EL CORDÓN DE PLATA, EL
SEXTO CHAKRA Y LA GLÁNDULA PINEAL
“Tenía una conciencia muy clara de ser
únicamente alma, estaba únicamente cubierta de luz, no tenía forma alguna, sólo
aquella conciencia absoluta de ser un alma… Estaba, al mismo tiempo, formada
por un cuerpo astral, por un cuerpo mental y, entre los dos, el cuerpo causal.
Y vi también la cuerda de plata y
mi cuerpo físico en la cama. Lo que unía entre sí la cuerda de plata era el
cuerpo físico, inmóvil en la cama, y los otros tres, el astral, el mental y el
causal, pero el alma no estaba unida a los demás por la cuerda de plata.
Me encontraba como perpleja,
porque tenía antes la plena seguridad de que en el momento en que dicha cuerda
dejaba de unir al alma con el cuerpo o con los cuatro cuerpos de que acabo de
hablar, el ser humano se moría. Pero no es así.
Lo que relaciona el alma con sus
cuatro cuerpos no es la famosa cuerda de plata, sino algo que yo vi entonces
con toda claridad, y son como unos rayos de sol, unos rayos de oro que brotan
del alma y luego interpretan los cuatro cuerpos, como el chakra de los
hindúes.”
Así se expresaba Anne-Marie
Dinkel, una “sensible” suiza de carácter extraordinario, en una entrevista
realizada por los años setenta por el investigador de los fenómenos que
comprende la parapsicología o la parapsíquica, Vintila Horia, comentando su
experiencia más significativa en el campo de los viajes astrales y el
conocimiento íntimo del alma humana.
Decía que la primera vez que tuvo
conciencia de sus poderes fue antes de nacer. Se encontraba en un lugar al que
algunos llaman “el jardín cósmico”, el sitio donde las almas esperan el momento
en que quieran volver a la tierra, encarnarse.
Es en este lugar donde uno espera
hasta que encuentra a sus padres; en definitiva, a todos los componentes
propicios para que el alma pueda regresar a un cuerpo material.
“El alma tiene que volver a vivir
aquí para saber más, para aprender, para volver a hacer bien lo que había hecho
mal. En el jardín cósmico no se aprende nada, allí se espera sencillamente”.
Es en otro plano donde el alma se
encuentra con “existencias”, o bien “amigos-guía”, que enseñan al alma la
realidad de la existencia o el momento idóneo para encarnarse de nuevo.
Es en este plano al que también
las almas, en el momento de la muerte física, se reencuentran con amigos de
vidas anteriores, así como “guías o seres de luz” que ayudan a tomar la
decisión que por ellos mismos aún no están en condiciones de aceptar, en el
caso de que la misión en la existencia física todavía no se haya completado.
“Vi entonces otras luces
moviéndose entre la niebla. Eran como sombras, a veces sin figura alguna, seres
que habían perdido su personalidad, que no lograban recordar quiénes eran y a
los que hay que reintegrar a su verdadera personalidad.
Y todas aquellas luces que se
movían en la niebla eran guías que venían desde la Tierra, como yo, y ayudaban
a aquellos seres perdidos que no sabían aún donde se encontraban, o que, debido
a la violencia de su muerte repentina, habían dejado de tener una conciencia”.
En una operación de cesárea en la
que se produjo la muerte clínica, una vez convencida de la necesidad de
reintegrarse a su cuerpo, comentaba: “Noté como una fuerza que me empujaba o,
mejor dicho, me tiraba hacia abajo.
Y luego oí un ruido fuerte, como
una ventana que se cerraba o como la tapa de una caja. Mi cuerpo,
probablemente, que volvía a cerrarse en torno a mí”. Más adelante, afirma: “Yo
he visto mi propia cuerda de plata; una vez me la enseñaron cuando me
encontraba fuera de mí y la vi cómo se volvía azul, luego gris y cada vez más
delgada.
Entonces, el guía que me
acompañaba me empujó hacia abajo, para volver en mí y que el contacto no se
rompiese. ¿Se da cuenta? En el fondo no hay ningún peligro. Si la muerte no
tiene que suceder, nadie puede cortar el contacto. Los que mueren es porque ha
llegado su momento”.
