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domingo, 26 de julio de 2020

SOMOS CONSCIENCIA CÓSMICA EN MANIFESTACIÓN. ¿Qué pasa si tu percepción conciente o tu consciencia vino primero y luego todo lo demás fue un producto de ello?


Isis Alada: Hermanos de las estrellas: " El caos no es el final ...

SOMOS CONSCIENCIA CÓSMICA EN MANIFESTACIÓN.

Cuando viajamos por un país extranjero y nos encontramos con alguien que no habla nuestro idioma, generalmente nos identificamos diciendo: "Soy Maryanne ó Jack" y nos señalamos mientras lo decimos. Entonces la otra persona hace lo mismo en su idioma. Cuando la mayoría de las personas se contemplan a sí mismas, piensan en sí mismas como una persona con un cuerpo y una historia que va con ese cuerpo. De hecho, la mayoría de las personas creen que su consciencia emana de su cerebro. Creen que su consciencia es un producto de sus cinco sentidos que comunican información a su cerebro que interpreta y da sentido a la información. Pero, ¿y si todo esto no fuera cierto en absoluto? ¿Qué pasa si tu percepción conciente o tu consciencia vino primero y luego todo lo demás fue un producto de ello?

Usemos un ejemplo escandaloso para explorar esto. ¿Qué pasaría si todos en la Tierra desaparecieran de repente y un grupo de extraterrestres buscara un lugar para vivir y llegara a nuestro planeta y descubriera todo lo que habíamos dejado atrás? ¿Y si descubrieran nuestros autos y pensaran de alguna manera que eran para ser conducidos en reversa?

Entonces, comenzaron una civilización entera conduciendo todos los autos en reversa y, por supuesto, fue incómodo y torpe, pero lo hicieron funcionar y esto continuó durante miles de años. Y luego, un día, uno de ellos decidió intentar conducir al revés, y el alienígena rió y rió y se dio cuenta de que esta era la forma correcta de conducir estas máquinas. Pero cuando ese alienígena intentó decírselo a todos los demás, nadie escuchó y, en vez de ello, dijeron que el tipo estaba loco.

Esto es algo parecido a lo que hemos hecho con la consciencia y nuestros cerebros y cuerpos. Lo entendimos todo al revés y hemos estado andando a tientas durante mucho tiempo de una manera extremadamente torpe. Nos hemos identificado con nuestros cuerpos y pensamos que la consciencia era un producto de nuestros cuerpos. Esto nos hizo tener un enfoque extremadamente estrecho y siempre temerosos de que algo le suceda a nuestros cuerpos y termine nuestra consciencia. ¿Y si fuera al revés? ¿Y si nuestra consciencia creó no sólo nuestros cuerpos sino todo aquello de lo que somos conscientes? ¡Eso sería enorme!

En lugar de estar espiando desde dos pequeños ojos pegajosos a un mundo alienígena amenazante, seríamos todos enormes y, el pequeño cuerpo que nos acompaña, sería como un pequeño compañero, similar a un perro que quizás nos gusta, alimentamos y cuidamos pero es sólo parte de un paisaje más grande. ¿Qué pasa si todo lo que hemos percibido era en realidad parte de nosotros? Las estrellas, el viento, los árboles, las montañas lejanas, el vasto mar que se extiende hacia el otro lado, los animales y las personas que conocíamos, ¿todos partes nuestras? ¡Qué extraña idea! Todo sería el hogar y no juzgaríamos absolutamente nada, porque todos aceptarían esto también. Y nos daríamos cuenta de que también éramos parte de su consciencia y, por lo tanto, parte de ellos.

"¿Pero cómo funcionaría todo esto?", podrías exclamar. Bueno, sería un paradigma completamente diferente y llevaría un tiempo acostumbrarse, pero ¿no funcionaría mucho mejor de lo que tenemos ahora? Nadie tendría miedo el uno del otro y todos asumirían la responsabilidad de todo en su consciencia porque se darían cuenta de que todo era parte de sí mismos. ¿Habría una necesidad de competencia, de enemigos, de codicia, de impaciencia, de victimización, de culpar, de vergüenza, de culpa, de resistencia, etc.? No lo sé, pero probablemente no. Es un pensamiento extraño y maravilloso. Continuemos un poco más con esto.

