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PATRONES MENTALES QUE RETRASAN TU EVOLUCIÓN PERSONAL
¿Qué de tus decisiones cotidianas está
impidiendo que crezcas en tu vida?
¿Para qué estamos en este mundo? Una
posibilidad es que el sentido de estar vivos se encuentre en nuestra propia
evolución. En el entendido de que aquí sólo estamos de paso, puede pensarse que
llegamos sólo para salir mejor de lo que entramos.
Y aunque esto podría sonar un tanto
egoísta, lo cierto es que no es así: todas nuestras acciones tienen un impacto
en la realidad que habitamos, nuestras decisiones y también las omisiones
generan un efecto real, palpable, y en la medida en que así ocurre, cabe
admitir que al esforzarnos por ser mejores personalmente, por consecuencia
hacemos un poco mejor el mundo en el que vivimos.
13 hábitos que pueden
estar obstruyendo ese camino tuyo
¿Cómo empezar ese camino? En muchos casos, la tarea comienza
por desaprender y dejar. Como si se tratase de una vía llena de obstáculos e
impedimentos que es necesario limpiar y dejar libre.
Lamentarte por tu
situación
¿Cuánto tiempo pasas lamentándote por las
circunstancias de tu vida? ¿Qué
crees que pasaría si invirtieras esos minutos, horas o días en reflexionar
sobre tu existencia y comenzar a asumir la responsabilidad de las condiciones
que sí puedes modificar a tu favor para tener la vida que deseas?
Ceder a otros el control
de tu propia vida
Hay un dominio del que nadie más que tú es
responsable: tu propia existencia. Responsabilizar a otros de lo que te sucede
–tus padres, tu jefe en el trabajo, tu pareja, etc.– significa, en cierto modo,
renunciar a tu propia existencia y el rumbo que ésta puede tomar.
Oponer resistencia al
cambio
La vida está en cambio constante, y
oponerse a ese flujo natural sólo causa dolor y sufrimiento. Si algo cambia en
tu vida, acepta ese cambio y obsérvalo para entender las nuevas circunstancias
en las que vives. Incluso el día de hoy es radicalmente distinto al ayer.
Querer cambiar lo que no
puedes
Hay circunstancias de la vida que escapan a
nuestro control. Un día nublado nos entristece, ¿pero está en nuestro poder
hacer que el Sol se asome entre las nubes?
Querer cambiar aquello que no depende de nosotros da origen a una doble
insatisfacción: una, respecto de las condiciones en las que vivimos, y otra,
respecto de nuestra propia capacidad. Aprender a distinguir entre lo que
podemos y no podemos modificar nos libera de ese sufrimiento y nos ayuda a
enfocar nuestros recursos en aquello que sí es posible transformar a nuestro
favor.
Vivir para complacer a
otros
Intentar complacer a otros es una tarea
desgastante e imposible. Tu vida puede consumirse en ello y al final te darás
cuenta de que en vez de disfrutar de la existencia, perseguiste inútilmente un
objetivo vano. Abandona esa tarea. Descubre qué te interesa a ti, qué te
satisface, qué quieres para tu vida y, sin que esto represente un encierro
egoísta, trabaja en función de ello.
Vivir sin arriesgarse
Con cierta frecuencia, la vida necesita del
riesgo y la valentía. El riesgo de salir de lo aprendido y lo permitido; el
riesgo de enfrentar lo impredecible; el riesgo de vivir sin calcular ni
planear. El riesgo, finalmente, de aceptar que a veces vivir con valentía tiene
sus recompensas, y a veces no.
El apego al pasado
Es cierto: el pasado puede ser un lugar
agradable y, por ello mismo, seductor. Pero aunque nos duela, es necesario
aceptar que el pasado ya no existe. De la vida sólo tenemos esto que sucede
ahora. ¿Quieres gastar tus días frente al altar de lo pasado o en la
experiencia plena del presente?
La repetición
La mente humana adquiere fácilmente el
hábito de la repetición –que es una expresión del apego–. Inconsciente o
involuntariamente repetimos patrones mentales, emocionales y de conducta que
corresponden a circunstancias pasadas y, por ello mismo, que no se corresponden
ya a esto que vives ahora. Si es necesario, examina el origen de esa
repetición, la función que ha tenido en tu vida y, como paso final, déjala ir.
Comparar tu vida con la
de otras personas
Si lo piensas con calma, comparar tu vida
con la de otras personas no tiene ningún sentido, tanto si crees que la vida de
los demás es mejor que la tuya como si piensas lo contrario. ¿Por qué no tiene
sentido? Porque la existencia de
cada persona es el resultado de circunstancias únicas, irrepetibles y, por ello
mismo, incomparables. Vive tu vida lo mejor que puedas y deja que los otros
hagan lo mismo con lo que les tocó en suerte.
Experimentar la
adversidad como un fracaso o una derrota
La dualidad éxito/fracaso es, como tantas
otras, engañosa y en última instancia falsa. Puede ser también despiadada, pues
al no admitir matices, nos impide ponderar todos los ángulos de una
experiencia, aquello que obtuvimos de ésta y qué en nosotros cambió luego de
vivirla. ¿Tuvimos un revés en nuestra vida?
Una relación que terminó, un proyecto que no llegó a buen fin, una persona a la
que perdimos… En vez de sentirnos derrotados y aplastados por ello, ¿por qué no
reflexionar sobre su efecto en nuestra vida?
¿Hay algo que podamos aprender?
Parafraseando al emperador filósofo Marco Aurelio, ¿hay algo de ello que
podamos aprovechar para ser más sabios, más prudentes o más compasivos? Visto así, ¿es justo sentir que dicha
adversidad es una derrota?
Tener miedo a la soledad
o al silencio
Si bien somos seres grupales, orientados a
buscar la compañía de los otros, la existencia, paradójicamente, se enfrenta en
soledad. Es la persona por sí misma quien debe tomar sus decisiones, asumir sus
responsabilidad y, en suma, caminar su propia senda. Nadie más puede hacerlo
por nosotros. De ahí la importancia de no temer ni la soledad ni el silencio
sino, por el contrario, aprender a conocerlos y habitarlos. Ambos son una
preparación: la soledad, para saber estar en compañía de otros; el silencio,
para dar sustancia a nuestras palabras y nuestros actos.
La posesión
Más allá de nuestro cuerpo y nuestra mente,
nada de todo lo que se presenta en nuestra vida nos pertenece. Ni los bienes
que adquirimos, ni las personas a las que queremos y ni siquiera las
circunstancias en las que se desarrolla nuestra existencia. El cambio del que
hablamos antes hace que el afán de posesión se convierta en un freno al
desarrollo personal, pues nos hace aferrarnos a algo que a veces ya ni siquiera
está ahí.
La impaciencia
La vida, por sí misma, no se puede
apresurar. Su reloj a veces puede parecer caprichoso, pero sólo porque camina a
su propio ritmo, que es inalterable. Las semillas que germinan, el día que
nace, la primavera que llega: todo es así, gobernado por un tiempo secreto
frente al cual debemos ser pacientes, experimentando a cabalidad el momento en
el que nos encontramos, sin ansiedad por un futuro que aún no existe.
Pijama
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