“Esta nube -que algunos podemos
distinguir- es lo que se llama el cuerpo etéreo, lo que lo tiene todo junto,
alma y cuerpo, lo que hace posible la existencia psicosomática… es la misma materia
que los físicos describen como uniendo entre sí los átomos y las moléculas, lo
que antes se llamaba el vacío.
Tal vacío no existe, está
compensado por algo, por esta eternidad física y material”. Pero este aura o
cuerpo etéreo no sigue al alma después de su peregrinación, se diluye en el
aire, como un gas, y debe desaparecer, puesto que su misión de unir alma y
cuerpo ha terminado.
La sensitiva y médium Concetta
Bertoldi comenta a su vez, que los guías espirituales son seres que han pasado
por numerosas vidas en este mundo. La mayoría siguen reencarnándose, aunque
algunos han evolucionado más allá del proceso de reencarnación; se han apeado
de lo que los hindúes denominan “la rueda de la vida”.
Define al Más Allá más bien como
un estado o condición, las cosas tienen una calidad completamente diferente,
todo allí es perdón, amor. Tiene muchas características que pueden parecer
tangibles, solo que más puras, bellas y vibrantes, incluso más reales que lo
que aquí conocemos por realidad.
Allí nos movemos en una mezcla
entre flotar, andar y volar a la vez, es como gravitar hacia la luz. Recordamos
cada instante de nuestro pasado con todo detalle.
Contemplamos y comprendemos todas
las consecuencias de las acciones e interacciones con todos aquellos con los
que nos hemos encontrado. Y por fin entendemos cuál ha sido nuestro objetivo en
esta vida.
Una clave para entender donde
radica la capacidad de acercarnos al mundo más allá de lo sensorial, a esa
intrigante dimensión en la que se derrumban y pierden sentido las nociones
comunes de nuestra existencia material, podría ser la glándula pineal.
Según el doctor en biología
Saskia Bosman, la pineal es una suerte de módem entre el mundo físico y otras
dimensiones, entre el mundo material espacio-tiempo que experimentamos a través
de nuestros sentidos y ese vacío infinito que contiene las supradimensiones,
las cuáles percibimos como el interior llamado “paranormal”, las experiencias
extrasensoriales, los sueños, la clarividencia, telepatía, etc.
La tradición hindú lo asocia al
sexto chakra, que rige el tiempo, la percepción y la luz. Algunos
investigadores sugieren que la glándula pineal es también el órgano sensorial
del magnetismo, un sexto sentido que trasforma las ondas electromagnéticas en
estímulos neuroquímicos. Así, los indicadores cuantitativos de la mayor o menor
cantidad de cristales de hidroaxiapatita en la epífisis -glándula pineal- están
directamente relacionados con la capacidad mediúmnica.
Quizá, los que nacemos con
déficit en ésta somos los que no podemos decodificar cierta información
extrasensorial, que clarividentes, telépatas y médiums que la poseen en mayor
proporción sí son capaces de descifrar.
Es en este punto donde podemos
incidir en que las filosofías y doctrinas espirituales y religiosas orientales
sostienen que de hecho sí se pueden desarrollar las capacidades psíquicas,
abrir el sexto chakra -glándula pineal-, despertar el tercer ojo…
Veamos lo que nos contaba Lobsang
Rampa sobre este despertar y la apertura del sexto chakra, y su relación con el
cordón de plata, en su conocido libro “El Tercer Ojo”:
“Para nosotros el cuerpo no era
más que una cáscara o caparazón animado por la auténtica personalidad de cada
cual, el Superser, que toma las riendas cuando uno se duerme o se muere.
Durante el sueño el hombre regresa a otro plano de existencia.
El espíritu se aparta del cuerpo
físico y sale flotando en cuanto llega el sueño. El espíritu mantiene su
contacto con el cuerpo físico por medio de un «cordón de plata» que no se rompe
hasta el momento de la muerte. Y nuestros ensueños, mientras estamos dormidos,
son vivencias que se realizan en el plano espiritual del sueño.
Cuando el espíritu regresa al
cuerpo, el choque del despertar desquicia la memoria onírica a no ser que se
esté entrenado especialmente”.
“El aura que rodea el cuerpo y
que cualquier persona, bajo las adecuadas condiciones, puede aprender a ver, no
es más que un reflejo de la Fuerza Vital que arde en él. Creemos que esta
energía es eléctrica, lo mismo que el rayo”.