¿Qué pasa si la percepción consciente, no siendo dependiente de tener un cuerpo, y no siendo producto de ser una persona, continúa para siempre? ¿Qué pasaría si la consciencia nunca terminara y no estuviera restringida por las limitaciones de los cinco sentidos? ¿Cómo cambiaría eso nuestra consciencia y la percepción de quiénes somos? ¿Cómo se sentiría eso y cómo impactaría eso nuestra relación con todo, personas, animales, plantas, minerales, elementos, etc.? ¿Seguiríamos necesitando dinero? ¿Cómo sería nuestra salud? ¿Cómo nos sentiríamos el uno con el otro? ¿Sería esto una catástrofe o lo mejor que jamás nos hubiera pasado? Tendríamos estos cuerpos por un tiempo, parecido a tener una mascota, pero no nos restringirían en absoluto porque cada uno seríamos mucho más. Piénsalo. ¿Son estos los delirios de un loco o estas reflexiones son el resultado de despertar a lo que realmente es así? ¿Habrán otros tenido también estos pensamientos? ¡Indudablemente! Y han vivido y muerto por miles a lo largo de la historia y han sido considerados un poco excéntricos o divertidos y las culturas han seguido haciendo las cosas como antes, ignorándolos o deshaciéndose de ellos según necesitaran.

¿Qué pasaría si este fuera el momento en que esta comprensión se convertiría en el paradigma principal defendido por una minoría de almas más jóvenes y el antiguo fuera finalmente enterrado?

Dicho esto, echemos un vistazo más de cerca a esta relación que tenemos con nuestros cuerpos. Los tibetanos dicen que nuestra percepción o consciencia fundamental está estrechamente vinculada a la inteligencia suprema del universo. Nuestros cuerpos son un vehículo local para la consciencia o la percepción consciente universal y, por lo tanto, en lugar de ser ignorados o pasados por alto como abogan muchas tradiciones espirituales, están intrínsecamente involucrados con nuestra consciencia. Si bien la consciencia no depende del cuerpo, sí utiliza el cuerpo como su vehículo local mientras estamos ocupados siendo humanos. El cuerpo depende completamente de nuestra percepción y consciencia, de lo contrario, muere de inmediato. Ya sea que a la religión le guste o no, el cuerpo participa en la percepción divina y la inteligencia suprema. La carne está impregnada de ella y corresponde o responde con sus propias contribuciones. ¿Cuáles son estas contribuciones?

Bueno, pensemos de esta manera. Las estimaciones sugieren que el cuerpo está formado por tres billones de células y estas células están formadas por miles de millones de átomos y moléculas. Todas estas unidades son voluntarias. No tienen que ser parte de nosotros, pero eligen serlo porque quieren serlo. Para ellos es una gran aventura y un privilegio conformar nuestros vehículos, ofrecerse como voluntarios para realizar muchas tareas complejas para nosotros y, a cambio, obtienen un enorme valor en el proceso, incluso si es sólo por unos segundos. Cada una de las células de nuestros cuerpos son como discípulos que siguen a un gurú, es decir, a nosotros. En lugar de ser abusadas y aprovechadas, como lo hacen algunos gurús con sus discípulos, deberían ser amadas, apreciadas y elevadas por la experiencia. El guru sirve a los discípulos de esta manera. ¿Estamos sirviendo a nuestros átomos y células de esta manera? En su mayor parte, ciertamente no. En cambio, destrozamos nuestros cuerpos y les mostramos poco o ningún respeto.

Nuestros átomos y células necesitan nuestra percepción y consciencia como pago por lo que hacen, porque es por ello que lo están haciendo. Necesitan que ocupemos nuestros cuerpos, que seamos conscientes de ellos y de sus requerimientos, y que los honremos, que no los ignoremos ni los consideremos irrelevantes o, lo que es peor, que creamos que están en el medio del camino a nuestro propósito superior. Son parte de nuestro propósito más elevado y buscan elevarse al ser parte de nosotros. A cambio, nos instan colectivamente a movernos en ciertas direcciones creativas. Ellos, después de todo, están infundidos con la inteligencia suprema del universo. Saben lo que necesitamos, cuál es nuestro propósito, a dónde vamos, qué es lo mejor para nosotros. Forman la parte mayor de nuestra intuición. Ignoramos esto bajo nuestro propio riesgo y, el hecho de que los hemos visto como obstáculos, es la razón por la cual la religión nos ha fallado tan miserablemente.

El mayor regalo que podemos dar a nuestros cuerpos es impregnar los tejidos, los órganos y los huesos con la mayor consciencia y percepción posible, apreciarlos y amarlos incondicionalmente. Ten en cuenta que esto no significa gratificar algunas necesidades del ego para aumentar los músculos o adelgazar. De lo que estamos hablando aquí es de ocupar nuestros cuerpos completamente, no rechazando su apariencia natural.

Nunca daremos el salto gigante de consciencia que se nos pide en estos tiempos que demos sino comprendemos esto y actuamos en consecuencia. ¡Es un nuevo paradigma de tiempo! El tiempo de bendecir al cuerpo.

Jose. L. Stevens.



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