas y egoístas.
Cualquier persona que se analice detenidamente puede darse
cuenta de que está dominada por los deseos, las pasiones, las emociones y los
malos sentimientos y pensamientos entre otros; puede pensar que con el paso del
tiempo y razonando con la mente se controlará todo, sin embargo, si observa
también a la mente verá que ésta es muy inquieta, muy cambiante y que la gusta
pensar por su cuenta y sin que lo percibamos la mayoría de las veces. Queramos
o no, el destino nos obligará a sacrificarnos hasta dar sólo la necesaria
importancia a lo material y, por el contrario, a mantener un ideal que nos
lleve a servir y a amar al prójimo; por eso, el ideal del sacrificio, casi
debería ser automático. No debemos tener prisa por recorrer el sendero y
averiguar cuál es nuestro papel en la vida y en el Plan de Dios, sino todo lo
contrario, hay que persistir en el desarrollo espiritual sin prisa pero sin
pausa, puesto que las tentaciones son más y más sutiles cuanto más progresamos.
A veces, razonando con sentido común, podemos extraer mucho
conocimiento de los efectos de nuestra actitud ante los demás y ante las
circunstancias. Para ello sólo es necesario practicar la observación de todo
ello y tener autocontrol sobre nosotros mismos para no estar perturbados,
distraídos, enfadados ni nada que hiciera que nos amonestáramos a nosotros
mismos en momentos de serenidad. La mente, además de ser muy útil para
controlar los deseos y las emociones, debe estar vigilante ante cualquier hecho
que merezca la pena para aplicar el discernimiento o el sentido común; de esta
manera nos daremos cuenta de:
1º.- Que nuestro papel
en nuestro medio ambiente y en la sociedad es muy importante y puede hacer
mucho bien.
2º.- Que gracias a ese mundo externo podemos avanzar psicológica y espiritualmente respecto a nuestro Ser interno.
3º.- Que si conseguimos hacer esto en la paz interna, con buena voluntad y manteniendo unos ideales elevados, pronto escucharemos la voz que nos dejará todo mucho más claro.
Todas las normas y consejos que se dan en el mundo del
misticismo con tal de que el aspirante espiritual eleve su conciencia y actúe
como un verdadero hijo de Dios, se pueden resumir en la siguiente frase: “Andar en la Luz”. Y es que, como está
escrito en la Biblia, “Dios es luz, si
caminamos en la luz como Él está en la luz, tendremos comunión unos con otros.” Cuando tenemos por norma poner el “servicio altruista” a los demás antes
que a nosotros mismos; cuando afrontamos las circunstancias, los problemas y
las crisis con alegría sabiendo que está en nuestro destino; cuando somos
humildes y, comprensivos con el prójimo aunque nos ofendan y perjudiquen;
cuando cumplimos con nuestros deberes y responsabilidades alegremente; cuando
nuestros corazones están llenos de perdón, compasión, ternura y buena voluntad;
y cuando, sobre todo, intentamos imitar a Cristo ante las personas y ante el
mundo que nos rodea; entonces ni siquiera necesitamos saber cuál es nuestro papel
en el mundo porque todo nos vendrá en su momento por añadidura.
El simple hecho de vivir conscientemente en cada momento —en el
aquí y ahora— con la idea de vivir en Dios ya nos hace sentir que estamos en un
nivel vibracional superior al de cualquier momento de nuestra vida cotidiana;
el simple hecho de hacer todo como si lo hiciéramos a gusto de Dios eleva
nuestra conciencia y hace que nos observemos a nosotros mismos; el hecho de
intentar hablar, actuar y pensar como lo haría Cristo en nuestro lugar hace que
nuestro corazón esté deseoso de entregarnos y de amar al prójimo. Esto es “vivir en la luz” y cuando vivimos de
esta manera en la luz no necesitamos buscar motivos ni ayuda para que nos guíen
o iluminen nuestro camino; sin embargo y aunque así sea, tenemos más guías y
más iluminación de lo que podemos imaginar. El aspirante espiritual debería
procurar no verse en la necesidad de preguntarse que cuál es su papel en la
Tierra ni nada parecido porque eso significa que aún se encuentra algo perdido.
En ese nivel, donde surgen las dudas así como las tentaciones
todavía es fácil de permanecer en la oscuridad y decir en momentos de crisis “No me importa estar así”. Lo que significa
que debe buscar cuanto antes un aliciente o algo que le estimule para encontrar
de nuevo la vida superior. Como alguien escribió “Dios está más cerca de nosotros que nuestras propias manos” Dios está presente en nosotros y es testigo de todo lo que
somos y lo que hacemos y, aunque en momentos de debilidad digamos que nos da
igual todos, sabemos, porque así nos lo dice nuestro Yo superior que nuestra
meta de perfección es Dios y que a Él tenemos que volver como hijos suyos que
somos. Cuando abrimos nuestros corazón y elevamos nuestra consciencia Él nos
inspira y nos intenta guiar en Su luz, luego entonces ¿Qué necesidad tenemos de andar a tientas en este mundo de ciegos?
Francisco Nieto
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