“En el Tíbet viajamos mucho por
medio de la proyección astral -no por levitación-, y se trata de un
procedimiento que podemos controlar a voluntad. Hacemos que el yo abandone el
cuerpo físico, aunque siga unido a él por el Cordón de Plata. Podemos viajar
por donde queramos con la mayor velocidad concebible.
La mayoría de nosotros posee la
habilidad de realizar esos viajes, pero muchos, después de haberse lanzado, han
sentido un gran choque psíquico por falta de entrenamiento.
Probablemente todos han tenido la
sensación de dormirse y luego, sin razón aparente, despertarse violentamente,
como por una fuerte sacudida. Esto se debe a una exteriorización del yo
excesivamente rápida, una separación demasiado brusca de los cuerpos fisico y
astral.
Esta violenta contracción del
Cordón de Plata hace que el cuerpo astral vuelva, como si tirase de él un
elástico demasiado distendido, a introducirse de nuevo en su vestidura física.
De todos modos, la sensación es mucho peor cuando se regresa después de un
viaje.
El ser astral está flotando a
enorme altura sobre el cuerpo como un globo al extremo de una cuerda. Algo,
quizá un ruido externo, hace que el astral se reintegre al cuerpo con excesiva
rapidez.
Entonces, el cuerpo despierta
repentinamente y tenemos la horrible sensación de estar cayendo por un
precipicio y de habernos detenido en el mismo momento en que íbamos a
estrellarnos”.
“Creemos que estamos en la Tierra
para aprender y que en ella es donde sufrimos todas las torturas que se
atribuyen al infierno. El Otro Sitio es para nosotros aquél donde vamos cuando
salimos del cuerpo, o sea el sitio en donde encontraremos a otras entidades que
también se han liberado del cuerpo.
Y no es esto lo que se llama
espiritualismo, sino una creencia muy concreta en que durante el sueño o después
de la muerte podremos movernos con absoluta libertad por los planos astrales. A
los más elevados de estos planos los llamamos «La Tierra de la Luz Dorada».
Estamos seguros de que cuando nos
encontremos en lo astral -después de la muerte o durante el sueño- podremos
encontrar allí a las personas amadas, porque estamos en armonía con ellas. Y
nunca veremos a las personas por quienes sentimos antipatía, ya que ese estado
de desarmonía no puede existir en la Tierra de la Luz Dorada”.
“Somos almas inmortales. Nuestra
plegaria: «Om mani padme Hum!» se suele traducir al pie de la letra de este
modo: « ¡la Joya del Loto!» Los que hemos avanzado un poco más en nuestra
religión sabemos que su verdadero significado es: « el Super-Ser del hombre!»
No existe la muerte.
Como uno se quita la ropa al
terminar la jornada, lo mismo se quita el alma al cuerpo cuando éste se duerme.
Así como se desecha un traje cuando se ha gastado, también desecha el alma al
cuerpo cuando está excesivamente usado o se ha roto. Morir no es más que el
acto de nacer en otro plano de la existencia.
El Hombre, o el espíritu del
Hombre, es eterno. El cuerpo es sólo la vestidura temporal que cubre el
espíritu y es elegido según la tarea que corresponda a cada persona en la
Tierra. La apariencia externa carece por completo de importancia”.
Sobre el cordón de plata
ampliamente difundido por la tradición esotérica y su relación con el cuerpo
astral y el físico, se afirma que es una masa de moléculas que vibran a una
velocidad altísima; y a pesar de que el conjunto de partículas que lo forman
contienen todos los colores existentes, su conjunto desde fuera parece
plateado.
Este cordón es infinitamente
extensible y sin límites, y el ser humano que viaja en el astral, al separarse
de su cuerpo flota al extremo del cordón de plata de una forma similar a la de
una cometa al final de su cuerda. Cuando el cuerpo físico demanda su parte
astral éste es tirado hacia abajo igual que si tiramos de una cometa.
El Cordón de Plata une la
Supraconciencia o Ser Superior con el cuerpo humano. Impresiones, lecciones,
órdenes y, de vez en cuando, alimento espiritual, proceden del Ser Superior
hacia el cuerpo humano, y cuando éste muere, el cordón de plata se corta y el
cuerpo humano es dejado aparte, como si fuera ropa vieja e inservible que ya
terminó su función, mientras el espíritu continúa.
Tanto si viajamos en el presente
como si nos introducimos en los Archivos Akáshicos, que contienen toda la
información sobre la existencia humana, el cordón de plata es la cuerda de
seguridad y comunicación entre lo que percibimos y el plano físico donde se
encuentra el cuerpo.
Toda la información nos es
transmitida a través de él. Gracias a la capacidad infinita de extenderse que
tiene podemos viajar a todos los planos de existencia, siempre que nuestra
evolución y color de nuestra aura nos los permitan.
La firme convicción en la
existencia de ese cordón de plata es antiquísima. Los iniciados en el viaje
saben que pueden trasladar el cuerpo astral a grandes distancias mientras el
cuerpo físico reposa aparentemente dormido. La conciencia viaja porque goza del
privilegio de no estar condicionada por el espacio ni por el tiempo.
El viaje astral -ligado siempre
al cordón de plata- es algo que no puede ser descrito con palabras, pues es lo
más grande que puede conseguir el ser humano. El mundo astral consta así de
numerosos planos y subplanos que se extienden en serie ascendente desde el más
cercano al mundo físico hasta el más cercano al mundo espiritual.
Entre estos dos extremos se puede
observar innumerable variedad de fenómenos y fases de existencia. En los
subplanos inferiores del mundo astral se manifiestan las actividades psíquicas
llamadas clarividencia, clariaudiencia, telepatía, psicometría, etc.
También se manifiestan en estos
subplanos inferiores ciertas formas de ectoplasmas, espectros y otras
apariciones de almas desencarnadas, que a veces perciben el hombre y algunos
animales.
Asimismo actúan y se mueven en
estos subplanos los seres humanos vivientes en el mundo físico, que se
desprenden temporalmente de su cuerpo físico durante el sueño o el éxtasis, o
deliberadamente, mediante técnicas apropiadas de meditación.
Los colores astrales son los de
las auras que circuyen el cuerpo físico de todo ser humano, y se manifiestan en
algunos subplanos del astral. En otros subplanos se manifiestan los fenómenos
psíquicos, las formas de pensamiento, las ondas y nubes mentales que influyen
en la mente y el ánimo de quienes tienen su misma tónica psíquica.
El moribundo va desprendiéndose
poco a poco de su cuerpo físico y, al expirar, queda el alma revestida del
cuerpo astral, que es exacta contraparte del físico con el que ha coincidido
durante la vida terrena.
Es el cuerpo astral una forma de
materia mucho más sutil que la física, de modo que escapa a todas las pruebas
que revelan la materia ordinaria. En el momento de la muerte, el cuerpo astral
queda enlazado con el cadáver por un tenue cordón de materia aérea, que al fin
se rompe, y queda entonces el cuerpo astral libre, como externa envoltura del
alma..
Pero este cuerpo astral no es el
verdadero ser humano, como tampoco lo era el cuerpo físico, pues ambos no son
más que temporales envolturas del alma.
Al dejar el cuerpo físico, el
alma se sume en profundo sueño o estado comatoso, semejante al del feto en el
claustro materno, y así se predispone a nacer en el mundo astral, pues necesita
tiempo para adaptarse a las nuevas condiciones y cobrar la fuerza y vigor
requeridos por la nueva fase de existencia.
La Naturaleza abunda en estas analogías.
El nacimiento en el mundo físico tiene muchos puntos de semejanza con el
nacimiento en el astral y ambos están precedidos por un período comatoso.
Después de la muerte física permanece el alma dormida en el cuerpo astral que
le sirve de protectora envoltura, como la matriz protege al feto.
Al decir que el alma se desprende
de su lastre terreno significamos que se dispone a desecharlo, porque el
proceso efectivo de desecho o desprendimiento del lastre terreno comienza
inmediatamente después del despertar. Cuando el alma siente el impulso de
reanudar la vida, se despereza lenta y lánguidamente, como hace el hombre
terrenal al despertar de un largo y profundo sueño.
Entonces, a manera de mariposa
que surge de su crisálida, se desprende el alma del cuerpo astral y en rápida
sucesión desecha los elementos inferiores de su humana naturaleza. Este proceso
es muy corto y se efectúa mientras el alma va recobrando lentamente su
conciencia. Cuando despierta del todo, se halla el alma libre del lastre de su personalidad
y abre los ojos al escenario de sus nuevas actividades en el mundo astral.
Cada alma está destinada a vivir
esta otra vida en el plano congruente con sus mejores cualidades después de
sacudida la escoria de la personalidad. Puede así el alma progresar
notablemente en el mundo astral y durante su vida allí purificarse de modo que
vaya subiendo de nivel.
Muy admirable y hermosa es la
circunstancia de que el alma despierta viva en el plano correspondiente a sus
mejores cualidades. Al punto reconocemos que esta circunstancia satisface los
anhelos de nuestra alma y las vivas ansias de nuestro corazón mientras estamos
en el mundo físico.
El alma humana subsistirá
millones de eones después de que esta Tierra y millares como ella se hayan
desintegrado y restituido su materia a la sustancia originaria de la que
surgieron. Dar importancia primordial a la vida planetaria de la Tierra en el
orden cósmico es contrario a las enseñanzas de los sabios.
Además, no es cierto, como muchos
reencarnacionistas se figuran, que en la presente etapa de su evolución sólo
pueda progresar el alma encarnada en el mundo terreno. Si bien es verdad que la
mayoría de los seres humanos han de pasar muchas encarnaciones terrestres antes
de alcanzar la liberación, también es cierto que cuando el alma llega a la
etapa de evolución espiritual en que ya no la atan lazos terrenos, entonces es
imposible que ni por un momento vuelva obligadamente a la tierra.
Hay actualmente muchas almas que
en los planos superiores están desprendiéndose de las ligaduras terrenales
porque han entrado en la etapa final de la humana evolución.
También hay ahora en la Tierra
muchas almas que están pasando su última encarnación y al morir su cuerpo
físico irán a esferas sin relación directa con el mundo físico. Existen
asimismo otras almas muy adelantadas en el camino de la liberación, que sólo
han de reencarnar una vez más en este mundo, para después alcanzar un excelso
estado de espiritualidad y sabiduría.
Cuando el funcionamiento de los
chakras es normal, cada uno de ellos estará abierto, girando en el sentido de
las manecillas del reloj para metabolizar las energías particulares que
necesita del campo de energía universal.
Cuando el chakra gira en sentido
contrario a las agujas del reloj, la corriente fluye del centro hacia fuera,
con lo que interfiere el metabolismo. Por tanto, se dice que el chakra está
cerrado o bloqueado a las energías que llegan. La mayoría de las personas
tienen tres o cuatro chakras que giran en sentido contrario en un momento determinado.
Como los chakras no sólo son
metabolizadores de la energía, sino que también la detectan, sirven para
proporcionarnos información sobre el mundo que nos rodea. Si bloqueamos algún
chakra, no dejamos que entre la información.
Por tanto, cuando nuestros
chakras fluyen en sentido contrario a las agujas del reloj, hacemos salir
nuestra energía enviándola al mundo, detectamos la energía que hemos enviado y
decimos que eso es el mundo. Es lo que en psicología se llama proyección.
La realidad imaginaria que
proyectamos al mundo guarda relación con la “imagen” que nos hemos formado de
aquél a través de nuestras experiencias infantiles, a través de la mente del
niño que fuimos.
Dado que cada chakra está
relacionado con una función psicológica específica, lo que proyectamos a través
de cada uno de ellos estará dentro del área de funcionamiento de dicho chakra y
será algo muy personal, ya que la experiencia vital de cada persona es única.
La glándula pineal, que suele
asociarse con el sexto chakra, es rica en un derivado de la serotonina, llamado
melatonina. Este compuesto se metaboliza fácilmente en una molécula de tres
anillos llamada 10-metoxiharmalano, dotada de propiedades alucinógenas, es
decir, que induce visiones interiores.
La glándula pineal contiene
fotoreceptores y… la luz y las experiencias visionarias desempeñan un papel
importante en ese plano de la conciencia. Los estudios parecen indicar que la
melatonina y la glándula pineal en general presentan efectos de inhibición
sobre las glándulas femeninas y masculinas de los mamíferos.
Y también se cumple la recíproca,
es decir que las hormonas sexuales como la testosterona, los estrógenos y la
progesterona, inhiben a su vez la secreción de melatonina. De ahí cabe deducir
que la actividad sexual, por cuanto estimula dichas hormonas, podría afectar
negativamente a la apertura de ese chakra del tercer ojo; inversamente, un
exceso de actividad de los centros superiores tal vez perjudique al impulso
sexual.
Pero… ¿de qué luz se habla?
¿Puede también referirse a su vez a la luz espiritual, al aura, al plano
astral?
De todo lo anterior podemos sacar
la conclusión de que la apertura del tercer ojo, en consonancia con el sexto
chakra hindú, se puede realizar usando y activando de forma consciente la
glándula pineal, que se va atrofiando por diferentes causas a lo largo de la
vida, que sería como el ojo de la aguja por donde transita el cordón de plata
que une todos nuestros cuerpos, o asimismo esos rayos de oro que veía
Anne-Maríe Dinkel que nos posibilitan acceder a los planos superiores de
conciencia.
Por lo visto anteriormente,
estamos en condiciones de afirmar que ese despertar a una supraconciencia no es
asunto imposible, puede estar al alcance de todos los seres humanos, no es
magia ni espirtitismo, incluso quedaría fuera del ámbito de la parapsicología,
ya que pasaría a ser la restitución de un poder perdido, que quizá en tiempos
ancestrales disfrutábamos, y para lo cual poseemos un órgano material que lo
hace posible.
Un personaje extraordinario, llamado
Gustav Rol, al que se le ha definido como el “sensitivo” más importante del
siglo XX, el último y auténtico Maestro Espiritual, cuyos poderes abarcaban
cualquier aspecto psíquico imaginable, aclaraba cuando se le preguntaba sobre
el origen de sus poderes: “Yo soy una persona cualquiera. No tengo nada que ver
con los médiums, los curanderos, los espiritistas que usted entrevista. Éste
mundo está lejos de mi mentalidad.
Mis modestos experimentos forman
parte de la ciencia. Son cosas que en el futuro todos los hombres podrán
realizar. Siempre he pensado no ser un sensitivo, un vidente, médium,
taumaturgo ni nada por el estilo. Es todo un mundo, el de la Parapsicología, al
que no pertenezco aunque haya conocido personas verdaderamente dignas y
animadas con intenciones nobilísimas.
Se escribe demasiado sobre mí, y
muchos de los que lo han hecho pueden decir que me he quejado por la
publicación de una vasta gama de fenómenos y nunca de lo que transmito, en el
intento de dar una explicación a estas cosas indagando sobre cómo y por qué se
producen ciertos eventos maravillosos.
Según le revelaba al escritor Leo
Talamonti: “No hay causalidad mecánica y tampoco casualidad: es el triunfo de
la voluntad sobre lo imprevisible, de la armonía creadora sobre la casualidad”.
Todo le sobrevino en 1927, mientras estaba observando un arcoiris. Le encantó
tanto aquel color verde que permanece en el centro de la inmensa faja irisada,
que no pudo apartar los ojos de él.
Lo sintió vivir en sí como pura
vibración inmaterial, a la vez que advertía que aquella vibración le evocaba
otra, correspondiente a la quinta nota musical, la nota sol. Sintió entonces
que lo invadía una sensación de calor que se iba irradiando desde la base del
cráneo.
Al mismo tiempo se encontró
interiormente transfigurado, como si su yo de antes hubiera ceido el puesto a
otro yo más grande, más fuerte y capaz de vibrar en la onda creativa del propio
Cosmos…
Entonces advirtió que podía conocer cosas que permanecían escondidas a
los demás y que, dentro de ciertos límites, imponen su voluntad hasta a las
fuerzas de la Naturaleza. Había descubierto el secreto de lo que él llamaba
“consciencia sublime”.
Una vez le confió al periodista
Dino Buzzatti: “Es así que he esperado que fuera justo la Ciencia la que me ayudara
a reconocer y codificar estas sensaciones mías que estoy seguro de que cada
hombre posee, y será la Ciencia misma quien revelará estas facultades y las
promoverá en todos los hombres”.
Con amor
LUZ Peña - C. NANMURA
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